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Hace unos meses el Instituto Francés de Madrid
albergaba una exposición que llamaba la atención
por lo inclasificable de las obras que la componían.
Una sucesión de paisajes inciertos,
de realidades ampliadas,
en las que nada es lo que parece a primera vista,
invitaban al espectador
a reflexionar sobre las formas que adopta la materia,
sobre su naturaleza misma,
y a dejarse llevar por las sensaciones
producidas por la exposición a la sorpresa de cada nueva obra.
Dominique Forest, el artista detrás de estos trabajos,
en los que parecen converger caprichosamente
la escultura y la orfebrería,
es un francés afincado en Madrid que nos abre las puertas de su taller,
una especie de Wunderkammern o Gabinete de Curiosidades,
lleno de pistas a través de las cuales poder interpretar su obra.
Una obra tan difícil de catalogar
como de anclar en las tradiciones artísticas conocidas,
sin caer en el reduccionismo.
Es una pregunta que me la he hecho yo mismo,
y la verdad es que no sé como contestar.
Pero, alguna vez me acuerdo de un galerista de Madrid,
le enseñé un catalogo de mis trabajos, lo miró y me dijo,
es que tú no eres vendible, porque no eres homogénico,
y está es una opinión que no comparto.
Es un artista singular que entronca con la noción más primera,
la noción renacentista del artista como inventor.
Dominique es un inventor de formas y de mundos,
como en realidad deberían de ser todos los artistas,
o serían todos los artistas si no fuese porque, a veces,
se quedan entrampados en los circuitos comerciales,
y eso les produce una repetición incesante de sí mismos.
Sin buscar más allá,
sin estar en ese proceso de investigación constante,
que caracteriza a Dominique.
Fuimos, con mi asistente francés, a casa de Dominique Forest un día,
yo no sabía a que atenerme, no sabía exactamente a donde iba,
y nos encontramos, de repente, en un apartamento increíble,
una especie de cueva de Alí-Babá, con cosas muy raras, estupendas,
cosas de madera, producciones de mármol, metálicas,
y un surrealismo, algo que nunca había visto antes,
objetos muy divertidos, y yo noté inmediatamente, de mucho humorismo.
Así lo diría, una estética humorística.
Este señor me pareció fantástico, como un sabio salido de un tebeo,
como un profesor Tornasol de las aventuras de Tintín,
qué raro este señor, y él me explico muy bien todo lo que hacía,
y entonces se animó, y yo dije,
tenemos que organizar una exposición en el Instituto Francés,
porque este señor ha producido cosas estupendas
y hay que mostrarlas al público.
Paisajes urbanos imposibles,
mapas que nos remiten a ciudades
que cada uno de nosotros identificará en función
de nuestras propias experiencias,
a través del filtro de nuestra percepción y nuestros deseos.
Fragmentos de naturaleza compuestos de objetos y elementos,
en muchas ocasiones encontrados y recuperados como componentes,
sabiamente ensamblados, de unos trabajos en los que
el total es siempre mayor que la suma de las partes.
El artista se convierte, en este caso,
en un avezado detector de lo insólito,
capaz de intuir la potencialidad de objetos,
en principio, desechados e inservibles.
Esto ha llevado a que, en no pocas ocasiones,
se le haya tratado de encasillar
en la corriente del conocido como arte reciclado,
una etiqueta que no termina de definir
una obra tan heterodoxa como la de Dominique.
El reciclaje, es una verdad,
pero, en el fondo yo no hago cosas pensando reciclar, lo siento,
cuando encuentro cosas en los contenedores,
me pregunto qué se puede hacer con esto, y entonces me lo subo,
y alguna vez se quedan ahí archivados,
y otra vez, se utilizan, se le da salida.
Si vamos a su estudio, es como una especie de antro de las maravillas,
en que él sabe ver lo que hay dentro de un trozo de material de desecho,
sea este un cartón, una rama de árbol,
un trozo de puerta, un hueso,
está siempre en un proceso de descubrimiento de formas,
y de descubrírnoslas a nosotros, al espectador,
por medio de esas creaciones que son como mundos en sí mismos.
