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No tengo miedo...
no estoy sola.
Ni siquiera triste.
Es bastante agradable.
- ¿Quiénes son estas personas? - No importa.
Siéntate conmigo así nos ponemos a leer.
"En el castillo vivía una señora vieja y mala...
y un viejo todavía más malo.
Antes que el señor del castillo se fuera a la guerra... "
¿Qué sucede?
"Prometieron hacerlo... "
- ¿Por qué estoy tan asustada? - "Cuando el caballero fue... "
- Me cuesta respirar. - ¿Abuela?
¿Por qué huele tan mal aquí? Y hace tanto calor.
- Cuesta mucho respirar. - Cállate ahora.
La temperatura esta perfectamente bien y no huele mal.
Los ancianos huelen mal.
La abuela y el abuelo huelen mal.
Los ancianos me dan asco. Siempre huelen muy mal.
Hacen que sea difícil respirar.
Odio cuando la abuela pone su mano sobre mi hombro...
para que se la bese.
- Me asusto cuando lees. - ¡Cállate!
¡Silencio!
Te advierto que no abras esa puerta.
- Sólo pretendes asustarme. - Como quieras. Te lo advertí.
- Si abro la puerta, me despertaré. - No puedes despertar.
- Si hago un esfuerzo... - A ver.
De pronto recuerdo algo. Mi intento de suicidio no tuvo éxito.
- No del todo. - ¿Qué quieres decir?
Daño cerebral por falta de oxígeno. ¿Nunca escuchaste esa desgracia?
- ¿Te parece decente? - Sí, querida Jenny.
Muy decente.
- ¿Siempre viviré así? - Tranquilízate.
En el hospital te mantienen viva, despierta o inconsciente.
- ¿Por cuánto tiempo? - Hasta que mueras, como corresponde.
¿Y llevará mucho tiempo?
Segundos, minutos, años. ¡Qué se yo!
- No debe ser así. - Sí, Jenny. Tiene que ser exactamente así.
- Abrir esta puerta no cambia nada. - Tu lógica es impecable.
- ¿Sabes qué hay allí dentro? - ¿Cómo podría saberlo?
¿Por qué me advertiste entonces?
Te vuelves agradecida con los horrores que ya conoces.
Los horrores desconocidos son peores.
- Voy a abrir de todas maneras. - Hazlo. Tienes tu propia voluntad.
- ¿Te vas? - Querida Jenny.
No quiero más problemas que los que ya tengo.
Así que si me disculpas...
No te vayas.
Me voy de tu sueño para entrar al mío. No intentes hacer que me quede.
¡No te vayas!
Sola...
Abuela...
Si sólo pudiera despertar.
- ¿Tienes frío? - Sí.
- Toma mi bufanda. - Gracias.
- ¿Ya no sientes miedo? - Creo que no.
No quiero... No quiero.
Déjame sola...
No tengo mis piernas.
¿Quién puede traerlas de aquel rincón y volvérmelas a poner ?
Hola...
¿Estás aquí...?
Dijiste que ibas al cine. ¿Recuerdas?
Luego callaste y colgaste.
No sabía qué pensar. Me resultaba extraño.
Entonces volví a llamar y no contestaba nadie.
Pensé que te habrían asaltado o algo así.
Realmente no sabía qué pensar. Fue algo desagradable.
¿Agua?
Sí, por favor.
Ten.
Con cuidado.
Gracias.
Al final me preocupé tanto que vine hasta aquí y toqué el timbre.
Le pedí al portero que me abriera.
Me estoy durmiendo.
- Tus pacientes han esperado durante horas. - ¿Aquí?
Sí. Según el nuevo contrato. ¿No recuerdas?
Oh, claro. Qué extraño.
Ayúdeme. Me cortaron en la cabeza. Me la operaron.
Pero cuando me volvieron a coser olvidaron el miedo diario.
Vuelva el mes que viene.
No olvide sus píldoras.
