Tip:
Highlight text to annotate it
X
Estoy guardando mis posesiones en el mantón que mi madre llevaba al mercado.
Me voy del valle.
Esta vez no regresaré.
Aquí dejo 50 años de recuerdos.
Recuerdos.
Es extraño pensar que uno llegue a olvidar acontecimientos cercanos,
y sin embargo recuerde claramente acontecimientos del pasado lejano,
de personas que dejaron de existir años ha.
No obstante, ¿quién sabe lo que es real y lo que no?
¿Cómo creer que mis amigos han muerto
cuando mis oídos aún disfrutan de sus voces?
No. Lo negaré una y mil veces
puesto que en mi mente permanecen vivos.
Ninguna valla ni cerco encierra épocas pasadas.
Poder regresar y revivir lo que desees; si lo recuerdas.
Puedo cerrar los ojos y el valle presente desaparece,
reapareciendo el de cuando era niño.
Era verde, rebosante de vida.
En toda Gales no había uno más hermoso.
Todo lo que aprendí de joven me lo enseñó mi padre,
y he descubierto que en nada se equivocó.
Las lecciones que me enseñó permanecen tan claras en mi mente
como si las hubiera aprendido ayer.
En aquellos días, la escoria, los residuos de las minas de carbón,
apenas empezaban a cubrir la ladera de nuestra montaña.
No lo sufiiciente como para arruinar o mancillar la belleza de nuestro pueblo.
Las minas tan sólo empezaban a extender sus largos dedos negros por el valle.
Incluso ahora puedo oír la voz de mi hermana Angharad.
¡Huw!
¡Angharad!
Mi padre y mis hermanos eran mineros y estaban orgullosos de su ofiicio.
- Gwilym Morgan, tres libras con siete. - Gracias, señor.
lanto Morgan, tres libras con siete.
Ivor Morgan, tres libras con siete.
Davy Morgan, dos libras con cinco.
Owen Morgan, dos libras con cinco.
Gwilym Morgan hijo, una libra con diez.
Si alguien rompía a cantar,
el valle resonaba con el sonido de muchas voces.
Las canciones son para mi pueblo lo que la vista es para los ojos.
Nos lavábamos en el patio trasero.
Mi hermana Angharad se encargaba de llevar los cubos de agua caliente y fría,
y yo ayudaba en lo que podía
mientras mi padre y mis hermanos se frotaban el carbón de sus espaldas.
Se quitaban la mayoría, pero les quedaron restos para toda su vida.
Es la honorable distinción del minero,
y yo envidiaba a mi padre y a mis hermanos mayores.
Frotase lo que frotase, el Sr. Carbón se defendía y se burlaba.
Siempre había un buen pedazo de carne delante de mi padre.
Nunca hablábamos mientras comíamos.
No he conocido a nadie cuya conversación supere a una buena comida.
Mi madre siempre andaba con prisas,
siempre era la última en empezar a comer y la primera en terminar.
Si mi padre era el cabeza de familia, mi madre era el corazón.
Después de fregar los platos, se colocaba la caja sobre la mesa
y se repartía la asignación personal.
Nadie en nuestro valle había visto un banco.
Guardábamos nuestros ahorros en la repisa de la chimenea.
Mi padre siempre decía que el dinero era para gastarlo
de igual modo que se gastaba la fuerza e inteligencia en ganarlo,
y con el mismo buen grado.
Pero siempre debía tener un fiin.
Gracias, papá.
Cruzaba la calle corriendo, como lo había hecho cientos de veces.
Ahora despacio, el respeto por la iglesia fue lo primero que nos enseñó mi padre.
Ydirecto a la tienda de la señora Tossal
a por el toffee que se podía masticar horas; al menos me lo parece ahora.
Incluso cuando se acababa, tragabas saliva
y notabas el gusto escondido detrás de la lengua.
Aún lo saboreo ahora, después de tantos años.
Me hace recordar tantas cosas buenas que ya no existen.
Aquella misma tarde fue la primera vez que vi a Bronwyn.
Venía del valle de al lado para visitar por primera vez a mis padres.
¿Es ésta la casa de Gwilym Morgan?
Tú debes de ser Huw.
- ¿Eres tú, Bronwyn? - Sí.
Qué bonita eres.
Creo que fue entonces cuando me enamoré de Bronwyn.
Quizá sea ridículo pensar que un niño se pueda enamorar, pero yo soy aquel niño,
y nadie, excepto yo mismo, sabe lo que sentí entonces.
- Estoy muy orgullosa por Ivor. - Yo soy la que he de sentirme orgullosa.
¿Estás contenta con nuestro Ivor? Me parece que fue ayer
cuando pasaba por aquí como éste, con la boca abierta.
Huw, ésta es Bronwyn. Va a ser tu hermana.
Ya nos conocemos.
Ten cuidado con la cesta, hay un pastel de frutas dentro.
Esto no es para ti. Ya te llegará la hora. Vamos, fuera.
El señor Gruffydd, el nuevo pastor, sería quien casara a Bronwyn y a Ivor.
Venía de la Universidad de Cardiff.
Fue la primera vez que lo vi.
Éste es un hombre que no quiere, no puede y no debe emborracharse
Éste es un hombre que no se emborracha, Peter O'Pea
De mi talón a mi dedo, de mi dedo a mi rodilla
Andaré sobre la línea, entizaré la línea, Peter O'Pea
- Buenas noches, señor Morgan. - Lo son, señor.
- Disculpe. - Gracias.
AVISO A PARTIR DEL 3 DE AGOSTO
SE REDUCIRÁ LA PAGA A 1 CHELÍN, 2 PENIQUES EL TURNO
PARA TODA LA MANO DE OBRA DE ESTA MINA. C. EVANS, PROPIETARIO.
