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Nada, Absolutamente nada
Solo algunas formas borrosas.
El diagnostico fue definitivo.
Arnaud era miope como un topo.
A partir de ahora, debería llevar gafas de cristal grueso.
Arnaud odiaba esas horribles gafas.
Los ojos empequeñecidos, las orejas despegadas...
Incluso a sus padres les costaba acostumbrarse.
Pero lo peor era que a Arnaud no le gustaba lo que veía.
Ya nada le parecía familiar.
El doctor se equivocaba.
El niño veía mucho más que formas borrosas.
Veía cosas que nadie más parecía ver.
Veía el extraterrestre escondido en la cocina, preparado para invadirles.
Veía al troll inmóvil, dispuesto a zamparse al que cogiera su chaqueta.
Veía al murciélago dormido, digiriendo a su presa en la oscuridad.
¡Qué atolondrado! ¿Dónde están tus gafas?
Arnaud prefería contemplar el mundo sin ellas, a ciegas.
Aunque su maestro le obligaba a ponérselas.
¡Culo de botella! ¡Culo de botella!
Culo de botella,
ese era ahora su nombre.
Había sido un día duro.
Arnaud aún no quería volver a casa.
¡Malditas gafas! Con ellas, todo era feo.
¿Para qué las llevaba? No las necesitaba.
Arnaud conocía estas calles de memoria.
Esta era la tierra por donde vagaba el diplodocus.
Esta otra, el abismo del pulpo mutante.
Más lejos, las ruinas del robot guerrero.
Y por fin, la cantera del gigante comepiedras.
Se había hecho tarde.
Arnaud había caminado mucho y estaba exhausto.
¿Dónde estaba?
De noche, nada es igual.
Tenía que admitirlo, se había perdido.
Y entonces lo oyó.
Sólo un monstruo podía rugir así.
Un dragón.
Estaba en la cueva de un dragón.
Los padres de Arnaud estaban desconcertados.
¿Un dragón?¿Te has vuelto loco?
¡Podías haber muerto!
Su madre lloraba.
Su padre gesticulaba, explicándole que los monstruos no existían,
y que debía espabilar, dejar de ser un niño y portarse como un adulto.
Sus padres tenían razón.
Sin embargo, Arnoud no podía ignorar ese mundo vibrante...
detrás de cada objeto,
ocultas a sus ojos, esas criaturas esperaban su mirada para existir.
Sin él, un castillo era sólo un bloque de casas.
Y yo, una simple concha vacía.
Mientras se dormía, pensaba en el unicornio.
¿Dónde estaría?
¿Lo vería al día siguiente?