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En el año 1516 veía la luz un libro de Tomás Moro publicado con el título
"Del estado de una república en la Isla de Utopía".
En él se discutía sobre las coyunturas filosóficas,
políticas y económicas confluentes en esta comunidad imaginaria,
que instituía, entre otras cosas, la propiedad común de los bienes.
A pesar de ser una comunidad inexistente,
ya que Utopía significa no-lugar,
limitada al alcance intelectual de unos cuantos eruditos,
esta especie de ficción sociológica,
supuso una provocación al buen hacer político de Enrique VIII,
y por extensión, al de todos los regentes europeos.
Tomás Moro se atreve a trazar toda una cartografía de la contradicción,
al llamar Amauroto, a su ciudad sin muros,
Anhidro, a su río sin agua,
y Ademus, a su gobernante sin pueblo,
y a legar el término utopía a las generaciones venideras.
Cuando Tomas Moro creó la utopía,
la idea era que no existía, no existía en ningún lugar.
Hoy tenemos una experiencia de que muchas utopías se han realizado,
una cantidad impresionante.
No nos damos cuenta, pero en muchos aspectos estamos viviendo utopías.
En el plano geopolítico
estamos viviendo una utopía bastante excepcional,
durante mucho tiempo impensable,
y la vivimos todos los días y no nos damos cuenta, y es la Unión Europea.
La historia europea de los últimos dos siglos,
está de hecho cimentada sobre guerras terribles,
que han dejado tras de sí, más de 100 millones de muertos.
Hoy la unificación europea es una realidad,
aunque sus debilidades inviten a pensar que,
como la Isla de Tomas Moro,
pudo ser proyectada con las mismas urdimbres de la ficción.
Nosotros tenemos dos ficciones a las que hacer frente en estos momentos.
Por una parte está la ficción del poder,
de los poderes no solo económicos, sino también mediáticos diciendo:
-Mire usted, si quiere continuar viviendo
ha de someterse a esos ajustes que están marcados
por el Fondo Monetario Internacional, por el Banco Mundial, etc.,
por esos poderes que parece que sean impersonales y lejanos,
que es el poder económico.
Y la otra ficción es que ante esa situación de recortes
por todas partes, incluso recortes económicos en los salarios,
se alarga el tiempo de trabajo, la edad de jubilación, etc.,
parece que la gente que protesta,
protestamos ante esos recortes que nos están planteando,
que no nos van a permitir continuar con el Estado del Bienestar.
Pero la moda de las sub-prime norteamericanas
cuya fatal profecía aún no había llegado a cumplirse,
se importó a España en el momento de máxima excitación de los capitales,
y aquí vino a sucumbir, con la explosión de la burbuja inmobiliaria,
en el mismo altar que las ilusiones y los ahorros,
de varios millones de personas.
En el año 95, antes de la última burbuja inmobiliaria,
de cada 100 euros que tenía una persona de renta,
que formaba parte de la población activa, igual debía 60.
En 2008, cuando explota la burbuja,
de cada 100 euros que tiene una persona
que forma parte de la población activa de renta, debe 140.
Es decir, que el gran boom de crecimiento económico
que hemos tenido entre el 95 y el 2008,
no ha sido porque hayan aumentado los salarios de las personas,
no ha sido porque haya aumentado la riqueza de la gente,
ha sido porque la banca
ha proporcionado una cantidad ingente de crédito a las personas.
Pero esta es una historia
que comenzó a narrarse ya, en los años 50,
entre los teóricos de la Escuela de Chicago, que,
teniendo a Milton Friedman como mentor,
alumbraron un arma de destrucción masiva terriblemente eficiente,
y para colmo, invisible: la deuda.
Estos evangelistas del libre mercado,
llevarán su credo: los planes de ajuste estructural,
a todos aquellos países del planeta susceptibles de ser desestabilizados.
En el pasado; México, Chile, Sudáfrica y Argentina
fueron solo algunos de los lugares de ensayo.
Hoy, parece haberle llegado el turno
a los países más frágiles de la Unión Europea.
No en vano, las protestas que se están produciendo
resulta que no producen ningún cambio,
es decir, en Francia ha habido unas huelgas,
ha habido manifestaciones, ha habido ocupación de fábricas,
y sin embargo, se aprueba esa ley de Sarkozy.
En Irlanda, con las manifestaciones que ha habido, se acude al rescate,
un rescate utópico en el sentido de utopía que no se puede realizar.
Por si fuera poco, la perversión del lenguaje
ayuda a sistematizar saberes y prácticas peligrosísimos,
bajo dulcificados epígrafes.
