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La semana pasada hemos visto las imágenes repugnantes de como en Galdácano algunos
seres han recibido triunfalmente al asesino de un niño de dos años. Vítores y cohetes
festejaban la llegada de ese asesino de un niño al que la infame sentencia de Estrasburgo
ha dejado salir de la cárcel mucho antes de lo que pueda aceptar el sentido de la Justicia
que tiene cualquier persona normal. Puede ser lógico que el asesino esté contento
por recobrar la libertad aunque todos sepamos que nunca podrá recobrar la dignidad. Que
unos ciudadanos vitoreen a alguien que ha sido capaz de acabar fríamente con la vida
de una criatura de dos años es la mejor demostración de que el mal existe, el mal químicamente
puro. Los que aplauden una salvajada semejante son
la más clara demostración de una gravísima enfermedad moral que hace muchos años ha
infectado a muchas personas en el País Vasco. Espero que las autoridades, empezando por
las propias autoridades del País Vasco, actúen contra los protagonistas de este acto monstruoso.
Espero que todas las personas de bien del País Vasco denuncien este homenaje y otros
parecidos que se están sucediendo. Es la hora de los manifiestos de los intelectuales
esos de los abajo firmantes, es la hora de una homilía conjunta de todos los obispos
y sacerdotes del País Vasco y es la hora de las declaraciones institucionales del Parlamento,
de las universidades y de todas las instituciones del País Vasco contra aquellos que son capaces
de admirar al asesino de un niño. Siempre hay que recordar lo que nos dijo Burke,
nos dejó dicho que "para que el mal triunfe basta con que los buenos se estén quietos
y no hagan nada". Espero que algunos buenos levanten su voz contra esto, si no creeré
que la situación moral en el País Vasco es mucho peor que lo que se podía pensar.