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MOSFILM
Leonid Filatov
en la película
CIUDAD CERO
Con la participación de
Oleg Bassilachvili Vladimir Menchov
Armen Djigarkhanian Evgueni Evstigniev
Alexei Djarkov Piotr Cherbakov
E. Arjanik, T. Jvastikova Y. Cherstnev
Lléveme al hotel.
¿Tiene un pase a nombre de Varakin?
¿No? No puede ser.
Mírelo otra vez.
Aquí no está.
Oiga. Soy Varakin.
Estoy en el control y no hay ningún pase.
Ya se lo expliqué hace media hora.
Soy Varakin, de Moscú, de la fábrica de maquinaria.
Es sobre el asunto de los acondicionadores de aire.
Muy bien. Bien.
Espero.
¡Esto es un burdel!
Compañero Varakin, ya puede pasar.
Buenos días.
Ninochka, esto es urgente.
Ya lo he hablado con Pavel.
¿Qué desea?
¿Qué desea?
Soy de la fábrica de maquinaria de Moscú.
Vengo por lo de los acondicionadores de aire.
Un momento.
Pavel Paulovich, hay un señor de Moscú.
Déjele pasar.
Pase, por favor.
Le escucho.
Le escucho.
Nuestro director ha hablado con usted
sobre los acondicionadores de aire que nos enviaron.
¿Les suministramos acondicionadores de aire?
Desde hace quince años.
Muy bien.
Y, ¿qué más desea?
Deberían modificar el panel de atrás.
¿Por qué?
Hemos mejorado la tecnología
y nuestro panel no se adapta al suyo.
Les hemos llamado,
hemos enviado planos...
Nos han pedido que viniéramos de la fábrica
para explicarlo.
Y aquí estoy.
Lo resolveremos. Llamaré al ingeniero jefe.
Nina, Nina.
¿Dónde se habrá metido Nina?
Discúlpeme, por favor:
la cuestión es que su secretaria está
ahí fuera totalmente desnuda.
¿Desnuda?
Sí,
completamente.
¿En qué sentido?
En el más literal.
Sin ropa.
Sin nada encima.
¿Qué me dice usted?
Pavel, acaban de llamarle del Comité Ciudadano.
Quieren que les llame.
Estoy ocupado.
¿Desnuda?
Sí. Compruébelo usted mismo.
Es verdad, está desnuda.
¿En qué habíamos quedado? ¡Ah, ya! El ingeniero jefe.
Nina, póngame con el ingeniero jefe.
No existe ningún ingeniero.
¿Y dónde está?
—Murió. —¿Cuándo?
Hace unos ocho meses.
¡Qué me dice!
Ya ve cómo estamos.
Nina, ¿de qué ha muerto?
Se ahogó en el río.
El asunto se complica bastante.
Haremos lo siguiente:
Vuelva dentro de
dos semanas,
y con el ingeniero jefe lo estudiaremos bien.
Y lo resolveremos de forma efectiva.
¿De acuerdo?
Sí. Espero.
¿Natasha?
Todo bien.
¿Que qué me pasa?
Nada.
Hoy me marcho de aquí.
No, no pude hacerlo.
No comprendo muy bien lo que ha pasado.
Cuando vuelva te lo cuento.
Es una perfecta tontería.
Iré hoy.
No necesito la carta, tengo mucha prisa.
Muy bien.
De entrada, lo que tenga.
Después, una sopa de verduras.
Y de segundo, alguna carne que no tenga grasa.
Un bistec, bien.
Y un poco de té.
—¿Y de postre? —Nada, gracias.
También tenemos pasteles.
No quiero nada, gracias.
No aceptamos más clientes, cerramos para comer.
Su té y el postre.
No he pedido nada de postre.
No se preocupe, es un regalo de nuestro cocinero.
¿Qué es eso?
Una tarta.
Coma, por favor.
Nuestro cocinero la preparó para usted.
Le ha caído muy bien.
Allí está asomado.
Le ha caído simpático.
Deme la cuenta.
Sólo un pedacito.
Deme la cuenta, por favor.
Si no lo prueba, nuestro cocinero se suicidará.
Por favor,
basta ya de estupideces.
—¿No conocía a Nikolaev? —No.
¿Y no le ha visto nunca antes?
Nunca. Es la primera vez que vengo a esta ciudad.
Mi tren sale por la tarde. Entré a comer algo.
Eso es todo.
