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Crónicas de la Divina Tierra. La caída de los Manssul.
Frosbac De Antilos: rey de Triliaz. la ciudad más rica y poderosa que alguna vez haya existido.
Este hombre era uno de los reyes más significativos de toda la Divina Tierra. pero lo que tenía
de importante sin dudas lo investía de corrupto. Su ambición y deseo de conquista lo convirtieron
en una de las personas más repudiadas de su tiempo.
De Antilos era uno de aquellos seres que lo tenían todo y aun más.
Para lograr sus cometidos. Frosbac poseía el ejército más grande y temible de todos
los reinos. el cual no tenía piedad ni clemencia de sus enemigos. Conquistaban o destruían
todo a su paso, según la voluntad del malicioso emperador. Quien sólo anhelaba el sometimiento
eterno a su trono. Todo lo que veía. lo quería para él y su perverso reino infecto de gula
y avaricia por el oro. Frosbac De Antilos, deseaba apoderarse de todo aquello que brillara
más que su corona.
Kaduk Manssul: joven soldado de Triliaz. el mejor entre millones. no conocía la derrota.
Se corrían rumores de que en varias ocasiones las victorias se lograron gracias a su extraordinario
coraje y habilidades dentro del campo de batalla. Infinidad de ciudades se habían sometido
a sus pies. Grandes reyes, temerosos por sus vidas. se rendían incluso antes de que él
llegara. A pesar de su corta edad para ser líder,
este heroico soldado obedecía las órdenes de su rey sin dudarlo un momento.
Durante muchos años. Kaduk Manssul, fue el pilar de la legión imperial.
Pero el tiempo pasó. Y así como todo tiene un principio, también tiene un final.
La lealtad por el rey De Antilos. No estaba lejos de extinguirse.
Capítulo uno.
Guerrero por naturaleza.
Era: Cuarta. Año: 782.
Era una fría mañana de otoño. al oeste de Triliaz. miles de soldados servidores de
Frosbac De Antilos, aguardaban escondidos tras la maleza. Sólo uno de ellos se encontraba
en el camino, sólo uno de ellos aguardaba impaciente la llegada de los jinetes de Mólogor.
El paisaje estaba completamente desierto, parecía tierra muerta.
Llevaba varias horas allí, la ansiedad le secaba la garganta. El único soldado no quitaba
la vista del horizonte, su mirada fija podía ver lo que el resto no. podía distinguir
aquellas sombras que se acercaban tras la espesa niebla matutina. Se decía que esta
persona poseía una perspicacia profunda, que lograba mirar tras la bruma y que su vista
alcanzaba sitios que el resto no podía siquiera imaginar.
--¡Allí vienen! --exclamó. Al oírlo. los guerreros que se encontraban
ocultos tras él, apretaron con más fuerza los escudos y los mangos de sus espadas, haciéndolos
crujir contra el cuero de sus guantes y mallas. --¡No hace falta! --dijo confiado sin siquiera
voltear--. Conmigo es más que suficiente.
Todos los guerreros entraron en un desconcierto general y comenzaron a mirarse dubitativamente
entre sí a través de sus rígidos cascos. la soberbia del guerrero por momentos causaba
cierta inquietud. Los imponentes jinetes, se acercaban al galope
mientras sus caballos exhalaban el frío aire por sus hocicos.
Llevaban consigo extensas prendas de gruesa tela verde con distintos dibujos de animales
bordados en hilo ***, en sus rostros, un paño gris oscuro les cubría la nariz y la
boca, sin olvidarnos de sus largas y filosas lanzas que aún apuntaban al cielo.
Al llegar al lugar pactado, los hombres de Mólogor se irritaron en demasía.
--¡¡Esto es una ofensa!! ¡¡El ser pacíficos no significa que no seamos dignos de un combate
en igualdad de fuerzas!! --gritó el que parecía ser el líder de la tropa.
Los hombres empezaron a sentirse más seguros, ya que solo veían a un soldado delante de
ellos. y confiados en que no les causaría problema alguno, comenzaron a subestimarlo.
--¡¡Es verdad!! ¿Esto es todo lo que Triliaz tiene para ofrecer? Un solo hombre contra
doscientos cincuenta de nuestros valientes guerreros -- exclamó uno de los jinetes del
frente, mientras volteaba a mirar a sus compañeros con cierto desdén.
- No puedo creer que hayamos venido hasta aquí por esto. Dile a tu rey. Muchacho. que
nos tome en serio, nosotros no somos sólo una ciudad más a su paso. ¡¡Nosotros somos
jinetes, jinetes de Mólogor!! Que no se les olvide eso, vámonos de aquí --dijo el más
experimentado y jefe del grupo.
