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La desigualdad entre los sexos
ha inspirado un largo inventario de formas de violencia
a lo largo de la Historia de la Humanidad.
La Mutilación Genital Femenina,
como manifestación extrema de desprecio al cuerpo de la mujer
y a lo que éste representa,
ejemplifica como ninguna otra, la más vergonzosa negación de la vida.
Las evidencias halladas en los restos de momias egipcias,
acreditan la práctica de la Mutilación Genital,
ya en el segundo milenio antes de Cristo.
Lo cual, induce a dudar de su origen religioso,
tan popularmente admitido,
dado el escenario politeísta al que apuntan las primeras huellas,
y a sospechar, que más bien, esta tradición humillante,
fue pasando de mano en mano, de cultura en cultura,
y a través de variadas geografías,
revelando la universal e histórica conveniencia,
de esta tiranía ***.
Si bien la Mutilación Genital Femenina
adopta muy variadas formas y significados,
y en países como Bali y Eritrea, se practica a niñas menores de un año,
es más habitual en niñas de 4 a 14 años de edad.
La extraordinaria importancia concedida
al tránsito de la edad infantil a la adulta,
ha generado una gran diversidad de ritos de paso,
en cuya secuencia narrativa, parece haberse insertado, como un guante,
la Mutilación Genital Femenina.
La fase de mutilación genital se enmarca dentro de una de las etapas
de los llamados ritos de transición o de iniciación,
que son los que marcan el paso de la niñez a la edad adulta,
y efectivamente hay multitud de expresiones de ritos de paso
en todas las sociedades.
Porque es una etapa fundamental en el ciclo vital de los individuos,
pero especialmente en la mujer, porque este paso a la pubertad,
es también potencialmente, la posibilidad de procrear.
Tal y como ha definido, de forma estructural la antropología,
todo rito de paso se desarrolla a lo largo de tres fases:
En la primera, la de separación,
las niñas son aisladas del resto de su comunidad,
diferenciadas por algún marcador especial -como el corte del cabello-
y proyectadas hacia una celebración que les es ajena.
En la segunda fase, la de transición,
tiene lugar la práctica propiamente dicha de la Mutilación Genital,
y el terrible padecimiento que le sigue,
que unas veces, conduce a la muerte, por desangramiento,
y otras, se prolonga de por vida, sembrando de dolor y dificultades
todo el ciclo reproductor de la mujer.
La cuestión compleja y lo difícil de explicar
es qué es lo que sucede para que ese aspecto
de la posible reproducción de la mujer,
sea lo que justifica que se infrinjan estas prácticas
tan traumáticas para las mujeres y para las niñas,
porque se hacen en cuerpos de mujer.
Entonces fundamentalmente lo que digamos, no justifica,
pero el objetivo de esta práctica de la mutilación genital
es el control de la procreación,
el control de la sexualidad de la mujer.
Efua Dorkenoo lideró en los años 70 un movimiento de activistas,
que logró llevar a la Asamblea de Naciones Unidas
el problema de la Mutilación Genital Femenina y legitimar su lucha,
como una violación contra los Derechos Humanos.
NAFGEM, La Red Contra la Mutilación Genital en Tanzania,
se fundó en 1999 con el objetivo de coordinar
los esfuerzos de las organizaciones de base,
a través de campañas de prevención y sensibilización social
entre las comunidades Masai, Wapare y Wachagga.
En estas sociedades patrilineales, las relaciones de parentesco,
la sucesión a cargos, la herencia y la autoridad,
se establecen a través de la línea masculina.
Son sociedades muy interesadas
en mantener el control de la descendencia,
de lo que se desprende el énfasis,
en el control de la reproducción de la mujer.
Esto tiene que ver y está relacionado
con una cuestión de dominación masculina sobre la mujer,
que se ejerce en muchas sociedades de muchas formas,
esta es una de las formas más explícitas.
Y tiene que ver con todo el ámbito de poder, no solo de dominación,
sino las consecuencias que tiene de sumisión jerárquica,
de exclusión también,
esto entra dentro de un mapa de formas de sometimiento de la mujer
en el que no solo está segregada y discriminada,
sino que también está excluida de la toma de poder.
La fase de incorporación, devuelve a las niñas convertidas en mujer,
a una realidad extraña, opresora, pero amparada por la comunidad y,
por tanto, convencional.
La fuerza de la tradición,
incontestable so pena de otros peores castigos,
se agarra a la vida como el aire, hasta hacerse necesaria.
