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SONRISAS DE UNA NOCHE DE VERANO
Señor abogado, las entradas para el teatro.
- Gracias. - Son las 4.
Está bien.
La Srta. Armfeldt actúa en el espectáculo.
- ¿La Srta. Armfeldt? - Sí.
- No lo sabía. - La Srta. Armfeldt, la gran actriz.
Gracias, está bien.
¿Qué dijo al mencionar a Desirée Armfeldt?
Se sobresaltó y enrojeció.
- ¿Se sobresaltó? - Se sobresaltó con toda evidencia.
- Gracias por hoy, caballeros. - Gracias, Sr. Egerman.
Salgan al sol, caballeros.
"Salgan al sol, caballeros."
Irá derecho a casa a visitar a su mujercita.
Así el hijo del anterior matrimonio no se apropiará del tesoro de papá.
Sí.
¿Es verdad que Desirée Armfeldt era la amante del abogado?
Dos años, tras morir su primera esposa. Luego, le abandonó.
Una mujer muy libertina esa Desirée.
Por supuesto. Pero, claro, es actriz.
Eso lo explica todo.
EGERMAN ABOGADOS
Adolf, el Sr. Egerman está aquí.
Ya viene.
- Con permiso. - Por supuesto.
Buenas tardes. Me gustaría decirle que las fotos de su joven esposa...
son excelentes, el mejor trabajo que hemos hecho...
en nuestro estudio en mucho tiempo.
Es extraordinariamente artístico.
El tema, el tema es siempre lo principal.
Sí, Anne Egerman es muy bella.
- ¿Está mi esposa? - Sí, señor.
- Le espera, ha preguntado por Vd. - Llego con un poco de retraso.
- Qué agradable está el tiempo. - Sí, por fin ha llegado el verano.
Pero a mí me gusta más el otoño.
Pero no el otoño ***ío sin el temprano.
- ¿Qué edad tiene, Petra? - 18 años, señor.
- Una edad agradable. - ¿A Vd. También se lo parece, señor?
- A propósito, ¿ha llegado mi hijo? - Está leyendo para la señora.
"Pero la virtud da al virtuoso armas en su mano...
y la tentación es ciertamente un ataque, pero no una derrota."
Y sobre esto dice Martín Lutero...
"No puedes impedir que los pájaros sobrevuelen tu cabeza...
pero sí puedes impedirles que construyan nidos en tu cabello."
Buenas tardes, hijos míos. Buenas tardes, Sra. Egerman.
Perdón que le haya hecho esperar con el té, pero has tenido compañía.
Hola, hijo. ¿Cómo fue el examen?
Seguro que te ha ido estupendo.
El profesor elogió a Henrik.
Dijo que era fantástico tener a un teólogo que no fuera idiota.
- ¿Sigues decidido a hacerte cura? - Fredrik, no seas malo.
No soy malo.
Qué ilusión, vamos a ir al teatro esta noche.
¿Qué me pongo?
Tú también vendrás, qué alegría.
Pero, ¿qué me pongo?
Por una vez tienes tiempo para ir al teatro con tu pequeña Anne.
- Mira, entradas para el teatro. - A lo mejor prefieres ir con él.
¿Cuando puedo ir contigo, tú que nunca tienes tiempo?
Pero, ¿qué me pongo?
¿Cuál me pongo?
¿El azul con plumas o el amarillo?
¿Es una comedia lo que vamos a ver?
No, ya lo sé.
El blanco, que va bien tanto si se llora como si se ríe.
Por distracción, sólo compré dos entradas...
pero supongo que es demasiado vulgar para un pastor.
Puede ser.
- Querida Anne... - ¿Sí?
Para que podamos disfrutar bien, durmamos un par de horas.
¿Nos disculpas si te dejamos un rato? Nos vemos en la cena.
- No ande así. - ¿A qué se refiere?
- A lo que digo, no ande así. - Pero, ¿cómo?
- Moviendo las caderas. - ¿Sí?
Anda, pues es verdad. Qué divertido.
Desirée...
Cuánto te he anhelado.
Desirée...
Desirée...
Cuénteme algo sobre la condesa. Como sabe, no la conozco.
Sólo la he contemplado a distancia.
Su deseo es comprensible, Madame de Vilmorac.
Trataré de describir lo mejor posible a la condesa...
cuya personalidad es ambigua y llena de misteriosos contrastes...
como para dejarse contar en pocas palabras.
Se dice que su poder sobre los hombres es extraordinario.
La condesa Celimäne de Francen de la Tour de Casas.
- ¿Quién hace de condesa? - La Srta Armfeldt, creo.
- ¿No se llama Desirée? - Sí.
¿Me dejas los gemelos?
- ¿Por qué nos ha mirado? - No creo que lo haya hecho.
Nos miró y sonrió. ¿Por qué?
Para agradecer los aplausos.
- Es increíblemente bella. - Es sólo maquillaje.
¿Cómo lo sabes? ¿La has visto de cerca?
Sabemos que cada hombre tiene su dignidad.
Las mujeres, tenemos derecho a defender a nuestros esposos...
a nuestros amantes e hijos...
mientras no les hiramos en su dignidad.
Seríamos bobas si hiciéramos esto y sufriéramos las consecuencias.
Deberíamos hacer de la dignidad de los hombres nuestro mejor aliado.
Acariciarla, arrullarla, hablarle con ternura...
y tratarla como a nuestro más querido juguete.
Sólo entonces, tendríamos al hombre en nuestras manos, a nuestros pies...
o donde deseáramos en cualquier momento.
¿Considera Vd. Que se puede unir eso...
con el verdadero y más sincero amor?
No olvide que el amor es un juego de malabarismo continuo...
con tres pelotas, cuyos nombres son...
corazón, palabras y cuerpo.
Qué fácil es jugar con las tres pelotas...
y qué fácil perder una de ellas.
Me dan escalofríos al oír tan indecentes palabras.
Quiero irme a casa.
Le aseguro que la falta de decencia de la condesa...
es altamente moral...
y su influencia es muy ennoblecedora en todos los hombres...
cualquiera que sea su clase.
Hola, ¿ya terminó la obra?
La señora se encuentra mal. Acompáñela a la cama.
Sí, señor.
Salud, hijo mío.
No sabía que la guitarra se incluyera en la formación de los pastores.
Qué vino más rico. Tienes buen gusto.
Me alegra que, al final, celebres tu examen.
- Estoy terriblemente triste. - Sí, claro.
- No me crees. - No entiendo por qué.
Eres joven, es primavera y hay luna llena, has aprobado el examen.
Tienes champán y una chica que es realmente atractiva.
Y dices que estás triste. Los jóvenes tenéis enormes pretensiones.
