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Sr. Presidente, damas y caballeros:
Aprecio mucho vuestra generosa invitación para estar aquí esta noche.
Ustedes soportan duras responsabilidades en estos días,
y un artículo que he leído hace algún tiempo me recordó
cuán particularmente las presiones de los eventos actuales, gravitan sobre vuestra profesión.
Recordarán que en 1851 el New York Herald Tribune, bajo el liderazgo de Horace Greeley,
tomó como corresponsal en Londres a un oscuro periodista llamado Karl Marx.
Digamos que un corresponsal extranjero Marx, - en bancarrota -
y con una familia enferma y desnutrida,
constantemente solicitó a Greeley y a su editor gerente Charles Dana
por un aumento en su generoso salario de cinco dólares por publicación,
un salario al que él y Engels ingratamente calificaban
como la "asquerosa mezquindad del pequeño burgués".
Pero cuando todas sus solicitudes fueron rechazadas,
Marx miró alrededor buscando otro medio de alcanzar la subsistencia y la fama,
eventualmente puso fin a su relación con el Tribune
y consagró sus talentos a tiempo completo a la causa
que legaría al mundo las semillas del Leninismo, Estalinismo, revolución y Guerra Fría.
Si sólo este diario capitalista New York lo hubiese
- lo hubiese tratado con más gentileza;
si sólo Marx hubiese seguido en su puesto como corresponsal,
la historia hubiera sido distinta.
Y yo...
- yo espero que todos los editores puedan llevar la lección en su mente
para cuando, en adelante, reciban reclamos de los empobrecidos,
por un pequeño aumento en la cuenta de gastos de un oscuro hombre del periodismo.
He seleccionado como título de mi comentario esta noche "El Presidente y la prensa."
Alguno sugeriría que esto debe traducirse naturalmente "El Presidente versus la prensa."
Pero no son esos mis sentimientos esta noche.
Es verdad, sin embargo, que cuando un conocido diplomático de otro país, recientemente,
reclamó que nuestro Departamento de Estado repudiara
los ataques de cierto periódico hacia su colega,
no nos fue necesario responder
que esta Administración no es responsable por la prensa,
así como la prensa ha dejado ya en claro
que ella no es responsable por esta Administración.
Sin embargo, mi propósito al hablar aquí esta noche
no es enviar el ataque usual sobre la así llamada "prensa de un solo partido".
Por el contrario, en los meses recientes,
raras veces he oído alguna queja sobre la tendenciosidad en la prensa,
excepto de parte de algunos republicanos.
Ni es mi propósito esta noche discutir
o defender la televisación de las conferencias de prensa presidenciales.
Pienso que es altamente beneficioso tener a casi 20 millones de americanos
sentados regularmente frente a estas conferencias
para observar, y si puedo decirlo, la incisiva, la inteligente,
y la cortés calidad desplegada por vuestros corresponsales de Washington.
Ni tampoco, finalmente, se proponen estos comentarios examinar el grado apropiado de privacidad
que la prensa debiera concederle a cualquier Presidente y su familia.
Si en los últimos meses vuestros reporteros y fotógrafos de la Casa Blanca
han asistido a los cultos de la iglesia con regularidad, de seguro esto no les hizo daño.
Por otra parte, creo que su personal y fotógrafos del servicio de transferencias de foto por cable
puede que ahora se quejen
de que no tienen los mismos privilegios "verdes" en los cursos de golf locales, que alguna vez tuvieron.
Es cierto que mi predecesor no objetó tomarse fotos en poses de golf, pero yo sí.
Por otra parte, él nunca fue un hombre del servicio secreto.
Mi tópico esta noche es mucho más sobrio, y concierne a dueños y editores.
Quiero hablar sobre nuestras responsabilidades en común, en cuanto al peligro común.
Los acontecimientos de las semanas recientes
pueden haber ayudado a iluminar ese desafío para algunos;
pero las dimensiones de la amenaza,
se avecinan a lo largo del horizonte por muchos años.