Vamos, muchachos, a trabajar.
Busca a Dai Griffiths y a Idris John. Que vayan al despacho del Sr. Evans.
- ¿Podemos ir nosotros? - No, es cosa de mayores.
- Vuelve a casa. - Pero...
Déjalo, Davy.
Venga, vamos.
- ¿Por qué no os habéis lavado? - Estábamos esperándote.
El recorte es sólo de unos chelines. Tendremos suficiente.
Prepara la cena, ¿quieres?
El precio del carbón ha bajado. No lo pagan como antes.
- A lavarse ahora. - ¿Podemos hablar antes, padre?
- Sí. - No te han dicho el verdadero motivo.
Llevamos esperando esto desde que cerraron la fundición en Dowlais.
¿Qué tiene que ver con nosotros?
Nos han reducido la paga porque ellos trabajan a cualquier precio.
Y es sólo el comienzo. Ya lo verás.
Reducirán y reducirán hasta que esto esté tan vacío como sus promesas.
- Los buenos tendrán buenos salarios. - No si hay tres para cada puesto.
¿Por qué van a pagar más si hay quien trabaja por menos?
Porque los dueños no son crueles. Son hombres, igual que nosotros.
Hombres sí, pero no como nosotros.
¿Te escucharon cuando fuiste a verlos?
- No. - Porque tienen el poder y nosotros no.
- ¿Y de dónde lo sacamos? ¿Del aire? - No, de un sindicato.
¿Conque sindicatos? Nunca pensé que oiría a mis hijos hablar de socialismo.
- Tiene sentido. - A menos que nos unamos...
- Ya he oído lo suficiente. - Pero padre...
A lavarse ahora.
Vuestra madre estará esperando.
¿Crees que puedo ver a mi padre trabajar bajo la lluvia y quedarme quieto?
Calla, Davy.
- ¿Quién te ha dado permiso para hablar? - Es demasiado importante.
- Intentan castigarte porque... - No más que los buenos modales.
¿Pero qué vamos a hacer? Morirás de frío cuando lleguen las nieves.
Unámonos y ya veremos cómo actuarán.
Los hombres se declararán en huelga en cuanto se lo pidamos.
Todos están dispuestos.
No seré el puntal de vuestra política, ni la excusa para ninguna huelga.
Si pueden hacerle eso al capataz, ¿qué no harán al resto?
Ya veremos. Ahora a callar. Terminad de cenar.
- Padre... - Se acabó.
- Pero... - Sigue con lo que hacías.
- No se acabó. - No te he dado permiso para hablar.
Siempre hablaré contra la injusticia, con permiso o sin él.
- En esta casa no. - En esta casa y fuera, padre.
- Deja la mesa. - Dejaré la casa.
- Pídele perdón a tu padre. - No lo haré.
Yo voy contigo. Encontraremos alojamiento en el pueblo.
Gwilym.
Todos, ¿eh?
Por última vez, sentaos. Acabad la cena. Será lo último que diga.
No cuestionamos tu autoridad, padre.
Pero si los buenos modales nos impiden decir la verdad, prescindiremos de ellos.
Coged vuestra ropa y marchaos.
- Iré con ellos para cuidarlos. - A callar. Sigue con los platos.
Sí, hijo mío, sé que estás ahí.
Los hombres se han declarado en huelga.
¿Qué significa, señor Gruffydd?
Significa que...
el valle ha perdido algo que nunca podrá reemplazar.
Regresa a casa con los tuyos, hijo. Hoy te van a necesitar.
Los hombres estuvieron 22 semanas en huelga hasta llegado el invierno.
Resultaba extraño ver a los hombres de día en la calle.
El miedo se palpaba.
El humor de los hombres empeoró
cuando sus estómagos vacíos y su desesperación se imponían a la razón.
Cualquier hombre que no fuera considerado un amigo se convertía en enemigo.
Ellos sabían que mi padre se había opuesto a la huelga
y ahora eran ellos quienes se oponían a él.
Huw, los hombres van a reunirse esta noche en la colina, ¿verdad?
- Sí, mamá. - Me llevarás allí.
No, mamá. No es lugar para mujeres.
Será lugar para esta mujer esta noche... Lo juro.
Esperad. Tenéis que oírme.
Soy Beth Morgan, como bien sabéis.
He venido a deciros lo que pienso de vosotros, ya que criticáis a mi esposo.
Sois unos cobardes por ir contra él.
Él nunca ha hecho, ni haría, nada que os perjudicara.
No sé cómo podéis sentaros junto a él en la iglesia, hipócritas.
Afirmar que está del lado de los patrones no es sólo absurdo, sino ruin.
Sólo diré algo más.
Si le llega a ocurrir algo a mi Gwilym,
encontraré a los culpables y los mataré con mis propias manos.
Lo juro por Dios Todopoderoso.
¡lanto! ¡Socorro!
Aguanta, mamá. Nos han oído. Ya vienen.
Estaba despierto hace un momento.
Se curará entonces, aunque no acabo de comprender cómo.
Sus hijos son más fuertes que un roble, señor Morgan.
A mi entender, este chico debería estar en un ataúd.
Es un Morgan, ¿no cree usted?
Debería de comer algo ahora, señora Ivor. Un poco de sopa...
y mucho cariño.
Mi caballo.
- Buenos días. Espere, espere. - Huw se despertó. Ha hablado con Bron.
- ¿Cuánto tardará en recuperarse? - Es difíícil de saber.
Las piernas se le congelaron. Un año o dos años, más o menos.
Pero no puedo prometer nada. La naturaleza ha de seguir su curso. Arre.
Cuidado con lo que dice. Creo que le ha oído.
