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Manuel Lozano
"Te invito a creer"
Era invierno, yo tenía 8 o 9 años,
hacía mucho frío.
Estábamos izando la bandera
de la escuela a la cual iba,
y de pronto, veo que 2 o 3 hileras
a mi derecha, había un chico de 1º grado
que estaba de medias y en patas.
No podía entender
que todo el resto de mis compañeros
y los docentes de la escuela
siguieran repitiendo la oración a la bandera
como si nada, porque había un chico
que estaba en patas, mientras hacía frío.
Pasó toda la jornada escolar,
llegué a mi casa,
se lo conté preocupado a mi mamá,
y empezamos a revisar el placard,
a llamar a las mamás de mis compañeros
para ver qué conseguíamos
para poder darle a este compañerito
de 1º grado que no tenía zapatillas,
y repito, hacía mucho frío.
Al otro día llegue todo cargado con las donaciones
y sorpresa fue la que me llevé cuando
cruzo el ancho pasillo de mi escuela de Chascomus
me atiende la maestra de primer grado y me dice:
"Cómo te equivocaste Manuel".
El nene en realidad se había cortado el pie y por eso no tenía zapatillas.
Si bien el inicio fue fallido, fue la primera imagen de la realidad que a mi dolió y dije:
Creo que algo desde mi lugar podía hacer para modificarla.
Desde ese entonces empecé como voluntario en Chascomus, de donde soy.
En comedores, hogares, hasta que tuve que venirme a estudiar a Buenos Aires
a los 18 años y ahí mediante un curso ingresé a Red Solidaria.
La Red es un voluntariado, somos un grupo de personas que lo que intentamos es
ser un puente o un nexo entre aquellas personas que tienen un problema
y aquellas personas que pueden solucionarlo.
Para que se den una idea,
nos puede llamar una persona que no consigue un medicamento
y no tiene que interrumpir su tratamiento oncológico
un abuelo que necesita una prótesis y no la consigue.
Un comedor comunitario que se quedó sin alimentos,
una escuela rural que un temporal le voló el techo,
y vamos orientando y trabajando artesanalmente en cada una de estas historias,
para intentar desde nuestras posibilidades dar alguna respuesta.
Más allá de lo asistencial también intentamos generar
proyectos en el largo plazo,
como puede ser el centro universitario que estamos intentando armar en La Puna,
que si todo sale bien arranca en Marzo de 2012.
Para que chicos Coyas que tienen mi edad, o más chicos,
que viven en el medio de la montaña también tengan la posibilidad de estudiar
una carrera universitaria como yo pude hacerlo acá en Buenos Aires.
Eso tiene que ver con la justicia que es por lo que yo estudié Abogacía.
Y fue justamente dentro de Red Solidaria donde viví un montón de experiencias
y me encontré con un montón de gente que confirmaron que se puede creer.
Que de verdad hay un montón de razones para creer.
Y esas experiencias o algunas son las que hoy me gustaría compartir con ustedes.
En el 2009 yo salía con dos amigas a caminar la calle de noche
y a entregarles de comer a quienes dormían en la intemperie.
Pero cada vez que hacíamos esto, que era una vez por semana, durante el invierno
yo llegaba a mi casa, una o dos de la mañana, y no me podía dormir.
Y me quedaba dando vueltas en la cama todo el tiempo.
Entonces el año pasado pensando en esas noches donde no me podía dormir,
llamé a estas dos amigas y les dije:
"Vamos a hacerlo todo los días".
Era una locura, eramos tres, pero empezamos a convocar amigos,
compañeros de trabajo, compañeros de la facultad.
Y se empezó a acercar gente.
Este año fuimos mil quinientos voluntarios,
y lo hicimos en Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
Podemos decir que fueron 140 noches y más de 70.000 sopas repartidas.
10 toneladas de galletitas, más de 3.000 frazadas, 200 D.N.I. que tramitamos,
por el cual muchos hasta descubrieron qué edad tenían, no la sabían.
Pero sin embargo para mí, aunque suenen fuertes, los números siempre resultan fríos.
Porque para mí lo importante va mucho más allá de los números.
Hay historias que ocurrieron en estas recorridas por el frío.