Cualquiera que sean nuestras esperanzas
en el futuro para reducir esta amenaza o vivir con ella
se entiende que no hay escape por la gravedad de su desafío a nuestra superviviencia, y a nuestra seguridad.
Un desafío que nos confronta de manera inusual
en cada esfera de actividad humana.
Este desafío mortal impone a nuestra sociedad dos requerimientos
que conciernen a ambos, la prensa y al Presidente.
Dos requerimientos que podrían parecer casi contradictorios en tono,
pero que deben ser reconciliados y logrados si vamos a vencer este peligro nacional.
Me refiero, primero, a la necesidad de dar información al gran público;
y segundo, la de mantener importantes temas oficiales en "secreto".
La misma palabra "secreto" es repugnante, en una sociedad libre y abierta;
y como pueblo, estamos inherente e históricamente opuestos a sociedades secretas,
a juramentos secretos y a procedimientos secretos.
Hemos decidido, hace tiempo, que los peligros de un excesivo y arbitrario silenciamiento de hechos pertinentes,
sobrepasa ampliamente los peligros que son citados para justificarlo.
Hoy mismo, tiene poco valor combatir la amenaza de una sociedad cerrada,
imitando sus arbitrarias restricciones.
Hoy mismo, tiene poco valor asegurar la supervivencia de la nación
si nuestras tradiciones no sobreviven con ella.
Y hay un peligro extremo en el hecho de que la necesidad de aumentar la seguridad
se agarre de aquella ansiedad por expandir su significado
más allá de los límites oficiales de censura y secretismo.
Lo que hago no pretende el permiso para extender lo que está bajo mi control.
Y ningún oficial de mi Administración, sea su rango alto o bajo, civil o militar,
debe interpretar mis palabras aquí esta noche como una excusa para censurar noticias,
para acallar disensos, o para encubrir nuestros errores
o sustraer de la prensa y del público hechos que ellos merecen conocer.
Pero sí pido...
Pero le pido a cada dueño de periódicos, cada editor, y cada periodista de este país,
reexaminar sus propios procedimientos y conductas,
y reconocer el peligro que acosa a nuestra Nación.
En tiempos de guerra, el gobierno y la prensa han trabajado habitualmente juntos en el mismo esfuerzo,
basado largamente en la auto-disciplina, para prevenir revelaciones no autorizadas al enemigo.
En tiempos de "peligro claro y presente",
las Cortes han sostenido que aun los privilegios de la Primera Enmienda deben cederse,
por la necesidad del publico de su propia seguridad nacional.
Hoy ninguna Guerra ha sido declarada -y de todas maneras el combate se cierne feroz-,
no será declarada la Guerra en la forma tradicional.
Pero nuestra forma de vida esta bajo ataque.
Aquellos que se declaran nuestros enemigos están avanzando alrededor del globo.
La supervivencia de nuestros amigos esta en peligro.
Y todavía no se ha declarado una Guerra,
ninguna frontera ha sido cruzada por tropas, ningún misil ha sido disparado.
Si la prensa todavía esta esperando una declaración de guerra
antes de imponerse la auto-disciplina de condiciones de combate,
entonces solo puedo decir que ninguna guerra anterior supuso una gran amenaza a nuestra seguridad.
Si ustedes están buscando una definición de "claro y presente peligro",
entonces solo puedo decir que el peligro nunca ha sido mas claro
y su presencia nunca ha sido más inminente.
Se requiere un cambio de perspectiva, un cambio en tácticas,
un cambio de misión para el gobierno, para la gente,
para cada hombre de negocios o líder sindical, y para todos los periódicos.
Porque nos oponemos alrededor del mundo a una conspiración monolítica y despiadada,
que descansa sobre todo el medios encubiertos para expandir su espera de influencia
-en infiltración en lugar de invasión, en subversión en lugar de elecciones,
en intimidación en lugar de libre elección, en guerrillas nocturnas en lugar de combates de día.
Es un sistema que ha acumulado vastos recursos humanos y materiales,
en una construcción firmemente atada, en una maquinaria altamente eficiente
que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas.
