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COMENTARIO DEL P. ROBERT BARRON
SOBRE LOS VALORES FAMILIARES EN LA BIBLIA
Hoy la gente habla mucho de valores familiares,
y en la Biblia podemos encontrar valores familiares,
pero quizá no sean aquellos a los que estamos acostumbrados,
nos ponemos algo sentimentales al hablar de las familias.
La Biblia tiene mucho para decir sobre las familias, pero no es sentimental.
Les daré un par de ejemplos del mismo Jesús.
Un hombre le dice: "Señor, te seguiré, pero primero déjame enterrar a mi padre."
Algo lógico en nuestra época, y más aún en la época de Jesús.
Era una obligación fundamental.
¡Por supuesto! Se murió tu padre, debes estar en el funeral.
¿Qué le dice Jesús? "Deja que los muertos entierren a los muertos."
Es extraordinario. Su respuesta es como una bofetada,
y lo debe haber sido mucho más en aquellos tiempos.
O cuando le dicen: "Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron."
"No, felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican."
No parece una visión sentimental de la familia en absoluto.
¿Qué ocurre aquí? Vayamos a un momento anterior en la Biblia,
veamos la historia de Ana y Samuel.
Ana es una mujer que no puede tener hijos, y eso le rompe el corazón,
así que todos los años va al templo, en Silo, a orar, a rogarle a Dios.
Finalmente, su plegaria es oída y Ana da a luz a Samuel,
y le pone ese nombre porque dice: "Le rogué al Señor por ti."
Cuando el niño es destetado, es decir cuando todavía era muy pequeño,
ella regresa a Silo con él
y se lo entrega al sacerdote Eli, para que lo críe como sacerdote del templo.
Se lo devolvió a Dios.
Rezó desesperadamente por este niño, lo recibió y se lo devolvió a Dios.
Nos recuerda a una historia del Nuevo Testamento que conocemos bien.
Jesús se aparta de su familia cuando están volviendo a Nazaret desde Jerusalén
y se queda en el templo
con los maestros, debate con ellos, les hace preguntas, etc.
Mientras tanto, sus padres lo buscan desesperadamente.
¡Tres días! Imaginen si un padre pierde a un hijo
por tres días, imaginen la ansiedad que sentían.
Finalmente lo encuentran en el templo,
y María le pregunta:
"¿No sabías que tu padre y yo te estaríamos buscando?"
Serenamente, Jesús se vuelve a ella y dice:
"¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?"
Aquí no vemos ni un gramo de sentimentalismo.
Lo que vemos es una clara noción bíblica
de que en definitiva los hijos pertenecen a Dios
y que están aquí para cumplir los propósitos de Dios.
Las familias existen y son buenas, desde luego,
pero su propósito más importante es educar
y luego liberar a las personas para que sirvan a Dios.
¿Un mensaje duro? Sí. En aquellos días tanto como ahora.
Pero es un claro mensaje bíblico.
Probablemente el ejemplo más impactante de esto en toda la Biblia
es esa historia tan atemorizadora e inquietante
del libro del Génesis sobre Abraham e Isaac.
La situación es similar. Abraham y su esposa no pueden tener hijos,
ya tienen una edad muy avanzada, pero Dios le ha prometido:
"Por medio de tu hijo te haré el padre de una gran nación."
Van pasando los años, él está cada vez más viejo. No tiene ningún hijo.
Reza, espera, anhela, y finalmente
se cumple esta promesa imposible
y Sara, a la edad de 99 años, según la Biblia, da a luz un niño.
Para Abraham es el hijo de su corazón.
No sólo esta conectado con él como su hijo,
además lo ve como el portador de la promesa. Él es todo para Abraham.
Pero entonces recibe ese tremendo...
Es algo que realmente nos impresiona,
ese mensaje tan enigmático, extraño y perturbador de Dios:
"Abraham, toma a tu hijo, Isaac, a quien amas..."
Y Dios le recuerda: "a quien amas".
"...y quiero que me lo ofrezcas en sacrificio."
Si para ustedes ésta no es una historia abrumadora, no están prestando atención.
Y Abraham marcha durante tres días atroces hasta el Monte Moria,
sabiendo lo que tiene que hacer, con su hijo.
Me imagino a su hijo, de unos doce años,
entusiasmado por acompañar a su papá en este viaje,
y entonces, en su desesperación, Abraham oye que su hijo le dice:
"Allí está el altar y allí está el fuego, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?"
"Dios proveerá", responde Abraham.
Y en el último minuto, cuando alza el cuchillo
para matar a su propio hijo, el ángel detiene su mano.
¿Qué es lo que está ocurriendo en esta historia?
¿Es simplemente Dios jugando con nosotros?
¿Es Dios que nos manipula y muestra su poder a su antojo,
poniendo a prueba a Abraham de forma arbitraria y caprichosa?
No. Yo diría que no. ¿Cómo debemos interpretar esta historia?
Debemos interpretarla como una elevadísima expresión
literaria y teológica del tema del que he estado hablando.
¿A quién pertenece Isaac?
¿A Abraham? Sí. Pero no en última instancia.
En última instancia, Isaac pertenece a Dios.
Del mismo modo en que la vida de Abraham pertenece a Dios.
Las energías de Abraham, sus talentos, todo pertenece a Dios
y está al servicio de los propósitos de Dios.
El problema es que nosotros decimos: "estas cosas son mías"
o bien, llegando a un extremo: "mis hijos son míos,
me pertenecen, están aquí para cumplir mis propósitos."
Ana lo sabía, y entregó a Samuel a Dios.
María lo sabía, y entregó a Jesús a su misión.
Abraham lo sabe, aunque le rompa el corazón.
Sabe que su hijo pertenece a un propósito y a un poder más alto.
¿Es este poder superior caprichoso, arbitrario y juega con nosotros?
No. No lo interpreten de esa manera.
Los propósitos de Dios siempre son fuente de vida.
Los propósitos de Dios siempre son mejores que lo que nosotros imaginamos.
Eso es algo que queda explícito en el hecho
de que él detiene a Abraham, y le devuelve a Isaac.
La idea aquí es que debemos entregar todo lo que tenemos
sin ninguna reserva a Dios. Debemos sacrificárselo a él.
No lo interpreten como algo pagano,
como el dios malvado que exige...
Se trata de poner nuestras vidas, nuestros talentos,
todo lo que tenemos, incluyendo nuestras familias,
dentro de esta realidad de Dios, de los propósitos de Dios.
Por eso una familia... Tan importante,
la base de la sociedad. Todo eso es cierto.
La Iglesia tiene veneración por las familias, claro que sí.
¿Pero qué es en definitiva una familia?
Juan Pablo II dijo: "Una familia es una 'eclesiola'",
una "pequeña iglesia" en latín.
Es donde las personas aprenden a discernir y aceptar la misión que Dios les da.
Cuando un padre mira a un hijo, no debería decir:
"Por sobre todas las cosas, quiero que este hijo
sea exitoso, que haga grandes negocios, que entre en tal universidad..."
Todas esas cosas están muy bien.
Pero lo que un padre debería decir es:
"En última instancia lo que quiero es que este hijo encuentre su misión,
que este hijo encuentre su propósito en Dios."
Y tengo que estar dispuesto a desprenderme.
Incluso de mis expectativas, mis aspiraciones,
hasta de mi posesividad. Tengo que desprenderme de todo eso
para permitir que ese hijo encuentre su camino en el plan divino.
Creo que entonces comenzamos a ver
cuáles son los verdaderos valores familiares de la Biblia.
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