¿Dónde está la luz que creía iba a ver en tus ojos?
¿Tienes miedo, hijo?
- ¿Oíste lo que dijo el médico? - Sí, señor.
¿Y lo has creído?
Sí, señor.
Tú quieres volver a andar, ¿verdad?
Sí, señor.
Entonces has de tener fe.
Si la tienes, volverás a andar, no importa lo que digan los médicos.
Pero dijo que la naturaleza debía seguir su curso.
La naturaleza es la esclava del Señor.
Recuerdo una o dos ocasiones en que se le ordenó cambiar su curso.
- Conoces las Escrituras, hijo. - Sí, señor.
Entonces sabrás que lo que se consiguió antes puede volver a conseguirse.
¿Me crees, Huw?
- Sí, señor. - Así me gusta.
Verás el primer narciso en la colina.
- ¿No es así? - Ya lo creo, señor.
Entonces así será.
Casi desearía
estar tumbado en tu lugar
con tal de volver a leer este libro por primera vez.
La isla del tesoro.
¿Señor Gruffydd?
- No podía dejarle ir sin agradecérselo. - Era mi deber, mujer.
No. Ha sido más que eso.
Sí. Huw es un buen chico.
Y vosotros sois una buena familia.
Será mejor que entres o te helarás.
¿Vendrá a comer algún día?
Sí. Más adelante, cuando terminéis con los médicos y demás.
- Entonces haré que se den prisa. - Perfecto.
"Habiéndome pedido el Sr. Trelawney, el Dr. Livesey y los demás caballeros
que pusiera por escrito todos los detalles sobre la isla del tesoro
de principio a fin, sin retener nada excepto la ubicación de la isla,
y eso solamente porque parte del tesoro aún permanece allí,
tomo la pluma en el año de gracia de 1785,
y vuelvo a los días en que mi padre regentaba la posada del almirante Benbow".
Todos aquellos ilustres libros han enriquecido mi mente desde entonces.
Ysiempre mantuve mi fe.
Los primeros meses mi madre permaneció arriba
y nos comunicábamos con golpecitos.
¿La primavera?
Ya está.
Con cuidado.
Así.
Espera.
La nieve se quedó en mi pelo.
Gwilym.
Menuda esposa tienes, en la cama mientras extraños cuidan de la familia.
No hay otra mejor.
No digas bobadas, hombre.
¿No vas a decir algo, madre?
Vamos, di algo.
¿Qué puedo decir?
Dijiste mucho la última vez. Ahora te será más fácil entre amigos.
Bueno...
Bueno... Entrad todos a comer.
¿Queréis más?
lanto.
Últimamente no te he visto en la iglesia.
- He estado muy ocupado. - ¿Con qué asuntos?, si puedo preguntar.
- Con los míos. - Sólo preguntaba civilizadamente.
Y yo respondo civilizadamente. He estado ocupado con el sindicato.
Los sindicatos son obra del diablo. Acabaréis mal.
Al menos no pierdo el tiempo diciendo tonterías en la iglesia.
- Oye... - Déjelo o me arrepentiré de lo que diga.
Éste es un asunto que hay que aclarar.
lanto, ¿por qué piensas que en la iglesia decimos tonterías?
Mi comentario no iba dirigido a usted.
Entonces dirígemelo a mí.
Está bien.
Ustedes pretenden ser los pastores del rebaño
y sin embargo permiten que éste viva en la miseria y en la pobreza.
Y si el rebaño pretende levantar la voz y quejarse,
ustedes lo tranquilizan diciendo que es la voluntad de Dios.
Ovejas. ¿Somos ovejas que un puñado de patrones pueden acorralar y esquilar?
A mí me enseñaron que fuimos creados a imagen de Dios, no de una oveja.
- lanto. - No he dado mi opinión
porque no quería interferir en una discusión familiar.
Tiene mi permiso para hablar.
Muy bien entonces. Esto es lo que pienso.
En primer lugar, formad el sindicato.
Lo necesitáis. Solos sois débiles, unidos seréis fuertes.
Pero recordad que la responsabilidad va unida a la fuerza.
No podéis vencer la injusticia con más injusticia,
sino con justicia y con la ayuda de Dios.
¿Está inmiscuyéndose en asuntos mundanos, señor Gruffydd?
Sus asuntos son espirituales.
Mis asuntos son los del hombre y el espíritu de Dios.
Los decanos se enterarán de que ha estado predicando el socialismo.
- Señor Parry... - Suelta al viejo diablo.
- Señor Parry... - Es nuestro invitado.
- Beth, dale unajarra de cerveza. - Un sartenazo es lo que le daré.
Señorita Jenkins, toque algo dulce con el arpa. Vamos, entrad.
Una bonita melodía...
Angharad.
Señor Gruffydd, siempre estaremos en deuda con usted. Ha reunido a nuestra familia.
Déjame ayudarte.
Sus manos. Qué pena.
No importa.
¿Ha trabajado alguna vez en la mina?
- Diez años. - ¿Diez años?
Cuando estaba estudiando.
- Le traeré jabón. - No te molestes, por favor.
Como todos los hombres, estropeando su mejor pañuelo.
Usted será el rey en la iglesia pero yo soy la reina en mi cocina.
Tú serás la reina siempre que quieras.
¿Qué quiere decir?
No tendría que haberlo dicho.
¿Por qué?
No tengo derecho a hablarte así.
¿Señor Gruffydd?
Si he de darle yo ese derecho,
ya lo tiene.
La huelga se resolvió con la ayuda del señor Gruffydd y de mi padre.
A trabajar duro, para borrar el recuerdo de la inactividad y la privación.
Aquella mañana los hombres subían contentos la colina.