El capitalismo democrático de estos apóstoles de la economía,
pretende convencer al mundo de que la democracia y el libre mercado,
mantienen entre sí una relación natural;
una especie de parentesco esencial,
capaz de derribar cualquier cuestionamiento.
Un dólar, arriba de otro dólar,
que cuidé a lo largo de 25 años de trabajo
para que cuando me jubilara tuviera una vejez digna,
cosa que el gobierno no me da.
¿Por qué no nos tratan los bancos
como tratan a sus ahorristas en el exterior?
Y yo lo puse en bancos privados,
porque desconfiaba de los bancos nuestros,
porque ya me agarraron en el 89.
Los derechos conquistados
durante décadas de luchas sociales y políticas,
que han nutrido el Estado de Bienestar de las clases medias,
son hoy también mercancías,
expuestas a los juegos de manos de las instituciones financieras.
El Estado de Bienestar fue una utopía soñada
por millones y millones de personas, muchas generaciones,
y se constituyó a lo largo prácticamente de un siglo.
Se generalizó en Europa al final de la II Guerra Mundial.
Hoy se está desmantelando ante nuestros ojos.
Es decir, evidentemente, estamos viviendo una especie de regresión,
estamos desandando el camino del que hablábamos antes,
y como decimos que es económico
no nos damos cuenta de que en realidad no es económico,
es la destrucción de un modelo social.
Del mismo modo, la pobreza desprendida,
casi como un deshecho del preciso engranaje del mercado,
tampoco es sólo económica,
es también una pobreza política, una pobreza social.
Una pobreza estructural que confunde el valor con el precio,
la dignidad con el éxito rápido y la verdad con el ejercicio del poder.
Ha habido un auténtico bombardeo mediático
y un proceso de educación social brutal
que ha convertido a cada persona en pequeños especuladores,
es decir, la idea esta del capitalismo popular
de compra unas acciones y haces crecer tu dinero
sin saber si el dinero de tus acciones
estaba machacando la Amazonía o estaba matando a indígenas
que se resistían contra la industria extractivista,
eso no se ha visto, ni se ha podido ver,
pero desde luego hay quien sí lo sabe,
que son quienes han estimulado, quienes han dado los préstamos,
quienes han animado para que la gente pidiera más.
Y también tienen un peso bastante importante
las administraciones públicas,
no hubiera sido posible el boom urbanístico que ha habido en España
si no hubiera sido porque alcaldes y concejales de cientos de municipios,
que tenían las competencias sobre los territorios,
han dado todo tipo de facilidades,
y han recalificado todo lo que les ha dado la gana.
En un escenario político
en el que hay más de 800 funcionarios del Estado
imputados por causas de corrupción,
se pretende restaurar la confianza de los ciudadanos,
como si ésta fuera una proyección a pequeña escala
de la confianza de los mercados de capitales.
En muchos casos, las medias verdades,
han embaucado a miles de ciudadanos comunes
en prácticas económicas éticamente cuestionables.
Si tú te colocas al servicio de la acumulación y del dinero,
lo que se produce es como una especie de proceso de descomposición
de la vida democrática,
que obviamente toca más a las esferas más altas y de mayor poder
pero termina permeando al conjunto de la sociedad.
Las instituciones financieras y los mercados,
como fieles cancerberos del sistema neoliberal,
amilanan todo intento de evasión
hacia nuevas formas de organización económica,
mientras los capitales ficticios,
siguen fluyendo por las autopistas de la comunicación,
sin nombres, sin cargos y con total impunidad.
Si no se pone en duda tan siquiera el sistema del capitalismo,
nadie pone en duda el sistema,
lo que se está diciendo es que hay que reformarlo,
por lo tanto, una forma de que esta utopía
del cambio del mundo se pueda realizar
y que tengamos otro mundo mejor y otro mundo posible,
es que a través de los medios de comunicación,
primero, se haga de una forma lo más veraz posible
y lo más militante posible
en el sentido de que mire usted si es posible que podamos cambiar el mundo
pero haciendo frente, no solo a las formas
sino también al fondo de lo que está ocurriendo.
Galeano dice, necesitamos una utopía,
porque la utopía es un poco como el horizonte,
y ¿para qué sirve el horizonte?, pues sirve para caminar.
Nos acercamos al horizonte y a medida que nos vamos acercando
el horizonte se va alejando pero entre tanto, hemos avanzado,
y en cierta medida, la utopía la podemos entender así.
Si formulamos objetivos, objetivos elevados,
pues la vía que nos conduce hacia esos objetivos,
ya nos permite elevarnos un poco.