¿El camarero le advirtió que Nikolaev
podía suicidarse si usted no probaba la tarta?
Sí,
pero la verdad es
que no le presté atención.
Parecía todo tan absurdo.
Sus compañeros
lo describen
como una persona sensata, discreta,
miembro del Club de Abstemios, gran experto.
De haber imaginado que terminaría así,
me habría comido la dichosa tarta.
Bien,
firme aquí y puede irse.
No olvide leerlo.
Si le necesitamos, le llamaremos.
Un billete para Moscú.
No hay billetes.
Deme uno cualquiera.
No hay ninguno.
—¿Y el jefe de estación? —No le servirá de nada.
¿A dónde?
A la estación de tren más cercana.
Ya hemos llegado.
No puedo seguir. Ya ve que hay una señal.
¿Volvemos?
¿Cuánto hay a la estación?
No más de un kilómetro y medio.
Entonces iré andando.
Gracias.
—Buenas tardes. —Buenas tardes.
¿Me podría decir dónde está la estación?
No hay ninguna estación. Este es nuestro Museo Regional.
Me dijeron que por aquí había una estación.
Aquí nunca hubo una estación. Esto es un parque natural.
¿No desea ver nuestro museo?
¿Cómo puedo llegar a la ciudad?
No puede.
Los autobuses no circulan ya.
¿Y cómo volverá usted?
Yo vivo aquí, junto al museo.
Pero si necesita volver a la ciudad
aquí cerca vive una señora
que a menudo va a la ciudad en su coche.
Puedo preguntarle si quiere llevarle.
Si es tan amable...
¿Oiga? Ana.
Soy yo.
¿No irá, por casualidad, a la ciudad esta noche?
¿Llevaría a un joven muy simpático que está aquí?
Muchas gracias.
Todo arreglado.
Dentro de una hora le recogerá.
Mientras tanto, puede visitar nuestro museo.
Cuesta 30 kópecs.
¿A dónde vamos?
La exposición está a 28 metros de profundidad.
¿Han construido un túnel ex profeso para el museo?
Claro que no.
Aquí extraían carbón en el siglo XIX.
En una galería los obreros vieron restos de una tumba.
El mercader Butov, amante apasionado de la arqueología,
compró inmediatamente todas estas tierras
y así es como fundó el museo.
Por quí, por favor.
¿Dónde está la luz?
Los hallazgos más antiguos encontrados aquí
datan de la época de Troya.
En este sarcófago estaba embalsamado
uno de los reyes troyanos, Dardán.
¿Cómo llegaron aquí los troyanos?
Como ha demostrado el profesor Rotenberg,
parte de los troyanos, al derrumbarse su imperio,
fueron al norte
y al llegar a estos parajes
fundaron el primer asentamiento sobre el que se alza la ciudad.
He aquí la inscripción:
Dardan, hijo de Guilen, nieto de Triano.
Lo mismo se lee en el escudo hallado por Butov
junto al sarcófago.
Sigamos.
La verdad histórica
es la fuente de nuestra fuerza.
¿Es que son romanos?
Exacto.
Precisamente es la cohorte
de cuya desaparición en el Cáucaso informaba a Nerón
el comandante de la Legión, Titrubio.
Los restos de la cohorte los encontró Butov
durante los trabajos en el túnel.
¡Qué idiotez!
Los romanos nunca han pisado la URSS.
Los retratos corpóreos fueron hechos por el escultor
Igor Rumin, según el método del profesor Guerásimov.
Prosigamos con nuestra visita.
La cama de Atila,
en la cual el jefe de los hunos
violó a la reina visigoda
ante los ojos de su ejército.
El profesor Rotenberg
descubrió en ella restos de ***,
que le permitieron deducir la fórmula del DNA.
La introdujo en la computadora
y obtuvo la verdadera imagen
de Atila.
Los primeros rockeros de nuestra ciudad.
Nikolai Smoródinov,
secretario del Comité Ciudadano,
quien los expulsó del Komsomol.
La pistola de Piotr Urusov,
con la cual mató al falso Dimitrio II.
Aquí vemos la cabeza de éste.
¿Y cómo pudo llegar aquí la cabeza?
Después de la muerte del falso Dimitrio
María Mnishka ordena a su médico
embalsamar la cabeza de su marido.
El amante de María Mnishka, el bandido Zarutsky,
perdió la cabeza a las cartas
con el caballero polaco Beletsky.