Porque estas recorridas que arrancaron con un objetivo muy claro,
(que era que nadie muriera de frío en la calle porque eran muertes evitables)
terminaron en muchos casos, siendo de verdad un real proyecto de inclusión social.
Difícil, complejo, hermoso, doloroso, pero lleno de abrazos compartidos,
apretones de manos, historias que nos fueron contando porque nos veían todos los días...
éramos casi las únicas personas con las cuales tenían contacto diario.
Y eso creó, inevitablemente, quisiéramos o no un vínculo de confianza y afecto,
que permitió trabajar en profundidad un montón de otras cuestiones.
Como puede ser el caso de Sergio, que empezó a pedirnos ayuda porque era adicto
de años, casi que de toda la vida, y quería internarse.
Pero cada vez que nosotros le conseguíamos un lugar donde internarse,
a él le daba miedo y desaparecía.
Un día aceptó, se internó, hace ya un año y dos meses que está internado.
Nosotros festejamos cada logro de él y sufrimos también cada tropiezo.
Hace poco le habían dado el alta y le conseguimos trabajo. Salió, arrancó una vida de nuevo.
Pero es un momento difícil porque lo que nos pasa con cada persona
que sacamos de la calle, sobretodo los que estuvieron mucho tiempo viviendo en la calle,
que el primer tiempo nos dicen: "Me quiero matar".
Y uno no entiende cómo ahora que arrancaron una nueva vida, mucho mejor.
¿Por qué se quieren matar?
Porque arrancar una nueva vida también implica hacerse cargo de toda la historia
que uno viene trayendo en la mochila.
Y en la calle uno encuentra historias de abuso ***, de golpes, de abandono.
Que sin dudas si uno suma todos estos factores,
son los que hace que está gente haya terminado en la calle.
Pero a pesar de eso, uno puede ir trabajando de a poco y gracias a este vinculo de afecto,
la inclusión para que ellos puedan salir y llevar la vida que cada unos de nosotros llevamos.
Como el caso de María y de Josefina,
que las encontraron dos voluntarios debajo de la autopista, 13 y 15 años.
Ellas, cuando empezaron a confiar, le empezaron a contar a los voluntarios
que estaban esperando a la mamá que había ido al médico,
pero la mamá había ido al médico hacía dos meses.
La verdad que nosotros desconfiados y prejuiciosos,
pensamos que las había abandonado.
Sin embargo, cuando acompañamos a las chicas al hospital,
donde supuestamente había ido, nos enteramos que la mamá llegó,
pero con un *** muy avanzado y falleció a los pocos días.
Nunca iba volver a buscarlas.
Los voluntarios tuvieron que hacerse cargo de las dos nenas y hoy están un Hogar.
Volvieron a la escuela y de a poco van retomando su vida.
O la historia de Segundo que también hace 5 meses que no consume,
pero sin necesidad de ningún tratamiento.
Y algunos profesionales me dicen "No puede ser",
pero es...
¿Saben por qué? Porque para él, el incentivo de saber que todas las noches
nos veía, era suficiente para saber que ese día no tenía que consumir.
Y pasó un día, y pasan dos y pasó tres y le ayudamos a que restrablezca
los vínculos con su familia, consiguió trabajo y hoy ya lo efectivizaron.
Hace poco pasé a saludarlo y me dijeron que no trabajaba ahí.
Me volví desilusionado a mi casa y dije "me mintió".
A las tres horas me llamó el dueño del bar donde está trabajando y me dijo:
"Manuel, te tengo que pedir disculpas porque como yo sé que él está saliendo
de las drogas y pensé que por tu apariencia eras el le proveía,
no te quise dejar entrar, te pido disculpas".
Prejuicios que andan por ahí.
Hoy Segundo alquiló su pieza, vive en una pensión
y está aprendiendo a leer y a escribir que era lo que desde
que era chico soñaba y nunca había podido.
Está rehaciendo una nueva vida y va muy bien.
Gente que de verdad nosotros fuimos accesorios, ellos fueron los protagonistas
y decidieron cambiar y sobretodo creyeron en ellos.
Por eso les repito que hay un montón de razones para creer.