Lo que ocurre es que no debemos pensar
que porque se han alcanzado muchos objetivos muy positivos,
no debemos fijarnos otros,
porque a la vez que vamos avanzando, el mundo va cambiando,
y como hemos dicho antes, el horizonte se va alejando
y hay que ir de nuevo fijándose objetivos ¿verdad?
En este sentido, los límites ecológicos del planeta,
plantean ya elementos de juicio
ineludibles para todos los actores sociales.
Pero las responsabilidades han de ser proporcionales
a la capacidad de destrucción de cada cual,
y no pasa, por la construcción de un discurso de lo sostenible,
sin forma, sin fondo y sin perspectiva,
la solución a la extracción desmedida de materiales,
ni a las implicaciones de nuestros actos de consumo más superfluos.
Si nos fijamos, por ejemplo en un dato como la huella ecológica,
vemos que si todo el mundo consumiera
como la media de una persona de España,
harían falta más de 3 planetas.
Entonces, si nos planteamos como horizonte de justicia,
el que todas las personas puedan acceder
a niveles básicos de supervivencia,
es evidente que los países ricos que están usurpando
una cantidad más grande de recursos
de los que les proporcionan sus territorios,
no pueden continuar por la senda desarrollista
y tendremos que pensar en otras alternativas.
El reto está en si ese descenso
de la extracción y de la generación de residuos
la vamos a hacer de una forma tranquila, planificada
y con criterios de justicia y de equidad,
o se va a producir por la vía de la lucha por los recursos.
El petróleo, los diamantes y el coltán, y más recientemente el agua,
se han convertido en aliados estratégicos
de las guerras por el poder,
trazando nuevos modelos, en este caso anti-utópicos,
de dominio, de conflicto y de desigualdad.
Los medios de comunicación
se han convertido en los sastres a medida de los poderosos,
diseñando para ellos nuevas fórmulas de influencia
con el fin de enmascarar objetivos económicos,
que muchas veces resultan letales.
Los medios de comunicación hoy son un reflejo de la crisis actual,
pero crisis de confianza, crisis económica, crisis política
y crisis de cualquier tipo que hay.
Los medios de comunicación, ¿qué están reflejando?
Están reflejando esa crisis de una forma que se autofagocitan,
porque se repiten unos a otros.
Esa falta de confianza que está habiendo en general en la sociedad,
hace que parezca que no se pueda cambiar la sociedad.
Los medios de comunicación son los grandes cómplices,
de el "avanzamiento" de este proyecto de destrucción social.
Porque hoy día esencialmente,
los medios no piensan en el bien de la colectividad.
Lo que piensan es el interés de sus empresas,
porque la mayoría de ellos pertenecen a grandes grupos de comunicación,
que son grandes empresas, a veces cotizadas en bolsa.
Y por consiguiente sus intereses son que los mercados,
en los que ellos están incluidos, funcionen,
y no el interés de los ciudadanos.
Entonces tienen una voz
que aparentemente es la voz de los sin voz,
es la voz de la colectividad,
pero en realidad, es la voz de los mercados, es la voz de los amos.
Noam Chomsky ha construido un decálogo que explica muy bien
las estrategias de manipulación masiva
de los medios de comunicación convencionales.
Se nos vende como que es necesario salvar el sistema financiero
porque si no se hunde todo.
Y esos son los medios de comunicación,
que de una forma machacona, de una forma diaria,
nos están inculcando -mire usted, hay que salvar a los bancos-
pero los bancos que son los que a su vez luego vuelven,
con el dinero que se les ha dado
desde las instituciones públicas, desde los Estados,
los que vuelve a comprar
la deuda de los países que están en peores condiciones,
y que vuelven a especular sobre ellos.
En este orden de cosas, se hace obviamente cuestionable
la invitación que los miembros de la Unión Europea
hacen a los países satélites,
convirtiéndoles en suculentos deudores a los que hincar el diente.
Y los barnices siguen operando,
con una soberbia eficiencia sobre la opinión pública,
que carece, cada vez más, de elementos de contraste.
Claro, ahora explota la burbuja,
de repente se pierden un montón de sectores de inversión,
y ¿cómo reaccionan los mercados?
que no son más que personas con nombres y apellidos
que son dueñas de capitales, no?.
¿Y qué hacen los gobiernos?.
Pues, los mercados lo que hacen
es asaltar los recursos públicos que quedan.