Sus preparativos son secretos, no son publicados.
Sus errores son sepultados, no figuran en los titulares.
Sus disidentes son silenciados, no elogiados.
No se cuestionan gastos, no se imprimen los rumores, ni se revelan los secretos.
Conduce la Guerra Fría, en forma sistemática, con una disciplina de guerra,
que ninguna democracia esperaría, ni querría enfrentar.
No obstante, cada democracia reconoce las necesarias restricciones de la seguridad nacional
-y la cuestión permanece, les guste o no,
en saber hasta donde esas restricciones necesitan ser mas estrictas
si vamos a enfrentar este tipo de ataques o una indiscutible y segura invasión.
Los hechos demuestran que los enemigos de esta patria,
se han jactado fanfarronamente de obtener a través de nuestros periódicos información,
que de otra forma deberían haber conseguido
a través de agentes contratados al efecto, mediante el robo, el chantaje o espionaje.
Los detalles de las Operaciones Secretas de esta Nación
para contrarrestar las operaciones secretas enemigas
han estado disponibles en los periódicos de esta Nación para cada lector, amigo ó enemigo.
El tamaño, la duración, las fortalezas, los lugares y la naturaleza de nuestras fuerzas y armas,
y nuestros planes y estrategias, han sido remarcadas por la prensa y otros tipos de medios,
en un grado suficiente para satisfacer a cualquier potencia extranjera;
y eso, en al menos un caso, la publicación de detalles concernientes a un mecanismo secreto
por el cual los satélites son seguidos, los cuales han requerido su alteración,
a costa de considerables gastos, tiempo y dinero.
Los periódicos que han impreso estos detalles
han sido muy leales, patriotas, responsables y bien intencionados.
Si hubiéramos estado envueltos en una Guerra abierta y declarada,
ellos sin lugar a dudas no hubieran publicado semejante información.
Pero en ausencia de una "guerra declarada",
ellos reconocen solamente que son "pruebas de periodismo" y no "pruebas de seguridad nacional".
Y mi pregunta esta noche es si las "pruebas adicionales" no deben ser adoptadas ahora.
Esa pregunta solo la pueden responder ustedes.
Ningún empleado de la administración pública debe responder a ello por ustedes.
Ningún plan de gobierno debe imponer restricciones a vuestra voluntad.
Pero estaría faltando a mi deber con la nación,
considerando todas las responsabilidades con las que todos nosotros cargamos,
y todos los medios a mano para cumplir con esas responsabilidades,
si no encomiendo este problema a vuestra atención,
y los urjo a que les brinden atenta consideración.
En muchas ocasiones anteriores, he dicho
y vuestros periódicos constantemente han dicho
que estos son tiempos de sacrificio y auto-disciplina para cada ciudadano.
Han pedido a cada ciudadano sopesar sus derechos y confort personal
versus las obligaciones del bien común.
No puedo ahora creer que esos ciudadanos que sirven en los periódicos,
se consideren exentos de ese deber.
No tengo intenciones de establecer una nueva Oficina de Información de Guerra
para controlar el flujo de la información.
No estoy sugiriendo nuevas formas de censura
o nuevos tipos de clasificaciones de seguridad.
No tengo ninguna respuesta fácil para el dilema que he manifestado,
y no buscaría imponerlo si lo tuviera.
Pero estoy pidiendo a los profesionales de la prensa y la industria en este país
que reexaminen sus propias responsabilidades,
para considerar el grado y la naturaleza del peligro presente,
y considerar el deber de auto-control que ese peligro nos impone a todos.
Cada diario ahora pregunta, con respecto a cada historia: "¿Es una noticia?"
Todo lo que sugiero que adicionen a la pregunta:
"¿Es en interés de la Seguridad Nacional?"
Y espero que cada grupo en los sindicatos americanos
y hombres de negocios y empleados públicos de cualquier nivel
se esfuercen en hacerse la misma pregunta y subordinen sus actos a esta "prueba".
