Tip:
Highlight text to annotate it
X
Este capítulo, titulado ‘El advenimiento de la ‘Implicación Ciudadana’,
pretende complementar las clasificaciones y modelos ***íticos que presentamos al estudiar,
en el episodio cuarto, la ‘participación ciudadana del siglo XX’.
Si recuerdan, presentamos en primer lugar un esquema que permitía clasificar
las formas más importantes de Participación Administrativa
–que es la auspiciada por las autoridades públicas–
y la Participación Autónoma o Informal
–que es la que se origina directa y espontáneamente desde la ciudadanía,
las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales–.
Dentro de la Participación Administrativa Municipal,
revisamos las formulas o procedimientos más frecuentemente utilizados,
considerando tanto el momento en que tienen lugar
–dentro del Proceso de Formulación de Políticas Públicas–,
como el tipo de participantes convocados:
de base asociativa, de base personal, o de base mixta.
Para los procesos participativos complejos,
analizamos además los criterios más importantes
que debían considerarse de cara a su implementación,
en cada uno de sus momentos fundamentales, que son:
la fase de ‘Iniciativa y Coordinación’, la de ‘Movilización’,
la fase de ‘Participación’ propiamente dicha, y el momento final de aplicación de los ‘Resultados’.
Finalmente, presentamos y analizamos
la famosa Escalera de la Participación Ciudadana de Sherry Arnstein,
que por medio de su gradación de las distintas ‘intensidades de la participación administrativa’
nos llama la atención sobre el hecho de que mucho de lo que se presenta como ‘participación’
en realidad es manipulación o una participación aparente.
El desarrollo de las ideas de dicha escala
por parte de la Asociación Internacional para la Participación Pública
y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos vinieron,
como ya mostramos, a simplificar su visión y a disimular los aspectos más críticos
de la propuesta de Arnstein.
Es por ello que en este episodio vamos a presentar un modelo alternativo,
actualizado para el siglo XXI,
que al mismo tiempo profundiza y ‘clarifica’ la propuesta de Arnstein,
y que abarca no sólo a la ‘Participación Administrativa’
sino también a la ‘Participación Autónoma’,
permitiendo conceptualizar y visualizar los aspectos más esenciales
de los procesos participativos.
Pero antes de presentar este modelo...
vamos a analizar someramente en qué consisten las ‘actividades’ y ‘acciones’ participativas
más típicas del siglo XXI.
Recordarán la definición que dimos de ‘Participación Ciudadana’,
como ‘cualquier actividad que los ciudadanos realizan voluntariamente
–ya sea a modo individual o a través de sus colectivos y asociaciones–
con la intención de influir directa o indirectamente en las políticas públicas
y en las decisiones de los distintos niveles del sistema político y administrativo’.
Pues bien, vamos a simplificarla todavía un poco más, para afirmar,
junto a la organización inglesa Involve, que la participación ciudadana es
‘todo aquello que permite a la gente influenciar las decisiones
e involucrarse en las acciones que afectan a sus vidas.’
Esta definición no es sólo más simple sino también más amplia,
ya que extiende el ámbito sobre el que ‘se participa’
para no sólo considerar las ‘politicas públicas’,
sino todas aquellas decisiones y acciones que afectan a ‘la gente’.
Así, empieza incluso a quedársenos pequeño el término de ‘participación ciudadana’,
y se hace conveniente que trascendamos la mera noción de ‘participación’
para pasar a hablar de ‘implicación ciudadana’,
que se refiere a una realidad más profunda y extensa.
La noción de ‘participación ciudadana’
apunta sobre todo a un proceso de ‘colaboración’ con algo que, en definitiva,
es ‘ajeno’, que no ‘es mío’, que no me pertenece.
Son las autoridades las que, en cierto modo, consienten en que ‘participe’,
que ‘aporte’ en algo que, de facto, les pertenece a ellas.
Y por tanto tendrán en cuenta mis aportes en la medida en que lo deseen y les convenga.
Pues bien, en este siglo XXI que comienza,
cada vez más se va a hablar de la ‘Implicación Ciudadana’,
como una noción mucho más amplia que,
dentro suyo, no obstante, contiene también la idea de participación.
Cuando yo me ‘implico’, me implico en algo que es mío.
Y me responsabilizo de ello.
Podrá así entenderse que los asuntos públicos son un ‘bien compartido’,
que me pertenecen tanto a mí, en cuanto que ciudadano consciente y responsable,
como a las autoridades y al gobierno,
en cuanto que representantes elegidos por la ciudadanía para gestionarlos.
La participación ciudadana,
en cierto modo es una prerrogativa que el gobernante puede decidir ejercer o no.
¿Permito a la ciudadanía ‘participar del gobierno’?
Pues sí o no, dependiendo del tema, las circunstancias y mi conveniencia.
En cambio, la noción de ‘implicación ciudadana’...
si le niego al ciudadano la oportunidad de implicarse,
le estoy impidiendo cumplir con algo que de hecho le pertenece, y va a poder reclamármelo.