¡Anna! ¿Qué haces aquí? ¡No me tengas miedo!
Huele horrible.
Estoy transpirada y sucia.
- Tu marido está aquí. - Ahora no...
Eres muy oportuna para las sorpresas.
Acabo de bajar del avión.
- Debe ser horrible. - Para nada.
- ¿No te sientas? - Claro.
- Huelo muy mal. - Por favor.
¿Podrías volver mañana? Los dos estaremos mejor.
Por supuesto, pero...
Tengo que volar mañana. No hay más remedio. Soy el presidente...
Pobre de ti.
No te apenes por mí.
Qué complicado es.
Me he estado preguntando.
Nunca fui...
- Nunca fui tan... - Perdón.
- ¿Por qué lo hiciste? - Perdóname.
Perdóname...
Sé que tengo gran parte de culpa.
Pero no sé en qué consiste. Traté de pensar en ello...
En otro momento.
- ¿Puedes descansar ahora? - Sí, puedo. No te preocupes.
¿Qué quieres que le diga a la abuela?
- Si pregunta... - Puedes decirle la verdad.
¿Y Anna?
Quiero hablar con ella. ¿Puedes llamarla al campamento...
- y preguntarle cómo está? - Claro.
Adiós entonces.
Nos mantendremos en contacto.
Cuídate.
Mami ¿Dónde estás?
Papá, llegué.
¿Por qué te escondes?
Sal de ahí. Me asustas.
Mamá, soy yo.
¡Papá, soy yo!
¿No me reconoceis?
Papá, me gustas tanto. Fuiste tan bueno conmigo.
Fue tan extraño que desaparecieras de golpe.
Te vi cuando estabas muerto. Yacías en la funeraria.
Querida mamá, no tengas tanto miedo. Está todo bien.
No tengo nueve años. He crecido y tomé píldoras para dormir...
pero parece que fracasé.
¿Papá? ¿Mamá? No pueden evitar haber tenido siempre miedo.
Mami, mi pequeña mami.
Todo sería tan real y correcto y preciso.
Papá, te gustaba tanto abrazar y ser tierno.
Estabas tan triste y nervioso...
Y entonces nos lastimamos uno al otro sin quererlo.
Toda la vida, todos los días...
todas las palabras y todas las pequeñeces.
¿Papá? ¿Mamá?
También pasamos muy buenos momentos, ¿no? Sólo era una niña, no comprendía...
pero igual, igual cerraban la puerta, y ¡Y yo quedaba allí, ardiendo de culpa!
¡Siempre me quedaba allí, en falta y con culpa!
¡Mamá! ¡Papá!
¡Marcháos y no volváis nunca más!
¡Os odio! ¡Os odio tanto! Y no quiero ver
Sus ojos asustados y sus gestos asustados.
Tomás...
- ¿Por qué me cuidas? - Tengo mis razones.
- Además, soy tu médico. - No lo sabía.
- Pero ahora lo sabes. - ¿Hay café en ese termo?
- Sí. - ¿Puedo tomar un poco?
No, creo que te dará náuseas.
- Pero puedes tomar limonada. - No, gracias.
Mejor toma.
- ¿Cómo te arreglas con el trabajo? - Estoy de vacaciones.
¿Con nada mejor para hacer que vigilar un confuso ataque suicida?
- No. - Cuéntame un cuento.
Cuando tenía nueve años, aprendí a eructar. Mi hermano mayor me enseñó.
Durante la cena, me pareció apropiado...
demostrar mis habilidades recientemente adquiridas a la familia.
Encontré una pausa entre las albóndigas
y la tarta de manzanas. No tuve éxito.
Estaba tan nervioso que encima me tiré un *** al mismo tiempo.
Qué pena.
Generó un poco de tensión, pero qué fracaso.
Me negaron la tarta de manzanas y el flan...
y me obligaron a abandonar la mesa inmediatamente.