- Ciento nueve. - Ciento diez.
Pero no todos, pues ahora eran demasiados para los puestos disponibles,
y algunos descubrieron que nunca volverían a trabajar en su propio valle.
Ocurre lo mismo en todo el sur de Gales.
Padre, en Cardiff los hombres hacen cola para obtener pan del gobierno.
Nosotros no queremos eso, ¿verdad?
Cogeremos nuestra parte del dinero y nos iremos, con tu permiso.
- ¿Adónde iréis? - A América.
- Puedes llevarte mi parte, Owen. - Y la mía.
No. Sólo la nuestra.
- No aceptaremos caridad. - No es caridad, es sentido común.
No, sólo nuestra parte.
No digáis nada de esto a vuestra madre. Primero dejad que pase el día.
No hace falta ocultar nada.
Lo he oído.
A América.
Mis hijos.
¿Hijos, qué os parece si leemos un capítulo?
¿Cuál, padre?
Isaías 55.
Ya se nos van dos. Esto es sólo el comienzo.
Acabaréis yéndoos todos, uno por uno. Todos vosotros.
Yo nunca te dejaré, mamá.
Huw, si tú me dejas algún día, me arrepentiré de haber tenido hijos.
¿Por qué los tuviste?
Válgame Dios, hijo. ¿Por qué?
Quizá para verme con el agua hasta el cuello.
Para el señor Ivor Morgan.
Del castillo de Windsor.
"El señor Ivor Morgan ha de presentarse ante su Maj...
El señor Ivor Morgan ha de presentarse ante su Majestad en el castillo de Windsor
con los miembros que él elija de su coro el 14 de mayo entre las tres y las cinco".
Para cantar ante la Reina.
Hijo mío, nunca pensé que llegaría a ver un día tan hermoso.
Idris, Owen, todos vosotros. Llamad a los de los valles de los alrededores.
Davy, vete a todas las minas. Invita a todo el mundo.
lanto, vete a la taberna a por cerveza. Tenemos fiesta esta noche.
Hijos míos, tendréis una despedida digna de un Morgan.
Padre Celestial, te doy gracias de todo corazón por este día.
Te doy gracias por todo lo que tengo, así como por esta nueva bendición.
Tú eres nuestro Padre y consideramos a la Reina como nuestra Madre.
Ayúdala con sus problemas, oh Señor,
y que sus preocupaciones no sean mayores de las que pueda soportar a su edad.
Y concede tu gracia, fuerza y espíritu
a estas voces que cantarán según sus deseos.
- Amén. - Amén.
Gwilym. Owen.
Buenos días, señor Gruffydd. Angharad ha ido al mercado.
¿Angharad?, he venido a por Huw.
¿A por Huw?
- Han salido los narcisos, mamá. - ¿Dónde tienes la ropa?
Debajo de la almohada. Lista durante todos estos meses.
Vamos, que le traerás un ramillete digno de una reina
a tu valiente madre.
Eso haré, señor.
- Casi estamos, Huw. - Sí, señor.
- Un puente bajo. Cuidado. - Qué divertido.
- ¿Estás bien? - Sí, señor.
- ¿Estás bien? - Sí, señor.
Ahora con cuidado.
Ya estamos.
El valle Rhondda.
Huw, puedes caminar si lo intentas.
Vamos, muchacho. Puedes andar.
Huw. Anda.
Así me gusta. Vamos.
¿Lo ves?
Buen chico.
Has tenido mucha suerte, Huw.
Suerte por sufrir y suerte por pasar todos estos meses en cama.
Dios te ha dado la oportunidad de forjar tu espíritu.
Y del mismo modo que tu padre limpia su lámpara para obtener buena luz,
tú has de limpiar tu espíritu, ¿eh?
¿Cómo, señor?
Rezando, Huw.
Y con ello no me refiero a hacer aspavientos
con sentimentalismos religiosos.
La oración es otra manera de pensar limpia y rectamente.
Cuando reces, piensa.
Piensa bien lo que dices.
Convierte tus pensamientos en cosas sólidas,
de ese modo tus oraciones tendrán fuerza.
Y esa fuerza formará parte de ti, de tu cuerpo, de tu mente y espíritu.
Y el primer cometido de estas piernas será llevarte a la iglesia este domingo.
- Así lo harán, señor. - Eres un buen chico.
Dame la mano.
Adelante.
¿Les importaría permanecer sentados? Habrá reunión de decanos.
Meillyn Lewis.
Acércate.
Tus pecados te han descubierto.
Tendrás que pagar por ello como todas las mujeres de tu calaña.
Has traído un niño al mundo en contra de los mandamientos.
Las oraciones no te sirven de nada.
Serás expulsada a las tinieblas hasta que aprendas la lección.
Meillyn Lewis, ¿confiesas tu pecado?
Sí.
Entonces prepárate para sufrir el castigo.
Ya basta. Dejadla en paz, hipócritas.
- Espere, señor Morgan. - Siéntate.
Angharad.
¿Cómo pudiste quedarte ahí sin más? Viejos crueles ensañándose con esa pobre.
Ésa no es la palabra de Dios. Jesucristo dijo: "Vete y no peques más".
Angharad.
- Conoces bien la Biblia pero no la vida. - Sé que Meillyn Lewis no es peor que yo.
- Angharad. - ¿Qué sabrán los decanos?
¿Qué sabrás tú de lo que le puede pasar a una pobre chica...
cuando ama tanto a un hombre que el no verlo es una tortura?
- ¿Te duele, Huw? - Tranquilo.
¿Huw?
Angharad.
Ahora soy un hombre. Haz el favor de salir de la cocina.
Así que ahora eres un hombre, ¿eh?