La prensa americana debe considerar y recomendar
la asunción voluntaria de nuevas medidas o mecanismos específicos,
y yo les puedo asegurar que cooperaremos fuertemente con esas recomendaciones.
Quizás no haya recomendaciones.
Quizás no haya respuesta al dilema enfrentado por una sociedad libre y abierta en una Guerra Fría y secreta.
En tiempos de paz, cualquier discusión sobre este tema, y cualquier acción que resulte de ella,
son ambas dolorosas y carecen de precedentes.
Pero estos son tiempos de paz y peligro, que no conoce antecedentes en la historia.
Es la naturaleza sin precedentes de este desafío,
que da origen a vuestra segunda obligación -una obligación que comparto.
Y es nuestra obligación informar y alertar al ciudadano americano
-para tener certeza de que posee todos los detalles
de los hechos que necesita conocer, y también comprender-
los peligros, las posibilidades de paz,
los motivos de nuestro programa y las alternativas que enfrentamos.
Ningún Presidente debería temer el público escrutinio de su programa.
Porque de tal escrutinio sale la comprensión;
y de tal comprensión viene el apoyo o la oposición.
Y las dos cosas son necesarias.
No estoy solicitando el apoyo de vuestros periódicos para esta Administración,
sino que pido vuestro auxilio en la tremenda tarea de informar y alertar al pueblo americano.
Porque tengo una fe total...
Porque tengo una fe total en la respuesta y dedicación de nuestros ciudadanos,
siempre que ellos sean perfectamente informados.
Y no sólo que no quiero sofocar la controversia entre vuestros lectores
—al contrario, le doy la bienvenida—.
Esta Administración pretende ser cándida acerca de sus errores;
por aquello que un sabio decía:
"Un error no se vuelve una falta, hasta que te rehúsas a corregirlo."
Pretendemos asumir la total responsabilidad de nuestros errores;
y esperamos que ustedes puedan señalarlos cuando se nos escapan.
Sin debate, sin crítica, ninguna Administración, ningún país puede vencer
-ninguna república puede ni sobrevivir.
Por eso es que el legislador ateniense Solón decretó
que era un crimen que los ciudadanos se escondieran ante la controversia.
Esta es la razón por la que la prensa fue protegida por la Primera Reforma
—el único negocio en América especialmente protegido por la Constitución-
no primariamente para divertir y entretener,
no para enfatizar lo trivial y lo sentimental,
no para simplemente "darle al público lo que el público quiere"—
sino para informar, para excitar, para reflejar,
para identificar nuestros peligros y nuestras oportunidades,
para indicar nuestras crisis y nuestras decisiones,
para conducir, moldear, educar e incluso a veces para indignar a la opinión pública.
Esto significa, mayor cobertura y análisis de noticias internacionales
-porque estas no están esperando allá lejos y afuera del país,
sino al alcance de la mano, ya son locales.
Esto significa mayor atención a mejorar la comprensión de las noticias
tanto como mejorar la transmisión.
Y significa, finalmente, que el gobierno, en todos sus niveles,
debe satisfacer su obligación de proveeros con la más completa información posible,
más allá de los estrechos límites de la seguridad nacional. Y eso intentamos hacer.
Fue al comienzo del siglo XVII que Francis Bacon destacó
que tres recientes inventos transformaron del mundo:
El Compás, La Pólvora y la Imprenta.
Los lazos entre las naciones forjadas primero por el Compás,
nos han hecho a todos ciudadanos del mundo.
Las esperanzas y temores de uno, se transformaron en las esperanzas y temores de todos.
En ese esfuerzo del mundo por vivir juntos y en armonía,
la evolución de la pólvora llevada al extremo,
ha advertido a la humanidad de la terrible consecuencia de su fracaso.
Y así, es en la prensa escrita
-en los grabadores de hechos humanos,
guardianes de su conciencia, correos de sus noticias-
en donde nosotros buscamos fuerza y asistencia,
confiando en que, con vuestra ayuda,
los hombres serán tales como nacieron: libres e independientes.