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En Berré ha muerto una señora mayor y se ha convocado la fiesta de defunción que durará toda la noche.
Con los cánticos, estos jóvenes tratan de animar al hijo, que sentado a una pequeña mesa
mira las fotos de su difunta madre.
Todo el pueblo participa de la fiesta.
Es un deber social atender a los difuntos desde el instante en que se produce la muerte.
En la parte de atrás de la casa,
las mujeres preparan café para que la gente pueda aguantar toda la noche en vela y la fiesta tenga éxito.
Para ellos, el sentido de la muerte es totalmente diferente al de los cristianos.
El ciclo se renueva, la muerte es el final del tránsito de la vida.
Ahora el alma del difunto caminará hacia el pasado para encontrarse con sus ancestros.
Al día siguiente, la gente acude con sus mejores galas al entierro.
Las escenas de dolor se suceden.
Hay que gritar mucho para que el muerto se entere de que está muerto.
El alma no abandona el cadáver inmediatamente, se queda a su lado y hay que convencerle de que se vaya con los Ghedé,
si no, podría molestar a los vivos.
En algunos sitios se le dan muchas vueltas al féretro para que el muerto se pierda y no encuentre el camino de vuelta a casa.
En el centro de Puerto Príncipe, la capital de Haití,
encontramos el Palacio Presidencial que habitaron los sangrientos dictadores
Francoise Duvallier, Papa Doc, y su hijo Baby Doc.
Frente a la fachada se encuentra la estatua del esclavo Toussaint Louverture,
que dirigió la lucha contra los franceses.
Al otro lado, la figura de un esclavo haciendo sonar un lambí,
símbolo de la caída del poder colonial y de la lucha contra la opresión esclavista.
Haití es la galería del arte Naîf.
La iglesia de la Trinidad es la primera que permitió la entrada a esta manifestación artística de un pueblo
que tiene la necesidad de expresarse pintando de esta manera.
Haití es el país del color. La gente pinta sus casas, sus calles y sus coches colectivos, los famosos tap-tap.
El pueblo Haitiano ha sufrido innumerables agresiones
y su libertad ha sido reprimida en muchas ocasiones.
Quizá la más trágica, por reciente, sea la llevada a cabo por los dictadores Duvallier
con sus regímenes de terror sustentados en prácticas de brujería y magia negra.
Estaban rodeados por sus tropas de Tom-Tom Macouttes,
la mayoría de los cuales eran Bokó, brujos que trabajan el lado oscuro del vudú:
el "DÉ MÉ", que quiere decir "con las dos manos".
Esta práctica es la opuesta al Guiné, en el que el houngán sólo emplea su mano derecha.
La Iglesia Católica no convive bien con el vudú, al contrario que los vuduistas,
que no plantean problemas para convivir con ella.
Al costado de la Catedral, la gente reza y pide auxilio ante una figura de Cristo que ocupa un lugar preferente en sus creencias.
En los cementerios de Puerto Príncipe se celebran rituales a diario.
A los muertos hay que atenderlos bien, si no, en vez de ayudarte te molestarán.
Junto a Filo Pascal asistimos a una misa que ofrece por un pariente difunto ante el Barón Sammedí.
Se le ofrece comida y ron que al final serán repartido entre los pobres que por eso acuden a los cementerios.
Un año y un día después de la muerte, los familiares tienen que liberar el alma del difunto, que hasta ahora reside en el agua.
Deben realizar una ceremonia muy costosa en la que sacrifican un buey.
Si la retrasan mucho tiempo, el difunto puede revelarse contra ellos.
En la ley tradicional del vudú, la pena máxima no es la muerte, es la zombificación.
Los Houngán que hayan sentenciado, designarán a un verdugo que soplará el polvo zombi para que el criminal lo inhale sin darse cuenta.
Al poco tiempo morirá aparentemente, sin que nadie sepa la causa, y será enterrado.
Pasado un tiempo le desentierran, le aplican un antídoto y le roban el alma.
Obedecerá y trabajará de por vida para los Houngán.
En realidad le someten a un estado cataléptico producido por el Tetrodotoxín, el principal componente del polvo zombi.
Su cerebro no recibe el suficiente riego sanguíneo,
lo que unido al shok de ser enterrado vivo, provoca que sus facultades mentales queden irreversiblemente dañadas.
Pero los que trabajan el "Dé Mé" también pueden utilizar estas siniestras técnicas por venganza.
Por eso hay gente que envenena a sus muertos antes de enterrarlos,
podrían haber sido víctimas de un Bokó y ser convertidos en zombi.
Las sociedades secretas más importantes nacieron hace mucho tiempo
y fueron el verdadero soporte espiritual de la sublevación de los esclavos.
Sus ceremonias, como esta de bossú, son más violentas porque invocan a los lúa petro originarios de Haití.
Los vuduistas inhalan unos polvos preparados por los houngán
que estimulan sus sentidos y les mantienen despiertos durante toda la noche.
A partir de ahora el ambiente se irá caldeando hasta conseguir un climax donde casi todos sufrirán severos trances:
los lúa petro han llegado.