Beth. Blasfemia, sacrilegio e hipocresía.
¿No puede un hombre leer el periódico el domingo?
Déjanos en paz.
Adelante.
Pase.
Qué demonios...
- Buenos días, Morgan. - Buenos días, señor Evans.
- Siéntese. Siéntese, señor. - Gracias.
El señor Evans.
El dueño de la mina.
Angharad.
- Iré al grano. - Sí, señor.
Estoy aquí en una misión muy delicada, Morgan.
- ¿Algún problema, señor? - No, ninguno.
- Pero hay algo que me preocupa. - Sí, señor.
He venido a pedirle permiso
para que mi hijo lestyn
obtenga permiso...
- Jesús, Morgan. - Gracias, señor.
- ¿Qué estaba diciendo? - ¿"Permiso"?
Sí, que mi hijo lestyn
obtenga permiso, con el permiso de su hija,
para visitarla. Ya lo he dicho.
Somos una familia muy orgullosa, señor Evans.
Lo sé. Lo sé, Morgan.
Yo no tengo nada que ver con esto, Morgan. Es el mocoso de...
Señor Evans. Su hijo tiene permiso para hablar conmigo.
Gracias, Morgan. Se lo agradezco mucho.
Sí, señor.
Es la buena sangre galesa, ya sabe, ese tipo de cosas.
- Se lo agradezco mucho, Morgan. - Sí, señor.
Beth.
Ven, ven. Mis zapatos, coge mis zapatos.
Muchacha, sube a tu habitación. ¿No tienes pudor? Sube.
Esa mano... Mis zapatos, busca mis zapatos.
¿Por qué no os ponéis las chaquetas?
¿Señor Morgan?
Siéntese.
Ésta es mi esposa, la señora Morgan.
¿Cómo está?
Señor Morgan, he venido a pedirle permiso para hablar con su hija Angharad.
Éstos son mis hijos.
Sí, ya los conozco.
Jesús.
No deberías estar aquí.
No podía pasar otra noche sin saberlo.
¿Qué ha pasado? ¿Ocurre algo?
- ¿Que si ocurre algo? - Sabes a qué me refiero.
¿Por qué has cambiado tu actitud conmigo? ¿Por qué me tratas como a una extraña?
¿Acaso he hecho algo?
No.
La culpa es mía.
Tu madre habló conmigo después de misa.
Está contenta porque no te faltará de nada para el resto de tu vida.
Con lestyn Evans.
- Es un buen partido. - No le quiero.
Te quiero a ti.
¿Angharad?
También yo he pasado muchas noches tratando de resolverlo.
Cuando acepté este trabajo sabía lo que significaba.
Significaba sacrificio y devoción.
Significaba darlo todo... sacrificando el resto.
Estaba totalmente dispuesto a ello.
Pero compartirlo con alguien...
¿Crees que permitiría que fueras pobre
y dependieras de la caridad para comer decentemente?
¿Que nuestros niños crecieran con ropas desechadas
mientras le damos gracias a Dios por tenerlos en una mísera casa?
No. Puedo aguantar esta vida por amor a mi trabajo,
pero no creo que lo soportara...
si te viera encanecida 20 años antes de tiempo.
¿Por qué?
¿Por qué no lo soportarías?
¿Eres un hombre o un santo?
No soy ningún santo, pero tengo un deber que cumplir contigo.
Déjame cumplirlo.
¿No va a cantar nadie en la boda de mi hija, Dai Bando?
Veamos. En la bañera caben 450 litros.
"A" la llena a una velocidad de 90 litros por minuto
y "B" a una velocidad de 45 litros por minuto.
- ¿Lo tiene, señor Morgan? - 90 y 45 litros. Sí, señor.
Bien, "C" es un agujero que la vacía a una velocidad de 22,5 litros por minuto.
¿Cuánto se tardaría en llenar la bañera?
Qué tontería. Intentar llenar una bañera llena de agujeros.
Es una suma, mujer. Una suma. Un problema para la mente.
- Es para su examen de ingreso. - Esa vieja escuela nacional.
Los atontan con esas sumas. ¿Quién pondría agua en una bañera con agujeros?
- ¿A quién se le ocurriría? A un tarado. - Es para ver si sabe calcular.
Son cifras, nada más. Para saber cuántos litros y cuánto tiempo.
En una bañera llena de agujeros.
Ya sé por qué tengo unos hijos tan brutos.
Tú eres la causa, Beth Morgan.
Señor Gruffydd, ¿tiene algo más?
La coma decimal.
La coma...
Entonces la coma decimal, y dejemos la fiesta en paz.
- Vete a la porra. - Ya es un poco tarde.
Tengo que irme. Haremos la coma decimal mañana por la noche.
- Buenas noches. - Buenas noches, Sra. Morgan.
¿Quién no recordará su primer día de colegio?
Recorriendo solo el largo camino sobre las colinas hasta el valle vecino.
Era el primero de mi familia en tener el privilegio de asistir al colegio.
¿Así que tú eres el nuevo?
- Sí, señor. - Llegas tarde.
Sí, señor.
Qué crío más sucio.
¿Quién es tu gente?
- ¿De dónde eres? - Del valle Rhondda.
¿El valle Rhondda?
Un pequeño genio de las minas de carbón.
Y esperan que haga un erudito de ti. Está bien, entra.
¿Te has criado en las cuadras?
Pues cierra la puerta.
Tienes las botas llenas de barro.
Estaban limpias cuando salí de casa.
Me tratarás de "señor" o te llevarás un palo en la espalda.
- Siéntate ahí. - Sí, señor.
Ven aquí, carbonero.
¿Qué tenemos aquí?
Una caja de lápices.
Es muy bonita.
