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¿Fantástico Bred, no?
Pienso que fue simplemente genial,
pero al final me deja con una leve sensación
de inferioridad tecnológica
porque no tengo vídeos vía satélite.
(Risas)
A decir verdad, tampoco tengo ninguna diapositiva.
Lo que pensaba era comenzar
con una simple petición.
Me gustaría que todos ustedes se den una pausa,
ustedes, miserables cobardes,
y evalúen su miserable existencia.
(Risas)
Ese era el consejo que San Benedicto daba
a sus relativamente sorprendidos seguidores en el siglo V.
Era el consejo que he decidido seguir yo mismo
cuando cumplí los 40.
Hasta ese momento,
había sido un guerrero corporativo clásico.
Comía demasiado, bebía demasiado,
trabajaba demasiado duro,
y descuidaba a mi familia.
Así que decidí probar y darle un giro a mi vida.
En concreto, decidí que intentaría tomar las riendas
de ese espinoso asunto del equilibrio entre la vida personal y laboral.
Así que me salí del grupo de población activa
y pasé un año en casa con mi mujer
y cuatro niños pequeños.
Pero todo lo que aprendí del equilibrio entre la vida laboral y personal ese año
fue que era fácil tener un equilibrio entre trabajo y vida personal
cuando no tenía ningún trabajo.
(Risas)
Una habilidad bastante inútil,
especialmente cuando el dinero se va gastando.
Así que volví al trabajo y me he pasado
estos siete años siguientes luchando con el equilibrio entre
vida laboral y personal, estudiando y escribiendo sobre este equilibrio.
Tengo cuatro comentarios que me gustaría compartir con ustedes hoy.
El primero es que, si la sociedad va a hacer progresos en este tema,
necesitamos un debate sincero.
Pero el problema es que tanta gente dice
tantas tonterías sobre el equilibrio entre la vida personal y laboral.
Todos esos debates sobre el tiempo flexible,
o los viernes de ropa informal, o licencia de paternidad,
solo sirven para enmascarar más el problema principal,
que es que ciertos trabajos y carreras
son fundamentalmente incompatibles
con estar comprometido de manera significativa
con el día a día de una familia joven.
El primer paso para resolver el problema
es aceptar la realidad de la situación en la que estás.
Y la realidad de la sociedad en la que vivimos es
que hay miles y miles de personas ahí fuera
viviendo vidas de silenciosa desesperación,
trabajando duramente muchas horas en un puesto que odian,
para permitirles comprar cosas que no necesitan
para impresionar a gente que no les gusta.
(Risas)
(Aplausos)
Mi opinión es que ir a trabajar los viernes en vaqueros y camiseta
no nos va a llevar al quid de la cuestión.
(Risas)
(Aplausos)
El segundo comentario que me gustaría hacer
es que nos enfrentemos realmente a la realidad
de que los gobiernos y las compañías
no van a resolver esto por nosotros.
Deberíamos dejar de buscar ayuda fuera.
Depende de nosotros, como individuos
tomar el control y la responsabilidad por el tipo de vida
que queremos seguir.
Si no diseñas tu vida, alguien lo hará por ti,
y puede que no te guste su idea del equilibrio.
Es particularmente importante,
esto no está en Internet ¿o sí? Me van a despedir.
Es particularmente importante que nunca pongas tu calidad de vida
en manos de una compañía.
No estoy hablando solamente de las compañías malas,
los "mataderos del alma", como yo los llamo,
(Risas)
estoy hablando de todas las compañías,
porque las empresas están diseñadas por naturaleza
a sacar de ti
lo más que puedan.
Está en su naturaleza, en su ADN, es lo que hacen,
incluso las buenas y bien intencionadas empresas.
Por una parte, poner guarderías en el centro de trabajo
es maravilloso y considerado.
Por la otra parte, es una pesadilla que significa
que pasarás más tiempo en la maldita oficina.
Debemos ser responsables de poner y reforzar
los límites que queremos en nuestra vida.
El tercer comentario es que debemos ser cuidadosos
con la franja de tiempo que elegimos sobre la que juzgamos nuestro equilibrio.
Antes de volver a mi trabajo después de pasar un año en casa,
me senté y escribí
una detallada descripción, paso a paso,
del día equilibrado ideal al que aspiraba.
Y fue algo como:
Despertar descansado después de una buena noche de sueño.
Tener sexo.
(Risas)
Pasear al perro.