- Pero no la quiero. - Mucho mejor.
Hemos pecado y esto ha sido demasiado...
Si te tiran, móntate otra vez antes de que tengas miedo.
Es una norma para el amor y para la equitación.
- Qué asco. - ¿Por qué liarlo tanto?
El erotismo es el juguete de los jóvenes y de los viejos.
- El amor es... - Así que un joven no puede amar.
Pues claro.
Los jóvenes siempre se aman a sí mismos...
al amor y a sí mismos...
a su propio amor.
Pero, padre, a tu edad, debes saber lo que significa amar.
- Creo que sí. - Debe de ser maravilloso.
Es espantoso, hijo mío, y no sabes cómo soportarlo.
¿Eres sincero, papá?
Petra fue tan buena.
"Mejor suerte la próxima vez", dijo, y se rió.
¿Qué has dicho? Sí, claro.
El estreno es siempre una miserable farsa.
Es una suerte que las mujeres no se lo tomen tan en serio.
- La raza humana se extinguiría. - Bromeas con todo.
Tú también lo harás el día que descubras tu propia insensatez...
y la insignificancia de tus ilusiones.
La señora desea darle las buenas noches.
¿Sí? Ya voy, Petra.
Es una buena chica, me encargaré de que le suban el sueldo.
- ¿Tú te pondrías celoso? - ¿Celoso?
Si Henrik me cortejara...
o si yo me interesara un poco por él, lo digo sólo como ejemplo.
- Qué ideas tienes... - Pero, ¿te pondrías celoso?
No puedo contestarte si no dejas que me siente.
Me pondría celoso, porque sois tan jóvenes y yo tan viejo...
y porque os quiero tanto a los dos.
Sí, es verdad que eres muy viejo.
¿Por qué te casaste conmigo? ¿Me puedes contestar?
- ¿Esto es un interrogatorio? - ¿Te parecí mona?
Claro, monísima.
- Distinta a las demás mujeres. - Eso también.
Y, además, sólo tenía 16 años.
Sí, también eso.
Aplicada y casi siempre contenta.
Y me ponías contento.
Y pensó el lobo...
¿a qué sabrá una jovencita?
¿Tú crees?
El lobo tenía malos pensamientos.
Sí, quizá alguna vez el lobo los tuviera.
- Pero el lobo se decepcionó. - ¿Por qué?
Estabas tan solo y triste aquel verano...
que me diste pena.
Nos comprometimos, fui yo quien te lo propuso.
¿No te acuerdas, tonto?
Algunas veces uno se vuelve olvidadizo.
Quiero dormir.
Un día seré tu esposa de verdad y tendremos un hijo.
Sí, sí.
Debes tener paciencia conmigo.
Buenas noches.
No me ha gustado la obra.
No vimos mucho de ella.
¿Qué edad tendrá esa Armfeldt?
- Pues no sé. - Seguro que 50.
- No, eso no lo creo. - Pues lo parece.
- Buenas noches. - Buenas noches.
"La virtud es algo continuo...
que si se interrumpe, ya no hay virtud.
Ni la virtud decidida repentinamente ni la recién comenzada...
merecen el nombre de virtud.
La virtud está siempre en contra del pecado...
y lo mismo o más de los pensamientos o fantasías pecaminosas.
Pero la virtud da al virtuoso armas en su mano...
y la tentación es, ciertamente, un ataque pero no una derrota."
Y, sobre esto, dice Martín Lutero...
- No me estás escuchando. - Sí, pero no entiendo.
- Estás pensando en otras cosas. - No estoy pensando en eso.
- Pienso en su padre. - Mi padre es un viejo cínico.
Pues a mí me gusta.
Cada vez que me mira...
me produce un cosquilleo tan agradable.
¿Sabes que eres descuidada y voluptuosa?
Qué pena que el señorito sea tan bueno y tan complicado a la vez.
- ¿A qué te refieres? - Pues nada.
Que el señorito parece un muñequito.
- Hola, Malla. - Cielos.
Sra. Glad, ¿puede Vd. Lavar los cuellos de mis camisas?
¿Dónde está el Sr. Almroth?
Fredrik...
Fredrik...
Viejo verde, engreído, dromedario narizudo.
- Tienes un inusual aspecto humano. - Gracias por el piropo.
¿Te duele el pecho o el corazón, como se dice vulgarmente?
No he venido por eso.
Entonces, ¿qué es lo que te trae de nuevo a Desirée?
Algo muy cómico. Hoy cuando dormía junto a mi mujer...
empecé a soñar contigo de una manera...
Bueno, verás...
al acariciar a mi mujer te nombraba a ti.
Por fortuna, no se dio cuenta.
Dios mío, qué conmovedor.
"En sus sueños, estaba constantemente viva."
No sabía que te habías vuelto una vieja malvada.
¿Vieja? Los tres últimos años he cumplido 29.
No soy vieja.
Mi joven esposa pensaba que tendrías 50, ¿qué te parece?
Pequeña sierpe.
- Fredrik, entonces ella lo sabe. - ¿Qué sabe?
- Eso, lo dijiste soñando conmigo. - Pensándolo bien, parecía alterada.
Lloraba y preguntaba cosas extrañas. Y no es tonta.
Claro que no, si se ha atrevido a casarse contigo.
Si no te ríes te digo una cosa.
Siéntate allí mientras me quito el vestido.
Ríete si quieres...
pero Anne y yo llevamos 2 años casados...
y, verás, todavía es virgen.
Aún es pura.
El fin del mundo debe estar cerca.
¿Cuándo se convirtió el viejo verde en un tierno hombrecito?
Me tiene miedo y yo lo comprendo.
Quiero que madure con tranquilidad...
que un día venga a mí sin miedo, por voluntad...
sin deber ni obligación.
Parece que la quieres de verdad.
No es elegante decirlo...
pero si alguna vez he querido a alguien es a esta mujer.
Fredrik Egerman enamorado, no es posible.
Te vienen unas ideas muy raras con los años.
Aquello que se llama prudencia...
ternura...
y amor.
Qué niña más notable...
que te hace sufrir de otra cosa que no sea dolor de muelas y callos.
Cuando llego a casa por la tarde ella me abraza y se ríe...
porque está contenta de que al fin esté en casa.
Es tan obstinada como un niño mimado...
tan llena de vida que los cimientos y paredes de mi casa se mueven.
Es tan dulce y suave.
Le gusta que fume en pipa.
Me quiere...
como si fuese su padre.
Sí, soy un hombre maduro.
El viejo cabrón que llevas dentro asoma su cara horrible y te mira.
Te entristeces y te enfadas contigo mismo. ¿No piensas así?
