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Por cuestiones de mi trabajo y mis responsabilidades tengo
que viajar mucho desde hace un par de años, a través del mundo.
Y cada vez que paso por una aduana y presento mi pasaporte
el guardia de aduana me mira, mira el pasaporte.
Vuelve y mira. Pasa las paginitas y dice: ¿hay algún error en su pasaporte?
(Risas) --No, no.
--¿M o F? --Pues, "male" pero "mujer". No sé cual sea su definición.
--¡Pase al cuartico! (Risas)
Desde que tengo memoria sentí que mi cuerpo requería
y quería crecer de otra manera.
Que quería participar del mundo con otros atributos, con otra visión.
Sin necesidad de tener que decir, como a veces se escucha,
que estaba en el cuerpo equivocado.
Crecí y tuve que evitar y esconder lo que yo imaginaba que quería ser mi cuerpo.
Y me dediqué a leerlo, a leer ciencia ficción.
Aprendí a dibujar y a dibujar mi propio cuerpo, y el cuerpo
del marciano o la marciana en la que eventualmente querría convertirme.
Y transcurrieron muchos años hasta que el dolor
de no ser lo que quería me impulsó a convertirme en Brigitte.
En Brigitte por una búsqueda de una femineidad, de un papel en el mundo
que correspondía a lo que yo había aprendido que era
ser Brigitte Bardot en el cine en los años 70.
Porque realmente los referentes de género para nosotros,
todos provienen de la literatura, del arte,
de las conversaciones familiares, de la televisión, de las películas.
Y la construcción cultural del género para mí, pues, se hizo en el colegio.
Y se hizo, como para todos Uds., con una disciplina de cuerpo.
Con unos maestros y unas maestras y unas familias
diciendo qué se puede hacer y que no se puede hacer con la mano izquierda,
con la mano derecha, con el pie izquierdo, con la cola.
Mis hijas están en un colegio muy progresista.
Y aún así su vestimenta es distinta a la de los niños y tienen faldita.
Y protestan. Porque primero les da frío a las siete de la mañana
cuando llegan al colegio campestre.
Segundo, no pueden subirse a los árboles para jugar como a ellas les gusta
porque su intimidad está expuesta de una manera distinta a la de los muchachos.
Entonces les propusimos, ¿por qué no las niñas
pueden ir también de pantalón o de sudadera?
Y dijeron sí, sí. Y dijimos: ¿y por qué no los niños
pueden ir con el vestidito y la faldita?
Ahí sí que ya no. (Risas)
La construcción de identidad de género
es absolutamente nuclear a nuestra cultura.
Y es de los tabús más difíciles de romper y uno puede imaginarse muchas cosas.
Y mucha gente lo ha imaginado.
Y me expongo ante las aduanas y en los sitios de los pasaportes.
Y, sobre todo ante los celadores, a que no me dejen entrar.
¿Ud. pa' donde va? ¿Ud. quién es? ¿A quién está buscando? ¿Qué se le ha perdido?
Mi trabajo también, hoy en día tiene que ver con biodiversidad, con biología.
Y solo hasta hace muy poco tiempo entendí
que la relación era absolutamente coherente.
Y que seguramente estaba buscando respuesta a las formas en que
el cuerpo y la vida se puede desenvolver en nuestro planeta.
Y estudié biología y me volví absolutamente apasionada
de la biodiversidad y de nuestro país.
Viendo y viajando y exponiendo mi cuerpo a los caminos del país
para darnos cuenta de que, pues, Colombia
es un sitio privilegiado en términos de vida.
Y de que tenemos esa variabilidad gigantesca de aves, de sapos,
de orquídeas, de palmeras, de plantas, de peces... de todo tipo.
Y a medida que fui estudiando y entendiendo y disfrutando de esa maravilla
que tenemos, e interactuando con esa fauna y esa flora,
me pregunté, bueno, ¿por qué tanta diversidad?
Que es lo que nos preguntan ahora a menudo.