--¡Sí, tienes razón. Márchense, márchense lejos de estas tierras! ¡Ahora todo le pertenece
a Triliaz! Esta batalla ya tiene un vencedor, no es necesario que caigan aquí. --les comunicó
el soldado, firme en su posición.
Los mologuenses. que estaban volteando sus caballos, se detuvieron con rostros atónitos.
--¿Que has dicho joven insolente? --preguntó el líder.
--¡Que Mólogor ya es propiedad de Triliaz! --gritó, mientras comenzaba a correr hacia
ellos. -¡¡Les advertí que debían irse!! - volvió
a gritar mientras desenfundaba sus espadas curvas de sus respectivas vainas. Éstas eran
sus armas favoritas y las manejaba con una destreza inigualable. Como armadura sólo
llevaba puesta una gruesa pechera de metal con la inicial de su apellido grabada en medio,
protegiéndole el pecho y corazón, ya que no podría hacer uso de todas sus habilidades
con un blindaje más pesado, como el que llevaban el resto de los soldados que aguardaban ocultos.
Los hombres de Mólogor se encontraron tan perplejos ante tal acto de valentía y locura,
que no llegaron a empuñar sus armas. El hábil joven llegó al encuentro de los
jinetes a toda velocidad y dio un gran salto sobre el caballo en donde se encontraba el
guía, al cual ejecutó rápidamente cortándole la cabeza al cruzar sus hojas de acero. Luego,
comenzó a serpentear entre los jinetes que sólo podían intentar huir. Cincuenta cayeron
frente al guerrero casi sin dar batalla alguna. Los doscientos restantes, comprendieron que
el soldado no debía ser subestimado. y cargaron contra él con sus largas y afiladas lanzas.
El muchacho evadió todos y cada uno de los ataques, recibiendo tan sólo algunos roces
menores en sus prendas y armadura, nada vital, nada que le impidiera seguir batallando.
--¡¡Este sujeto tiene la furia de un león!! --exclamó uno de lo mologuenses, un tanto
asustado. Con su líder ejecutado, los pacifistas no tendrían chance.
Los soldados de Triliaz miraban asombrados los actos de aquel joven, no podían creer
que alguien tuviera tanta eficacia a la hora de asesinar, y a pesar de que ya lo habían
visto pelear en varias ocasiones, nunca perdían la admiración.
Al notar que la mañana avanzaba y la niebla se disipaba, el guerrero clavó una de las
espadas en la tierra e introdujo su mano libre en su bolsillo derecho, sacando una pequeña
esfera celeste, del tamaño de una canica, insignificante a ojos ignorantes de objetos
mágicos, los cuales no todos tenían la posibilidad de tener.
--¡¡Despídanse de este mundo, ya no tienen esperanza!! --gritó con fiereza.
Los jinetes avanzaron una vez más hacia el joven, el cual alzó su brazo con esfera en
mano. El malón de caballos se acercaba con fiereza, y el muchacho arrojó la esfera contra
el suelo haciéndola explotar, un espeso humo se esparció al instante por el lugar. Todos
quedaron a ciegas y confusos en pocos segundos. --¿Dónde está? --se escuchaba por un sector
del campo de batalla. --No lo sé. ¡No lo veo! --Se oía desde
otro lado. Por momentos se hacía un inquietante silencio,
y sólo se escuchaba el incesante ruido de espadas curvas cortando el aire. Los animales
relinchaban nerviosos. Luego, los cuerpos caían de a docenas de los caballos al suelo.
-¡¡Mierda!! ¿Escucharon eso? ¡Nos está liquidando como a principiantes!- exclamó
uno con la voz temblorosa. -¡¡Cobarde!! ¡Déjate ver!- gritó otro.
-¡Aquí estoy. mologuense! --dijo el guerrero, emergiendo endiablado desde la espesa niebla.
y. ¡Zas! lo despedazó al soplo. Varios minutos después, el humo se disipó
revelando la feroz masacre. Los soldados de Triliaz, intentando observar a través de
hojas y ramas, descubrieron al joven guerrero bañado en la sangre de sus enemigos, y una
vez más, un ejército cayó rendido ante la enormidad de sus pies.
--¡¡Guerreros, pueden salir, el camino está libre!! Apodérense de Mólogor sin nerviosismos.
Y recuerden, no maltraten a la gente que allí habita, respeten a los niños, a las mujeres
y a los ancianos, ellos los obedecerán sin oponer resistencia.