Durante el sitio del Kremkim,
Beletsky murió, y la cabeza
fue a manos de Fiodor Kuzmin,
oriundo de nuestra ciudad.
No está aquí.
Sigamos.
Este es el príncipe Vladimir de Kiev
en el histórico momento en que decidió
implantar en Rusia el cristianismo.
Un famoso terrorista ruso, Nikifor Petrov,
también oriundo de nuestra ciudad.
Fue entregado a la policía zarista por Aziepa.
Murió en el destierro.
Ése es Aziepa con su amante,
la señora N, cantante del Café Chantan.
El monje Yulian,
embajador y espía del Rey de Hungría Bela IV.
Otro representante de nuestra ciudad:
el camarada Burtsev,
jefe del hotel Florencia, en Moscú.
En 1918 aquí tuvo lugar una conferencia de anarquistas.
Aquí puede ver al camarada Burtsev
con una allmohada.
Y junto a él al famoso anarquista Majno,
que habla con el comandante Abraham Schneider.
A su izquierda, el ayudante Gavriusha,
quien afirmaba que mataría a sus padres
si se lo ordenaban.
Egor Bykov, primer Héroe del Trabajo de nuestra ciudad.
Y he aquí la casa
del obrero ferroviario Kuridze.
En esta casa, José Stalin,
que había huido de la prisión,
pasó una noche en 1904.
Al amanecer, Stalin hizo un brindis:
"Pronto amanecerá,
pronto saldrá el sol
y ese sol brillará para nosotros".
Zinovi Peshkov, hijo adoptivo de Gorky
y hermano carnal de Sverdlov,
embajador de Francia en China en los años 30.
¿Y éste quién es?
Es el presidente de muestra Asociación de Escritores,
Vasili Chugunov.
Empezó como poeta.
El 10 de marzo del 38, la revista Ogoniok
publicó su primera poesía, "La sentencia del pueblo":
Las bayonetas brillan. Estamos en la Sala de Octubre.
Los jueces ante nosotros, las frases duras del fiscal:
"¿Cuánto os han pagado los alemanes
por vender nuestra Patria?"
Los ojos brillan con horror y se apagan
y los culpables ya no miran a la Sala:
"Sí, mezclábamos el cristal con el aceite."
"Sí, mandé matar a Gorky."
"Yo aceptaba dinero por espionaje,
terror, sabotaje, veneno".
Están allí, como animales salvajes,
y hablan cuando deben:
Chernov, Yagoda, Rosenglots, Bujarin.
Se esfuman los últimos rasgos humanos.
Puedes ver sus monstruosas y diabólicas cabezas.
En 1949, Vasily Chugonov
fue acusado de cosmopolitismo
por su novela "Los grilletes de Kujelbeker".
En 1956 fue rehabilitado.
Nuestro primer presidente del Comité Revolucionario
ayudó a liquidar a la familia imperial.
Aquí le puede ver en un encuentro
con los activistas del Canal Belomor-Báltico.
Aparece con el acordeón
a la izquierda del camarada Bergman, jefe del gulag.
Es en este encuentro
en el que el camarada Yagoda, jefe de la KGB, dijo:
"Nuestros campos de rehabilitación son pioneros
en la conquista cultural de nuestras regiones lejanas".
Aquí vemos a otro conciudadano nuestro,
el arquitecto Fomín,
quien en 1934 discutió con los camaradas
Krushev y Kaganovich
el proyecto de alzar en la Plaza Roja
un monumental edificio
para el Comisariado de la Industria Pesada.
El Comandante Sokolov,
ciudadano también de nuestra ciudad,
protege a un convoy anglo-americano.
En septiembre del 42 luchó contra 10 aviones enemigos.
Logró derribar a 6 de ellos y, herido de gravedad,
posó su avión en el hielo al sur de Spitzbergen.
Antonina Petujova,
"la Mona",
nuestra primera ciudadana detenida
durante el Festival de la Juventud de 1957,
en Moscú,
por mantener relaciones con extranjeros.
La composición escultórica de Trotsky,
de nombre "Sueños".
Por aquí, por favor.
¿Dónde estará Ana?
Qué raro..., suele ser tan puntual.
Quizá no pueda ir a la ciudad.
No importa. Podrá dormir por aquí.
¿Dónde?
Por aquí vive el electricista del museo.
Por la mañana tomará un autobús.
