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Navidad en Belén. El sueño más antiguo: una noche fría y clara hecha de estrellas brillantes y gloriosas,
El perfume del incienso, los pastores y los sabios arrodillados en adoración de un niño dulce, la encarnación del amor perfecto.
Queridos hermanos, ¡Feliz Navidad a todos!
Este tiempo, en particular, debe ser un tiempo de inmensa alegría para todos nosotros
Un tiempo en el que experimentamos el poder del amor de Dios en nuestra vida
Un tiempo en el que nos damos cuenta de que Dios no se preocupa de nuestros defectos, pero perdona todo aquello que nos puede desviar y nos impide volver a Él;
En este tiempo podemos redescubrir nuestra dignidad, nuestra verdadera naturaleza de hijos de Dios, de hermanos y hermanas entre sí,
Responsables unos de otros y del mundo entero.
Este debería ser nuestro mensaje de Navidad: somos hermanos y hermanas que pertenecemos a una única familia,
Unidos en el Niño Jesús, el nacimiento, la encarnación de Jesús que viene al mundo una vez más en esta Navidad, para recordarnos nuestro destino
Para recordarnos nuestros orígenes, para recordarnos nuestra responsabilidad, para llamarnos de nueva cuenta en la única familia de Dios.
Esta es la Buena Noticia: Dios nunca se cansa de nosotros, no pierda la esperanza, no se desanima de ninguno de nosotros.
Dios permanece siempre fiel y siempre viene a nosotros, aunque no se lo pidamos expresamente, Dios continúa entrando a nuestras vidas.
Es tiempo para que nos regocijemos, es tiempo de perdonar, es tiempo de amar y de renovar nuestra esperanza en Dios, en la vida,
en el don de los hermanos que nos rodean en nuestra fraternidad y en el mundo, que Dios nos ha dado como un lugar para celebrar.
También es un momento de intensa y profunda oración: debemos encontrar el tiempo en este periodo para rezar por la paz en el mundo.
En estos días nos llegan noticias de nuevos actos de violencia en Sudán del Sur, después de unos pocos años de paz.
Oramos por la gente de Sudán del Sur, rezamos por todos los cristianos y para toda la población. También oramos por nuestros hermanos franciscanos que están allí.
Acuérdense también de nuestros hermanos y de toda la gente de África Central, también ellos en busca de la paz
y de la reconciliación en este tiempo en que Dios dona paz. Oremos por nuestros hermanos y hermanas del Congo, de Siria
y de los países vecinos en los que el pueblo sirio busca refugio y conserva la esperanza de nuevas oportunidades para reiniciar a vivir.
Esto me recuerda el episodio de Greccio, narrado por Tomás de Celano, un biógrafo de san Francisco, que nos recuerda el don que Francisco trató de
compartir con el mundo: su forma de interpretar la encarnación de Dios, que se humilla y se hace pobre, para que podamos encontrar nuestra dignidad,
para que podamos ser elevados a la novedad de hijos de Dios. Era la noche de Navidad de 1223, cuando Francisco llamó a su amigo Juan,
un aldeano, un amigo de los hermanos, y le dijo que fuera a llamar a la gente de la aldea y caseríos, de reunirlos a todos y de preparar las cosas necesarias
para representar la presencia viviente de Dios, el cual se hizo pobre para que nosotros pudiéramos ser ricos.
Este regalo que Francisco ofrece al mundo, esta idea de la encarnación como renovación de nuestra humanidad,
es un don que hay que ofrecerlo al mundo. Por lo tanto, a todos ustedes que predicarán en la iglesia este año, a todos los hermanos que ofrecerán su ministerio al servicio del pueblo de Dios,
a todos ustedes le pido de portar también este mensaje, el mensaje de la esperanza que Dios nos ofrece en este tiempo de Navidad, el mensaje que Dios ofrece al mundo.
Concluyendo, me gustaría pedirle a Dios que les done la felicidad de la Navidad
que es esperanza. Pueda Dios donarles este espíritu de la Navidad que es paz. Pueda Dios donarles un corazón que es amor.
Esta paz, esta esperanza y este amor puedan resonar en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestras escuelas y en todas nuestras actividades franciscanas,
para que podamos celebrar una vez más la frescura, el don renovado de la esperanza, del amor y de la paz de Dios al mundo.
Dios los bendiga. ¡Feliz Navidad! ¡A todos! ¡Sea este el regalo de Navidad que os intercambiaréis mutuamente! ¡Gracias!