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La actividad industrial
es aquella que realiza el hombre para la fabricación de bienes.
La forma de transformar las materias primas que proceden de la naturaleza
ha ido cambiando a lo largo del tiempo,
desde la elaboración artesanal...
..a la compleja industria del momento actual.
La localización espacial
de los lugares destinados a la producción industrial
está condicionada por factores geográficos de diversa índole,
que han originando paisajes característicos.
Los factores básicos de la producción industrial
son las materias primas o recursos naturales,
la tecnología como conjunto de medios técnicos
que facilitan su transformación,
los recursos energéticos que mueven la maquinaria de producción,
el capital o conjunto de bienes fijos y pecuniarios,
y la mano de obra o recursos humanos
que intervienen en el proceso productivo.
El proceso de transformación industrial
modifica la materia prima, en fases sucesivas,
obteniendo productos intermedios o semielaborados,
hasta lograr el producto final.
Una vez obtenido el mismo es distribuido a los consumidores.
El desarrollo del proceso de producción industrial
ha pasado por diversas etapas,
condicionadas por circunstancias históricas muy variadas.
Antes de generalizarse los métodos propios de la industria moderna,
el artesanado constituía la forma básica de la actividad productiva.
El artesanado se apoyaba directamente en el trabajo manual,
auxiliado por una maquinaria sencilla
y un bajo consumo energético,
proporcionado por medios rudimentarios,
aprovechando la fuerza animal, el agua y el viento.
La producción obtenida en talleres, en general de pequeñas dimensiones,
era reducida, en series de pocas piezas, cuando no únicas.
El trabajo estaba dirigido por un maestro,
que participaba directamente en el proceso productivo.
En la época medieval,
la producción se ubicaba sobre todo en las ciudades
y tenía reglamentaciones especiales, constituyendo los gremios.
El aprendizaje del oficio estaba también sujeto a rígidas normas,
y los especialistas debían recorrer
toda una escala en su carrera profesional,
desde aprendiz a oficial y maestro,
que era el grado más alto entre los artesanos.
La Revolución Industrial modificó, definitivamente,
las escasas bases productivas del modo de producción artesano.
La industria moderna crea la fábrica
para la elaboración de grandes series de piezas,
con objeto de aumentar la productividad,
para lo cual se utilizan nuevas fuentes de energía y maquinaria,
como sustitutivas del trabajo manual.
La especialización consecuente con la división del trabajo
permitió a la industria moderna incrementar el rendimiento
en las diversas fases del proceso productivo.
Además, la organización del sistema capitalista,
inherente al proceso de producción masiva,
estableció la división entre los poseedores del capital
y los encargados de la dirección de las empresas,
originando la formación
de las sociedades anónimas o de responsabilidad limitada.
El despegue del proceso industrial moderno tuvo lugar en Inglaterra,
a mediados del siglo XVIII.
La fabricación de productos manufacturados de origen textil
constituyó el banco de pruebas
donde introducir sucesivas mejoras técnicas
y nuevas formas de organización empresarial.
La aparición de la máquina de vapor
favoreció el incremento de la capacidad productiva
de las empresas a un nivel hasta entonces desconocido.
La utilización de la hulla
como fuente de energía productora del vapor
condicionó la localización de las fábricas
en la proximidad de las minas de carbón,
favoreciendo la concentración industrial.
Hacia finales del siglo XIX,
la consolidación del sistema capitalista
impulsó el avance y desarrollo de la industria.
La incorporación de nuevas fuentes de energía,
como la electricidad y el petróleo,
y de nuevos métodos de trabajo
ligados al montaje en cadena y a la automatización,
posibilitaron una gran renovación del proceso de producción.
La versatilidad de la electricidad,
derivada de la facilidad de su transformación y transporte,
hizo posible prescindir de la obligada proximidad
a las minas de carbón del período anterior.
Por otro lado, el triunfo de los vehículos de automoción
aceleró la revolución de los transportes,
permitiendo una gran flexibilidad de movimiento,
lo que favoreció el cambio profundo
de la estructura urbana de las ciudades
y el desarrollo de una nueva industria ligera de transformación.
Paralelamente, el mundo capitalista transformó su estructura productiva,
debido al rápido crecimiento
de los monopolios industriales y comerciales.
La concentración de la industria
originó la formación de empresas gigantescas
de ámbito nacional e incluso trasnacional.
La última etapa del desarrollo de la industria
ha estado marcada por la profunda crisis
de los años setenta del pasado siglo.
El encarecimiento de los recursos naturales y de los salarios,
así como la incorporación de las nuevas tecnologías
de la información y de la automatización,
han permitido la organización de la industria
sobre nuevas bases descentralizadoras,
en el contexto de una economía globalizada.
El protagonismo de las empresas multinacionales se ha incrementado.
Su estrategia de actuación es la de buscar el máximo beneficio,
a partir de la movilidad del capital
y de la obtención de los recursos productivos por todo el planeta.
La distribución de las actividades industriales en el territorio
origina importantes impactos espaciales,
que han sido tradicionalmente analizados por los geógrafos.
La actividad de la empresa industrial
tiene lugar en determinadas instalaciones o factorías,
que constituyen las unidades técnicas de producción.
La organización espacial de los establecimientos industriales
depende de múltiples factores,
como las materias primas empleadas, el nivel tecnológico,
la relación con otras industrias o el tamaño de planta,
originando, en cada caso,
un modelo territorial y un paisaje industrial característicos.