¿Qué quieres de mí?
Que me digas lo desesperante que es la situación con Anne...
o lo contrario, lo que sea.
¿Cómo voy a hacer eso si no la conozco?
Me tienes que ayudar, Desirée, por nuestra vieja amistad.
Sí, eso es una buena razón.
Dejando de lado los buenos ratos que pasamos juntos, eres mi única amiga.
La única persona que puede verme en mi desnudez espantosa.
¿Y qué me das a cambio?
- Tengo un hijo joven para ti. - ¿No te da vergüenza?
- O un caballo, un pura sangre. - Es muy poco.
- ¿Un collar de perlas? - Tengo todos los que deseo.
Tendrás tu recompensa en el cielo.
No, Fredrik Egerman.
Quiero mi recompensa en vida.
- ¿Te importa si me baño? - Como quieras.
¿Tengo que salir?
No te hagas el tonto.
- Sigue sangrando. - Fredrik.
- ¿Sí? - Ven un momento.
¿Soy tan hermosa como entonces? ¿He cambiado con los años?
Sé sincero.
Estás igual de guapa y atrayente.
Tu cuerpo tiene esa perfección de la que carece lo perfecto.
Una incitación que lo perfecto no tiene.
Ya terminó la exhibición. Siéntate allí, en el sofá.
Acaben de una vez con las tonterías para que la pueda vestir.
Ahora sí que está enfadada.
No lo estoy, pero tengo sueño.
Sin Malla para cuidarme, sería como una hoja al viento.
Aún así, es una hoja al viento.
¿Le parece que ese señor es interesante y guapo?
Pero si yo le conozco y es un desordenado. Eso ya lo sabemos.
Sí, es un desordenado.
Desirée, ya tiene unos años.
Antes de que se dé cuenta, ya habrá pasado el ecuador.
Pierdo mi juventud con hombres que no valen la pena.
El juego tiene su tiempo y la seriedad el suyo...
pero no hay que ser una solterona con demasiados rasguños en el esmalte.
- ¿Dónde está mi vestido rojo? - ¿Va a ir de fiesta?
Sí, voy de fiesta.
Voy de fiesta con Fredrik Egerman.
Vamos a revivir viejos recuerdos.
Estás solemnemente invitado a una copa de vino.
Dejadme, juicios y tribulaciones amargas-
Aquí y ahora sólo hay juegos y dulce amor-
Dejadnos ser felices-
El placer es nuestro único objetivo-
Hacer el amor, nuestro motivo... -
que te recomendamos-
Y si nunca amamos... -
¿qué haremos en la vida?
Ten cuidado, Fredrik, hay un charco enorme.
Pero, Fredrik...
qué elegante estás.
- Ponte el gorro de dormir. - Protesto decididamente.
No te puedes resfriar, ponte el gorro.
¿Cómo puede una mujer querer a un hombre con esta pinta?
El interés femenino rara vez es por lo estético y puede apagar la luz.
- ¿A quién pertenece esta ropa? - A un hombre.
- Pero... - Sería peor que estuvieras desnudo.
- ¿Y si viene? - Tranquilo, está de maniobras.
Así que es militar.
¿Qué tiene de malo? Bajo el uniforme, es igual a los demás.
Será viejo y gordo.
Es un hombre muy hermoso... -
¿Quién era ése?
- Era Fredrik. - ¿Fredrik?
- Sí, Fredrik. - ¿Fredrik?
Qué raro estás.
Pero, ¿es que tal vez...?
¿Es que tú y yo tenemos...?
Miren ahora a Fredrik Egerman.
Primero está conmocionado y pálido como un muerto...
a la vez, halagado y conmovido y tremendamente sentimental.
"Mi querida Desirée...
te has pasado luchando valientemente estos años...
por el fruto de nuestro amor."
Contesta a mi pregunta.
El niño es mío y sólo mío.
Pero se llama Fredrik.
Como Frederick, el Grande, de Prusia.
Desirée.
Vamos, cariño.
No te preocupes por lo que diga ese señor tan tonto.
Si tuviera un hijo, no sería contigo.
No te va tener hijos.
Tómate tu copa y márchate.
Deseo a los señores una buena noche.
- ¿Puedo decir algo? - Estás como siempre.
Serio cuando se trata de ti, pero cínico y simple con los demás.
- ¿Puedo decir algo? - No.
Es todo un acontecimiento que sufras por encima de tu ombligo.
Es muy interesante y conmovedor, pero yo también tengo sentimientos.
- Tranquilízate, Desirée. - Eres tú quien se altera.
- No puedo remediar mi temperamento. - ¿Puedo decir algo?
No, no puedes.
Desearía que te quedaras hecho polvo, mono narigudo...
para que no quedara nada de ti.
De verdad que lo deseo. ¡Eres un cínico!
Ya he sufrido bastante.
¿Qué tú has sufrido? ¿Con qué? ¿Con los chanclos?
El letrado con la cabeza tan ordenada como su escritorio.
- ¡Ahora quiero hablar yo! - ¡No, hablo yo!
Y hablo aunque no tenga nada que decir.
Me has puesto tan furiosa que he olvidado lo que estaba pensando.
- Bien, ¿qué ibas a decir? - Se me ha olvidado.
- ¿Me puedo ir a dormir? - Claro, Malla, querida.
- ¿Quieres más azúcar? - No.
Perdona mi brusquedad.
¿Sabrás lo que supone la soledad a pesar de tener esposa e hijo adulto?
A veces tengo la impresión de que mi casa es una escuela de amor.
Pues eso es lo que quieres.
Éramos adultos. Sabíamos lo que queríamos.
No, sabíamos lo que hacíamos. Sobre todo cuando terminamos.
Fuiste tú quien me dejó.
¿Qué me podías dar?
¿Seguridad? ¿Futuro?
Ni siquiera me querías.
Claro, yo era una compañera atrayente y deliciosa y un bonito pasatiempo.
- ¿Pensabas casarte conmigo? - Bueno, yo...
- Mi esposa acababa de morir. - Anda ya.
¿Pensabas casarte conmigo o no?
- Puede que entonces no pensase... - Ya.
Además, te divertías bastante con otras mujeres.
Pero tú eras la más importante.
Cuando pienso cómo me tratabas, casi me enfado otra vez.
¡Eres un verdadero canalla!
¿Por qué te enfadas? ¿Por qué me insultas y me das bofetadas?
- Siempre has sido rencoroso. - ¿Rencoroso?
¿Quién ha empezado la discusión?
¿Qué me importa que quieras a tu mujercita y que no la entiendas?
No me importa nada que te sangre el corazón, en absoluto.