Los trilianos comenzaron a salir de sus escondites y se dirigieron hacia la ciudad, acatando
las órdenes del hábil soldado. De pronto, un caminante de considerable edad
que había presenciado la disputa refugiado tras un árbol de dura corteza, ajeno a todo
conflicto, preguntó. --Disculpe, Joven, ¿Podría usted decirme
su nombre? Quisiera contarles a mis ilustres camaradas de su interminable valentía --murmuró
tímidamente. --¿Mi nombre? Mi nombre es: Kaduk Manssul,
anciano --dijo mientras caminaba lentamente hacia el pueblo, supervisando a los soldados
trilianos para que no cometieran crímenes sin sentido.
--Kaduk Manssul. --repitió el hombre, abriendo exageradamente sus ojos.
A pesar de que Kaduk era frío e infalible en el campo de batalla, también poseía un
lado sensible en su corazón para con las personas más débiles. Sabía distinguir
y separar bien las situaciones, jamás hacía abuso de su poder, a menos que se viera forzado
por órdenes mayores del rey. La conquista de Mólogor había sido todo
un éxito, no hubo oposición alguna por parte de las personas del pueblo, sumisión absoluta
ante el ejército de Triliaz. Todo era perfecto, salvo por un pequeño detalle: lo que Frosbac
no sabía, era que había enviado a sus tropas a una simple aldea mologuense. Ese sitio no
era más que un pequeño puñado de chozas en la frontera del lugar. La verdadera ciudad
de Mólogor se encontraba oculta más allá del perfume de las flores y del sonido de
los animales. Silenciosa, protegida por arcaicas raíces y antiguos troncos, escondida entre
los brazos silvestres del bosque de Anterion. Una de las mujeres de la aldea logró escapar
a caballo sin ser vista, se dirigía a la villa oculta, para contarle lo sucedido a
su rey. La guerra por Mólogor, acababa de comenzar.
Cuando lo creyó oportuno. Kaduk se alejó considerablemente de la zona de conquista
y emitió un fuerte silbido. Un hermoso corcel blanco, de lomo plateado e imponente tamaño,
comenzó a asomarse por el horizonte. --¡Clábur! Ven aquí mi fiel amigo. --el
hábil guerrero, dejó ver su lado amable y montó en su caballo, encarando al galope
hacia el largo camino que conducía a Triliaz. Pétalos de cerezo acompañaron el trote del
corcel, volando a la par de los viajeros sobre los suaves surcos de las brisas otoñales.
Al llegar a la ciudad, lo primordial fue dirigirse al palacio real, el ambidiestro debía informarle
al rey del éxito de la misión. Pero Frosbac, no estaba en casa.
--Mi señor está ocupado contemplando la belleza de sus plantas, me informó estrictamente
que no quería ser molestado --le comunicó Darne Dapruá, uno de los servidores favoritos
del emperador. --¿Con que se ha dirigido al jardín botánico?
Entonces hacia allí iré. Gracias por tu información.
--¡¿Pero.?! ¿¡No has comprendido lo que te he dicho!?
Kaduk, sin prestarle demasiada atención, montó nuevamente en su caballo y se dirigió
a destino. Necesitaba hablar con Frosbac, a como dé lugar.
Triliaz era una ciudad realmente enorme y hermosa, sus laberínticos caminos se encontraban
adornados con bastedad de flores y estatuas de diversas formas y tamaños. un extranjero,
de seguro, se perdería con suma facilidad entre sus empedradas calles.
Quién podría imaginarse que un lugar tan calmo y bello, sería gobernado por alguien
tan despiadado y cruel. La ciudad era tan gigantesca que se podía
ver el final de sus senderos recorriendo las colinas casi hasta llegar a lo más alto de
la montaña que la amparaba, sin siquiera salir del bosque que la rodeaba. También
tenía enormes residencias y mansiones que parecían pequeños castillos, ya que los
hombres más adinerados de la Divina Tierra habitaban por esos lados.
Al ser una ciudad tan rica y poderosa, los guardias de entrada debían ser extremadamente
rigurosos con el ingreso de las personas, motivo por el cual no dejaban entrar a cualquiera
que allí se presentara sin un previo aviso, o mínimamente con una orden firmada por alguna
autoridad de reinos vecinos con los cuales convivieran en armonía.
Mientras Kaduk cabalgaba hacia el gran jardín, ubicado en el centro de la ciudad, Sá***
Dúc, el segundo mejor guerrero de Triliaz, se encontraba en plena conquista junto a dos
mil soldados, batallando contra las tropas de Askian. Un pueblo habitado por humanos
de piel trigueña con cuerpos lánguidos y fibrosos. Estos hombres eran mejor conocidos
como los "Roba Almas", ya que eran expertos en las artes místicas y extraños conjuros
entre lo vivo y lo muerto. Se comentaba que mediante el alma de sus víctimas, ellos podían
comunicarse con sus antepasados. --¡¡No retrocedan!!... ¡¡No retrocedan!!...
