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—Hombre, he perdido un calcetín en la lavadora, pero eso le pasa a todo el mundo.
—¿Pero qué dices, Leo? Lo que pasa es que tienes un cacao en la cabeza, porque eres argentino y te gusta esa cosa del psicoanálisis. Pero en ningún sitio estarás mejor que en Can Barça.
—Leo, prométeme por tus cuatro pelotas que le serás fiel al club.
—¡Balones de Oro!
—¿Qué haces? ¿De dónde vienes? ¿Con quién has estado?
—¡Mentira! Si eso fuera verdad, aún le estarías enseñando qué es un balón. —No, yo... —A ver, échame el aliento.
Bebida energética...
—¡Tú has estado en un pub! —No... —¡Oh, una taza de té!
¡Tú has ido a Inglaterra a jugar un partido con el City! ¡Estás engañando al Barça con otro club!
—No, es verdad. No llevas ningún anillo.
Pero llevas esto. ¿Sabes qué es esto? ¡Un contrato que has firmado ante la sagrada afición del Barça!
¿Eh? Ahora estás encaprichado con el dinero del City, pero eso es un capricho. Además...
Si te divorcias del Barça, solo podrás ver a Pinto dos fines de semana al mes.
—Se lo quedará Tito.
Va, tonto, va, va...
No le explicaremos a nadie nada de lo que has hecho.
Venga, dúchate y después lo verás todo mucho más claro.
—Por cierto, no quiero que vuelvas a ver a Valdés, es una mala influencia para ti. No hace más que meterte en la cabeza que pruebes otros clubes.
—¿Y a los del City les habrás dicho que es solo un partido esporádico, verdad?
Mientras tanto, en Manchester
—¿Pero por qué tarda tanto? Si me ha dicho que dejaba el Barça por mí y que volvía...