Yo conocí a Dominique a través de uno de mis clientes,
y me quede sorprendido de la calidad que tiene a nivel artístico.
Su obra, aparte de ser una obra de arte reciclado,
también es muy surrealista, y a la vez, realista.
Son trozos, por ejemplo,
"La mala hierba" es un trozo de césped ampliado,
como si lo estuvieras viendo con lupa, y es tan realista que parece,
cuando lo miras de cerca, una foto, pero en relieve.
Es fantástico, a mí me gusta mucho lo que hace Dominique.
El principal proveedor mío es la calle.
Las cosas que se pueden encontrar por la calle.
Y, a partir de aquí, se pregunta ¿qué se puede hacer con esto?
El resultado final nunca se puede adivinar de antemano.
Lo más fácil de encontrar en la calle es material de madera,
a veces no, porque esto son puntas de tungsteno,
esto es de las máquinas de triturar los bordes de las aceras,
cuando se hace la operación asfalto, están desgastados y los he recogido.
Parece simple, cojo un elemento, una pieza
y lo pego, y creo un objeto artístico,
pero, va más allá, es más complicado que eso.
Todo es susceptible de ser utilizado.
El trabajo de modelar, evidentemente,
luego se hace un molde y se funde el bronce.
Los trabajos de modelaje como los retratos,
ahora voy a meterme con el desnudo femenino,
esto no se va a hacer con capsulas de Coca-Cola,
se va a hacer con barro, con arcilla,
y es otro camino.
Esto es 100% material encontrado.
Hay un poco de todo.
Hay tacones de zapatos de mujer.
Hay pies de cama, molduras, cepillos.
Ahí está para hacer encajes de bolillos.
Lo primero que veo es el espacio que voy a necesitar.
El soporte, porque esto, las esculturas son relieves.
Los relieves, tengo un bastidor, un soporte,
y a partir de esto, es rellenar un espacio,
de una forma intencionada, con material intencionado,
y aquí está el desarrollo.
Saber cómo va a terminar, pues no, no se sabe,
a la mitad del trabajo la cosa se pone un poco aburrida,
y entonces, muchas veces, se deja y se empieza otra pieza.
Para no estar trabajando continuamente con la misma pieza,
cualquier movimiento, puede ser nocivo para el resultado final.
Un tipo de obra como la de Dominique,
nos abre los ojos hacía las posibilidades,
la riqueza, las formas, de todo el mundo que nos rodea,
y nos hace artistas a todos.
Él es capaz de ver el Arte
hasta en las cosas más humildes o más cotidianas.
Frente a algunas de las obras de Forest
es imposible no evocar aquella frase de Picasso que afirmaba que
"la inspiración existe, pero hay que encontrarla trabajando",
frase rematada por aquella otra que recalca que
"la obra de arte es 10% de inspiración y 90% de transpiración".
Esta frase atrevida, no sé quién ha sido el primero que la ha dicho,
pero todos lo hemos vivido, lo hemos soportado, eso es así.
y no solo en el arte, en todo,
la gente que hace investigación médica,
transpirar es mucho más que inspirar,
es un trabajo de paciencia y repetición y repetición.
Conseguir al final, hay que asumir,
hay que llevarlo hasta la última consecuencia,
aunque cueste, porque hace falta mucha paciencia,
no se puede decir, ya lo dejo y se da por terminado,
hay que seguir, seguir, seguir,
hasta que se ve que no se puede añadir más, no se puede mejorar.
Pero hay que llegar hasta la última consecuencia, no abandonarlo.
Hay unas más laboriosas que otras, y hay obras que son espontáneas,
las espontáneas tienen un resultado bueno también,
pero no se puede pensar que esto es espontáneo,
las piezas que están basadas en la repetición de elementos,
no es espontáneo, se ve desde el principio cuál va a ser el resultado.
El propio Dominique confiesa que las fuentes de inspiración
a través de las cuales se conciben estas criaturas,
estas estructuras de un dinamismo tan extremo,
que por momentos parecen estar vivas,
pueden llegar a ser de lo más diversas.