Este cambio de términos implica un cambio de mentalidad...
que los nuevos tiempos reclaman cada vez más.
Pues bien, vamos a ver rápidamente de qué forma se materializa esa ‘implicación ciudadana’,
cuáles son las acciones y actividades por medio de las cuales la ‘implicación ciudadana’
se manifiesta y es llevada a cabo, cada día, por ciudadanos y ciudadanas del mundo entero.
En nuestro análisis diferenciaremos, en primer lugar, sobre el ‘ACTOR’,
es decir, ‘quién’ es el sujeto que actúa.
En segundo lugar señalaremos el ‘ámbito objetivo de influencia’, es decir,
el ‘para qué’: el área, el ámbito o colectivo sobre el que el sujeto actúa.
La primera forma de actuar es la que tradicionalmente más se ha usado.
Es la actuación en GRUPO:
Yo actuando como ‘parte de’ un grupo, colectivo, o movimiento social.
Otra forma de actuación que también ha estado muy presente a lo largo del siglo pasado,
sería la actuación INDIVIDUAL: Yo actuando solo,
buscando por medio de mis actos individuales
ejercer cierta influencia sobre las cosas que afectan mi vida.
La tercera forma de actuación sería la actuación en RED:
yo actuando ‘junto con otros’, coordinando mis acciones,
de muy diversas formas, con las de otras personas y colectivos,
sin que haya necesariamente un vínculo de pertenencia a un grupo o colectivo que nos una.
Las relaciones de coordinación mencionadas pueden tener un carácter más esporádico,
y estar referidos a acciones concretas, o ser más estables, o incluso estar institucionalizadas.
Y la intensidad de dichos vínculos de coordinación será también muy variable.
En cuanto al ‘ámbito objetivo de influencia’ de la acción, lo que se pretende lograr con ella,
puede ser, en primer lugar, de tipo INDIVIDUAL.
En estos casos lo que pretendo es
‘cambiarme a mí mismo o a alguna o algunas personas concretas’.
Alternativamente, en vez de cambiar lo que se puede buscar con la acción es
‘reafirmarme o reafirmar a alguna persona o personas concretas
en algo que considero importante’.
El segundo ‘ámbito objetivo’ sería de un tipo que denominamos REDUCIDO, o INTERNO.
Es cuando a quien quiero cambiar, o ayudar, es a algún colectivo del que formo parte,
o a algún otro colectivo reducido.
Finalmente, el ‘ámbito objetivo de influencia’ podría ser de tipo AMPLIO, o EXTERNO.
Ocurre cuando la acción va encaminada a cambiar
‘mi entorno, o a algún colectivo amplio o a la ‘sociedad en general’’
Esta clasificación puede resultar un tanto vaga,
pero no es un problema que así sea, pues se busca precisamente crear un modelo
que sea aplicable a un amplio espectro de actuaciones participativas o cívicas y, por tanto,
obligatoriamente debe permitirse cierta laxitud en las categorías.
De hecho, la adscripción de una determinada acción a una u otra categoría
en muchos casos podría depender no tanto de factores objetivos
relacionados con la misma acción,
sino de valores subjetivos referidos a cómo la persona que actúa concibe,
conceptualiza y se plantea, internamente, su actuación.
Si cruzamos estas dos dimensiones del ‘quién’ y el ‘para qué’ de la actuación ciudadana,
obtenemos nueve categorías diferentes de actuación cívica,
de las que proporcionamos algunos ejemplos ilustrativos sobre los que no vamos a profundizar.
Pueden pulsar el botón de ‘Pausa’ para echar un vistazo.
O aún mejor, pensar ustedes mismos en actividades
(tal vez incluso más apropiadas que las que figuran ahora)
que encajen en cada una de las categorías.
Lo que nos interesa resaltar ahora es cómo las TICs,
incluyendo especialmente a Internet, la Web Social y las tecnologías móviles,
están afectando estas nueve formas de actuación participativa.
Vamos a indagar de qué manera el ‘polvo de hadas’ de las TICs
potencian los distintos tipos de acción cívica.
Pues bien, desde una aproximación intuitiva,
podemos observar que tanto la acción individual con fines individuales,
como las acciones en grupo con un fin de tipo individual o reducido/interno,
se han visto fortalecidas.
No obstante, observamos que el afán por actuar sobre un ámbito Amplio o Externo,
ya sea con acciones de tipo Individual o como parte de un Grupo,
se han visto todavía más fortalecidas.
Finalmente, comprobamos que son el resto de las formas de participación
las que más se benefician, enormemente,
de esta irrupción de Internet.
Todas las formas que tienen que ver con la actuación en Red,
y las formas de actuación individual cuyo fin es afectar o cambiar un ámbito reducido y cercano.
Si nos paramos a pensar, la actuación EN RED,
ese ‘yo actuando con otros’, es algo que apenas se daba hasta recientemente.
Es, de hecho, un nuevo tipo de movilización ciudadana
cuyo potencial apenas estamos empezando a vislumbrar.
Esta columna es la que mejor representa el funcionamiento de las ‘marmitas mágicas’
que presentamos en el episodio anterior.