Déjalo sangrar y verás lo que escuece.
Creía que éramos amigos, pero me he equivocado. Maldigo mi sinceridad.
¿Por qué iba a ser tu amiga? Nunca tuviste otro amigo que tú mismo.
Igual que tú misma.
Tengo el teatro, mi querido señor.
Es mi vida y soy una actriz con bastante talento...
y no necesito pedir ayuda a nadie, excepto para atarme el corsé.
Pues no hablemos más.
A partir de ahora, mis sueños serán estrictamente monógamos.
Te estoy agradecida por no tener que tomar parte...
en tus vergonzosas fantasías, mi muy querido señor.
Por cierto, no me pareció muy bien como condesa.
Debían haber elegido a una persona más joven...
pero, claro, Vd. Todavía conserva su nombre, Srta. Armfeldt.
Tenga cuidado, Sr. Egerman...
no vaya a ocurrir que alguien de su familia...
le usurpe el papel de marido.
- ¿Quién podrá ser? - Temo que sea Malcolm.
- ¿Te refieres al militar? - Diré a Malla que abra.
Malla.
- No, te prohibo que abras. - ¿Tienes miedo?
Desirée, un caballero no se enfrenta a un rival sin sus pantalones.
Malla, abre.
Ahora sí que disfrutas, ¿no?
Malcolm es muy celoso.
¿Vendrá armado?
Te puede enviar al otro barrio aún sin armas, si quiere.
Quizá yo me podría esconder.
No estamos en el teatro, querido.
Pero admite que es una farsa.
Te pido perdón por aparecer tan sucio y polvoriento.
En las afueras de la ciudad cayó mi caballo, mi fiel Rummel.
Toma estas simples flores que cogí de un jardín de aquí al lado.
Qué adorable, querido Carl Magnus.
Qué flores tan maravillosas. ¿Cuánto tiempo te quedas?
Tengo 20 horas de permiso, 3 para llegar, 9 para ti...
5 para mi esposa y 3 para volver. O sea, 20 horas.
¿Te importa que me quite mi uniforme y me ponga mi bata?
- Perdona, pero ya está ocupada. - Ya lo veo.
Pero pensé que quedaría libre dentro de un minuto.
¿Les puedo presentar?
- Sr. Egerman, Conde Malcolm. - Encantado.
El Sr. Egerman se cayó en el charco, frente al portal.
¿No se habrá hecho ninguna herida?
No, señor, ni un rasguño.
Me alegro.
¿Se debe a motivos profesionales esta visita a estas horas?
Somos viejos amigos.
Veo que mi camisón también está siendo utilizado.
Le sienta bien, supongo.
Ni muy grande ni muy pequeño.
Sí, muy bien.
Ni muy grande ni muy pequeño. Como si fuera mío.
Iré a la cocina a ver si tu ropa se ha secado. ¿No te parece, Fredrik?
La Srta. Armfeldt es mi amante desde hace seis meses.
Soy muy celoso.
Otros hombres suelen avergonzarse de esto, lo llaman debilidad.
Yo no me avergüenzo, simplemente soy sincero.
No tolero perritos, gatitos...
ni viejos amigos.
- ¿Me he expresado con claridad? - Lo he comprendido perfectamente.
- ¿Le divierten a Vd. Ios duelos? - No. Nunca los he tenido.
Me he batido 18 veces. Pistola, espada, florete...
lanza, arco, veneno y escopeta.
Seis veces me han herido...
pero si no la suerte, sí ha estado de mi parte la furia...
que, según el general Sommer, crea al soldado vencedor.
Estoy muy impresionado.
¿Ve este cuchillo?
Lo lanzaré hacia allí.
Su meta es el retrato de la señora mayor, la cara, el ojo.
Atención.
Debería trabajar en un circo.
- ¿Es Vd. Abogado? - A su servicio.
Considero que su profesión es parasitaria de la sociedad.
Tengo que expresar mi admiración por su franqueza militar.
A propósito, ¿habrá guerra?
- ¿Por qué iba a haberla? - No lo sé, tal vez.
- Es Vd. Impertinente. - Lo soy.
- ¿Se lo han pasado bien? - Sí, el conde me ha entretenido.
- ¿Está seca mi ropa? - No, aún no.
Con mucho gusto, le dejo mi camisón para volver a su casa.
Será mejor que aproveches la generosa propuesta del conde.
Si no le importa, me gustaría quedarme con la bata.
Agradezco su amabilidad, pero prefiero ponerme mi ropa mojada.
Desgraciadamente, no tiene tiempo para eso, Sr. Egerman.
Es tarde y tiene Vd. Mucha prisa.
Haz lo que dice.
- Buenas noches. - Buenas noches.
- Buenas noches. - Buenas noches.
Aquí tiene su ropa.
Desirée dijo que no se ponga triste, que lo siente mucho.
Muy amable.
- Y que la discusión estuvo animada. - ¿Eso dijo?
Pero que le pareció una pena la interrupción.
- ¿La interrupción? - Sí.
Había esperado tanto de la reconciliación.
¿A qué se refería?
- Buenos días, mamá. - ¿Qué pasa ahora?
Para que vengas a verme a las 8 de la mañana...
El Conde Malcolm y yo hemos terminado.
- ¿Por otro? - Quizá.
- ¿Le conozco? - Quizá sí.
- ¿Mejor o peor? - Depende de cómo se mire.
Además, no sabe de mi estima por él.
Mira, me salió el solitario. Es un buen augurio.
- Siempre sale con trampas. - En eso te equivocas.
El solitario es lo único en esta vida que exige una moral incorruptible.
- ¿De qué hablabas? - De mi futuro amor.
Es un tema muy interesante. Al menos para ti, hija mía.
Por cierto, ¿por qué terminasteis el conde y tú?
Me amenazó con un atizador.
Mal hecho por parte del conde.
Pero, probablemente, tendría sus razones.
Por una vez, era completamente inocente.
Entonces, debió ser bastante temprano anoche. ¿Y qué hiciste?
Le pegué en la cabeza con el atizador.
- ¿Y qué dijo el conde a eso? - Decidimos separarnos sin amarguras.
Ésa es una buena norma.
Un amante despechado no sirve de mucho.
- ¿De qué estábamos hablando? - Hablábamos de lo que hablábamos.
Las cosas eran distintas en mi juventud.
Una vez, tu padre me tiró por la ventana.
- ¿Estaba abierta? - No, estaba cerrada.
Caí justo encima de un teniente, que después fue tu padre.
¿No te tiró mi padre?
No, fue tu padre después. ¿No me oyes?
Ay, Dios mío, cómo le quería.
- ¿A quién de los dos? - AI que me tiró por la ventana.