¿Por qué hay 1784 especies de pájaros en Colombia?
¿No sería suficiente con 500? Menos biodiversidad, ¿no?
Hay gente que se siente incómoda.
¡Menos diversidad de género, por favor! Menos del LGBTI.
Ya estamos hasta aquí, lo hemos escuchado.
La diversidad es la forma en que la vida se expresa
para responder a un ambiente determinado.
Es la exploración de las posibilidades de existir, biológicamente hablando.
Y eso se produce a través de las relaciones ecológicas.
De la competencia, pero también de la simbiosis:
los pájaros con las semillas, etc., etc.
De manera que hay toda una visión ecológica y evolutiva de la biodiversidad
que me tranquiliza sobremanera y creo que a todos debería tranquilizarnos
porque precisamente el mundo está hecho para diferir, para ser distintos
y para encontrarnos en ese mar de oportunidades.
Eso es lo que estudia la ecología y lo que a mí me apasiona.
Pero de la ecología pasar al cuerpo nuevamente implica
la pregunta por la protección de la naturaleza.
Entonces me dicen, bueno, Ud. ya lleva 25 años dedicada
a la protección de la naturaleza, a hacer ecología.
Pero si es tan natural, ¿cómo explica su presencia? ¿Cómo explica sus cirugías?
¿Cómo explica su cuerpo y su defensa de la diferencia construida?
Claramente porque la naturaleza da lugar a toda esa diversidad previamente.
En la naturaleza no hay comportamientos correctos.
Nosotros estamos acostumbrados a que nos hablen
del macho alfa y de las hembras beta.
Y el modelo del gorila que maneja la manda.
Y nunca estamos acostumbrados a la idea de la manada de micos ***í,
donde no hay jefes, donde todo el mundo hace lo que le da la gana,
donde todo el mundo cría los niños de todo el mundo,
o las crías de todo el mundo.
Y, donde la promiscuidad, pues, es una realidad.
No quiero con eso defender mi promiscuidad, en absoluto.
Ni proponerles una visión de ese tipo.
Simplemente que en la naturaleza los géneros son infinitos.
Hay toda clase de expresiones de género.
Y hay toda clase de combinaciones de sexualidad.
Y cuando alguien nos dice, pues, la homosexualidad es antinatural.
Digo: al contrario, es lo más natural que hay.
Lo que no es natural es vestirse, comer con cuchara,
prender el radio y tener cultura.
De manera que para nosotros construir cuerpo y construir nuestra posición
en el mundo pues, obviamente, lo que hacemos es desarrollar nuestra cultura.
Una cultura del género. Una cultura distinta.
Los seres humanos, además, ya no somos los que éramos hace 20 000 años,
o 14 000 años, cuando llegamos aquí a la sabana de Bogotá
persiguiendo mastodontes y había una glaciación que se estaba terminando.
Ahora ya no vivimos en el mismo ecosistema que vivíamos entonces,
ni hace 500 años, ni hace 200.
Nosotros mismos hemos construido nuestro propio entorno ambiental.
Y al mismo tiempo hemos ido cambiando toda nuestra forma
de relacionarnos con las demás especies.
Y con el entorno físico. Ahora vivimos en ciudades de 8 millones,
de 10 millones, de 14 millones de habitantes.
Desde que nacemos, nacemos en el asfalto, cogemos bus,
respiramos aire de ciudad, vivimos en un clima controlado.
De manera que esas relaciones que antes configuraban la forma
en que el cuerpo evolucionaba en la selva, en el río,
se volvieron algo completamente distinto.
No tenemos los mismos referentes.
Y esa liberación de referentes permite una gran creatividad, un inmenso universo
de posibilidades de ser que estamos comenzando apenas a explorar porque
nunca hubo tantas ciudades en el mundo, ni nunca hubo tanta gente en el mundo.
Por eso tenemos tribus urbanas.
Por eso tenemos un recambio de visiones del cuerpo tan marcado.