Me has roto la caja de lápices.
Mervyn, ya basta. Le vas a hacer daño.
Me caí en la colina.
¿Ganaste, Huw?
No.
lanto.
- Buscad a Dai Bando. - ¿A Dai Bando? Ahora mismo.
- ¿Estás dispuesto a ir mañana al colegio? - Sí, señor.
Bien. Te daré un penique por cada marca en la cara, seis por sangre en la nariz,
un chelín por un ojo morado y dos por la nariz rota.
Gwilym, ya basta. Como vuelvas a pelearte
ni te miraré ni te dirigiré la palabra.
Rómpete la nariz. Rómpeme el corazón cada vez que salgas de casa.
- Los chicos deben pelear, Beth. - ¿Pelear?
¿Pelear? Como le den otra paliza volverá en una mortaja.
¿Paliza? No le han dado ninguna paliza.
Una tunda sí, pero no una paliza.
Dale tiempo y verás cómo será él quien dé las palizas.
Dai Bando. Entra en casa.
- Buenas noches, señora Morgan. - Quítese la gorra.
Dai Bando te enseñará a boxear, Huw.
Primero a pelear. Hay muchos boxeadores que no saben ni pelear.
- El boxeo es un arte, ¿verdad? - Lo es, lo es.
Vamos, mujer. Trae té para los hombres.
- ¿Té? - ¿Té?
Nada de té, señora Morgan.
Está entrenándose.
Una cerveza, si hace usted el favor.
Bañeras llenas de agujeros
y ahora boxeadores.
¿Así que nuestro minero está disfrutando otra vez de su deporte favorito?
- Señorito Phillips, la espalda. Vamos. - Me niego, señor.
Señorito Wells, la espalda.
Toma. Sujétalo entre los dientes.
Muerde con fuerza.
Vaya, el estudioso.
- Huw, muchacho. - Que me parta un rayo.
- ¿Te lo hicieron en el colegio? - Te ha llegado al hueso. ¿Quién fue?
- ¿El Sr. Jonas? - Tendremos unas palabras con él.
- No. - ¿Por qué no?
- Rompí las reglas por luchar. - Esto no tiene excusa.
- Pero él me avisó. - Tonterías. Le...
Calla, Davy.
Es asunto de Huw. Él lo decidirá.
Sólo tienes que decir una palabra y le despellejaremos vivo.
No. Dejadlo en paz.
Parece que nuestro hermanito se está haciendo todo un hombre.
Estos valores se utilizan para medir distancias y...
- ¿Sí? - Muy bien.
- Buenos días, señor... - Jonas.
Señor Jonas. Hemos venido al lugar correcto.
¿En qué puedo ayudarles?
Nunca es demasiado tarde para aprender, ¿verdad, señor Jonas?
- No. - Yo también fui al colegio hace tiempo.
- Pero no se me da bien aprender. - ¿Qué quieren?
Saber.
¿Cómo mediría un palo, señor Jonas?
- Por su longitud, por supuesto. - ¿Y cómo mediría a un hombre
que lo usa contra un chaval mucho más pequeño que él?
- Díganoslo. - A usted se le da bien usar el palo,
pero lo mío es el boxeo según las reglas del buen marqués de Queensberry.
Que en paz descanse.
Y estoy más que dispuesto a pasarle mis conocimientos.
Señor Mottshill. Señor Mottshill.
Vamos, ponle en posición.
Para ser un buen boxeador debéis tener una buena mano derecha.
¿Lo veis?
Así es cómo castigaréis a vuestro rival, con la derecha y la izquierda.
Hacedlo con ganas, con...
El caballero le está hablando.
- Levántalo. - Vamos, vamos. Arriba, arriba.
Posición de nuevo.
¿Podéis prestar atención, chicos y chicas?
No estoy acostumbrado a hablar en público...
- Sólo en las tabernas. - Pero esto...
No lo hagáis nunca, va contra las reglas. Rompe la nariz. Pero...
- Me temo que nunca será un buen boxeador. - No tiene aptitud para aprender.
Señor Gruffydd.
Ivor... quedó atrapado bajo una vagoneta en la galería inferior.
¡Ivor!
- Tenemos a nuestro primer nieto, Gwil. - Se lleva uno y nos da otro.
Díselo a esa pobre. Ya verás lo que te responde.
- Calla, Beth. No enciendas la ira. - Digo lo que quiero.
Y lo digo bien claro para que se entienda.
Esto es bueno. Con matrícula de honor.
Nuestro hijo es un estudioso.
¿Qué es, Huw? No lo entiendo.
- Es latín. - ¿Conque latín?
¿Por qué no galés, o al menos inglés?
- Es la moda. - La moda.
Francés, comas decimales y bañeras llenas de agujeros.
Pobre Huw. Te han llenado la cabeza de latín.
- Beth, ¿prefieres que sea un ignorante? - Vamos, grita. Despierta al pequeño.
Qué preciosidad. Es igualito que su padre.
Siempre la misma tontería.
Veamos, Huw, ¿qué va a ser?
¿La escuela de Cardiff y después a la universidad para hacerte abogado o médico?
El doctor Huw Morgan. Vaya, eso sí que sería tener clase.
Un carruaje tirado por un bonito caballo y un buen traje *** con camisa almidonada.
Eso sí que es bueno, mi pequeño. Ahora un vaso de leche
para tu sabiduría.
Sí, madre. Y un trozo de pastel de Bron.
Y el mío para los cochinos, ¿verdad?
No. Ayer me terminé el tuyo y hoy me toca el de Bron.
Lo siento, Huw. Hoy sólo hice pan de grosella.
Ahora no tengo quien lo coma.
Madre. Me siento sola sin él.
