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Después del colapso de las grandes ciudades mayas,
el centro de su civilización se desplazó al Norte de la península de Yucatán.
Más tarde se produjo una peregrinación de diferentes grupos hacia el territorio de la actual Guatemala
predominando entre ellos la nación Quiché.
En este largo viaje se encontraron con lugares tan extraordinarios como el monumento natural de Semuc Champey.
Su nombre significa "agua sagrada que se esconde en la piedra".
Situado en el departamento de Alta Verapaz al sur de las selvas del Petén,
el valle de Semuc Champey está rodeado por un bosque tropical habitado por una gran diversidad de flora y fauna.
Es un verdadero paraíso de cuevas, ríos, bosques, manantiales y cascadas.
El causante de todos estos prodigios es el legendario río Cahabón.
Para los aventureros amantes de la practica del rafting,
siempre ha sido una poderosa tentación, navegar en sus impetuosos rápidos.
No lejos del bullicioso Cahabón los antiguos Mayas custodiaban el acceso al inframundo.
Son las Cuevas de Candelaria la mayor red subterránea de América Latina.
Para los remotos pobladores estas cuevas eran un canal de comunicación con los dioses
dado que creían que aquí se encontraba la entrada a Xibalbá.
Los miles de objetos, huesos, carbón y ceniza, encontrados en sus cavidades
delatan la realización de estas ceremonias sagradas.
Hoy en día los mayas antes de entrar en la cueva, realizan una ceremonia de purificación.
Un cambio de estrategia menos agresiva en la forma de conquistar estos territorios por parte de los españoles,
determino que estos parajes de Tezulutlán, Tierra de Guerra,
cambiasen el nombre por el de Verapaz.
Como testimonio de aquel episodio, surge Cobán.
Actualmente es una encantadora ciudad de 70.000 habitantes
y la capital del departamento de Alta Verapaz.
Y en un rincón de las Verapaces, concretamente en el departamento de Baja Verapaz
habita un mito viviente.
El Estado de Guatemala, las comunidades indígenas que aquí viven
y los propietarios de diversas reservas privadas
han unido sus esfuerzos para crear el Corredor Biológico del Bosque Nuboso.
El resultado es un magnífico hábitat para proteger la diversidad de cientos de especies de animales y plantas.
Los mayas lo llaman pájaro serpiente,
el ave que tiñó de rojo su pecho con la sangre del guerrero Quiché, el gran Quetzal.
Es el ave nacional de Guatemala. Simboliza su libertad, autonomía e independencia.
Nuestra singladura por las Verapaces finaliza en Rabinal "El lugar de la hija del señor".
Esta ciudad está considerada como uno de los centros más importantes de la cultura popular tradicional de Guatemala.
Desde tiempo inmemorial sus pobladores han creado verdaderas obras de arte
trabajando el barro con maestría.
Mateo invoca a los espíritus de sus antepasados a través del fuego sagrado.
Hace ochocientos años hubo aquí una gran batalla,
Rabinal Achí hijo del rey de los Rabinales capturó a Kiché Achí,
líder de los quichés, quien al no someterse, fue ejecutado.
Para los Mayas Achíes de Rabinal sus espíritus siguen entre ellos.
Los dos son héroes, porque buscaron lo mejor para su pueblo.
Si los Achíes se establecieron en las Verapaces, más al oeste encontraron su hogar los Mames,
y aquí sobre la cumbre del volcán Chicabal se encuentra el "agua del espíritu dulce" su laguna sagrada.
Allá por el año 1300 el pueblo Quiché sometió a los Mames
y llamó a estos parajes Xelajú Noj, "El lugar de las diez ideas".
Cuentan que Tecún Umán viendo que el invasor se aproximaba
se puso al mando de un ejercito de 10.000 guerreros.
En la batalla, Tonatiuh, como así llamaban a Pedro de Alvarado dio muerte a Tecún Umán.
El príncipe Quiché llevaba un manto de plumas de Quetzal.