E independientemente de que los materiales de partida
se organicen miméticamente,
o por el contrario, lo hagan de manera poética,
el resultado termina siempre dotado de una potencia visual
de profundo calado en el espectador.
El título se pone después, y muchas veces son amigos
que me dicen cómo llamarías esto, pues yo lo llamaría, adoptado.
La flor del mal, porque es una flor y como es negra,
y La mala hierba, refiriéndose a las hojas,
todos los nombres a posteriori.
Cuando se trata de un retrato, el retrato de mi hijo, por ejemplo,
la intención es que quede como es, que sea lo más atractivo posible,
e incluso mejorarlo un poco.
Esta es más intencionada.
Son astillas de madera.
Son maderas encontradas en estos repugnantes contenedores,
y consiste en fabricar las astillas y pintarlas.
Se titula "La mala hierba",
porque es una hierba mal cortada, desordenada.
Consiste en darle un poco relieve,
poniendo verdes oscuros en el fondo y más claros en las puntas.
Hicimos un viaje a China, visitamos un bosque de bambú,
y en China los bosques de bambú no se llaman bosques,
se llaman "mar de bambú".
Seguramente por el ritmo oscilante que tiene,
y los troncos están plantados, prácticamente, uno contra otro,
y ha salido esto.
Ya son varias las décadas
que este aficionado al flamenco lleva asentado en Madrid.
Precisamente fue su pasión por la guitarra flamenca
la que le trajo a España, en un primer momento,
una pasión que no le ha abandonado desde entonces.
Yo estudie flamenco, pero con partituras,
y mi profesor me incitó a hacer un viaje a España
y escuchar a los que tocan sin partitura.
Finalmente, en España, comenzó a realizar trabajos
que pronto lo vincularon con el mundo de la publicidad.
Pensándolo bien podría resultar casi paradójico
trabajar, durante años,
en una actividad destinada a estimular el consumo,
para luego seguir, convirtiendo en arte,
los desechos de esos productos que una vez se anunciaban.
El trabajo creativo de publicidad es muy complicado,
porque trabajas contra el tiempo,
viajas normalmente, he cogido hasta tres aviones en un solo día,
dormía en un hotel de 5 estrellas,
pero solamente dos horas, el tiempo de ducharse y marcharse,
y es un trabajo, es una forma excesiva de vivir,
y ahora es todo lo contrario,
no soy excesivo en nada, tranquilo, tranquilo, tranquilo.
Y el resultado, a mi gusto, es mejor.
He estado en los dos papeles, talento creativo y artístico,
he hecho campañas políticas,
a la vez, para dos partidos opuestos,
en distintas regiones de España,
por eso es el motivo de estos múltiples viajes,
he hecho trabajos de ilustración, que son mucho más agradables,
la ilustración también tiene su tiempo límite,
todos los trabajos de encargo son determinantes en cuanto al tiempo.
Cualquier material es susceptible de ser intervenido,
cualquier perspectiva digna de ser explorada,
cada obra es una experiencia sensitiva nueva, inteligente,
una suerte de realidad redescubierta, reinterpretada,
corregida y ensanchada.
La esencia de la obra de Dominique es inaprensible,
porque es descomunal y tiende a abarcar la totalidad de su trabajo,
esto hace que tratar de inscribir su producción
en una u otra escuela artística es limitar su riqueza expresiva,
además de resultar un ejercicio estéril,
lo cual no quiere decir que, el autor,
no tenga sus propias debilidades en materia estética.
A mí el artista que me merece mucha admiración es Chillida,
pero también me gustan los grandes clásicos, evidentemente,
y un escultor que he visto sus obras en Nueva York,
que se dedica a desnudos exageradísimos,
la visión obsesa del cuerpo femenino,
sobre todo del sexo femenino,
y me gusta realmente.
Se trata, Dominique, de un artista cuando menos singular,
algo más que un ilustrador, algo más que un escultor,
algo más que un diseñador, algo más que un dibujante,
un creador poseedor de un imaginario tan personal como universal,
una persona a la que cuando se le pregunta sobre el futuro,
responde con una sonrisa.
No hago previsiones, todo se hace sobre la marcha,
tranquilo, pero, sobre la marcha.