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Cuando uno visita la ciudad de San Pedro de las Colonias
en una de las calles que rodean la plaza de armas
se encuentra
una hermosa construcción de cantera
de principios del siglo XX.
Y que es la actual sede del "Museo Madero".
Su interior nos ofrece una perspectiva sobre los personajes y
sucesos
más destacados de la época revolucionaria.
Residencia ideal
para el hombre que fue
el más rico de la Región Lagunera
Pero eso
sería desconocer
la personalidad
de Francisco Madero.
La verdadera residencia que habitó en San Pedro el hombre
que terminó con 30 años de porfirismo
ésta a unos cuantos metros de la suntuosa "Casa de Cantera"
y que, hoy,
es la Casa de la Cultura de la ciudad.
En esta sencilla construcción
Francisco pasó su vida de soltero y de casado
con total austeridad.
Esta residencia,
que fue la cuna ideológica del movimiento revolucionario de 1910
dio hospedaje y alimento a forasteros
alojó a familias completas sin recursos por largas temporadas
y cerca de 50 niños recibieron diariamente, aquí,
sus alimentos.
En 1896, era muy común ver al joven Madero
recetar medicamentos homeopáticos
práctica aprendida de su padre y de su tío Catarino Benavides
para curar las dolencias de sus trabajadores
quienes vivían en sus propiedades en condiciones higiénicas
y con buenos salarios.
José de Jesús Campos Luján
un joven guerrillero perteneciente a una rica familia de "La Laguna"
quien en 1912 se levantó en armas contra la presidencia de Madero,
decía que:
"No hay mejor amigo,
ni hombre más bueno
y más virtuoso que "Pancho" Madero
en toda "La Laguna".
Pero, ¿cómo era Francisco I. Madero?
Según varios de sus contemporáneos, Pancho
era moreno
y pequeño de estatura.
De frente amplia y cabellos color castaño
con una ligera calvicie.
Ojos negros grandes,
vivaces y expresivos.
Bigote grueso y, desde su juventud,
barba estilo francés, esto es, de "piochita".
A su regreso de Europa,
Francisco dejó de ser un muchacho de salud frágil.
Adquirió una complexión vigorosa y agilidad de movimientos.
Como excelente nadador,
incansable jinete y gran caminante, Madero
tenía una resistencia física inagotable.
Sus ademanes eran típicamente norteños:
ásperos,
bruscos y arrogantes.
Su hablar era fuerte y claro
aunque su voz no era particularmente gruesa:
" ¡Soldados de la República! "
"Me dirijo a todos
a los que formaron parte del Ejército Federal
y a los que formaron parte del Ejército Insurgente...
...la guerra ha terminado."
"Todos lo mexicanos debemos celebrar
el hermoso triunfo que se ha obtenido."
"Ese triunfo ha sido obtenido por el pueblo
que fue el único que luchó
contra el único enemigo que era el dictador."
Su temperamento era nervioso,
padecía de hipertensión,
levantaba el hombro izquierdo como un "tic" nervioso
y padecía de migrañas que lo recluían
en un cuarto oscuro.
La personalidad de Francisco I. Madero
era la de un hombre bondadoso y sencillo.
Que, según su primo, Adrián Aguirre Benavides
lo expresaban
su mirada y expresión.
Madero tenía buen humor con todas las personas
especialmente con los humildes
y con la sonrisa a flor de labio.
Esa sonrisa, que Edith O'Shaughnessy
esposa del encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos
recordaba preferentemente.
La también periodista
escribió que: "...algo había en Madero de juventud,
esperanza,
y bondad personal."
En San Pedro de las Colonias usaba trajes blancos
o pantalones ajustados y camisolas.
Se bañaba dos veces al día en época de calor,
y usaba sombrero charro
o su casco favorito:
el "sarakof".
"Malaria, neumonía,
enteritis...
por no hablar de las enfermedades venéreas."
"Esta pobre gente lo padece todo, Gustavo."
"Pero tu no eres médico, Pancho."
"Ni ellos podrían pagar uno."
"Los ayudo con lo que aprendido de homeopatía."
"Podría redactar instructivos y folletos sobre el cuidado de la salud."
"¨Pero si te pones a pensar que...
...cuatro de cada cinco mexicanos son analfabetas...
...comprenderás que no servirían de nada."
Francisco era vegetariano y frugal en el comer.
Comía con sus peones
para conocer sus necesidades y miserias
que siempre trató de remediar.
Francisco Madero
buscó aliviar el dolor,
consolar las penas
y la escasez de recursos que padecían
los habitantes de San Pedro de las Colonias
en el Estado de Coahuila.