¡¡Recuerden lo que dijo nuestro rey!! ¡¡Cuantas más tierras conquistemos, más riquezas obtendremos:
cuantas más riquezas poseamos, más poder tendremos!! --gritaba enérgicamente Sá***,
dándole fuerzas a los suyos. El General, además de vigoroso e inteligente, era un
fiel servidor de Frosbac al igual que Kaduk Manssul.
Los nativos no daban tregua... Atacaban a los soldados con una intensa lluvia de flechas.
Los "Roba Almas" eran rivales difíciles de tumbar, a causa de que estos seres, antes
de cada contienda, danzaban alrededor de "la fogata de la no piedad", la cual despedía
un humo *** que los mantendría despiertos, firmes, concentrados y agresivos a la hora
del combate. Si bien la fogata incrementaba el valor y el salvajismo, sus expectativas
de vidas no eran buenas, ya que las sustancias inhaladas eran altamente tóxicas. Sólo unos
pocos llegaban a viejos. Al ver cómo sus soldados iban cayendo uno
a uno tras las precisas flechas, Sá*** Dúc, decidió entrar en ofensiva. Bajó la protección
de su yelmo, desenfundó su espada florete, levantó su escudo y se puso en guardia, preparándose
para la batalla. --¡¡Reagrúpense!! ¡¡Todos detrás de
mí!! --gritó furiosamente--. ¡Soldados, formación de tortuga, levanten y junten sus
escudos, avanzaremos lentamente! ¡Terminemos esto de una buena vez! --dijo ahora con firmeza.
Los indígenas no cesaban el disparo de sus flechas, aunque ahora, gracias a la estrategia
del General, ya no tenían el mismo efecto que antes.
Los soldados seguían avanzando bajo los escudos, y sus bajas fueron prácticamente nulas.
Poco a poco, con un paso lento y decidido, lograron acercarse considerablemente al fuerte
de los "Roba Almas". La tortuga parecía impenetrable para cualquier pivote.
Luego del constante bombardeo de las catapultas trilianas, la enorme puerta de Askian se encontró
a merced del General Dúc. --¡¡Soldados!! ¡¡Empujen con fuerza!!
Todos comenzaron a acelerar el paso hasta chocar contra la ahora débil defensa.
Del otro lado resistían el embiste una inmensa cantidad de askianos. Las arremetidas continuaban,
una y otra vez, la puerta se bamboleaba como una frágil rama soplada por el viento. Las
catapultas y ballestas trilianas no cesaban sus disparos.
La tranquera cedió, desplomándose sobre los askianos que se oponían del otro lado.
El General, junto a los suyos, ingresó a toda marcha.
--¡¡Ballesteros, derriben a esos arqueros de los árboles!! ¡¡El resto, venga conmigo!!
--ordenó. Mientras Sá*** hacía lo suyo, el mandamás
de los Askianos no perdió su tiempo e hizo lo mismo, reclutando indios de a decenas.
La entrada a la fortaleza no era muy amplia, así que los soldados de Triliaz no pudieron
batallar cómodos con sus grandes escudos y pesadas armaduras. Afortunadamente para
ellos, su entrenamiento militar era superior al de los nativos. La pequeña batalla de
los Generales se acercaba, y los soldados de Triliaz querían llegar a la plaza de la
ciudad en donde podrían pelear mejor. Una carrera por ocupar el lugar de combate más
beneficioso había comenzado. Mientras ambos bandos corrían por los pasillos de la fortaleza
cruzándose a golpes entre las innumerables carpas, un sinfín de flechas y pivotes surcaban
los cielos, rozando las cabezas de algunos y desgarrando los cuerpos de otros.
Llegaron a la plazoleta casi con simultaneidad, ambos grupos se trenzaron en una batalla sin
tregua. Sá*** se despachaba de a cinco o de a seis a la vez, pero aun así, los "Roba
Almas" no dejaban de brotar del interior de sus tendales como hormigas rojas, defendiendo
con sus vidas el hormiguero. Uno de los capitanes, alarmado por la situación,
decidió salirse de la formación para hablar con el General.
--¡¡General Dúc, son demasiados, no podremos contra todos!! ¡¡Estos nativos parecen multiplicarse,
nos superan en gran masa, necesitamos ayuda cuanto antes!!