La lógica multi-tentacular de la Mutilación Genital Femenina
y su particular imbricación en cada tradición cultural,
hace muy difícil y muy lento el trabajo de erradicación.
Sin embargo, más allá de las amenazas legales,
cuya aplicación tardará mucho en llegar
a tantos miles de pequeños rincones,
resulta crucial el trabajo de sensibilización
con las mujeres de las comunidades de base,
cuya capacidad de influencia, es incuestionable.
Por otro lado, y tal como apuntan los estudios cada vez más numerosos,
los grandes grupos étnicos que practican la Mutilación Genital,
y que comparten la fe en una religión monoteísta,
sea ésta cristiana o islámica,
se han convencido de que esta práctica fatal
está amparada por sus creencias religiosas.
Esta práctica de la Mutilación Genital,
en el siglo XIX en Europa también se practicaba,
y además se practicaba con una argumentación o excusa médica.
Las mujeres que padecían de histeria o de nervios,
se trataba extirpando los genitales femeninos.
No es una práctica exclusiva de unas culturas africanas,
que hoy en día es donde más está extendido.
Dentro del contexto africano,
en absoluto es una práctica que esté ligada al Islam.
No hay ningún texto escrito en el Islam que obligue a esa práctica,
y de hecho además, un tercio de los países islámicos, no la practican.
Razones psico-sexuales, sociales, estéticas, médicas y mágicas
aderezan un argumento tan voluble en el espacio y en el tiempo,
que cae por su propio peso su radical contingencia.
En este sentido,
es necesario comprender la lógica de cada tradición cultural
y ubicar los centros de significado,
vinculados a las normas de la comunidad, a las del parentesco,
y a los puntos nodales de cada cosmovisión.
La comunidad se antepone al individuo,
esto lo que provoca es que haya un control social bastante intenso,
que las normas que se establecen tengan una efectividad considerable,
con lo cual la transgresión de esas normas o el salirse de ellas,
las consecuencias que tiene para quien transgrede las normas,
ese ostracismo o esa exclusión tiene repercusiones muy negativas.
La condena al ostracismo,
la prohibición de participar en las actividades comunitarias,
fuente, por otro lado, de la subsistencia diaria,
es un riesgo demasiado grande para ser tomado de forma individual.
De ahí la extraordinaria labor transmisora
de los movimientos de base,
fundamentada en la voz de la experiencia,
que traen la mayoría de sus líderes.
La Mutilación Genital Femenina
es una práctica perfectamente incardinada
en los valores de la tradición, la comunidad y la familia,
y cubierta por el manto protector de la identidad,
que viene a arrojar el sentido último,
la más esencial justificación de un acto de violencia radical.
Hay que tratar de entender
qué es lo que se está diciendo cuando se justifica o se explica
que tal práctica es una cuestión cultural-tradicional,
o sea qué es lo que significa, qué es lo que denota la tradición.
Pero sí que hay que tener en cuenta
por qué se perpetua y como es tan difícil erradicarlo y salir de ello.
Porque está reproducido, generado, amparado y normativizado
dentro de la propia comunidad.
Las circuncidadoras, matronas, enfermeras,
y al mismo tiempo, hechiceras,
fueron las primeras enemigas declaradas de las pacifistas
contra la Mutilación Genital.
Hoy, son también parte de NAFGEM,
y del proyecto de sensibilización puesto en marcha.
El primer éxito llegó en el año 2001,
cuando un grupo de 70 circuncidadoras,
hizo entrega de sus cuchillos en público.
La prohibición para estos países que se han acogido a la normativa,
desde luego es un paso fundamental,
porque de alguna forma,
ampara a aquellas mujeres que quieren trasgredir esta norma.
Es un paso, pero una prohibición sin más,
lo único que puede hacer es fortalecer la reacción contraria,
como seña de identidad.
En este momento, 70 países en el mundo
han aprobado leyes contra la Mutilación Genital Femenina.
Sin embargo, y a pesar de las grandes implementaciones
que decoran las agendas,
el trabajo real, sigue estando
en manos de las mujeres líderes de los movimientos de base.
Hasta hace poco tiempo,
los comunes mortales seguíamos entendiendo la tradición,
como una especie de cajón de sastre, en el que todo cabía,
todo se explicaba, todo se justificaba y se legitimaba,
hasta la violencia y el dolor.
Pero la velocidad de los cambios sociales,
con toda su maquinaria desmitificadora,
ha puesto en cuestión muchos de los viejos conceptos,
que ya no se ajustan a esta realidad,
y que tendrán que ser necesariamente transformados.