- Mi educación fue dogmática. - Cuéntame más. Algo lindo.
- No sé qué. - Cualquier cosa.
Tal vez un libro que hayas leído o una persona interesante que conociste...
una salida al cine o un viaje?
Honestamente, no me pasó nada durante un año.
¿Y después qué pasó?
- Me abandonaron. - Cierto, eres divorciado.
No, no existió ninguna mujer. Me abandonó un amigo.
Yo lo apreciaba mucho.
Eso no es cierto. Lo amaba.
Vivimos juntos durante cinco años.
Lo conociste en esa tonta fiesta en la casa de la sra. del Dr. Wankel.
Supongo que sabes a quién me refiero.
- ¿El actor, Strömberg? - Exacto.
- Ahora somos solamente amigos. - ¿Por qué se separaron?
En nuestro cruel mercado, la infidelidad es total y la competencia terrible.
La sra. de Wankel puso mejores condiciones.
Aceptó al nuevo amigo de su esposo y estuvo de acuerdo en apoyarlos.
- Como sabes, ella tiene mucho dinero. - ¿Pero él no gustaba de ti?
Eso pensé.
Pero él es atractivo, tiene talento y es algo malcriado...
y supongo que necesitaba algo diferente.
Así que yo resultaba demasiado molesto con mis sentimientos y con mis celos.
¿Quieres dormir un poco?
- ¿Qué hora es? - 01:30. Está por amanecer.
¡Mamá! ¡Papá! ¡Auxilio!
Cuando yo era joven, sabía que la muerte me asustaba.
Siempre estaba presente. Me rodeaba.
Mi perro murió atropellado. Eso fue casi lo peor.
Mamá y papá fallecieron en un choque. Bueno, ya te lo había dicho.
Un primo murió de polio. Yo tenía 14 años.
El sábado nos habíamos estado besando en la mesa durante la cena.
Al viernes siguiente estaba muerto.
Siempre fuiste considerada un milagro de salud mental.
Antes de casarme, viví durante largo tiempo con un artista loco.
Cuando se enojaba me decía:
"Tu frigidez es tan completa que me interesa".
Yo le contestaba: "Sólo soy frígida contigo. Todos los demás me hacen acabar."
Hace poco estuve en una fiesta...
en la que alguien leyó en voz alta un poema acerca de la muerte y el amor...
Y cómo se hunden uno en el otro. Y cómo se rodean.
Recuerdo haberme mofado de ese poema.
- Una chiquilinada ¿No crees? - Tal vez.
Papá era tan bueno. Era alcohólico.
Siempre me abrazaba. Nos llevábamos tan bien.
Mamá pasaba y decía "Basta de mimos". Y la abuela decía:
"Tu papá es muy bueno, pero es un verdadero vago".
Mamá estaba de acuerdo con ella, ellas lo menospreciaban.
Y querían que yo me uniera.
Así de fácil fue. De repente me sentí avergonzada...
cuando papá me abrazaba y me besaba.
Me preocupaba tanto complacer a mi abuela.
Después tuve a mi propia hija. Anna gritaba de una manera extraña.
Era diferente de los otros niños. No gritaba porque estuviera enojada...
o porque tuviera hambre. Era más como un grito verdadero.
Era desgarrador. A veces me daban ganas de pegarle por eso.
Y otras veces me deshacía en ternura. Pero siempre conmigo en el camino.
Un temor egoísta muy, muy extraño. Uno no debería entregarse.
Y la felicidad se desvaneció.
Recuerdo la primera vez que oí llorar a mamá.
Estaba en el dormitorio y oí que mamá y la abuela conversaban.
La abuela hablaba con una voz muy baja, extraña...
y de pronto, mamá gritó. Yo no sabía qué era lo que pasaba.
Estaba terriblemente asustada. Más que nada...
porque la voz de la abuela era tan escalofriante.
Y caminé hacia el salón y vi a mamá sentada en una silla junto a la ventana.
