Tip:
Highlight text to annotate it
X
Mi nombre es Amin Bahari
y me encanta la animación.
Recuerdo que de niño solía ver animaciones
y soñaba que un día crearía las mías propias.
Por supuesto, por aquel entonces no era factible para mí,
pero por alguna razón, eso no me detuvo.
Deseaba tanto contar una historia que me volqué al cómic.
Creé mi primer historieta a los 6 años.
El protagonista era un superhéroe llamado "Rami".
Rami luchaba contra el mal, llevaba villanos a la justicia, lo cual era genial,
pero creo que nunca me planteé
por qué Rami volaba.
¿Por qué llevaba una capa? Y, más importante aún,
¿en qué estaba pensando al ponerse la ropa interior por fuera?
Pensarán que nunca me planteé esas cosas porque era muy pequeño,
y en realidad nunca me lo planteé hasta hace pocos años.
Crecí en Arabia Saudita.
Mi padre, que en paz descanse, era profesor en la Universidad Rey Faisal
y por aquel entonces no teníamos TV por satélite,
pero vivir en el este de Arabia Saudita en aquella época, era una ventaja
porque teníamos acceso a más canales de TV que los residentes de Riad, por ejemplo.
Y más canales significaba más dibujos animados.
Nuestras teles captaban TV Aramco, TV de Bahréin, TV de Qatar,
y, si el tiempo era muy bueno,
podíamos ver dibujos en farsí.
Claro, no entendíamos lo que decían
pero tampoco entendíamos los dibujos estadounidenses.
Supongo que el idioma no importaba, si eran dibujos animados, yo los veía.
Y luego el animé, el animé japonés invadió la tele.
La animación japonesa era diferente de la clásica y contemporánea de EE.UU.
y tenía un cierto atractivo que la hacía muy popular, muy rápidamente.
Recuerdo como solía ver animé en vídeo,
poniendo pausa para parar la imagen
y copiando los personajes, dibujándolos en un papel.
Por aquel entonces, sufrí un cambio importante en mi estilo de dibujo.
Y en 1991, mi padre --que en paz descanse-- falleció, y nos mudamos a Sudán.
Y seguí creando cómics.
Mi estilo se tornó totalmente japonés.
Y me convertí completamente en un artista de manga.
Supongo que nunca me pregunté, y sigo sin preguntármelo,
por qué mis personajes tenían ojos tan grandes,
por qué tenían barbillas tan marcadas,
o por qué mis historias transcurrían en lugares tan poco definidos.
Luego fui a la facultad de medicina, me gradué, luego me mudé a Sudán
para continuar formándome. Y ese fue un punto de inflexión, ese fue "el" momento.
Por primera vez me encontré solo,
en una tierra extraña, en la que era un extranjero.
Y para alguien que una vez "creyó" que era universal,
sentir y ser tratado como un extranjero fue suficiente para empezar a preguntarme
aquello que nunca antes me pregunté.
¿Quién soy?
¿Cómo es que un artista sudanés, sin conexión alguna con ***ón,
se vuelve artista de manga?
¿Cómo puede ser que un sudanés que nunca pisó suelo estadounidense,
ni recibió jamás educación extranjera,
habla inglés con acento norteamericano?
¿Cómo ocurrió todo esto?
Y se me ocurrió de repente.
La respuesta a todas mis preguntas se resume en:
los medios de comunicación.
Es lo que he estado viendo todo el tiempo,
lo que recibí de los medios, lo que modeló mi percepción
sobre el aspecto de la gente,
sus actos y forma de hablar.
Y recuerdo que en aquel momento me acordé de una conversación con mi hermano mayor.
[Nombre en árabe] criticó el aspecto de mis personajes.
Y en aquel momento le respondí algo que me gustaría compartir aquí
sólo para demostrar lo poderosa que es la influencia de los medios.
Le dije: "Estás equivocado. El manga es universal,
el estilo es en origen japonés, pero los personajes no se parecen a nadie en particular.
Sus ojos son más grandes, son más altos;
el manga es universal.
Estaba tan convencido de que yo respetaba la norma y de que todos los demás
estaban equivocados. Y, no sólo eso, sino que estaba dispuesto
a defender eso ferozmente. Y luego empecé a preguntarme, ¿quién soy?
La respuesta obvia es que soy sudanés,
así que empecé a leer sobre Sudán,
sobre su historia, su cultura, su gente,
a mirar fotos de diferentes partes de Sudán,
y, francamente, aprendí un montón.
Aprendí que tenemos una cultura muy rica y un patrimonio mal promocionado,
eclipsado por todas las imágenes negativas que vemos en los medios internacionales.
Y eso no era bueno.
Sentí que había que hacer algo.
Creo que en el fondo de mi mente estaba pensando en ese niño de 6 años que, quizá, en este momento
estaba dibujando otro personaje parecido a Superman.
Supe que había que hacer algo más, a gran escala.
Solo que no sabía qué era.
Hasta marzo de 2011 cuando creé el estudio Tartar,
un estudio de animación sin fines de lucro, en YouTube, con la misión de promover
la cultura y tradición de Sudán mediante la producción de vídeos animados.
En Tartar hice hincapié en dos cosas: la calidad y el contenido local,
porque sabía a lo que me enfrentaba.
Sabía que no tenía la experiencia.
Sabía que no tenía la educación formal en cine o animación,
pero creía en mi talento.
Creía en el mensaje positivo que Tartar tenía para ofrecer,
y creía en nuestra cultura y nuestras tradiciones.
