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En Chichicastenango existe una tradición que se remonta al siglo XVI.
Se trata de la danza del torito.
En aquella época los colonos empleaban a jornaleros indígenas para manejar su ganado
y estos se quejaban del mal trato que recibían.
Entonces se les ocurrió una manera muy peculiar de vengarse:
crear una danza donde el patrón fuese corneado por una res.
Sabemos que los mayas no tuvieron más remedio que codificar sus antiguas creencias
en los dogmas e imágenes impuestas.
En el Oriente de Guatemala encontramos el paradigma perfecto.
La ciudad de Esquipulas es fronteriza con El salvador y Honduras,
su Basílica es uno de los centros de peregrinación más importantes de America.
Todos los años miles de fieles vienen a adorar a su Cristo ***.
A finales del siglo XVI ésta era una zona conflictiva para los españoles.
Desde tiempos antiguos los portadores de la sagrada sal negra de las montañas lejanas,
los mercaderes de plumas, tejidos, obsidiana y jade
acudían a pedir la protección de Ek'chuak, el dios *** de los comerciantes.
Esta circunstancia fue aprovechada por los monjes
para construir una ermita y traer una imagen de Cristo.
La talla al principio blanca se fue oscureciendo con el humo de los cirios
y el paso del tiempo remodeló espíritus y tradiciones.
Las personas no entienden de manipulaciones creen en su fe,
y en sus corazones unos rezarán al legendario Ek'chuak
y otros al Santo Cristo *** de Esquipulas.
Chiquimula, el departamento fronterizo al que pertenece la ciudad de Esquipulas,
alberga en su territorio otro tipo de santuarios.
En una de las antiguas rutas de peregrinación se alza imponente el volcán de Ipala.
Rellenando su extinto cráter se halla una preciosa laguna rodada de bosques rebosantes de vida.
Perseguía por el infortunio, la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala
se muestra orgullosa de haber resistido el implacable embate de las fuerzas de la Naturaleza.
En su día la furia del averno le privó de la capitalidad y del nombre.
El tiempo y la paciencia de sus gentes ha podido resarcirla haciendo de la Antigua Guatemala
una de las ciudades más fascinantes de América y un valioso patrimonio de la humanidad.
El parque central, con su palacio y la catedral,
el famoso pasaje del Arco de Santa Catalina o las ruinas de Santa Clara,
son un claro exponente de sus magníficas edificaciones.
Caminar por sus calles y plazas nos permite transitar a través del tiempo
y tener la oportunidad de contemplar lugares y momentos perdidos.
Pero los placeres de La Antigua van más allá de la contemplación de los monumentos,
su gastronomía y sus confortables establecimientos hosteleros
reúnen unas condiciones inmejorables para el disfrute y el descanso del viajero.
Sus casas con tejado de barro, sus plazas y sus fuentes,
y el sabor de sus calles adoquinadas rezuman el encanto de lo antiguo,
algo que nunca, nada podrá arrebatarle.
Sus antepasados llegaron a un mundo nuevo raptados de su tierra y su sangre.
Son Garífunas, los pobladores de las playas del Caribe.
Al abrigo de la Bahía de Amatique, protegido de los vientos tropicales
se halla la ciudad de Livingston.
A principios del siglo XIX los Garífunas se asentaron en la desembocadura del río Dulce
y desde entonces esta población se ha convertido en un perfecto lugar de convivencia
entre diferentes razas y culturas.
Garífunas, Mayas-Q'eqchíes, Hindúes y Ladinos viven en perfecta armonía en este pueblo singular.
El aporte de tan variopinta mezcla de culturas le confiere su atractivo único.
El encanto de su población unido a su exuberante entorno
han convertido a Livingston en uno de los enclaves turísticos más importantes de Guatemala
En contraste con la oscura arena de las playas del pacífico
la Playa Blanca del Caribe guatemalteco destaca con sus aguas cristalinas y vegetación exuberante.
Este lugar paradisiaco solo es accesible por el mar
lo que le ha protegido del turismo masivo y la construcción de aparatosos edificios.
No hace mucho esta aguas eran surcadas por peligrosos bucaneros
en busca de tesoros y cargamentos almacenados aguas arriba.
En la actualidad la selva tropical del Río dulce
cuenta con la diversidad biológica más abundante del país.
Entre sus junglas, manglares, pantanos y ríos
este paraíso natural cobija a más de 400 especies de aves.
200 de peces y más de 150 especies de mamíferos de todos los tamaños.
Para proteger las bodegas de almacenamiento del Lago Izabal se construyó una torre de defensa.
Al no bastar para contener los asedios corsarios, se decidió construir el castillo de San Felipe Lara.
Varias veces reconstruida, la fortaleza permanece como testigo de batallas pasadas.
Después de nuestro apasionante viaje a través del tiempo por los maravillosos parajes de Guatemala regresamos a su capital,
construida sobre la legendaria Kaminaljuyú, ahora soterrada por la fuerza de la historia.
La misma que despojara de su rango a la antigua capital
y nombrase a la nueva Ciudad de Guatemala como el centro político, económico y cultural del país.
La Catedral metropolitana nos sitúa en medio de su corazón, la grandiosa Plaza Mayor.
A su lado encontramos el suntuoso Palacio Nacional de la Cultura,
núcleo vital de la ciudad durante la segunda mitad del siglo XX.
Los que diseñaron su interior tuvieron presente la forma de las construcciones realizadas en La Antigua,
como por ejemplo, el empleo del arte mudéjar.
El pasado se mezcla con el presente.
Ciudad de Guatemala es actualmente la metrópoli más populosa de Centroamérica,
una ciudad cosmopolita y moderna con una rica y variada oferta cultural y social.
Si su corazón está en la Plaza Mayor,
en la espectacular obra arquitectónica del Centro Cívico se encuentran algunas de las instituciones principales del País.
El Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias es una portentosa obra de arte.
La silueta de un jaguar y dos volcanes surgiendo de su fachada,
muestra el genio del arquitecto y escultor Efraín Recinos.
Hacia la capital han ido viniendo gentes de todas las regiones,
esto ha creado una rica sociedad multicultural donde se hallan representados todos los pueblos del país.
En los albores del siglo XXI
Ciudad de Guatemala se siente dispuesta a afrontar los retos que demanda la competencia internacional.
Su famosa hospitalidad y sus modernas infraestructuras
están suficientemente preparadas para hacer frente a este desafío.
Y es verdad. Después de buscarlos los hemos encontrado en el murmullo de sus heterogéneas y fecundas aguas,
en el susurro del viento de sus montañas, riscos y volcanes
y en el frescor de sus misteriosas y espesas junglas.
También lo sentimos en sus obras majestuosas y eternas,
en las que dejaron olvidadas y en las que todavía mantienen su espíritu.
En los momentos vivos y en los mágicos recuerdos.
Pero nada como el sentir de sus gentes.
De los pueblos, de las ciudades, del litoral, de la montaña,
todos son poseedores de un tesoro más importante que todas las demás maravillas: su corazón.