Y la abuela estaba parada en el medio del salón.
Cuando entré, se volvió hacia mí...
y miró.
Era la cara de la abuela y sin embargo no lo era.
Miraba como un perro enojado preparándose para morder.
Y corrí hacia mi habitación...
y me puse a rezar para que mi abuela volviera a tener su cara anterior...
y que mamá no llorara. Y es tan horrible cuando...
las caras cambian y uno no puede reconocerlas.
No puedo hablar de esto.
No quiero.
Dame un trago. ¡No lo soporto más!
Me siento mal.
No puedo seguir viviendo así.
Ahora relájate.
¡No puedes ponerte ese vestido hoy! ¡Es tu vestido de domingo!
No es algo que puedas manejar. Permíteme ayudarte.
Come lo que tienes en el plato.
¿Pintarte los labios? Eso no es apropiado en esta casa.
Llegas tarde otra vez. ¿Nunca aprenderás a llegar a la hora?
Eres perezosa y malcriada.
Si no te comportas, te enviaremos a un internado.
Allí aprenderás a cumplir reglas.
Aprenderás de gente decente.
Gente que trató de vivir su vida en orden y con limpieza.
Si quieres seguir viviendo conmigo y el abuelo...
tendrás que cambiar tu comportamiento.
¡Deberías estar agradecida!
¿No puedes mostrar un poco de gratitud por una vez en la vida?
¡No me pegues así! ¡No me pegues en la cara!
Te enseñaré a comportarte como la gente. Deja de llorar.
No me gustan esas lágrimas.
¡Hago lo que quiero! ¡No puedes controlarme!
¡Te odio, bruja de mierda!
Es mejor que tú mandes.
Sé que me amas y creo que lo haces todo por mi bien.
Sé que debo hacer como tú dices.
¿Por qué siempre tengo que tener cargo de conciencia?
Te ruego que me perdones. Perdóname.
Sé que obré mal. Nunca tengo razón.
La nenita de la abuela.
Podemos hablar de cualquier cosa.
Todo está sano y salvo con la abuela.
Moriría si tengo que quedarme dentro del armario.
Haré lo que quieras con tal de no tener que quedarme en el armario.
Por favor, abuela, por favor.
Te ruego que me perdones.
No viviré si me tengo que quedar en el armario.
¿Cómo puedes encerrar a una niña que teme a la oscuridad de un armario?
- ¿No es soprendente? - Seguro.
¿Crees que estoy emocionalmente lisiada de por vida?
¿Crees que somos un ejército de un millón de personas emocionalmente lisiadas...
pobres diablos que deambulan, gritándose unos a otros...
con palabras que no comprendemos y que hacen que tengamos más miedo aún?
No lo sé.
Existe una invocación para nosotros, los no creyentes.
¿A qué te refieres?
- A veces me la digo a mí mismo. - ¿Me lo puedes contar?
Ojalá que alguien o algo me golpee...
así me puedo volver real.
Lo repito continuamente, ojalá que un día yo sea real.
¿Qué quieres decir por "real"?
Escuchar una voz humana y confiar...
que proviene de un humano que está hecho como yo...
tocar un par de labios y al mismo tiempo saber que es un par de labios.
- Perdona que te perturbe... - Es plena noche.
- ¿Plena noche? - Mi reloj indica 04:05.
En la enfermería son las 08:05.
- ¿Pero es martes? - Sí.
Afuera está la hija del Dr. Isaksson. Quiere ver a su madre.
Quiero hablarle, pero no aquí.
¿Podemos sentarnos en la sala para las visitas?
Claro. La esposa de un viejo comandante estaba allí como en su casa...
pero salió a caminar un poco.
Tengo que limpiar un poco.
Creo que hoy podremos enviar a la sra. Isaksson a su casa, si ella quiere.
- ¿No tenemos que hablar con el Dr. Wankel? - No es necesario.
¿Quiere una bandeja con el desayuno en la sala de espera?