Por lo tanto, si no se explica eso claramente,
desde los medios de comunicación,
los medios de comunicación son cómplices,
en estos momentos en su gran mayoría,
de esa situación de no explicar la realidad
de lo que es la crisis actual.
Este pensamiento único actúa como una fuerza desestructurante
que invita a la pereza intelectual, a convertirnos en meros receptores,
o más bien, en recipientes vacíos,
ansiosos simplemente por ser llenados.
La crisis económica es ya una alocución sin sentido,
tan vaciada de contenido como los medios que hablan de ella,
hipnótica por repetitiva
y por ocultar la crisis sobre la que nunca se escribe:
La crisis de humanidad.
Tienes razón porque al llamarle crisis económica,
eso nos distrae de la verdadera naturaleza de la crisis,
porque la crisis, yo diría que es una contra-utopía, una anti-utopía.
Porque en la realidad de cada día ¿qué significa esa crisis?,
significa la destrucción o la desconstrucción
de la utopía que constituyó el Estado de Bienestar.
La crisis es una crisis de derechos, porque los derechos humanos dicen
que toda persona tiene derecho a una vida digna y,
por lo tanto, la pobreza es una consecuencia de esa crisis económica,
y en el fondo, es que nos están hurtando los derechos humanos porque,
incluso aunque en un sistema formal de elecciones parlamentarias
cada "x" años, según el país, se vota,
se vota a unos personajes políticos
que se venden como si fuera una mercancía.
Y mientras siga siendo así,
nuestra razón estará condicionada, incluso contaminada,
por los discursos sin tacha de las élites,
que realimentan su poder.
"¿Cómo es posible que los Estados tan pobres,
del final de la II Guerra Mundial,
Estados semi-destruidos por la guerra, empobrecidos,
construyeron el Estado de Bienestar,
y hoy que vivimos en Estados super-ricos,
entre los más ricos del mundo,
hoy se nos diga, que no se puede sostener el Estado de Bienestar
y que haya que desmantelarlo?.
¿Dónde está la lógica? ¿Quién lo puede entender?
Imposible de entender, porque no es verdad, en realidad.
Lo que pasa es que los mercados
quieren mayores beneficios que nunca tuvieron,
y mayor espacio hasta político, que nunca se les permitió tener.
Se hace preciso rescatar para todos los públicos,
otras líneas de pensamiento
más acordes con el signo de estos tiempos.
El pensamiento ecologista y el pensamiento feminista,
tienen mucho que aportar a esta confusión general.
Yo creo que en su momento, todo el pensamiento de la economía crítica
mostró la tensión que existía entre el capital y el trabajo, ¿no?.
Yo creo que el feminismo ha ampliado esa tensión,
porque las mujeres, el 50% de la humanidad,
que no por esencia sino por el rol que el patriarcado les asignó,
han cargado históricamente con un trabajo
que es el trabajo doméstico, el trabajo de cuidados,
que es absolutamente esencial para que pueda existir la vida humana.
El mantenimiento de la vida, el bienestar y los cuidados,
tres preocupaciones basales del pensamiento feminista,
chocan de bruces con los valores materialistas
de la acumulación y el beneficio.
Orientarse hacia los fines
sin importar los medios ni los procesos implicados,
tienen como contrapartida
la negación de la vida de una grandísima parte de la humanidad.
Por su parte, el pensamiento ecologista yo creo que ha mostrado,
lleva planteando desde hace décadas,
la necesidad de reducir la esfera económica,
que el planeta tiene límites, que no es posible continuar extrayendo,
que se deterioran los ecosistemas,
y que es necesario aprender a vivir con menos.
Por tanto creo que ambos pensamientos
que colocan el cuidado de la vida en el centro
son absolutamente sinérgicos,
y sus propuestas son imprescindibles para cambiar el mundo.
Entre tanto, la sociedad del conocimiento
que ha corrido paralela a la revolución tecnológica,
nos garantiza 24 horas al día de conexión,
no importa a qué género de informaciones.
Y efectivamente, los medios de comunicación,
como Le Monde Diplomatique, que sí que ponen al ser humano al frente,
lo que está buscando es justamente,
el tener en cuenta que el introducir ese ápice de humanidad
es porque la información tiene que estar al servicio humano,
y al servicio del ser humano
con los derechos a los que tiene que tener la situación,
y no que le hurten los derechos, entre ellos,
el derecho a la libertad de expresión y a una información veraz.
El derecho a una información no contaminada,
a una información ecológica y a un lenguaje cabal,
no pervertido por los tintes de interés
de las grandes corporaciones económicas,
que a la sombra de nuestros representantes políticos,
gobiernan el mundo.