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Mi nombre es Aarón. Ya saben, el hermano de Moisés.
El tipo al que se le pidió que hablara por él
ante el Faraón porque Moisés era tartamudo.
Eso fue hace siete plagas.
Desde entonces Egipto ha pasado por sangre, ranas,
animales salvajes, pestilencia, sarpullido y granizo.
Ahora Dios nos dice nuevamente
"Vengan. Vengan al Faraón."
Moisés y yo, nosotros vamos al Faraón
y le decimos que si no permite a los israelitas
ir y adorar a Dios,
entonces una plaga de langostas vendrá
y comerá todos los árboles y cultivos en Egipto.
El Faraón dice que dejará a los israelitas
ir y adorar,
pero sólo los hombres.
No las mujeres, ni los niños, ni las vacas.
Pero esto no es suficiente. Tiene que ser *todos* nosotros!
Y necesitamos a las vacas para sacrificar.
Así que las langostas vienen
y cubren toda la tierra
como una nube negra y espesa.
Predeciblemente, el Faraón suplica por misericordia
y Dios manda un cambio en el viento
que arroja las langostas al mar.
Ni bien se van las langostas
el corazón del Faraón se endurece nuevamente
y dice que no dejará ir a los israelitas.
Entonces esta vez Moisés levanta su brazo
hacia el cielo
y Dios envía una oscuridad total
sobre la tierra de Egipto
que dura tres días sin parar.
El Faraón no puede soportar mucho más de esto.
Él le promete a Moisés que los israelitas pueden
ir y adorar a Dios, mujeres y niños también.
Sólo las vacas necesitas quedarse.
Aún así, Moisés se resiste
y me dice que le diga al Faraón,
"No sólo nos debés proveer
con ganado egipcio para nuestros sacrificios,
sino que también nuestras vacas vendrán con nosotros,
porque no sabremos
qué vamos a sacrificar
hasta que lleguemos allí."
Y nuevamente, el Faraón se enoja
y su corazón se endurece.
Él le grita a Moisés que se vaya.
"Asegurate de nunca verme nuevamente,
porque la próxima vez que veas mi rostro,
morirás."
Y Moisés, como un cowboy rudo,
sabiendo que la última plaga,
la muerte de los primogénitos epicios,
y el momento de nuestra libertad
están a la vuelta de la esquina,
me indica que le diga al Faraón esta frase.
"Tenés razón, yo nunca veré tu rostro nuevamente."
Moisés parece haber cambiado mucho
desde que Dios le dijo por primera vez que le diga a los israelitas
que vamos a abandonar Egipto.
Él parecía asustado en ese entonces,
y presentó todo tipo de excusas
como su tartamudez y la posibilidad
de que el pueblo no lo escucharía a él.
¿Y ahora está haciéndose el listo con el Faraón,
la persona más poderosa
de todo Egipto?
La verdad es que ambos estamos asustados.
Pero estamos mejor haciendo
lo que de todos modos debemos hacer.
Y por eso es que Dios nos ha estado diciendo,
"Vengan. Vengan al Faraón."
Vengan, no vayan, o dejen.
Que es, después de todo, lo que estamos por hacer.
Ir y dejar Egipto.
El Faraón está en la cima de la montaña
de todo lo que es malo sobre Egipto.
La esclavitud y la crueldad,
la inequidad, y la opresión.
En su sistema él es adorado como a un dios.
Así que pienso que no es sorprendente
que nos sintamos asustados
cuando tenemos que entrar a su palacio.
Cuando Dios nos dice a Moisés y a mi,
"Vengan a Faraón,"
no sólo Dios está diciendo,
"Tienen que acercarse
para pararse ante el Faraón,"
Dios también nos está llamando
desde adentro mismo de ese lugar.
Dios está diciendo "Si están asustados, no se preocupen,
porque yo también estoy acá con ustedes."
Me hace comprender que el Faraón no es un dios
y tampoco es un monstruo.
Es sólo un ser humano
que olvidó lo que significa ser un ser humano.
Es como si Dios nos está llamando
desde el núcleo divino del Faraón,
su esencia humana
de donde viene la capacidad de hacer el bien o el mal:
Dios ya está allá.
Por eso es que cuando dejamos Egipto
o adonde sea que vayamos realmente,
es como volver a casa.
Productora: Sarah Lefton
Dirección de Animación: Nick Fox-Gieg
Animación: Colleen Maclsaac
Jeanne Stern
Director Editorial: Matthue Roth
Tema musical: Tim Cosgrove
Escrito y narrado por: Joel Stanley
Grabación de sonido: Steve Paul