Muchas veces me preguntan un concepto de solidaridad.
Y la verdad es que no tengo ninguno, pero sin embargo el verdadero concepto
yo lo aprendí en esas recorridas y les cuento por qué.
Muchos habrán escuchado que en los peores momentos,
o en los momentos más extremos el ser humano saca lo peor de sí.
Yo no sé si esto es la excepción o esta frase es errónea.
Porque de verdad uno va, a veces hace 0°C y uno que está abrigado está congelado,
y sin embargo uno le ofrece una frazada y te dicen:
"Te agradezco, estoy bien, pero fijate acá a dos cuadras que hay uno que está peor que yo."
¡Y no tienen absolutamente nada!
Y sin embargo no pierden ese concepto de comunidad,
ese concepto de pensar en el otro,
de levantar la mirada y saber que no estamos solos.
Ese es el verdadero conceptp de solidaridad para mí.
Y en esto de querer transformar la realidad; Yo tengo 27 años, creo que mi generación
tiene mucho que ver, tenemos la posibilidad y también la obligación.
Y hablando de la juventud había otra experiencia y otra historia,
que quería compartir con ustedes.
En 2005 habíamos organizado con la Red un Congreso Joven,
al cual acudían jóvenes de todo el país con la idea de que nos contaran
¿Qué sentían? ¿Qué tenían ganas? Que se expresaran para ver qué les pasaba.
Ahí conocí a una mujer, Maripier, de 53 años, que vino preocupada y me dijo:
"Quiero hacer algo con los jóvenes de Charata, Chaco, una ciudad de 40 mil habitantes,
porque los chicos terminan la secundaria y están todo el tiempo sentados
en el cordón de la vereda tomando cerveza.
Yo abrí," --ella era presidenta de una filial de fútbol-- "abrí esa filial para que los chicos
fueran, aunque sea para que no estén en la calle, pero ni siquiera mis hijos van."
Entonces le propusimos que armara un grupo y que los trajera a Buenos Aires,
aunque sea con la sola excusa de conocer la Ciudad y ellos vinieron.
Se quedaron tres días, terminó el congreso y fuimos a recorrer juntos.
Y ahí fui conociendo a cada uno de estos 23 chicos.
La verdad que fue sorprendente, porque no eran 23 chicos con historias fáciles.
Había historias de abandono, historias que traían aparejadas alguna discapacidad mental,
no severa pero sí leve por la desnutrición que habían sufrido de chicos.
Problemas de adicciones, deserción escolar.
Muchos sólo almorzaban porque no tenían qué cenar.
Y cuando terminó el evento y se tenían que volver a Charata, decíamos con Maripier
"¿Y ahora qué hacemos?"
Y no sé por qué, porque de verdad no lo sabemos, decidimos innovar.
Y en lugar de ponerlos... en el lugar de "beneficiarios", que es una palabra que no me gusta,
los pusimos a trabajar con nosotros y ellos empezaron a replicar
lo que nosotros hacíamos acá en Buenos Aires en su ciudad, en su pueblo.
Adaptándolo al contexto local, con la salvedad que nosotros sabíamos
que si hacíamos una colecta de alimentos, ellos, avisándonos, se separaban parte,
para comer ellos porque literalmente no tenían para comer.
Ellos crearon la primer Red Solidaria Joven de nuestro país.
Ellos fueron la primer Red que tuvo que tener remeras y no porque quisieran mostrarse con las remeras,
sino porque para el pueblo ellos eran los "negros del pueblos".
Entonces necesitaban mostrarse con una identificación para que el pueblo
empezara a reconocerlo y empezara a creer en ellos.
Y de a poco les empezaron a abrir las puertas,
y empezaron a avanzar y a trabajar cada vez más.
Y hace tres años atrás me llama un día Maripier, media preocupada y me dice:
"Mirá, los chicos están con un proyecto que es una locura, pero no sé cómo decirles que no."
Los chicos se habían dado cuenta que si en Charata una mujer era golpeada,
no tenía dónde ir, entonces hacía la denuncia en la comisaría
y tenía que volver a dormir con el golpeador.