(Aplausos)
Gracias.
Y hasta ahora produje 7 vídeos, uno de ellos se proyectó en 2 festivales internacionales de cine,
y el otro fue un vídeo viral en YouTube
que fue visto cientos de miles de veces en el corto período de una semana.
Y cuyo título...
(Aplausos) Gracias.
Y cuyo título se ha convertido en un eslogan.
Tartar creció hasta convertirse en más que sólo un estudio de animación en la web,
a cargo de una sola persona. El número de fans está creciendo día a día.
Vienen personas de todos los ámbitos a ayudarnos:
diseñadores gráficos, guionistas, actores y actrices, todos están colaborando,
voluntariamente, sin esperar nada a cambio.
Tartar se ha convertido en una comunidad
en la que todos los que comentan o comparten algún vídeo,
contribuyen esencialmente al crecimiento de esa comunidad.
Pero con todo el éxito y la exposición que Tartar ha recibido en el breve período de un año,
sentía que algo faltaba,
más bien, que faltaba alguien.
Ese niño de 6 años, que quizá en estos momentos está dibujando otro personaje
que se parece a Superman.
Me di cuenta de que para lograr un objetivo con éxito, hay que empezar a una edad muy temprana
antes de que la bola de nieve sea demasiado grande como para poder detenerla.
Este niño no tiene que esperar a tener mi edad
para darse cuenta de su desapego.
Así que empecé a pensar, ¿qué les gusta a los niños?
Les gustan los cuentos de hadas.
Simple, adaptaría nuestros cuentos de hada para la pantalla.
Pero, ¿tenemos alguno?
Debemos tener alguno, pero yo no los conocía, porque no los había visto,
porque al parecer nadie hizo las animaciones.
Así que empecé a investigar más y resulta que sí, sí era verdad que nadie hizo las animaciones.
Todos los oyeron de sus abuelas, lo cual tiene sentido.
Una de mis abuelas falleció cuando yo estaba en Arabia,
y la otra falleció al poco tiempo de regresar a Sudán,
que ambas descansen en paz.
Empecé entonces a investigar más y me encontré con el más asombroso de los libros,
del difunto profesor Abdullah Al-Tayib.
El profesor Al-Tayib recorrió Sudán. Recopiló todos esos...
(Aplausos)
Recopiló todos esos cuentos populares en un libro titulado "Historias sudanesas".
La versión en inglés se tituló "Historias de las arenas de África".
Así que mi plan
era adaptar estos 16 cuentos para la pantalla.
Así que empecé a leer el libro pero, para cuando lo terminé, estaba devastado.
Literalmente estaba devastado.
Al dejar el libro, estaba convencido de que era imposible adaptar esto a la pantalla.
Todo estaba plagado de violencia, había decapitaciones, niños devorados y quemados vivos
por no mencionar la multitud de referencias a la esclavitud.
(Aplausos)
Y en uno de los cuentos, hay una bruja, una vieja bruja, que sacaba veneno de sus pechos.
Entonces me dije: ¿En serio?, ¿cómo adaptar eso?
Incluso "Fátima Al Samha", el equivalente sudanés de "Cenicienta"
resulta no ser tan bonito como yo pensaba.
Fátima Al Samha, que en el cuento se da a la fuga, se topa con un anciano
--que casualmente pasaba por allí, y lo desolla--
Sí, Fátima Al Samha desolla al anciano para usar su piel como disfraz.
Así que llegué a la conclusión de que, al parecer, los cuentos de hadas no son para niños.
Pero no me di por vencido, incluso en aquel momento.
Y mientras pensaba si realmente debía seguir adelante con este proyecto,
me topé con dos hechos importantes.
Primero: los folcloristas nos dicen que los cuentos de hadas o los cuentos populares, originalmente
no estaban destinados a los niños.
Y que esta asociación entre los cuentos de hadas y los niños no apareció hasta hace pocos siglos.
El otro hecho es que incluso los cuentos de hadas que conocemos hoy,
del tipo 'Cenicienta' y 'Caperucita Roja', han sido adaptados y esto es lo que conocemos hoy.
Por ejemplo, Rapunzel. Todos conocemos el cuento.
Se quitaron las referencias sexuales de ese cuento.
Y también se quitó mucha violencia de otros cuentos.
Y ese fue un momento felíz.
Porque concluí que, en realidad, no hay nada malo con nuestros cuentos de hadas,
sólo que están siglos atrás en su proceso evolutivo.
Y eso fue muy agradable
porque alivió cualquier sentimiento mio de culpa,
al intentar adaptar estos cuentos.
Ahora podía empezar a editarlos,
quitando la violencia y las alusiones a la esclavitud y agregando giros,
sin alterar de manera significativa la trama original.
Es un gran proyecto,
un gran desafío,
pero los grandes desafíos no me detuvieron cuando estaba solo en esto.
Un año después, aún sigo siendo interno y trabajo en turnos de 10 a 12 horas,
y aún hago dibujos animados.
Un año después, me apoyan numerosos sudaneses, patriotas, entusiastas y positivos,
decididos en que este proyecto salga a la luz;
personas que han decidido que ya es hora de dejar de quejarse de los medios extranjeros
y usar los medios para tener el control de todo esto.
Ya es hora de que un niño de 6 años dibuje personajes inspirados en su propio entorno.
Ya es hora de romper el ciclo.
Muchas gracias.
(Aplausos)