Y lo que soy hoy para los adolescentes que se están inventando
a sí mismos ya es una referencia del pasado.
¿Brigitte Bardot? Pero, ¿de qué está hablando?
Un referente cinematográfico, cuando hoy los referentes son de los videojuegos,
cuando los referentes son de los grupos musicales, de los grupos de rock,
cuando ha cambiado completamente el universo ecológico y cultural.
La ciudad, entonces, y la industria y el mundo del espacio son los referentes
en los cuales vamos construyendo nuevos cuerpos y cada vez tenemos
la posibilidad de ser más de uno, y de representarnos
a nosotros en las redes sociales.
Y a veces de fingir. Así como fingimos todos los días cuando nos ponemos ropa.
¿Hoy quién quiero ser? ¿Hoy cómo me voy a manifestar ante el mundo?
Entonces, las redes sociales han comenzado a darnos la posibilidad
de asumir identidades completas nuevas.
Y no todo el mundo es malo en las redes sociales. Es un experimento.
No es solamente un espacio de depredación.
Pero, fíjense, es un ecosistema complejísimo en el cual
vamos a ser personas distintas.
Esa experiencia de tener cuerpos distintos sin embargo
ya provenía de nuestros pueblos precolombinos.
Uds. se acuerdan de las imágenes zoomorfas de animales mezclados con gente,
que son parte de los sueños y de las historias míticas,
de nuestro parentesco con esa naturaleza en el pasado.
Y hoy en día hay culturas que aún se siguen emparentando
y transformando en animales a través del yajé, por ejemplo.
Que desconecta y desarma el cuerpo y les permite volverse otras cosas.
Es un misterio de la neurología pero hay maneras distintas
de ser cuerpo hoy en día.
Y el futuro, ¿hacia dónde pienso yo que realmente nos estamos moviendo?
Hay por lo menos tres escenarios.
Hay tres mundos hacia los cuales nos estamos dirigiendo.
En parte por el cambio climático. En parte por la crisis ambiental.
En parte por la destrucción de la vida.
El primero, que dentro de más o menos 25 años seremos capaces
de transcribirnos dentro de un computador, en el sentido de la mente.
La transcripción inversa de la conciencia. Lo dicen científicos.
Será el momento en el que un computador sea
tan o más complejo que la mente humana.
¿Qué clase de cuerpo tiene uno cuando uno se transcribe dentro de un computador?
Eso hay que preguntarle a los que viven en Second Life, que comienzan
a construir sus avatares y un día son lechuga y al otro día son medusa
y al otro día son cualquiera de esas imágenes en movimiento
en un universo virtual como el de Matrix.
El cambio climático lamentablemente también nos va a obligar
a buscar refugio de muchas maneras.
De golpe hacia el centro de la tierra.
De golpe hacia afuera del espacio.
Pero tendremos nanotecnología, biotecnología.
Tenemos una capacidad de intervenir nuestra carga genética que es gigantesca.
Nuestros genes apenas están empezando a nacer,
de acuerdo a los tiempos evolutivos.
Y si queremos realmente colonizar el espacio exterior
no lo vamos a hacer con estos cuerpos que están aquí sentados,
o que viajan en Transmilenio todos los días.
Lo vamos a hacer bajo formas novedosas.
Si queremos ser marcianos, como decía Ray Bradbury,
no lo vamos a hacer con estos cuerpos.
Pues vamos a tener que inventarnos marcianos.
O inventarnos en los satélites de Júpiter.
O donde quiera que el destino nos lleve.
El cuerpo, por tanto, apenas está empezando a inventarse.
Y yo creo que las personas trans por algún motivo misterioso sentimos eso.
No es que queramos transfigurarnos en un elemento más
para pasar desapercibidos y diluirnos en la cultura.
Nos sentimos cómodas en nuestra discordancia, no tenemos problemas de identidad
y creemos que el cuerpo todavía puede ser imaginado infinitamente.
Y a ello los invito. Muchas gracias.
(Aplausos)