Si un chico era abusado o golpeado, tampoco tenía dónde ir.
Y hasta que el juzgado dispusiera qué hacer, iba a la Alcaldía.
Para los que no saben la Alcaldía es la cárcel del pueblo.
y a veces hasta podía llegar a estar en la celda de al lado
del que había abusado o el que había sido victimario.
Entonces ellos, que en algunos casos vivían en ranchos,
se habían propuesto construir un hogar para albergar y refugiar a toda esta gente.
Ustedes escucharon recién las historias de cada uno de estos 23 chicos,
era casi imposible...
Sin embargo, empezaron a golpear, con sus remeras, la puerta de cada uno de sus vecinos
y a pedir materiales de construcción.
En Octubre del 2009 viajé a Charata para la inauguración de su sede, de su hogar.
Que si uno la ve desde afuera realmente es un lugar, una casa como todas,
pero cuando entra se da cuenta que es un lugar especial.
Fundamentalmente por el piso. Uno entra y no hay dos baldosas iguales,
porque un vecino le dio una roja, otro le dio una verde, entonces hay todo un collage
de diferentes colores y tamaños.
Todas las escaleras y la parte de arriba, como no tenían dinero,
pidieron parrillas de asado viejas y aquellos que sabían soldar
las desoldaron y armaron todas las barandas y todo lo que necesitaban de herrería.
También tenían que equipar el hogar y un casino que cerraba les regaló
todas las estructuras de los tragamonedas. Los desarmaron y con esas maderas
armaron las camas, las mesas, las sillas y de a poco fueron convirtiendo su sueño,
que para nosotros inclusive parecía una locura, en realidad.
Y en este trabajo, de trabajar por los otros, quizás ellos sin saberlo,
empezaron a trabajar por ellos.
Y hoy los ves completamente diferentes.
Nelson, por ejemplo, cuando vino a aquel congreso hace ya seis años atras,
vendía bolsitas de residuos en la calle y con eso mantenía a su familia.
Hoy está terminando el secundario en una nocturna y ya no vende bolsitas en la calle,
sino que trabaja en un mayorista.
Marina, que venía con una historia muy complicada, logró terminar el secundario.
Alquilo una habitación con cuatro amigas donde comparten las tres camas que tienen,
para poder estudiar y este año se recibe de Profesora en Educación Especial.
Y no ve la hora de volver a Charata para, en ese mismo lugar que ellos construyeron,
poder ayudar a un montón de chicos con capacidad especial que ella conoció en su pueblo.
Y hace un tiempo Ivan, otro de los chicos, que hoy tiene 22 años,
me escribió una carta donde decía:
"...Si yo no hubiese conocido la Red en aquel 2005, con total honestidad,
no sabría donde estaría hoy.
Yo conocí la Red en el momento en que mis amigos empezaban a chupar,
empezaban a emborracharse, empezaban a drogarse e inclusive empezaban a robar,
porque no había otra opción en el barrio donde yo vivía..."
Hoy, Ivan vive en Resistencia en una pensión, está terminando 2° año de Ingeniería
y en contra de todo los ***ósticos tiene un promedio de más de 8.
De verdad ellos me llenan de esperanza. Ellos, para mí, marcan futuro
me enseñan muchísimas cosas y creo que también creyeron en los otros.
Creyeron en ellos mismos y por eso pudieron cambiar el rumbo de cada una de sus vidas.
Hoy, estos 23 chicos hicieron un trabajo de relevamiento en su pueblo.
Y detectaron que otros 160 chicos de entre 6 y 11 años estaban en riesgo,
o viviendo historias similares a la que ellos habían vivido cuando tenían seis años.
Y hoy están trabajando con estos 160 chicos para repetir la historia.
Ellos me demuestran que no hacen falta grandes estructuras.
No hace falta ser millonario, ni tener gran experiencia.
Con amor, aunque suene cursi, se puede, es posible...
Esto es lo que yo quería venir a compartir con ustedes.
Cada uno de nosotros hoy puede quebrar la historia,
puede modificar la realidad de donde vive.
Cada uno de nosotros puede cambiar el mundo.
Por eso hoy quise venir para invitarlos a creer.
Gracias