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Y la mire fijamente a los ojos, No encontré como definirla,
Y empecé por divagar nombres, Uno tras otro en fila no servían,
Se colocaban listos para ser descartados, Al principio la llame musa,
Y descubrí que hay tantas musas, Como lunas en la cabeza de los poetas,
Y ella es solo una y autentica, Después la llame sutilmente amiga,
Y vi que no era bueno en dos cosas, En mentirme y en negar mis deseos,
Prolongue mis pensamientos, Y empecé por llamarla poema,
Sin embargo ellos se leen a diario, Y ella ni en lo más profundo,
De su mirada es predecible, Vacilé un instante y la llame sueño,
Pero sin tregua alguna descubrí, Que ella era lo más real del mundo,
No podía encontrar una excusa, De manera tonta la llame ángel,
Pero que Dios sería tan tonto, Para no hacerla su reina inmortal,
Que necio en querer poner un nombre, A ella que no tiene definición,
El tiempo se detuvo y la llame arte, Que si bien es admirada y querida,
Ella jamás se conservaría igual siempre, Y en ese instante de mil contradicciones,
La llame mi media alma voladora, Pero de haber volado antes,
Jamás habría estado frente a ella, Sin aviso entonces la llame fotografía,
Porque te hacen suspirar y trasportarte, Más ella no nació a blanco y ***,
Podría al final quizá llamarla novia, Pero les confieso que no se el futuro,
Así que me quede contándoles, Lo que sentí ese breve instante,
Cuando sus ojos a gritos me pidieron, Que aceptara que ella no tiene título.