Sá*** hizo un panorama total de la situación y notó que no iban a durar mucho tiempo si
continuaban así. --Lamentablemente creo que estás en lo cierto.
no me queda alternativa, utilizaré una esfera roja --dijo con disgusto.
A ningún General le gustaba pedir ayuda, a menos que estuviera en riesgo la integridad
de su batallón. --Detesto hacer esto, pero no hay remedio.
--Dúc arrojó la esfera sobre la superficie haciéndola estallar en mil pedazos, un extraño
polvo rojizo y dorado comenzó a trepar por los invisibles escalones del aire.
La batalla cesó por unos segundos y los nativos miraron el extraño serrín que despidió
la píldora, las coloridas partículas se mezclaron con las nubes formando la enorme
imagen de lo que parecía ser una enrojecida mano de dedos abiertos desprendiéndose de
la densidad del celaje en dirección al suelo, y al ver que aquella enorme imagen no tenía
ningún efecto mágico, los nativos continuaron la batalla e inclusive algunos comenzaron
a reír, ya que se consideraban los mejores hechiceros.
La señal de ayuda ya había sido plasmada en el cielo, ahora... era solo cuestión de
esperar. Al llegar al jardín Botánico, Kaduk se topó
con los guardias de entrada. --Necesito entrar --dijo con un tono seco.
--Lo siento Kaduk, pero tenemos órdenes de no dejar ingresar a nadie --le comunicó uno
de los guardias algo dubitativo. --Es importante, debo anunciarle a su majestad
que Mólogor ya pertenece a nuestro reino. --¿Cómo? ¿Has conquistado Mólogor? ¿Tan
rápido? Eres increíble... --dijo estupefacto el segundo soldado.
--Me alegra escuchar eso Kaduk... pero tenemos órdenes, y aún así no puedo dejarte ingresar,
lo siento --le comunicó una vez más el primero. --Pero es Kaduk, el gran Kaduk Manssul, el
rey no tendrá problema en recibirlo... --exclamó el otro con gestos de admiración.
--no sé... no sé si sea lo correcto, las órdenes del rey no deben ser cuestionadas
por nadie, y menos por nosotros. --Vamos, no seas tan duro, yo creo que está
bien, no pasará nada. --Pero órdenes, son órdenes.
--Lo sé, pero esto es una gran noticia, estoy seguro de que nuestro rey nos felicitará
por tomar esta decisión. --Muchachos, no quiero ser grosero con ustedes,
pero llevo prisa. ¿Podrían hacerme el favor? --¡No! --exclamó el primero, ofuscado.
--¡Sí! --dijo el segundo, felizmente. --Santos dioses del limbo.
--Vamos Dusto, es Manssul, nuestro mejor guerrero. --Rayos, me pones en aprietos. De acuerdo.
Kaduk, pasa... y procura hacer breve tu visita. --Les debo una, muchachos.
El jardín era hermoso e inmenso, había grandes cantidades de coloridas y exóticas plantas.
El aire que se respiraba allí dentro era realmente puro y ligero, las miles de fragancias
que surcaban el aire regaban el cuerpo de una plena paz y armonía.
Al divisar a Frosbac y a sus guardias, Kaduk aceleró el galope de su caballo, su visita
al jardín, tenía dobles motivos. El rey se encontraba frente a tres majestuosos
e imponentes "Árboles de la Vida". --Disculpe su alteza. --dijo.
Frosbac, se dio vuelta lentamente, portando la mirada sobradora que lo caracterizaba.
--Kaduk Manssul... creí haber dicho que no querría ser molestado. ¿Qué deseas aquí?
--Mis disculpas nuevamente su majestad... --¡Déjate de rodeos y habla ya! No estoy
con mucho tiempo --exclamó De Antilos, interrumpiendo abruptamente a su fiel soldado.
--Señor... me enorgullece informarle que el reino de Mólogor ha sido conquistado con
éxito, nuestros soldados están allí en estos momentos.
--No podía esperar menos de ti, por esa razón te asigné esa misión.
--Gracias por su confianza, majestad. Frosbac, inspiró profundamente y suspirando
dijo: --Ahora, puedes retirarte... necesito pensar.
--Espere un momento, por favor... aún no he terminado.
Las palabras del joven, pusieron algo tensos a los guardaespaldas y al rey.
--Sin ánimos de ofender a su alteza, pero... me gustaría saber cuándo recibiré mi paga.
--¿Tu paga?
--Sí su alteza. El botín que prometió darme si conquistaba diez reinos en menos de treinta
días. Con el asedio de hoy, llevo doce tierras a nuestro favor en tan sólo poco más de
dos semanas... Es más de lo pactado, y con sumo respeto, no se lo digo por desconfiar
de su palabra, sino que... estoy necesitando ese dinero.
