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Congreso Gnóstico de la Transvalorización 26 Octubre - Primera Parte (continuación) "El Tezoro de la Luz"
Miren. Muchas veces he comentado
aquello de que, como el Maestro Samael
se tomó muy en serio el trabajo interior
para poderse Autorrealizar, el
gimnasio psicológico que se presentaba,
gimnasio que él estudiaba
y luchaba por asimilarlo.
Cuando él quiso destruir los agregados
de la impaciencia (que todos tenemos,
por cierto), se iba al Correo a llevar correspondencia.
En los correos, saben ustedes que tenemos
que hacer muchas veces una cola
antes de ser atendidos. Entonces él,
con su paquete de cartas de respuestas
a sus discípulos, hacía la cola,
y en los Correos del Distrito Federal mexicano
las colas son colas; no son ficticias, son reales.
Y entonces allí se ponía el Maestro
con su paquete; y la cola iba andando
despacito, despacito... Cuando llegaba a la ventanilla,
donde estaba la funcionaria
que le iba a recibir la correspondencia,
resulta que el Maestro se daba la vuelta,
se llevaba su paquete y se volvía a poner
en el final de la cola. Y así esto lo repetía
dos o tres veces. Un día, aquella mujer
le preguntó al Maestro:
«Oiga, ¿usted tiene algún problema psicológico?».
Y el Maestro le dijo:
«No, yo intento resolver
mis problemas psicológicos –le dijo él– solamente».
«Pero usted ¿no está enfermito?»,
«No, yo no estoy enfermo».
Claro, la mujer pensaba que el Maestro
era un enfermo mental. Pero así fue como él,
entonces nos comentaba que todo eso
que se le movía por dentro:
los gritos que escuchaba, las ansiedades
que sentía, los temblores que producía
la intolerancia…; todo eso se lo llevaba
para su casa, se sentaba en un sillón
y empezaba a analizar:
«¿Qué fue lo que se cruzó por mi mente
cuando yo estaba en la cola?».
Entonces ponía la película,
y en la película aparecían distintos Yoes:
Yoes que gritaban contra el Gobierno mexicano;
Yoes que decían:
«Ojalá que venga Hercólubus
y se coma este edificio»;
Yoes que decían:
«Pero qué mundo más perro.
Siempre me toca a mi ser el último», etc.
Y los otros Yoes, cuando uno va pasando
el escáner por el centro emocional,
pues descubre Yoes de resentimiento,
de odio... En el centro motor
hay unos Yoes que dicen:
«Pégale un puñetazo a la ventanilla
para que te escuchen».
Todo eso es lo que el Maestro se llevaba,
analizaba, reflexionaba,
y luego trabajaba en el Arcano A. Z. F.
para eliminar.
Pero nunca el Maestro huyó del gimnasio.
Por ahí comenta él, y nos comentaba en su casa,
que cuando él quiso estudiar
los detalles de la lujuria (que tiene muchos),
entonces, dice él:
«Por aquí cerca
de donde yo vivía antes,
en la casa anterior, había una calle
que bajaba, y cuando yo pasaba por ahí,
siempre, curiosamente, había una dama
en el jardín de su casa;
y yo tenía unos elementos psicológicos
que gustaban lujuriosamente de esa dama».
Entonces, dice el Maestro que él sentía
que esos Yoes le hablaban:
«ˇMira, mira, mira qué guapa es!
ˇMira, mira, mira qué piernas!
‘Mira, mira, mira de qué manera
corta el césped. ˇMira, mira, mira,
mira qué cara, qué ojos!», etc.
Y dice el Maestro:
«Yo tenía que salir de esa esclavitud.
Entonces, de vez en cuando –dice él–,
a propósito pasaba por ahí
para estudiar qué Yoes había ahí
en relación con aquella mujer».
Y luego dice:
«Siempre llegaba con un gran carro
de cosas para estudiar. –Claro, salían mucho Yoes–.
Pero me tomé la paciencia
de irlos examinando uno a uno
en reflexiones y en meditaciones.
Y volvía otra vez a aquella calle
y volvía con el saco de Yoes otra vez cargado.
Al final resultó, ¿qué?
Que pasaba por allí: no me interesaba
para nada aquella mujer.
Me di cuenta de que uno se siente
atraído porque está con los agregados
que hacen que uno se sienta atraído.
Pero terminado ese encanto falso,
en realidad ahí no había nada,
ni amor ni nada; simplemente es un Yo
que nos posesiona y nos hace sentir
y pensar como él».
Y por eso la humanidad, nosotros,
sufrimos tanto: porque andamos ligados
al mundo de las sensaciones,
y todas las sensaciones, en su inmensa mayoría,
son estados egoicos.
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