El otro era una bestia, nunca se le ocurría nada divertido.
¿Por qué no escribes tus memorias?
He recibido esta finca...
a cambio de no escribir mis memorias.
Pensé que podrías organizarme una fiesta.
¿Te lo he prometido? No lo recuerdo.
Por una vez, querida madre, di que sí.
Bien, dame las invitaciones.
¿Quiénes vendrán?
Si son actores, que coman en el establo.
El conde y la condesa Malcolm, el Sr. Egerman...
su esposa y su hijo Henrik.
- ¿Y cuáles son tus intenciones? - Hacer una buena acción.
Cuidado con las buenas acciones, hija, cuestan mucho.
Y, además, huelen mal.
No sabes lo buena que va a ser esta acción.
Claro que siempre es bueno tener un abogado en una situación así.
A veces, admiro tu desconcertante agudeza.
- Realmente quieres a ese burro. - ¿A quién te refieres?
- ¿A quién te refieres tú? - A ése, a él sí que le quiero.
Es lo que siempre he dicho. Desirée, me preocupas.
Tienes demasiado carácter, lo has heredado de tu padre.
¿Cuál de ellos? Como puedo elegir...
- ¿Qué has dicho? - Si no me escuchas...
No lo he hecho nunca.
¿Por eso tienes tan buena salud?
Si la gente supiese lo insano que es escuchar lo que dice la gente...
la gente no escucharía...
y se sentiría mucho mejor.
Hablemos de algo importante.
¿Hay algo que sea importante para ti?
Estoy cansada de las personas...
pero eso no impide que las quiera.
- Muy bien dicho. - ¿A que sí?
Las podría tener disecadas en largas filas.
Disecadas y colgadas de las paredes de mi galería.
¿Están ya las tarjetas? - Sí.
Las mayúsculas han quedado bien.
Gracias, las cojo yo misma.
Nunca se puede proteger a nadie de un sentimiento...
y eso es lo que le hace a uno estar tan intensamente cansado.
- ¿Dónde está mi marido? - En la bolera, condesa.
- Niklas. - Sí, capitán.
- Semiramis estará ensillado a las 9. - Sí, capitán.
Después, envía 50 rosas rojas a la Srta. Armfeldt, incluyendo saludo...
y 55 rosas amarillas a mi esposa, sin saludo. ¿Está claro?
- Está claro, capitán. - Hazlo.
- ¿No estás de maniobras? - Una visita rápida.
- Cuidado, está cargada. - ¿Inspección?
Llamémosle así.
- No le he dado. - Ni siquiera a la diana.
Tardas demasiado en apuntar.
¿Cómo estaba la Srta. Armfeldt?
Tenía visita de un señor en camisón.
- ¿Qué hiciste? - Eché al abogado.
- ¿En camisón? - En camisón.
- ¿Abogado? - Egerman.
Ahora mejor.
El Sr. Egerman en persona. La gente no tiene moral.
Pobre Anne. ¿Te vas hoy?
- A las 9. - Qué bien.
- Yo también me alegro mucho. - ¿Y cuando vuelves?
Estamos invitados el fin de semana por la Sra. Armfeldt.
- Los Egerman también irán. - Puede ser interesante.
¿Has visto qué puntería?
¿Y si te disparara a ti? ¿Qué dirías?
¿Qué pensabas hacer hoy?
Aburrirme, como siempre.
Podrías visitar a tu amiga Anne.
Probablemente, no sabe nada de las escapadas de su marido.
¿Tantos celos tienes?
Tolero que mi mujer me engañe...
pero si alguien toca a mi amante, me convierto en un tigre.
Buenos días.
Buenos días, hijo mío. Siéntate.
- ¿Te vas hoy? - A lo mejor me quedo un poco más.
¿Ningún pájaro ha posado su nido sobre tu cabeza?
- No. - El mío casi puso huevos.
- ¿Qué dices? - Nada, que aproveche.
- Buenos días, Petra. - Buenos días, señor.
- Te he visto. - ¿Y qué tiene de malo?
- Nada malo, pero tampoco está bien. - Eso lo dice Vd.
Sólo quieres hacerte la interesante...
pero una tonta sigue siendo una tonta...
aunque esté delante del Rey.
Es la señora, voy a ocuparme de ella.
Con el cepillo grande, me gusta más.
Con mucho gusto, señora.
- ¿Es virgen? - Gracias a Dios, no.
- Pues yo, sí. - Lo sé, señora.
- ¿Y cómo lo sabe? - Se nota en la piel y en los ojos.
- ¿Lo puede ver todo el mundo? - No.
No creo.
- ¿Qué edad tenía? - 16 años, señora.
¿Fue agradable?
Señora, tan agradable que casi me muero de gusto.
¿Estaba enamorada?
- Sí, creo que sí. - ¿Lo ha estado muchas veces?
- Yo siempre estoy enamorada. - ¿Del mismo?
No, a veces te cansas.
Pero es igual de agradable con el siguiente.
Casi todos los placeres son pecado. Eso ya lo sabe, ¿no?
Pues, entonces, viva el pecado.
- Sólo quiero una cinta en el pelo. - Recójaselo, es más femenino.
Hoy no lo quiero recogido.
Está bien, como desee la señora.
- ¿Qué vestido me pongo? - El amarillo.
Me pongo el azul.
No tengo tan mala figura.
Por lo menos tan bonita como la suya.
- ¿Le gustaría más ser hombre? - Por Dios, no, qué idea tan horrible.
A mí tampoco me gustaría serlo.
Voy a dar de comer a los pájaros y a mis flores.
Al fin y al cabo, todos tenemos nuestras obligaciones.
Buenos días, Beata.
He pensado que hoy haya un buen asado para el almuerzo.
- Hoy habrá pescado. - Pero yo quiero asado.
Naturalmente, puede tomar asado pero los demás tomaremos pescado.
- ¿Adónde va con la regadera? - Las flores.
Ya las he regado esta mañana.
Pero ése es mi trabajo.
Sí, pero ya está hecho.
- ¿Qué lees? - Un libro.
- Ya lo veo, ¿cómo se llama? - No lo entenderías.
Exijo saber cómo se llama.
¿Estás satisfecha?
Tienes una bata asquerosa.
Dámela, pienso quemarla.
Cómo huele. Seguro que nunca la han lavado.
¿Y qué zapatillas son ésas?
Quítatelas enseguida, cerdo.
Voy a quemarlas también.
¿Cómo puedes fumar una pipa como ésa? Me dan náuseas.
Y te daré una bofetada por galantear a Petra. ¿No te da vergüenza?
Adelante.
¿Querías algo en especial?
Perdón, si te molesto.