¿Y no puede ser ahora mismo?
No, es imposible.
Hasta la carretera hay 15 kilómetros.
Vamos. No se desanime.
Sírvase.
¿Cómo vino a parar aquí?
¿Turismo? —No.
—Sírvase. —Gracias.
Pedí a un taxista que me acercase a la estación
y me trajo aquí.
No conozco ninguna estación cerca.
Esos taxistas siempre se equivocan.
—¿Era joven el taxista? —Sí, era joven.
Lo de siempre.
Mujer, tráenos algo de comer.
Ya voy.
Una copita más.
No, gracias, no suelo beber.
Nunca se irá de aquí.
¿Qué?
Usted nunca se irá de aquí.
Morirá en el 2015
y será enterrado en el cementerio de la ciudad.
Puedo ver su tumba
y la lápida: "Varakin Alexei Mijailovich, 1945-2015.
A nuestro amado papá, de sus hijas,
Yulia, Natasha, Tamara y Zinaida".
Y tú, ¿qué haces aquí?
Vete a la cama ahora mismo, ya son las 10.
Buenas noches.
Misha, no olvides lavarte los dientes.
Disculpen,
¿Dónde puedo acostarme?
¿Es que ya quiere acostarse?
Pero si aún no ha comido nada.
Gracias, ya he comido. Es que estoy muy cansado.
—Bueno, le acompañaré. —Gracias.
—Aquí tiene una toalla. —Gracias.
—¿Quién es este hombre? —No lo sabemos.
Cuando compramos esta casa el cuadro estaba en la azotea.
—Buenas noches. —Buenas noches.
Disculpe,
vienen a por usted.
Me llamo Ana.
Disculpe, no pude recogerle en el museo.
Pinché una rueda.
Puedo acercarle ahora a la ciudad.
¿Podría llevarme a la estación?
¿Necesita ir a la estación?
Sí, debo ir a Moscú.
Puedo dejarle entre Adlerski y Tbilski.
Muy bien.
¿Está disgustado por algo?
¿Disgustado?
No,
más bien asombrado.
Dígame, ¿nunca le han predicho su futuro?
No, nunca.
Pero he oído que un tal Nostradamus había pronosticado
en el siglo XVI el advenimiento de Hitler.
Alguien nos sigue.
Nos hacen señas de que paremos.
¿Camarada Varakin?
Sí.
Por favor, venga con nosotros.
Tenemos nuevos datos y necesitamos preguntarle algo.
¿Le conoce?
Soy yo.
Exacto.
La foto la encontramos entre los papeles
del difunto cocinero Nikolaev.
¿Cómo cayó en sus manos?
Eso es lo que queremos saber.
Usted nos había dicho que nunca había visto a Nikolaev.
Así es.
¿Cómo explica esta inscripción?:
"A mi querido padre. De Majmud."
¿Qué?
¿Usted es hijo de Nikolaev y su nombre es Majmud?
¡Qué estupidez es ésa!
Los expertos han determinado el parecido
entre la escritura de la foto y la suya.
Tenemos una prueba.
Escuche.
Debe de ser un error.
Nunca en mi vida he visto a ese cocinero.
Mi padre,
Varakin
Mijail
Alexseevich,
nunca fue cocinero.
Es ingeniero.
Entonces, ¿cómo se explica que una foto con su firma
se haya encontrado en poder de Nikolaev?
No lo sé.
¿Quizás en algún momento conoció al cocinero?
Nunca, se lo juro.
Nunca.
Tengo que pedirle que no abandone la ciudad.
¿Cómo? ¿No comprende que es un error?
No se preocupe, lo averiguaremos todo.
Necesito estar en Moscú.
Estoy obligado a hacerlo.
Pero puede apelar al fiscal de la ciudad.
Diga.
—¿Varakin Aleksei Mijailovich? —Sí.
Le habla el Fiscal General de la ciudad.
—¿Quién? —El fiscal.
Baje, por favor. Le espera un coche.
—Buenos días, Aleksei. —Buenos días.
—Siéntese. —Gracias.
Ya conozco su caso.
Es un caso extraño.
No tengo nada que ver con esto.
Yo estaba allí por casualidad.
Debo ir a Moscú.
Señor Mijailovich,
¿nunca ha deseado
cometer un crimen?
¿Cómo?
No sé,
cometer algún acto delictivo,
robar
un aparato de radio,
atacar a un policía...