Le preparo las botas y la ropa todas las noches,
pero por la mañana siguen allí.
¡Cuánto lo añoro!
Gwil, quisiera que Bron viniera a vivir con nosotros.
No.
Con un ama en la casa basta.
Veamos, Huw, ¿qué eliges?
Bajaré a la mina con usted, padre.
No seas insensato, chico. La mina no es lugar para ti.
¿Por qué no eliges un trabajo respetable?
¿Respetable? ¿Entonces tú y sus hermanos sois unos criminales?
Déjalo ya, Beth. Sólo quiero lo mejor para el chico.
Si es tan bueno como tú y sus hermanos, podré morir tranquila.
Pienso en el futuro del chico. Los tiempos han cambiado.
Se pagaba bien y nos trataban con dignidad. Además Huw es estudioso.
¿Para qué desperdiciarlo en la mina?
Ése es mi deseo, padre.
De acuerdo.
La decisión es tuya.
Si te equivocas sólo podrás culparte a ti mismo.
A la mina, padre.
- Muy bien, a la mina. - Bien.
- ¿Adónde vas? - A emborracharme.
¿Bron?
- Voy a trabajar en la mina. - ¿Conque minero?
La vieja mina temblará contigo.
Bron...
Bron.
¿Me dejarás vivir contigo a cambio de mi jornal?
- Tu hogar es donde esté tu madre. - Ella fue quien me envió.
- Por compasión. - No, por sentido común.
Si dejas preparada la ropa todos los días, que sea para mí.
- Bendito sea Dios. - ¿Sí o no, Bron?
- Sí. - Bien.
Bien. Traeré mis cosas.
- ¿Ya estás hecho todo un hombre? - ¿Puedo llevar a este hombretón?
¡lanto! No.
Cinco chelines.
Siete con dos peniques.
- El siguiente. - Gracias, señor.
Tres chelines.
Dos con nueve.
Una libra y dos peniques.
Dos libras con diez.
Despedido, Morgan.
Muévete.
Dos libras con diez.
Despedido, Morgan.
Una libra con diez.
Les llegó la hora a lanto y Davy, los mejores trabajadores de la mina,
pero demasiado bien remunerados para competir con los más desesperados.
- ¿Nos lees un capítulo, padre? - Sí, hijo mío.
"El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes pastos me hace descansar.
Junto a tranquilas aguas me conduce;
me infunde nuevas fuerzas.
Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre.
Aun si voy por valles tenebrosos,
no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado;
tu vara de pastor me reconforta.
Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos.
Has ungido con perfume mi cabeza;
has llenado mi copa a rebosar".
Una línea hasta Owen y Gwil, bajando hasta Ciudad del Cabo con Angharad.
Desde aquí a Canadá con lanto
y bajando hasta Davy en Nueva Zelanda.
Y tú eres la estrella, iluminándolos desde esta casa
a través de continentes y océanos.
¿A través de todo eso?
¿Hasta dónde ilumino, si todo ello cabe en un trozo de papel?
Es un mapa, viejita. Un dibujo del mundo para indicarte dónde están.
No necesito mapas para saber dónde están, ni garabatos, ni nada por el estilo.
Están en esta casa.
Angharad regresó de Ciudad del Cabo sin su marido.
No vino a casa, se quedó en la casa grande de los Evans.
Ahora su hogar, en lo alto de la colina.
- Deseo ver a la señora Evans. - ¿Quién es?
Huw Morgan.
Su hermano, ¿verdad?
Entra.
Huw.
Señora Nicholas, ¿puede hacer el favor de traernos té?
Siéntate, Huw.
Has crecido mucho.
- Estás muy cambiado. - Tú también.
Tengo aspecto de enfermiza y debería cuidarme.
Es lo que me dicen todos los que vienen, y ahora tú; para qué andar con rodeos.
Pero cuéntame las últimas.
¿Cómo está...?
¿Cómo les va a nuestros conocidos?
Pues...
Las chicas de los Jenkin se casaron.
Maldwyn Hughes se fue para hacerse médico.
Rhys Howell trabaja con un abogado. Envía a casa diez chelines a la semana.
Y el señor Gruffydd...
sigue siendo el último en acostarse.
¿Cómo está, Huw?
Ya no es el que era.
¿Está enfermo?
Por dentro.
Se le ve en sus ojos y en su voz.
Como a ti.
Te ruego que te vayas a casa, Huw.
- Lo siento. - Veamos, señora Evans. Té, ¿verdad?
Déjelo, señora Nicholas. Yo lo serviré.
Vaya.
Yo siempre se lo serví a la pobre madre del señor lestyn.
- Lo serviré yo. - Sí, señora Evans.
Una nueva ama es como una nueva sábana.
Un poco dura,
hasta que se lava varias veces.
¿Por qué la tienes aquí?
Lleva 37 años con la familia.
Como no para de repetirme todos los días.
- Toma una taza, Huw. - ¿Ya no quieres que me vaya?
No. No, Huw.
Perdona por ser tan desagradable.
Te ruego que te quedes.
Huw. Intenté decírselo a madre, pero...
No debería decirlo yo.
Sólo soy el ama de llaves.
Llevo 37 años en la familia
y maldigo el día que entré.
No me sorprendería que el viejo amo se levantara de la tumba.
Juraría que sólo le frena el peso de la lápida.
¿De qué se trata, señora Nicholas?
Divorcio.
Divorcio.
Que conste que no dice nada, pero es lo que le ronda en la mente.
Está sin su marido, ¿no es cierto?
¿Y por qué? Porque está enamorada del pastor.
Estoy segura. Del señor Gruffydd.
Pero si el señor Gruffydd no se ha acercado por la casa.