- La condesa Malcolm, señora. - ¡Charlotte!
Qué ilusión verte.
Petra, traiga limonada y pastas.
Qué calor hace. Realmente, es un día de verano.
- Llevas un vestido precioso. - Lo mismo te digo, Anne.
- Pero tú tienes muy buen color. - Yo siempre he deseado estar como tú.
¿Quién pudiera ir con el pelo suelto como una jovencita?
Pero si somos casi de la misma edad, ¿no?
- ¿Qué edad tienes, Charlotte? - ¿Y tú?
19, casi 20.
Entonces, te llevo unos años.
- ¿Qué tal todo? - Henrik está aquí.
Ha hecho un examen y le ha ido bien, según el profesor.
Por cierto, ¿cómo está tu marido?
Pues creo que bien.
¿Sí? ¿Está bien el Sr. Egerman? ¿No está resfriado?
¿Por qué? ¿Con este calor?
Esta noche no ha hecho precisamente calor.
- No entiendo lo que dices. - Imagínate qué gracia.
Han visto a tu marido por la ciudad esta noche.
- Tendría insomnio y se dio un paseo. - ¿En camisón?
¿Y por qué no iba a ir en camisón, si le apetecía?
Parece ser que venía del piso de la Srta. Armfeldt, la actriz.
A Fredrik le gusta el teatro.
Dicen que la actriz tiene orgías en su casa.
- ¿Quieres otra pasta, Charlotte? - ¿Las ha hecho la anciana Beata?
Sí, es un tesoro.
Como comprenderás, yo no voy por ahí con cotilleos.
- ¿Y si ya lo sabía? - ¿Te lo ha contado?
- Claro. - Eso cuéntaselo a otra.
- Pues así es. - No te creo.
Supongo que se encontró con tu marido en casa de la Srta. Armfeldt.
No te entiendo.
Charlotte, si toda la ciudad sabe que mantiene relaciones con ella.
Naturalmente. Y me da igual lo que haga ese cerdo.
Yo respondo con la misma moneda.
- Pobre Charlotte. - Le odio.
Le odio, le odio, le odio.
Los hombres son repugnantes, orgullosos y presumidos.
Y tienen pelo por todo el cuerpo.
Me sonríe...
me besa...
viene a por mí por la noche...
me pone fuera de mí, me acaricia...
me habla con dulzura...
me regala flores, siempre rosas amarillas...
habla de sus caballos, sus mujeres, sus duelos...
sus soldados, sus cacerías...
Habla, habla, habla...
El amor es espantoso.
Aún así, le quiero.
Podría hacer lo que fuese por él, lo que fuese. ¿Entiendes?
Para que me acaricie y me diga...
"Ahora has sido una buena niña."
Pobre Charlotte.
Esa Desirée, con su fuerza e independencia, nadie puede con ella.
Ni siquiera Carl Magnus, por eso está como loco por ella.
No la conozco.
Ella atrae a todos los hombres, no lo entiendo.
Menos mal que lo sabías todo, así no ha pasado nada.
No.
- Probablemente, no ha amado nunca. - Perdón, ¿quién dices?
Desirée.
Probablemente, no ha amado nunca.
Probablemente, sólo se ama a sí misma.
Condesa, qué bien que haya venido a ver a mi esposa.
Sí, es muy amable.
Hemos recibido una invitación de la Sra. Armfeldt.
- ¿No es la madre de Desirée Armfeldt? - Creo que sí.
Así podremos conocer a la gran actriz, ¿no es maravilloso?
- ¿Está invitada también? - Sí, yo y mi marido.
- Puedes ir solo, yo no quiero ir. - Diré que no vamos.
- Espera, he cambiado de idea. - ¿Vamos?
Sí, será muy divertido.
- ¿Cómo estás, Fredrik? - Muy bien.
Un poco resfriado quizá, pero no es nada.
¿Me perdonan?
No puedo entenderlo.
Estamos encantados de pasar aquí unos días.
Tiene Vd. Unos hijos muy hermosos, sobre todo esa jovencita.
Es mi esposa, Sra. Armfeldt.
Tengo la impresión de que lleva una vida muy agitada.
Sí, mi trabajo es bastante cansado.
¿Así que es cansado? No lo creía.
- No puedo seguir su razonamiento. - No es nada, no tiene importancia.
Lo principal es que no se pierda el juicio, ¿verdad?
- ¿Así que se llama Petra? - ¿Y Vd. Frid?
Es una mujer muy atractiva, ¿no se lo habían dicho antes?
Tranquilícese, Frid, y coja la maleta grande.
- ¿Tiene novio? - No, pero sí planes para el futuro.
Pues Frid es el hombre apropiado porque es un hombre con futuro.
- ¿Han llegado los demás invitados? - Llegarán pronto.
- Aquí duermen su señor y su señora. - Y su hijo Henrik, ¿dónde?
- De modo que le interesa, ¿no? - Sinvergüenza.
Aquí va a dormir el muchacho.
Es demasiado para un chicajo como él.
¿Sabe por qué? Esto es una habitación Real.
¿Sí? ¿Han dormido reyes aquí?
Fíjese, el Rey tenía un ministro. Y éste, una hermosísima esposa...
y a Su Majestad le agradó la mujer.
El Rey y el ministro iban a encontrarse aquí.
El ministro y su mujer dormían en la habitación donde están los Egerman.
- El Rey, aquí. - Y la mujer entró a ver al Rey.
Pues no, se equivoca.
Cuando el ministro se había dormido, el Rey apretó este botón. Hágalo.
Se burla de mí.
No, hágalo, por favor.
Y así entró la bella dama, a través de la pared con cama y todo...
para entretener a Su Majestad.
Dios mío, qué maravilla.
Quién pudiera tener una cama así.
Vaya, qué pillina es, qué picarona.
No me pellizque.
¿Quién es esa señora tan guapa?
¿Es Desirée, la actriz?
Quién pudiera ser como ella.
Me alegro de que hayan podido venir.
Y ésta es su joven esposa.
Encantado.
- Conde Malcolm, mi esposa. - Mucho gusto.
- Sr. Egerman, condesa Malcolm. - Nos conocemos ya.
- Charlotte. - Anne.
Me alegro de verla, Sra. Condesa.
Hemos oído hablar tanto de Vd.
¿Desea ver su habitación?
Me gustaría quitarme el polvo del viaje.
Les pondré al corriente sobre automóviles.
Cuando la carretera lo permitía, llegábamos a los 30 Km. Por hora.
- Tengo un plan. - ¿Me concierne a mí?
- En todos los sentidos. - ¿Hablará claro?
¿Por qué no iba a hacerlo? Somos enemigas.