Tal vez su hija quiera una taza de café.
Gracias.
¿Te volveré a ver?
Sería bonito. Pero será dentro de algún tiempo.
- ¿Por qué? - Me voy a Jamaica.
- No dijiste nada. - Me olvidé de avisarte.
- Tendré que cuidarme sola... - Yo seré quien se cuidará solo.
Podría ir contigo.
- No gracias. - ¿Qué harás en Jamaica?
Escuché que se puede vivir amoralmente en Jamaica.
- ¿Volverás? - No puedo prometértelo.
- Adiós. - Adiós.
Cuídate...
y a la gente que te quiere.
Hola mamá.
Papá llamó y avisó que estabas enferma, así que decidí venir a visitarte...
- aunque me dijo que no debía. - ¿Te contó por qué estoy aquí?
Me dijo que enfermaste y que te trajeron al hospital en ambulancia.
- ¿La razón no? - No.
- Toma. - Gracias.
- ¿Cierro la puerta? - Sí. Sentémonos.
- ¿Quieres un poco? - No.
No gracias.
No va a ser fácil... Para ti ni para mí.
Hice algo muy estúpido.
Traté de matarme.
Es difícil de explicar.
Tal vez piensas que no me gustas tú o papá.
Pero no es así.
Sois las personas que más me agradan.
Tú y la abuela. Y papá.
¿Nunca has hecho algo de repente...
- sin saber por qué? - Supongo.
- Tienes que tratar de perdonarme. - No comprendo.
- ¿Volverás al campamento? - El tren parte en una hora.
- ¿Tienes dinero? - Sí.
- ¿Lo estás pasando bien? - Algo así.
Dale mis saludos a Lena y a Karin.
- ¿Vienes a casa el viernes? - Sí.
¿Podemos cenar juntas?
Pasas por aquí de camino a Skåne. Vienes al centro...
y además el tren no sale hasta la diez.
Podríamos cenar e ir al cine. ¿No sería lindo?
Mamá...
¿Lo volverás a hacer?
- No. - ¿Cómo lo puedo saber?
- Debes confiar en lo que digo. - Pero ¿Sabes lo que dices?
- Sí. Eso creo. - Pero no estás segura.
¿Qué es lo que realmente quieres? ¿No entiendes nada?
De todas formas nunca te gusté.
Y eso es cierto.
Debo irme ahora.
No te preocupes. Puedo cuidarme sola.
- ¿Te sientes mejor? - Mucho mejor.
- ¿Por qué no dijiste nada? - No había nada que decir.
Le pregunté al Dr. Jacobi y me dijo que estabas extenuada.
- Sí. - Y Eric que vino corriendo a casa.
- Pero se fue igual de rápido. - Sí, claro.
Cuando se dio cuenta que no era peligroso.
Que sólo estabas extenuada.
Estás cansada. Haré la cama.
- Así puedes descansar. - No gracias.
Pero si estás agotada deberías irte a alguna parte.
Ahora es imposible. Erneman no volverá hasta dentro de dos meses.
Entonces Eric y yo podríamos ir de vacaciones.
¿Cómo estás abuela?
De alguna manera...
Me parece que el abuelo ya no volverá a caminar.
Así es la vida.
Hemos esperado este momento durante años.
Y sin embargo, es raro...
cuando finalmente sucede.
Así es...
Ahora voy a ir a verlo.
Me quedé en la puerta un largo rato...
mirando a la vieja pareja y su conexión..
Vi sus lentos movimientos hacia el misterioso y horrible momento...
en que se tienen que separar.
Vi su dignidad. Su humildad.
Por un breve instante me di cuenta que el amor todo lo rodea.
Incluso la muerte.
Comuníqueme con enfermería 11, hermana Gunnel.
Buen día, soy la Dra. Isaksson.
Sí, gracias. Dígale al Dr. Wankel...
que llegaré mañana a las 7:30, como de costumbre.
Gracias.