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Encontramos al viejo leopardo macho al borde de una llanura aluvial, observando una manada de impalas y a un macho de
antílope.
Era evidente que estaba interesado en ellos, pues se ocultaba en la hierba y se aproximaba,
pero no tenía realmente una buena posición.
Aunque el impala ignoraba que él estaba cerca, no estaba en situación de intentar la captura.
No pasó mucho tiempo antes de que se percatase de ello y abandonase la caza, atajando por la isla en dirección a la Isla del Árbol Muerto.
Cerca de la Isla del Árbol Muerto, inició un comportamiento singular, rugiendo y dejando una marca olorosa con bastante regularidad.
Poco después nos dimos cuenta de qué significaba todo ese alboroto.
Una hembra de leopardo surgió de la vegetación de juncos y se dirigió al mismo árbol en el que estaba él.
Ella comenzó a atosigarle y aquí fue donde estos dos comenzaron el primer apareamiento que vimos.
Es una exhibición increíblemente agresiva, muy ruidosa y con iniciativa totalmente femenina.
Para los leopardos es normal copular, posiblemente, cada media hora en los primeros pocos días de su apareamiento.
Se puede observar cómo la hembra regresa una y otra vez, acosa al macho y se ofrece a sí misma.
Es asombroso lo ágiles que han de ser.
Al día siguiente los encontramos alejándose del Árbol Muerto en dirección a la Isla Sedudu.
La pareja salió a campo abierto y se aposentó en un enorme mopane (árbol; n. del t.)
De nuevo, la hembra se le aparece y se exhibe delante de él.
Nuestra presencia no les afectaba en absoluto y observar este comportamiento fue algo increíble.
Las ramas no eran precisamente el lugar perfecto para copular.
Poco después bajaron del árbol.
La mayoría de los felinos tienen penes con bordes aserrados, lo que, al parecer, es una dolorosa experiencia para la hembra.
Ella se retiró del campo abierto hacia el borde de la hierba y los juncos más próximos a la corriente.
Cada poco tiempo teníamos que ver cómo copulaban por última vez al
borde de la espesa vegetación.
La copula fue especialmente agresiva.
De nuevo impulsada en gran medida por la hembra.
Ella permaneció entre los juncos y el macho, habiendo realizado
su labor diaria, se subió al termitero
y enseguida se echó a dormir.