¿Y por qué tendría yo que atacar a un policía?
Bueno, es un decir.
Ya se imagina:
yo, el fiscal,
toda mi vida castigando a los delincuentes
y, en realidad, les envidio.
¿No le parece
una paradoja
digna de ser escrita?
¡Qué bueno sería cometer una locura,
algo que nadie espera de ti!
Bueno, eso no viene al caso.
¿Quiere volver a Moscú?
Sí.
Aleksei,
¿no cree que ha sido testigo,
no de un suicidio,
sino de un crimen?
¿Cómo?
Un asesinato.
Pero yo vi cómo se suicidaba.
Ahí está la cuestión.
Usted no vio nada.
Recuerde cómo sucedió.
Repasémoslo todo.
Su té
y el postre.
Yo no he pedido postre.
No se preocupe, no entra en la cuenta.
Es un regalo de nuestro cocinero.
¿Qué es esto?
Una tarta.
¡Alto!
¿Por qué empezó a tocar la orquesta?
No lo sé. Estarían ensayando.
En el restaurante Dnepr nunca hubo orquesta.
Pero estaban tocando.
Quizá sólo aparentaban tocar.
y era una grabación.
¿Por qué?
Para que usted no pudiese oír el desparo
que sonó en la cocina.
El primer disparo.
Prosigamos.
No lo sé.
Pero incluso si así fuera,
¿por qué razón montaron tal número?
No estoy afirmando que lo matasen,
Es tan sólo una hipótesis.
Toda esta historia
parece inverosímil.
¿No sería ése el objetivo
de los asesinos?
¿Hacer que
una persona ajena
pensase en un suicidio?
Nikolai,
necesito ir a Moscú.
No comprende
la gravedad de esta situación.
Se trata de los intereses
del Estado.
Empezando por los tiempos de la invasión mongol,
la idea fundamental que nos une a todos
y que sirvió a nuestros antepasados
ha sido la idea del Estado.
Ha sido una idea por la cual el ruso
está dispuesto a sufrir, a pasar hambre,
en fin, entregar su propia vida.
Es una idea irracional.
No se trata del pragmatismo europeo
de obtener el máximo de beneficio personal.
Es la idea del espíritu ruso
que disuelve nuestra individualidad,
pero, a cambio, ofrece mucho más:
la sensación de pertenecer a un gran organismo,
la sensación de espíritu,
la sensación de fuerza e inmortalidad.
Occidente siempre trató de comprometer
nuestra idea del Estado.
Pero el peligro real no radica en Occidente,
sino en nosotros mismos.
Somos nosotros los que nos dejamos impresionar
por todas esa modas accidentales,
lo racional,
sin comprender
que eso nos destruye.
Nuestra idea
siempre triunfa.
Ya lo ve.
Por eso nuestras revoluciones
llevan a la no destrucción,
al fortalecimiento de nuestra idea del Estado.
Y así será siempre.
Pocos comprenden que estamos
en uno de los momentos más críticos de nuestra Historia.
El caso del cocinero,
que a simple vista parece una tontería,
tiene un significado muy profundo.
Por lo tanto,
por ahora
no puede abandonar la ciudad.
¿Qué debo hacer?
Nada.
Lo único que le pido
es que no niegue
que es el hijo
de Nikolaev,
Mahmut.
—¿Diga? —¿Varakin?
¿Quieres distraerte un poco?
¿Qué?
Mi amiga y yo nos morimos de aburrimiento.
Pensé que te apetecería distraerte un poco.
¿Quién es usted?
Hemos preparado empanadas.
Tú trae el vino.
¡Dejen de molestarme!
Como quieras.
¿Quién es?
Quiere verle
el escritor Vasili Nikolaevich.
¿Para qué?
Es importante para usted. Tengo el coche abajo.
Yo no voy.
Se lo ruego.
Se trata de Nikolaev, su padre.
—¿Aleksei Mijailovich? —Sí.
Mucho gusto.
Chugunov.
Sé que usted fue testigo
de lo del cocinero Nikolaev.
El caso es que Nikolaev
fue el primero que bailó rock and roll en nuestra ciudad.
Eso sucedió en una sala de baile,
el 18 de mayo de 1957.
Mire.
Era una velada muy normal.
No sabemos qué hacía Nikolaev en ella.
Tenía 27 años
y era teniente de la policía.
El caso es que él también estaba allí.
Nikolaev camina por la sala
De repente,
la música se interrumpe.