En el modelo territorial de la fase artesanal,
anterior a la Revolución Industrial,
la producción manufacturera se concentraba,
tanto en las ciudades como en el espacio rural,
en la proximidad de ríos y canales,
utilizados como vías de comunicación,
fuentes de energía o elemento auxiliar de la producción.
La Revolución Industrial modificó, de forma radical,
las pautas de la localización de la industria.
Por una parte,
la utilización del carbón mineral como fuente de energía
contribuyó a atraer hacia las zonas hulleras
un buen número de factorías.
Algo similar ocurrió con otros recursos naturales,
como el hierro, en el caso de la siderurgia,
las fábricas de azúcar o la construcción naval.
Por otro lado,
las ciudades, como mercados de consumo, actuaban, igualmente,
como importantes focos de atracción de la población inmigrante,
localizándose en su entorno
industrias ligeras productoras de bienes finales,
como materiales de construcción, textiles, papel o artes gráficas.
A su vez, los nudos de interconexión ferroviarios y de carreteras,
junto a los grandes puertos,
se convirtieron en importantes centros de atracción industrial,
formándose complejos industriales
integrados en las áreas de tráfico más intenso.
La concentración de industrias en la ciudad
permitió a las empresas una serie de ventajas,
como la utilización de unas mismas infraestructuras y servicios,
lo que favorecía un abaratamiento de los costes de producción.
Esta situación permitió la consolidación de la ciudad
como lugar preferente de localización industrial.
En estas circunstancias, triunfó el modelo industrial fordista,
con predominio de la gran fábrica
como instalación industrial preferente.
Este sistema productivo estaba basado
en la disponibilidad de mano de obra y petróleo baratos
y en la producción masiva de bienes estandarizados.
Las aglomeraciones urbanas, en un proceso de crecimiento continuo,
merced al desarrollo de los medios de transporte y comunicación
y a la progresiva concentración
de infraestructuras y servicios para las empresas,
y de equipamientos sociales y viviendas para los trabajadores,
fueron convirtiéndose en el medio idóneo
para la innovación y el intercambio de información.
En el interior de las grandes ciudades,
el encarecimiento del suelo, en los distritos centrales,
favoreció el desplazamiento de la industria
hacia la periferia metropolitana,
siguiendo las principales vías de transporte radial.
La industria se disponía en polígonos industriales,
en la proximidad de las carreteras, en grandes naves de una sola planta,
ocupando extensas áreas
de los municipios próximos a la gran ciudad.
La saturación de estas áreas originó, al cabo de los años,
un nuevo salto de la industria hacia el exterior,
a una distancia superior,
dando lugar a un nuevo anillo industrial,
allí donde el precio del suelo era más barato.
La crisis económica de los años setenta del pasado siglo
afectó a la industria de manera fundamental,
originando, no sólo una forma diferente de organización
del sistema productivo, denominado postfordista,
sino también de las pautas de localización de las empresas.
Las nuevas tecnologías
han aumentado la eficiencia en el uso de la energía,
disminuyendo la necesidad de mano de obra,
a la par que han fomentado
la deslocalización de la actividad económica.
Por otro lado, la búsqueda de mayor rentabilidad económica
ha conducido al nacimiento de un tejido industrial
formado por empresas de pequeño tamaño que,
por subcontratación y en condiciones precarias de trabajo,
realizan gran parte de la producción
que antes concentraba la gran empresa.
Los impactos territoriales
del proceso de reestructuración productivo
están siendo de muy diverso signo,
cuya lógica obedece al funcionamiento de un sistema
cada vez más globalizado.
Las regiones de antigua tradición industrial,
como la siderurgia o la construcción naval,
necesitadas de una profunda reconversión industrial,
han sido afectadas por la crisis económica,
de la que no se han recuperado todavía.
Por otra parte, la pequeña industria urbana,
cada vez más alejada del centro de la ciudad,
ha continuado el proceso de localización
a lo largo de los ejes de transporte,
en polígonos periféricos,
a menudo desestructurados y faltos de equipamientos y servicios.
Como contrapunto, la ciudad atrae empresas innovadoras,
gracias a la oferta de infraestructuras,
como aeropuertos, autovías y conexión a las redes telemáticas,
así como servicios a la producción y capital humano cualificado.
Este nuevo tejido industrial
ocupa espacios relativamente céntricos de la ciudad,
en los denominados parques industriales y tecnológicos.
Por otro lado, las zonas rurales ofrecen, en la actualidad,
una serie de ventajas respecto a la ciudad,
para la localización de la industria,
como la presencia de recursos naturales y suelo barato,
mano de obra poco conflictiva o subvenciones fiscales.
Estas circunstancias explican la existencia en el medio rural
de fabricaciones tradicionales,
como la confección de prendas de vestir,
calzado, muebles o productos agroalimentarios,
poco exigentes respecto a la inversión de capital
o a la cualificación laboral.
Finalmente, estamos asistiendo
al fenómeno de la deslocalización industrial.
Las grandes compañías multinacionales
abandonan los países desarrollados,
como lugar preferente de ubicación de sus empresas,
para aprovechar las condiciones de rentabilidad
ofrecidas por los países del Tercer Mundo.
Esta circunstancia ha originado
una nueva división del trabajo a escala planetaria.
Las áreas preferentes en la descentralización industrial
han sido las del sudeste asiático,
donde a la existencia de una tecnología punta
se unen unos salarios muy bajos
que permiten obtener elevados márgenes de beneficio.