--¡Ah, ese botín...! Como verás, mi noble guerrero, estoy muy ocupado en este momento
como para hablar de esos insignificantes asuntos. Necesito aire puro, aire fresco que renueve
mis pulmones y aclare mis ideas, ser rey de la ciudad más importante de todas acarrea
grandes responsabilidades, conversaremos de este pequeño tema más tarde.
-¡Pero...! --Los guardaespaldas de Frosbac se separaron, formando un círculo alrededor
del guerrero. --Creo que deberías irte. --dijo uno de ellos,
con tono poco amable. Kaduk sabía que era capaz de derrotar a cualquiera
de estos hombres con tan sólo desenfundar sus espadas. Pero su lógica le indicó que
éste no era el momento indicado para perder los estribos... Entonces, se remitió a apretar
los dientes y a bajar la cabeza. --¡Oh!... ¡Miren allí... en el cielo! --comentó
uno de los soldados. --¡Es la mano de la misericordia, parece
que alguien necesita refuerzos! ¡Hace años que no sucedía algo así! --exclamó otro
más corpulento. --¡Ja! ¿Quién lo diría?... Esa señal
proviene de Askian, si mal no recuerdo Sá*** Dúc está allí --dijo De Antilos, algo desmedido.
--¿Sá***? --Sí, mi querido Kaduk. ¿Qué extraño,
no? Es la primera vez que Dúc usa una esfera roja... me decepciona, creí que era uno de
los mejores, como tú... déjenlo, un General de su talla debe salir solo de un aprieto.
--Su majestad, cómo puede decir eso... él es uno de los nuestros.
--Bueno, si tanto lo estimas, puedes ir en su ayuda. Demuestra que mereces ese botín.
--¡Por supuesto que iré, pero esto nada tiene que ver con mi paga!
El astuto y despiadado de Frosbac De Antilos, sabía muy bien que Kaduk y Sá*** eran buenos
amigos, y aprovechó esta debilidad en el noble guerrero, para utilizarlo una vez más
a su antojo. El poderoso muchacho montó en su corcel y
fue en ayuda del General sin siquiera pensarlo. El rey observó la marcha del ambidiestro
hasta perderlo de vista, entonces, preguntó: --¿Quiénes custodian la entrada del jardín?
--¡Dusto y Felios, Señor! --¡Esos idiotas... cuélguenlos por su incompetencia!
--¡Como usted diga, mi Señor! Frosbac De Antilos, no era un ser misericordioso
en lo absoluto, nunca pensaba más allá de sus caprichos. Lo único importante para él,
además de sus riquezas, eran las órdenes que revalidaban su poder sobre los demás.
Mandatos que debían cumplirse estrictamente y sin ser cuestionados... nadie se encontraba
por encima de ellos, ni siquiera los guerreros más fuertes y respetados de la ciudad.
Las flechas no cesaban su vuelo. Un grupo de quinientos soldados fue obligado a retroceder
hacia las afueras del pueblo, refugiándose, heridos, tras un enorme peñasco.
El batallón estaba dividido, y sólo un puñado quedaba peleando junto a Sá*** dentro de
la fortaleza. Poco a poco, los arqueros askianos fueron
acabando con todos los trilianos que intentaron resistirse en la plaza. El General Dúc, logró
sobrevivir protegiéndose a espaldas de un tótem gigante, ubicado en uno de los laterales
del amplio lugar. --¡Miren... miren muchachos... es el gran
Kaduk! --comentó uno de los soldados que se mantenía oculto bajo su escudo.
El joven guerrero escondió a Clábur entre la maleza. Y corrió hasta donde se encontraban
sus aliados. --Por fin, Kaduk... por fin has llegado --exclamó
algo más aliviado el sujeto. --¿Y el resto del ejército? ¿Dónde está?
--preguntó Manssul. --Todos muertos, también redujeron nuestras
catapultas a cenizas con flechas de fuego... y como si esto fuera poco ya no tenemos semillas
para recuperarnos. Así no podremos ganar esta batalla.
--¡Aberraciones del infierno! Todos ustedes se han vuelto unos cobardes dependientes de
esas estúpidas semillas... en este momento deberían estar peleando y no escondidos tras
las rocas como niños asustados. --Pero Kaduk...
--¡Cállate! ¿Dónde esta Sá***? --El General se encuentra dentro de la fortaleza,
atrapado en la plaza con algunos de los nuestros, a esta altura, dudo que siga con vida --comentó
uno de los Capitanes, apenado. --Iré en su ayuda, estén atentos a mi señal.