Suena el rock and roll.
Todos se paran.
Ahora mire lo que hace Nikolaev.
Fue todo un escándalo.
Nuestra ciudad no vio nada igual
desde el alzamiento anarquista.
Y ahora observe a ese joven.
Es el Secretario del Comité Regional del Komsomol,
Nikolai Ivanovich.
Al día siguiente expulsó del Komsomol a la pareja.
Nikolaev fue expulsado de la policía
y Lidia Shulakova, de la Escuela de Enfermeras.
Intentó suicidarse bebiendo lejía.
La salvaron, pero ella perdió la voz para siempre.
Nikolaev trabajó en un bar. Luego, en el restaurante.
Pero yo sabía
que tarde o temprano
cometería alguna extravagancia.
Y así fue.
Qué espectáculo montó con su propia muerte.
¿Sabe que el fiscal cree que fue asesinado?
¿Y sabe usted que el fiscal
es precisamente el tal Smorodin
que expulsó a Nikolaev del Komsomol?
Todo eso me parece muy interesante,
pero no sé qué tengo que ver yo con todo ello.
La cuestión
es que hoy se inaugura
un club de amantes del rock and roll
que llevará el nombre de Nikolaev.
Quisiéramos
que dijese unas palabras.
¿Yo?
¿Por qué, yo?
Porque es el hijo de Nikolaev.
Vayamos al estrado. Es la hora.
¿Usted también va a intervenir?
¿Y qué quiere que haga? Es absurdo.
¿Qué puedo decir de alguien
a quien nunca conocí?
Bueno, diga un par de palabras,
lo que se dice en estas ocasiones:
que era una buena persona, etcétera.
Pero tengo que hablar de él como si fuera mi padre.
Aleksei Mijailovich.
Le esperamos.
Amigos,
hoy en nuestra ciudad inauguramos
¡el Club de los Amantes del Rock and Roll!
¡Es un triunfo más de la democracia!
A través de las épocas de voluntarismo, subjetivismo,
estalinismo, deterioro, hemos logrado conservar
el apasionado deseo de bailar lo que queramos.
Amigos,
el primero en bailar en nuestra ciudad rock and roll
fue Nikolaev.
Al primero siempre le resulta difícil,
pero detrás de él siempre hay un segundo.
Y en eso radica la fuerza del progreso histórico
cuyo correr es imparable.
Permítanme ceder la palabra
al hijo del cocinero Nikolaev.
Camaradas,
Debo decir sinceramente que conocí muy poco
a esta gran persona.
En realidad nos vimos sólo una vez.
Él era una persona muy buena,
un buen cocinero.
He comido su sopa, el bistec. Eran muy buenos.
¿Sabe bailar el rock?
Bueno,
en la Universidad lo bailé.
¡Que lo baile!
Es verdad, baile.
¡Todos a bailar!
Ruego silencio.
Nunca,
nunca él pudo suicidarse.
No tenía suficiente valor.
Miren
cómo se hace.
Buenas noches. Buscamos a Varakin.
—Soy yo. —¿Podemos entrar?
Pasen.
Siéntense.
Yo me llamo
Lidia Shulakova.
Y éste es mi hijo. Se refiere a mí.
¿Qué desean?
Soy
la Lidia Shulakova
que bailó
el rock con Nikolaev.
Por eso me expulsaron
de la Escuela
de Enfermeras,
bebí lejía
y perdí la voz.
Ya lo sé,
algo me dijo Chugunov.
He guardado
algunas cosas personales
de Nikolaev
y quisiera
regalárselas a usted.
Las quiero mucho.
Gracias.
La verdad es que
si usted las quiere tanto
prefiero que las guarde.
Gracias
por ser como él.
Ha conservado
nuestros ideales.
Quiero bailar con usted.
—Buenas tardes. —Buenas tardes.
Éste es nuestro compañero Varakin.
Mucho gusto en conocerle. Ivanov, Stepan Filipovich.
—Presidente del Comité Ejecutivo. —Bueno, ya está bien.
Y ésta es Lidia Shulakova en persona.
Mucho..., mucho gusto.
Hace tiempo que quería conocerle.
Gracias por venir a nuestra ciudad.
Gracias por ayudarnos.
El asunto no ha concluido.
Claro, queda mucho por hacer,
pero hemos conseguido algo.
La sola rehabilitación del rock and roll ya tiene
un significado político.