- ¿Quiere un cigarrillo? - Gracias, sólo fumo puros.
A veces, ocurre que los enemigos tienen enemigos comunes.
¿Hay que seguir siendo entonces enemigos...
dejando de lado esos intereses comunes?
Dos mujeres, no.
Hagamos pues las paces. Por lo menos, provisionalmente.
Por desgracia, mi marido no tiene una aro en la nariz para llevarlo.
Tiene razón, eso es cierto.
Sea como sea...
él tiene su propia voluntad y además su virilidad continua...
y ello le molesta bastante.
Sí, es un cadáver.
- Sí, más bien da bastante pena. - Da pena.
Ahora están jugando al criquet.
¿Quién es el maestro invencible? ¿Quién es el filibustero?
¿Quién hace del inofensivo juego un insultante combate de prestigio?
Ésta es su bola, Sr. Egerman.
Como ya sabe, soy filibustero.
Tengo derecho a quitarle su posición.
- Cuando se ríe, es malo. - Malo y celoso.
- ¿De usted? - No, de usted.
¿Por qué de mí?
Se enfureció por su manera de mirar al Sr. Egerman cuando le saludó.
Qué ridículo, qué increíblemente ridículo.
Ciertamente ridículo.
Vd. Tiene un plan, ¿en qué consiste?
Muy sencillo. Vd. Recupera a su marido y yo...
¿Y Vd.?
¿Puedo realmente confiar en Vd.?
Y Vd. Recupera al Sr. Egerman. ¿Es así?
Los hombres no saben lo que es bueno para ellos.
- Tenemos que ayudarles. - ¿Y el plan?
Primero, decidiremos el sitio de cada uno para la cena.
Mi querido Carl Magnus, ¿crees que todas las mujeres son seducibles?
Absolutamente. Edad, posición y otras condiciones no cuentan.
- También para las casadas. - Sobre todo para las casadas.
Entonces, sus cualidades no son su principal aliado...
sino el aburrimiento de la mujer casada.
- Bravo. - ¿Qué opina Vd., Sr. Egerman?
- ¿La mujer nunca seduce? - Los hombres somos los seducidos.
Idioteces, nunca me han seducido. Un hombre siempre está a la ofensiva.
- Parece ser que no, Sr. Egerman. - Sólo quiere impresionarlas.
Antes de ir a la ofensiva, el terreno está ya minado...
y el enemigo es consciente de Vd. Y de su estrategia.
Estrategia, enemigo, ofensiva, minar. ¿Habla del amor o de una batalla?
Mi querido joven, los adultos sensatos tratan a menudo el amor...
como si fuese una batalla o una exhibición de gimnasia.
Estamos en este mundo para amarnos.
Yo podría seducir al Sr. Egerman en menos de un cuarto de hora.
No, querida. No picamos en cualquier anzuelo.
- Sí que lo hacéis. - En absoluto.
Charlotte tiene razón.
- ¿Apostamos? - Muy gracioso.
- ¿No se atreve a apostar con ella? - De acuerdo.
Hijos míos, amigos míos...
una leyenda cuenta...
que este vino procede de unas uvas...
cuyo jugo corre como gotas de sangre sobre la fina piel.
Se dice que en cada barril...
que se ha llenado con este vino...
se ha vertido una gota de leche del rebosante seno de una primeriza...
y una gota de *** de un joven semental.
Esta sabia da al vino una fuerza excitante...
y quien lo beba tiene que saber que lo hace...
bajo su propio riesgo y responsabilidad.
Bebo por mi amor.
Por mi prosperidad.
Anne.
- Mira cómo te comportas. - Mírate tú.
- ¿Qué manera de hablar es esa? - ¿Crees que tolero todas tus cosas?
¿Te crees un emperador que decide qué debemos pensar?
Cálmate, ya no sabes lo que dices.
Pero tú sí, ¿no? Tú, con tu total falta de decencia.
Cuando vengo a ti con mi tristeza, vienes tú con tu ironía.
Tengo vergüenza de ti.
Te callas o te vas de la mesa.
Por una vez, no pienso callarme.
Quiero tirar esta copa al suelo.
Aquí tienes otra copa, puedes tirar las que quieras.
Vd., la artista...
¿no sufre Vd. Por la mentira, los compromisos, por su propia vida?
¿Por qué no intentas reírte de nosotros?
Me duele demasiado para ser cómico.
Henrik, tranquilízate.
Tranquilo, Henrik.
¿Por qué la juventud es tan tremendamente inhumana?
¿Y quién le ha dado permiso para serlo?
La juventud vive de su oportunidad de no ser tan viejos como nosotros.
Igual podíamos estar muertos.
Dios mío, el chico va a ser cura.
Y le pagan por estremecer a las almas rebeldes.
¿Me vas a pegar? Hazlo si quieres, pero será peor para ti.
Perdonadme.
Perdonadme todos.
¡Henrik, no te hagas daño!
¿Puedo irme a dormir?
Señoras y caballeros, el café les espera en el pabellón amarillo.
Y creíamos que la primera parte sería la más difícil.
Quizá la más difícil, pero no la más delicada. Ésa viene ahora.
¿Qué cuchichean, señoras mías?
Vayamos al pabellón amarillo y al café.
- ¿Está llorando? - ¿Yo? No.
¿Nos vamos o nos quedamos? ¿O gritamos o reímos?
¿O hacemos muecas feas?
Puedo poner un poco de bálsamo en la herida.
¿Por qué ha hecho eso?
¿Es indecente?
Quiere poner a su marido celoso.
Si no nos ve.
- No es mucho mayor que mi esposa. - Más arriesgado todavía.
- Para Vd. Posiblemente. - Para mí y para otros.
Pero yo suelo avisar. Soy una pequeña serpiente honrada.
Y ahora, aviso.
¿Por qué soy tan feo, tan malo, tan idiota?
Lo justo sería quitarse la vida.
Sí, voy a morir.
Me iré con dignidad.
Oh, Señor...
si tu mundo es tan impío, yo quiero pecar.
Deja que los pájaros construyan su nido en mi cabello.
Quítame mi miserable virtud, porque no puedo más con ella.
Creo que sí estoy muerto.
Henrik...
Anne.
Te quiero.
Te quiero.
Siempre te he querido.
Siempre te he querido.
¿Ves, mi pequeña? Ahora sonríe la noche.
No sabía que también fuera poeta.
Sí, la noche de verano tiene tres sonrisas y ésta es la primera.
Entre medianoche y el alba...
cuando los jóvenes amantes abren sus corazones y sus cuerpos.
¿Ves allí en el horizonte?
Hay una sonrisa tan suave...
hay que estar muy atento para poder verla.