--Espera Kaduk. ¿Y los refuerzos? --Los estás viendo --dijo al salir corriendo
hacia la entrada en donde se encontraba la enorme puerta de madera.
Kaduk hizo explotar una esfera celeste. El humo lo mantendría oculto... con gran rapidez
y antes de que la niebla se disipe, el hábil guerrero ingresó sin ser visto.
El lugar estaba lleno de askianos y trilianos caídos, no tuvo más que seguir el camino
repleto de cuerpos para encontrar la plaza. Al llegar al sitio, divisó varios tótems,
y detrás de uno de ellos, encontró a Sá***. Marchando a toda prisa y eludiendo pivotes,
llegó hasta donde se refugiaba su amigo. --¡¡Kaduk!! Que bueno que estés aquí.
Es un placer verte, aunque las circunstancias no sean las mejores --dijo el General, un
tanto exhausto. --Lo mismo digo, viejo amigo.
--Estos nativos son difíciles de derribar. Aun así me las he arreglado para eliminar
a unos cuantos, pero esos arqueros... nunca dejan de tirar, no se cansan. Llevo horas
esperando que cesen el fuego, pero no lo hacen. Parecen ser más resistentes que los guerreros
Moll --expresó Sá***, con un tono de preocupación. --Tranquilízate compañero, deben tener algún
punto débil... todos lo tienen. Mientras se protegían tras el tótem, Kaduk
comenzó a observar el lugar, tratando de encontrar algo que los sacara de ese aprieto.
--Sá***, ¿qué es eso? --¿Qué cosa?.
--Ese extraño humo oscuro que rodea las copas de los árboles.
--No lo sé. Desde que llegamos que está en el ambiente.
Fue entonces cuando Kaduk hizo memoria sobre los rumores de los Askianos y recordó algo
que le había comentado un viejo guerrero. --Espera un momento, Sá***... una vez me
contaron que estos aborígenes inhalan grandes cantidades de humo antes de cada guerra, dicen
que de esa manera sus ancestros ingresan en sus cuerpos y les protegen el alma, liberándolos
del cansancio y el dolor... Amigo mío... ¿Qué pasaría si pudiésemos disipar ese
humo de alguna manera? --Se sentirían exhaustos, y recaerían sobre
ellos arduas horas de actividad... ¡Es una buena idea, Kaduk!
-Exacto, ahora debemos descubrir de dónde proviene esa bruma... la fuente de su fortaleza.
Ambos guerreros comenzaron a moverse de un lado a otro. Iban de tendal en tendal, siguiendo
los rastros de humo, eludiendo las púas de acero que volaban hacia ellos. Hasta que finalmente
encontraron el origen del problema, una pequeña carpa, con un gran orificio en la punta, de
la cual se elevaban gruesos hilos negros de espesa bruma.
Ambos guerreros se sorprendieron al ver que tamaña niebla provenía de la carpa más
pequeña de todo el pueblo. Sá*** se adelantó y cortó la lonja de cuero con su fina espada,
dejando al descubierto a un robusto indio de músculos hinchados, sentado en cuclillas.
El sombrío nativo aspiraba grandes cantidades de toxinas de una enorme y rústica pipa,
liberando interminables cantidades de humo por su nariz y boca...
--¡¡Levántate y pelea detestable Askiano!! --gritó Dúc.
Entonces, el Roba Almas decidió darle el gusto, y se puso de pie. El aborigen estaba
conformado de puro músculo y rabia, completamente erguido, llegaba casi a los tres metros de
altura, convirtiéndolo en un tótem viviente. --¡¡Cuidado!! --advirtió, Kaduk.
El gigante apretó la gran pipa con ambas manos y comenzó a balancearla de un lado
a otro, intentando golpear al General. Sá*** esquivaba los ataques con dificultad a causa
de tan pesada armadura. El desesperado hombre, caminó hacia atrás, y sin darse cuenta trastabilló
con un acorazado caracol de piedra... el askiano siguió lanzando sus ataques, y esta vez,
logró impactar la enorme pipa contra el pecho del General... Dúc se elevó sobre el terreno
y cayó desplomado al lado de Kaduk. El indígena soltó los inservibles pedazos
de madera que quedaron en sus manos, y corrió con desquicio en la mirada hacia donde se
encontraba Manssul. --¡¡Mierda, Sá***, levántate!!... -- El
General no respondía, sólo intentaba recuperar el aliento tomando grandes bocanadas de aire.