¿Qué diferencia hay, chica?
Sigue con tu trabajo.
No diremos ni una palabra, señora Nicholas.
No.
¡Eres un asqueroso mentiroso!
- ¡Quietos! - ¡Dejádmelo!
¡Mentiroso!
Al igual que la escoria se extendió sobre mi valle,
una oscuridad se extendió por las mentes de su gente.
Fue la primera vez, que yo recuerde, que nuestra puerta se cerró durante el día.
¿Papá?
¿Sí, Huw?
Te peleaste con los Philistine, ¿verdad?
Huw, ¿qué ha pasado? Mira qué manos.
Evan John.
Dijo... dijo cosas sobre Angharad y el señor Gruffydd.
Hasta los niños hablan.
Hiciste bien, hijo mío.
- Volveré para el desayuno. - ¿No irás a la iglesia?
No.
Y si nos hacen esto,
no la volveré a pisar mientras viva.
Te mantendré las sábanas calientes.
- Menuda bonachona estás hecha. - Déjate de zalamerías.
¿Qué decíais de la iglesia, madre?
Esta noche, después de misa.
Los decanos se reúnen para hablar de Angharad.
¿Angharad? Pero si no ha hecho nada.
Suficiente para los de mente sucia.
Huw, mi pequeño.
Espero que cuando crezcas sus lenguas no sean tan mezquinas.
- ¿Tiene que ir Angharad? - No. Ninguno iremos.
El deshonor ya está hecho.
Yo iré, madre.
Ésta será la última vez que os hable.
Abandono el valle con pesar
por todos los que me habéis ayudado
y los que me habéis permitido ayudar.
Pero...
por el resto de vosotros,
aquéllos que sólo me habéis demostrado que he perdido el tiempo con vosotros,
os diré solamente una cosa.
Ni uno solo entre vosotros ha tenido el valor
de venir a acusarme de obrar mal.
Sin embargo, si es que se ha cometido pecado,
yo sería al que deberíais tachar de pecador.
¿Quién levanta ahora la voz para acusarme?
Nadie.
Además de cobardes sois unos hipócritas.
Pero no os culpo.
Yo soy tan culpable como vosotros.
Las lenguas ociosas,
la mezquindad que habéis demostrado,
demuestran mi fracaso en enseñaros la lección que se me encomendó.
¿Huw?
De joven pensé que conquistaría el mundo con la verdad.
Pensé que dirigiría el ejército más grande que jamás soñara Alejandro.
No para conquistar naciones, sino para liberar a la humanidad.
- Sí, señor. - Con la verdad.
Con la palabra de Dios.
Pero sólo unos pocos escuchasteis.
Sólo unos pocos comprendisteis.
El resto os vestís de *** para venir a la iglesia.
¿A qué venís?
¿Por qué teñís vuestra hipocresía de *** y desfiláis delante de Dios en domingo?
¿Por amor? No. Habéis mostrado unos corazones demasiado retorcidos
para recibir el amor de vuestro divino Padre.
Yo sé por qué venís.
Lo he visto en vuestros rostros domingo tras domingo.
El miedo os ha traído aquí. Un miedo terrible y supersticioso.
Miedo al castigo divino.
A un rayo de fuego del cielo,
a la venganza del Señor y a lajusticia de Dios.
Pero habéis olvidado el amor de Cristo.
Ignoráis su sacrificio.
Muerte. Miedo.
Llamas, horror y ropas negras. Celebrad vuestra reunión.
Pero sabed que si lo hacéis en el nombre de Dios, y en la casa de Dios,
blasfemáis contra él y su Palabra.
Espera. Hay una reunión, señorito Morgan.
Mi querida Angharad:
Abandono el valle y...
Vaya, Huw.
- Me alegra que hayas venido. - Gracias, señor.
¿Puedo hacer algo por usted?
Pues sí.
Puedes prestarme un gran servicio.
Este reloj.
Mi padre me lo dio cuando me hice sacerdote.
Ha marcado un tiempo amado por ambos.
- Tómalo. - No, señor.
Por el servicio que te pido.
No necesitamos despedidas.
Viviremos el uno en la mente del otro.
Señor Gruffydd, ¿no va a ver a Angharad antes de partir?
Ella quiere que vaya.
No.
Si la vuelvo a ver,
no encontraría las fuerzas para dejarla.
Adiós, Huw.
Te has convertido en un buen muchacho.
¿Ahora qué pasa? ¿Fuego, inundaciones, o qué?
Hablan de un derrumbamiento.
- Llévame hasta allí. - ¿De qué vas a valer en la oscura mina?
Tus ojos no ven ni de día de los golpes que recibiste en el cuadrilátero.
Todavía puedo manejar un pico mejor que nadie. Llévame allí.
Hombres, mujeres, los que tengan parientes.
Dejadlos pasar.
- ¿Gwilym Morgan? - Todavía nada, señor.
¿Señor Gruffydd? Estaba en la galería inferior.
- ¿Y mi padre? - Aún nada, señora Evans.
Angharad...
¿Quién va por Gwilym Morgan y los otros?
Yo. Él es como de mi propia sangre.
Vamos, Cyfartha.
Estoy hecho un cobarde.
Pero te guardaré la chaqueta.
¡Papá!
¡Papá!
¡Papá!
Huw, hijo.
¡Papá!
- ¡Papá! - Huw.
¡Señor Gruffydd!
Bendito seas.
Acaba de venir a mí.
Ivor estaba con él.
Me habló
de la gloria que había visto.
Mirad.
Los hombres como mi padre no mueren.
Siguen dentro de mí, tan reales en mi memoria como lo fueron en vida,
cariñosos y amados para siempre.
Qué verde era entonces mi valle.
FIN