Los jóvenes amantes.
Se ha emocionado, mi preciosa niña.
¿Por qué yo no he sido nunca una joven amante?
¿Me lo puede decir?
No te pongas triste, mi niña.
Tranquilízate.
Sólo hay unos pocos en este mundo...
y casi se les puede contar.
El amor les ha sido un regalo y un castigo.
- ¿Y los demás? - Los demás...
¿Qué será de nosotros?
Llamamos al amor, gritamos...
pedimos, clamamos para que venga, intentamos imitarlo...
creemos que lo tenemos en nuestro poder...
Pero no lo tenemos.
No, hija mía. El auténtico amor nos es negado.
No tenemos ese regalo.
- Y tampoco el castigo. - Y tampoco el castigo.
¿Qué?
Sí, claro.
¿Qué pasa?
Dime.
Madre mía.
Pues daos prisa.
Anne, Anne...
Anne...
Ahora, la noche sonríe por segunda vez...
para los bufones, los locos...
y los incorregibles.
Entonces, sonreirá para nosotros.
- ¿Tienes sed? ¿Quieres cerveza? - He dicho que sonreirá para nosotros.
Exacto.
- Ahora nos sonríe. - ¿Quieres casarte conmigo?
- Antes dijiste que me querías. - Sí, antes.
¡Tienes que casarte conmigo!
Eres una mujer muy decidida.
¡Tienes que casarte conmigo! ¡Tienes que casarte conmigo!
Vaya, Charlotte...
Finalmente, no me puedo fiar de ti.
Es preciso hacer algo enseguida.
Malcolm...
Malcolm.
¿No tienes ninguna moral, Desirée?
¿Y si se despierta mi mujer? Qué escándalo.
- Tu mujer ya está despierta. - ¿Qué?
La cama está vacía.
Date prisa en buscarla.
Tu tono me pone nervioso.
Está en el pabellón.
- ¿Con quién? - Con el Sr. Egerman.
Date la vuelta y tráeme mis pantalones.
¿Qué vas a hacer?
Por fin haré picadillo al maldito abogado.
Me ha irritado bastante ya con su cara dura y sus parloteos.
Se va a enterar de quien soy.
¿Tan celoso eres?
Tolero que se filtree con mi amante...
pero si lo hacen con mi esposa, me convierto en un tigre.
Sal, Charlotte.
El Sr. Egerman y yo queremos estar solos.
Insisto en que te vayas.
- Vamos a jugar a la ruleta. - ¿Ruleta?
Eso es.
- Ruleta rusa. - ¿Rusa?
Si nos encontráramos en un duelo, Vd. Estaría perdido.
Le propongo un duelo que nos da las mismas oportunidades.
No le entiendo.
El revólver está cargado con una sola bala.
Se cierran los ojos, se dan vueltas al tambor...
se apunta a la sien y se dispara.
Cada uno de nosotros repite la operación dos veces.
Eso hace doce contra dos.
¿Siguen los señores en el pabellón?
Desean estar solos.
¿Y por qué, si se puede preguntar?
- Es una especie de ruleta. - ¿Ruleta?
Ahora doy vueltas al arma.
A quien apunte el cañón, empieza.
A la salud de todas las fieles esposas.
Por usted, conde Malcolm.
Un coñac exquisito.
Parece ser que se importó en los 50...
por un buen amigo de la Sra. Armfeldt.
Murió más tarde...
en un duelo.
La bala no estaba en este agujero.
Le diré, Sr. Egerman, que me impresiona.
Esto no es valentía.
A su salud.
¿No estará estropeado el tambor?
Se dice que, esta noche, su esposa ha escapado con su hijo. ¿Es cierto?
Sí.
Brindo por la juventud, Sr. Egerman.
Lo cargué con hollín.
¿Crees que un noble arriesga su vida por un abogado inmoral?
Eres odioso.
Sois igual de ridículas. Tú, Desirée y todas las demás.
Infieles y traidoras.
- Carl Magnus Malcolm. - ¿Qué deseas?
Date la vuelta y mírame.
¿Qué?
- ¿Has olvidado la apuesta? - ¿Qué apuesta?
- La cena. - ¿La cena?
Dios mío, la apuesta en la cena.
Ha sido difícil alejar al Sr. Egerman de mí.
Disfrutabas con ello.
Carl Magnus Malcolm, mírame otra vez.
Jamás puedo estar tranquilo, ya lo sabes.
- ¿No mantienes tu palabra? - Muy bien. ¿Y qué desea el vencedor?
Cierra los ojos.
¿Qué desea el vencedor?
A ti.
Es imposible.
Tu palabra.
Me rindo.
Jura serme fiel, al menos.
Te seré fiel...
en siete eternidades de placer...
dieciocho falsas sonrisas y cincuenta y siete susurros de amor...
sin ningún contenido.
Te seré fiel, hasta que el gran bostezo nos separe.
En pocas palabras, te seré fiel a mi manera.
¿Te duele?
Sí, me duele, me duele.
- Vete. - Recuerda lo que dijiste.
"Desirée, eres la única en este mundo...
a quien puedo mostrar mi horrible y espantosa desnudez."
Qué suspiro, amigo mío.
Pero me das tanta pena.
Me das tanta, tanta pena.
Es una verdadera tragedia.
No conozco a nadie en este mundo que me dé tanta pena.
No estás siendo graciosa.
Tu caída es grande, Fredrik Egerman.
Sí, mi caída es muy grande.
Caes en blando.
No me dejes.
No hagamos promesas, Sr. Egerman.
Es Vd. Una persona muy aburrida y corriente, y yo una gran actriz.
Tengo que echarme un rato.
Estoy un poco mareado.
¿Qué haces?
Ya ves, meto tu amor...
en mi bolsillo.
Mientras no me dejes solo...
- Pero si estoy aquí sentada. - Está bien. Sí, está muy bien.
Está bien.
¿Puedes decirme...
por qué le pusiste Fredrik al niño?
¿No es un buen nombre...
para un niño?
¿Prometes casarte conmigo?
Te leo prometo, con tal de que sueltes mis orejas.
- No. Primero, promételo. - Sí, sí. Lo prometo.
Júralo por todo lo que más tienes sagrado.
¡Lo juro por mi virilidad!
Entonces, nos podemos considerar novios.
Ahora estoy en el mismísimo infierno.
Arriba, gordinflón. Hay que cepillar los caballos.
No hay mejor vida que ésta, te lo juro.
La noche sonrió por tercera vez.
Sí.
Cariño mío.
Para los melancólicos, abatidos, desvelados...
extraviados, solitarios y medrosos.
Pero los burlones se toman un café en la cocina.