Su armadura estaba un tanto abollada por el impacto, cualquier blindaje corriente no hubiese
soportado tal golpe, afortunadamente, las armaduras de los Generales de Triliaz estaban
construidas con metales y aleaciones especiales. Kaduk desenfundó sus espadas curvas y se
puso en guardia. La mole de músculos se dirigía rápidamente hacia él completamente enloquecido
por la gran cantidad de ponzoña que llevaba dentro del cuerpo. Justo, antes del impacto,
Sá*** logró recuperarse y levantó levemente su pie, he hizo tropezar al nativo, el que
cayó de rodillas al suelo. Al darse cuenta de que aún no había vencido a Dúc, el salvaje
se enfureció aun más y lo tomó por el torso con una de sus enormes manos, alzándolo por
los aires. Apoyó su otra mano en el pecho del General y comenzó a pronunciar un extraño
lenguaje. --¡¡Whanka, Majía -- Jinúdu -- Majía!!...
¡¡Whanka, Majía -- Jinúdu -- Majía...!! --los ojos del coloso se tiñeron de blanco,
perdiéndose de la realidad del mundo. La mole de piel trigueña, estaba ejecutando
un ancestral ritual indígena... El general, por mucho que lo intentara, no
podía zafarse. En ese momento, Kaduk se percató de que el
gigante quería apoderarse del alma de su compañero. El joven guerrero dejó sus dudas
de lado, y decidió entrar en combate. Una flecha voló, y se incrustó en el hombro
del muchacho, los arqueros, debilitados, se esforzaban en su saña por seguir tirando.
--¡Malditos sean, askianos! ¡¡Ahora, entren ahora!! --gritó furioso.
Los soldados que aún se encontraban en las afueras del pueblo comenzaron a ingresar por
la puerta principal. --¡¡Eliminen a esos arqueros, de prisa!!
--Al voltear, Kaduk notó como lentamente se desprendía el alma del cuerpo de su amigo.
Una estela de color celeste claro rodeaba la garrafal mano del feroz nativo, dispuesto
a apoderarse del espíritu de un mortal. --¡¡¡Noooo!!! --El ambidiestro saltó y
clavó ambas espadas en el brazo derecho del gigante. El coloso lo miró, y con su otro
brazo lo golpeó sin soltar a Dúc. Kaduk cayó al suelo, e instintivamente se puso
de nuevo en pie. --¡¡Askiano del inframundo, no voy a permitir
que le robes su esencia!! --El rostro de Sá*** se tupía de arrugas a medida que soplaba
el viento. Kaduk guardó una de las espadas y sacó su última esfera celeste. Nuevamente
dio un gran salto y clavó su espada en el hombro del indígena para darse más impulso...
voló un metro por sobre la cabeza del mismo y al caer logró introducir la pequeña esfera
en la boca del askiano. La mole comenzó a atragantarse y soltó a
Sá*** Dúc... en ese instante Kaduk arrastró al General por los suelos, alejándose rápidamente
de allí, el coloso se estaba ahogando, no podía respirar y no tuvo más remedio que
tragar la esfera. --¡¡Coft, Coft!! --el descomunal nativo
comenzó a toser tomándose la garganta. Se quejó, y de repente.... la píldora reventó
en su vientre. El nativo quitó las manos de su cuello y se derrumbó sobre el suelo
despidiendo grandes cantidades de humo por su nariz, boca y orejas.
Sá*** comenzó a retomar lentamente el color natural de su piel, y su aspecto volvió a
ser el mismo. --Gracias amigo, me has salvado la vida.
--No tienes nada que agradecer... Siempre batallaremos juntos, y hasta el final.
La conquista había sido un éxito, el gigante fue vencido y los arqueros fueron despojados
de sus armas y estaban bajo control. Askian, era a partir de ahora, propiedad de Triliaz.
Descripción de objetos, razas, flora y fauna.
Jinetes de Mólogor: humanos pacíficos, viven cerca de los bosques y no les agradan las
grandes ciudades, son amantes de la naturaleza. Los caballos son sus animales predilectos,
como ellos, nadie los cuidará en la Divina Tierra.
Árbol de la Vida: Éste tipo de árboles da semillas mágicas o semillas de Gorna,
como solían llamarlas la mayoría de los magos. Estas semillas eran utilizadas para
recuperar ejércitos enteros en el campo de batalla, las cuales son capaces de cerrar
cualquier herida, ya sea mortal o no. Estos árboles llegan a medir hasta doscientos cincuenta
metros de altura, por lo que se los ve desde largas distancias.
Muchas gracias por escuchar el primer capítulo de Crónicas de la Divina Tierra, La caída
de los Manssul. Hasta la próxima.