Tip:
Highlight text to annotate it
X
Buenas tardes. Yo había comprado una máquina para fabricar animales.
No la he probado nunca, y no sé tampoco cómo funciona.
Dije que iba actuar de payaso para el Papa, y entonces a Don Álvaro se le cambió la cara
y me dijo: "Ay, hijo mío, si lo hicieras en italiano,
el Papa lo comprendería perfectamente".
Y le dije: Padre, no es que hable mal italiano, es que no tengo ni idea.
Y él me fue traduciendo una por una todas las palabras
y yo las iba apuntando en una agenda.
Sé que a Don Álvaro le dio muchísima alegría saber que al Papa le había hecho reír tanto.
A partir de ahí actué cinco años más.
Os cuento una cosa muy bonita.
Hace algún tiempo, el Santo Padre me había invitado a cenar a las 19.30 h.
Oímos por ese pasillo unos pasos de una persona que arrastraba los pies.
Y yo pensé: "¡Dios mío, qué cansado está el Papa!"
Después de saludar, le dije: "Santo Padre, ¡qué cansado está usted!".
Y él me contestó con mucha fuerza:
"Yo a estas horas no tengo derecho a no estar cansado".
Después del atentado del Papa, cuando estaba muriéndose en el hospital,
nosotros teníamos que salir fuera y a mí me gusta siempre que lo sepa el Papa
cuando me voy fuera de Roma: para que bendiga mi viaje,
para que sea tan bueno que rece por mí...
En aquella ocasión no podíamos pedir audiencia,
pero fuimos al hospital para hablar con su secretario y decirle:
"Nos vamos. Cuando pueda, dígaselo usted al Papa"
Y él nos dijo: "Esperen un momento".
Al cabo de un minuto volvió diciendo: "El Santo Padre les espera".
Era una habitación pequeña, oscura, de hospital.
Y en medio había una cama, donde estaba el Papa con mucha fiebre.
Lo sé porque yo le toqué los brazos y estaban ardiendo por la fiebre.
Y vi que estaba tan alegre, que estaba rezando