En honor a su bravura desde entonces este territorio se conoce como
el lugar de los quetzales: Quetzaltenango.
Xela, como aún se sigue llamando,
se ha convertido en una ciudad monumental que atesora su tradición ancestral
y su reciente pasado de riqueza arquitectónica.
Hace 84.000 años estalló la tierra.
Una de las mayores erupciones volcánicas de las que se tiene constancia
rediseño un nuevo paisaje creando con el paso del tiempo uno de los lugares más bellos del planeta.
El lago de Atitlán.
De este espectacular cataclismo surgieron los tres magníficos volcanes que parecen proteger el paraíso:
el Atitlán, San Pedro y Tolimán.
El centro neurálgico del lago reside en Panajachel.
Su infraestructura hostelera es una de las más importantes del país.
En sus muelles se pueden encontrar diferentes alternativas
para disfrutar deslizándose por la superficie del lago.
Y en los bosques cercanos, los amantes de las actividades intrépidas
pueden encontrar la aventura perfecta.
Pero Panajachel guarda además en su interior una verdadera joya arquitectónica.
Se trata de su Iglesia Parroquial construida en el año 1567.
Esta declarada Monumento Nacional Arqueológico.
Como sucedió en las demás regiones,
los mayas venidos del norte de Yucatán también se establecieron en estos bellos parajes.
Concretamente los Caqchikeles.
En Santa Catarina Palopó, los actuales Mayas -- Caqchikeles
mantienen sus tradiciones ancestrales con orgullo.
Las mujeres siguen tejiendo sus vestidos a mano,
los hombres cortan la leña para los hogares
y el pueblo sigue consultando a sus chamanes sus problemas mundanos y espirituales.
Antiguamente sus pescadores tenían el exclusivo privilegio de pescar en el Lago Atitlán.
Ahora la captura de cangrejos y pescados la comparten con los demás pueblos ribereños.
Las vistosas blusas, llamadas güipiles y las demás prendas de vestir,
son confeccionadas con hilo de algodón por medio de una práctica milenaria: El telar de cintura.
El tejido se estira entre un apoyo y el cuerpo de la tejedora.
La operación es fatigosa ya hay que ajustar y mantener constantemente la tensión del hilo.
El cuerpo se balancea, hacia delante y hacia atrás.
Es la danza silenciosa de las tejedoras de Palopó.
Temiendo que los españoles pudiesen destruir a su dios Huyup Takah,
el pueblo Quiché de la antigua Chuvilá, lo llevó a la cima de este cerro.
Desde entonces es su monte sagrado. Le llaman el cerro de Pascual Abaj.
Tomasa de Ignacio es Chamán,
sube con una amiga a celebrar una ceremonia al altar sagrado.
Después de limpiar el lugar dibuja el circulo del mundo
y en su interior una cruz que simboliza los cinco puntos esenciales:
la salida del sol y del viento, y el centro del cielo y la madre tierra.
Los colores de las velas tienen su significado.
El verde, la naturaleza. El azul, el cielo.
El blanco la pureza y el rojo, el amor.
Los mayas tuvieron que reinterpretar el significado de sus ritos y sus imágenes sagradas,
ahora después de tantos años
Tomasa reza en el altar de Pascual Abaj donde conviven el dios maya y la cruz cristiana.
Chuvilá significa el lugar de las ortigas
pero los españoles escogieron el nombre náhuatl de la planta para designar a la ciudad.
Mas adelante se le añadió el de su patrono y pasó a llamarse Santo Tomas Chichicastenango.
Hoy es día de mercado y todos aquellos que pueden vender algo se desplazan a la ciudad,
desde todos los puntos de la comarca a ofrecer sus productos en un espectacular mercado indígena
que apenas ha cambiado con el pasar de los siglos.
Los bonitos tejidos hilados, mascaras y artesanía de todo tipo
envuelven las calles al paso de los viandantes.
En el mercado central el trasiego no es menor.
Sus puestos de frutas y verduras dibujan un gigantesco bodegón viviente de colores fascinantes.