No podemos detenernos en eso.
Y no lo haremos.
—Por favor. —Gracias.
Aquí está nuestro héroe.
¿Para qué vienes tú?
Vengo a ver a Aleksei Mijailovich.
Entonces puedes pasar.
¿Cómo es que has quedado tan mal ante todos?
Ponlo más alto.
—Destruiréis Rusia. —¡Vosotros la destruiréis!
Basta ya.
¿Cuánto tiempo estará aquí?
La verdad es que necesito irme a Moscú.
¿No podría ayudarme? —No puede irse ahora.
Escuche, Stepan.
Necesito hablar con usted a solas. Es muy importante.
Le escucho.
¿Podríamos hablar ahora mismo?
Estoy dispuesto.
Entonces, ¿por qué no salimos al pasillo?
—Buenas noches. —Hola, Pavel.
Al llegar aquí, he visto
a unas jóvenes haciendo guardia junto a su puerta.
Las he invitado a pasar.
Somos nosotras las que le llamamos.
Traemos empanadas y cerveza.
¡Empanadas, magnífico!
—¿Cómo has quedado tan mal? —Déjame en paz.
Pues bebamos cerveza.
—Por el progreso. —Yo no tomaré.
—¿Por qué? —Yo no brindo por el progreso.
Si no quieres brindar por el progreso,
brinda por tu mamá.
¿Y las empanadas? No tenemos platos.
Aquí tiene una cuchara. Coma.
Aleksei,
venimos a verle a usted.
Tamara quiere cambiar su apartamento por otro.
¿No podría ayudarnos?
Eso es muy relativo.
Nadie puede hacerlo tan rápido.
No dejaremos que Tamara se nos vaya a Tbilisi.
Nosotros necesitamos también muchachas jóvenes.
En serio, se nota que usted es diputado.
Ahora no soy diputado.
Tan sólo soy un hombre enamorado.
Stepan, ya que hablamos de cosas importantes,
no tenemos ingeniero jefe.
Sí.
Y nosotras queríamos cantar algo.
Si queréis, yo puedo cantar algo.
—No sabes. —Pues no canta nada mal.
—Buenas tardes. —Hola.
¿Podríamos pasar aquí un rato?
¿Quiénes sois?
Vivimos en la habitación de al lado.
Somos expendedores.
Hemos oído que estabais cantando.
y hemos decidido pasar.
Y vosotros, ¿de dónde sois? —Somos de aquí.
Yo soy el presidente del Comité Ejecutivo,
éste es el director de la fábrica,
el presidente de la Asociación Local de Escritores.
Pero Varakin no es de aquí.
Sí, es verdad, Varakin no es de aquí.
Es el hijo del cocinero Nikolaev.
Muy buena compañía.
¿Vais a escucharme o no?
Estamos cantando, y vosotros, aquí, discutiendo.
Bueno, Nikolai,
canta.
¿Para qué?
¿Qué canción quisiera escuchar, Aleksei?
¿Por qué no vamos al roble?
Tenemos cerca un roble
bajo el cual estuvo sentado el príncipe Dimitri.
Muy buena idea.
Este roble
tiene unos 1200 años.
En la época precristiana se consideraba sagrado.
El que arrancaba de él una rama
se convertía en jefe de la tribu.
Pero para conservar su poder
debía luego proteger el árbol día y noche.
Naturalmente, tarde o temprano,
alguien mataba al jefe,
se hacía con una rama
y se convertía en jefe.
Actualmente esta tradición ha perdido su significado.
Sin embargo,
el príncipe Dimitri,
y más tarde Iván el Terrible,
estuvieron en nuestros parajes
y arrancaron ramas de nuestro roble.
Desde 1917 el roble está protegido por el Estado.
¿Puedo coger una ramita como recuerdo?
No se puede.
La más pequeñita.
Que coja una.
Si el Comité Ejecutivo lo permite...
¡Diablos!
—Está todo carcomido. —Es que hay que regarlo.
Si se ha caído, cojan una ramita.
Me llevaré una para mi hermano.
Huya.
¿Qué?
Le digo que huya.
¿A dónde?
GUIÓN: A. Bodorianski K. Shakhnazarov
DIRECCIÓN Karen Shakhnazarov
FOTOGRAFÍA Nikolai Nemoliaev
DIRECCIÓN ARTÍSTICA Ludmilla Koussakova
Subs. por David (2010)