Desayunar con mi mujer e hijos.
Tener sexo otra vez.
(Risas)
Llevar a los niños al colegio de camino a la oficina.
Trabajar tres horas.
Practicar deporte con un amigo a la hora de comer.
Trabajar durante otras tres horas.
Encontrarme con algunos amigos en el pub para tomar algo.
Irme a casa para cenar con mi mujer e hijos.
Meditar durante media hora.
Tener sexo.
Pasear al perro.
Tener sexo otra vez.
(Risas)
Ir a la cama.
(Aplausos)
¿Cuántas veces creen que he vivido ese día?
(Risas)
Tenemos que ser realistas.
No puedes hacer todo en un día.
Tenemos que alargar la franja de tiempo
sobre la cual juzgamos el equilibrio de nuestra vida
pero tenemos que alargarla sin caer en la trampa
de "tendré una vida cuando me retire, cuando mis hijos se vayan de casa,
cuando mi mujer se divorcie de mí, mi salud esté fallando,
y ya no tenga amigos ni intereses".
(Risas)
Un día es muy corto, "cuando me retire" está demasiado lejos.
Tiene que haber un término medio.
La cuarta observación:
necesitamos acercarnos al equilibrio de forma equilibrada.
Una amiga vino a verme el año pasado,
a ella no le importa que cuente esta historia.
Una amiga vino a verme el año pasado y dijo:
"Nigel, he leído tu libro y me he dado cuenta de que mi vida no está nada equilibrada.
Está totalmente dominada por el trabajo.
Trabajo 10 horas al día, tardo 2 horas al día en ir y venir.
Todas mis relaciones han fallado.
No hay nada en mi vida aparte del trabajo.
Así que he decidido recuperar el control y resolver el problema.
Así que me he apuntado al gimnasio".
(Risas)
Bueno, no es mi intención burlarme
pero ser una rata de oficina que trabaja 10 horas al día en buena forma
no es más equilibrado, es estar más en forma.
(Risas)
Por muy bonito que pueda ser el ejercicio físico, hay otras cosas en la vida.
Está el lado intelectual, el lado emocional,
el lado espiritual.
Y para tener equilibrio, creo que tenemos que cuidar todos esos lados.
No solamente hacer 50 abdominales.
Puede ser desalentador, porque la gente dice:
"Maldita sea, no tengo tiempo ni para ponerme en forma
y quieres que vaya a la iglesia y llame a mi madre".
Lo entiendo, de verdad entiendo lo desalentador que puede ser.
Pero hace un par de años hubo un incidente
que me dio una nueva perspectiva.
Mi mujer, que está sentada por ahí en el público,
llamó a mi oficina y me dijo
"Nigel, tienes que ir al colegio a recoger a nuestro hijo pequeño, Harry".
Esa tarde ella tenía que ir a otro lugar con los otros tres niños.
Así que salí del trabajo una hora antes esa tarde
y recogí a Harry a las puertas del colegio.
Fuimos a un parque cercano,
estuvimos en los columpios, jugamos un par de juegos tontos.
Y luego le llevé colina arriba a una cafetería cercana
y compartimos una pizza a la hora del té.
Luego, volvimos colina abajo a nuestra casa,
le di un baño y le puse su pijama de Batman.
Luego le leí un capítulo de "James y el melocotón gigante", de Roald Dahl.
Le llevé a la cama, le arropé,
le di un beso en la frente y le dije "buenas noches, colega".
Y salí de la habitación.
Mientras estaba saliendo,
dijo: "¿Papá?, y yo: "¿Sí, colega?"
y contestó: "Papá, este ha sido el mejor día de mi vida.
El mejor".
No había hecho nada.
No le había llevado a DIsney World, o le había comprado una Playstation.
Por eso, creo que los pequeños detalles importan.
Ser más equilibrado no significa dar un giro drástico a tu vida.
Con unos pequeños esfuerzos en los lugares adecuados
puedes cambiar radicalmente la calidad de tus relaciones
y la calidad de tu vida.
Es más, creo que se puede transformar la sociedad
ya que, si suficientes personas lo hacen,
podemos cambiar la definición que tiene la sociedad de éxito
de la estúpida y simple idea
de que la persona que más dinero tenga cuando muera, gana,
a una definición más equilibrada y razonable
de cómo debe ser una vida bien vivida.
Y eso, creo yo, es una idea que vale la pena difundir.
(Aplausos)