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EL FUEGO FATUO
En aquel momento,
Alain miraba a Lydia con obstinación.
La escudriñaba así desde que había venido a verle,
tres días antes.
¿Qué esperaba él?
Lydia volvió la cabeza
y, bajando sus pupilas,
se quedó absorta.
¿En qué?
¿En ella misma?
¿Era ella esa ira satisfecha que hinchaba su cuello y vientre?
¿Esa sensación que no resplandece
pero que es evidente?
Para él la sensación se había escapado, otra vez, inasequible.
Como una culebra entre dos piedras.
Pobre Alain, qué incómodo estás.
Hacía mucho tiempo...
Me odio.
Sonríeme, Alain.
Ha estado muy bien.
Estoy muy contenta.
Ya ha amanecido.
Tengo que darme prisa.
Tengo que hacer la maleta.
El avión no sale hasta las 11.
Tengo un montón de cosas que hacer esta mañana.
Francesca viene a buscarme a las 8.
Alain...
Me alegra tanto haberte vuelto a ver.
Sabes...
Te quiero de un modo muy especial.
Gracias por haber venido.
Dáselas a Dorothy,
después de todo, fue ella quien me pidió que te viera,
y quien me dio la dirección de la clínica.
¿Qué tengo que decirle a Dorothy?
Nada, ¿por qué?
Prometí llamarla cuando volviera a Nueva York.
Tiene mucho interés en saber cómo estás.
¿Y qué le dirás?
La verdad.
Que estás completamente curado.
Le preguntaré qué piensa hacer contigo.
- ¿Le dirás que hemos? - No, Alain.
Salvo si me lo pides.
No te lo pido.
Pero sospechará algo.
Creo que ni se lo planteará.
Tiene otras cosas en la cabeza.
Y además...
Hasta le vendría bien.
¿Habéis hablado de divorcio?
Una vez,
hace seis meses,
justo antes de que me fuera.
¿Y desde entonces?
Desde entonces no hemos hablado.
Todos los meses manda un cheque al médico.
¿Nunca te escribe?
Un poco,
al principio.
¿Y tú?
Hace quince días le mandé una carta.
Te habrá hablado de ella.
No.
¿La sigues queriendo?
No sé.
Dorothy no es la mujer que necesitas,
no es lo bastante rica, y te deja irte de juerga.
Necesitas una mujer que no se despegue de ti.
Si no, te pones triste
y haces tonterías.
Es verdad, me conoces bien.
Cuando estoy triste hago muchas tonterías.
Claro que te conozco.
Creo que, en el fondo,
siempre quise casarme contigo.
Incluso cuando estabas con Dorothy.
No podré acompañarte a Orly.
El doctor estará furioso porque pasé la noche fuera,
y si no vuelvo ahora me echará.
Francesca me llevará.
Y además, Alain...
Volveremos a vernos pronto.
¿Cuánto tiempo llevas sin beber?
Cuatro meses, bueno, más o menos.
¿Sin una gota de alcohol?
Sí.
Desde que acabé el tratamiento, ni una gota.
El tratamiento consiste en hacerte beber.
Beber.
¡Beber!
Hasta morir.
¿Es duro?
De haber sabido lo que era, no lo hubiera hecho.
¿Y ahora?
¿Ahora?
Nada.
Nada.
Lydia...
Quería decirte...
Pero, ¿qué haces?
Ni hablar.
Sí, sí.
Tú has olvidado, pero yo no.
Una deuda de juego en un barco hace cuatro años.
Esta ciudad olvidada...
Tan triste.
Esa curiosa clínica...
Ya estás curado, Alain.
¿Por qué te quedas aquí?
Aquí me siento bien.
La vida de un enfermo es ordenada, sencilla.
Estás protegido.
No me apetece mucho volver a la ciudad.
París me asusta.
¿Te parezco cobarde?
No, Alain.
Me pareces infeliz.
Ven a Nueva York.
Prométeme que vendrás tan pronto como puedas,
para terminar con Dorothy.
O aunque sea para volver con ella.
No te vayas.
No me dejes.
Te necesito.
No te vayas, te lo ruego.
Es grave.
Debo irme.
Tengo que estar mañana en Nueva York.
Esperan los modelos.
- ¿Es importante? - La fabricación depende de eso.
Ahora soy una mujer de negocios.
Lo sé, Alain.
Te abandono ante tu peor enemigo, tú mismo.
Ven rápido a Nueva York.
No, Lydia. He dicho que no.
No iré a Nueva York,
no me casaré contigo.
Serías muy desgraciada.
Otra Dorothy.
Y además, no puedes hacer nada por mí.
Es demasiado tarde.
Lleve a la señora a París, al hotel Raphaël, Avda. Kléber.
¡Alain!
SANATORIO DEL DR. LA BARBINAIS
CURAS DE REPOSO SEGUIMIENTO MÉDICO
¡Señor Alain!
¡Señor Alain!
¡Están todos en la mesa!
El tomismo, viene de Santo Tomás, que yo sepa,
y, quién dice santo, dice teología.
En absoluto, ya que Santo Tomás precisamente separó la filosofía
de la teología...
...sin duda un profesor de provincias
poco virtuoso,
que opone el mundo de Racine al de Proust, Cocteau o Genet.
Que lea ese pedante las cartas de la Palatina,
hoy se ven las mismas cosas.
Creer es distinto a saber.
De acuerdo pero, ¿hay un orden?
Hay que creer para saber o...
Ha vuelto usted de día.
Sí.
Credo ut intelligam,
amigo, credo ut intelligam.
Primero creo y luego comprendo.
¡No! Ud. Dijo que Santo Tomás separó filosofía y teología,
así que no confundamos fe y entendimiento. También dijo:
"Lo sabido no puede verse y viceversa".
Alguna buena persona se habrá alegrado de verle.
Las buenas personas no son difíciles.
¡Usted sí!
Si no lo fuera no estaría así.
- ¿Ha estado alguna vez en América? - No. Ya me cuesta conocer Europa...
Allí, me matarían con su brutalidad.
Nuestro joven ha vuelto con muy mala cara de su escapada.
- Hace unos años era más guapo. - Aún debe serlo...
Le mira usted bastante.
Respecto a Aristóteles...
¡Me niego a hablar de Aristóteles!
- ¡El libre albedrío! - La razón domina la voluntad.
- Ella determina... - Señor Brème...
¿Por qué acapara siempre al Sr. D'Averseau?
A todos nos gustaría seguir su conversación.
¡Pues sí!
¡Sería muy interesante!
Sería muy interesante...
Parece ser que nos va a dejar.
No.
¿Por qué?
El doctor lo insinúa.
¿Ya no está a gusto con nosotros?
Sí.
Es como si estuviera en familia.
Son mi familia.
El ser no puede al mismo tiempo no ser.
Pero la nada es algo sin representación.
Oh, perdone.
Nunca me dijo dónde están sus padres.
Viven en otra ciudad.
Son muy mayores.
Ya casi no les conozco.
Pobre muchacho...
¿Pobre muchacho?
Quema su juventud de juerga, y ahora
los problemas.
Es usted un inconsciente.
Debería acostarse y dormir un poco.
Sí, sí, sí.
Acuéstese.
Qué desgracia.
Qué desgracia.
Da mate con 5 movimientos
al gran hombre.
JEAN-JACQUES, 5 AÑOS, JUGABAAL HOMBRE PÁJARO.
DESNUDA, ESTABA MUERTA. AL LADO, SU MARIDO GRITABA.
Dorothy...
23 DE JULIO
El dinero...
El dinero...
El dinero...
Se escurre entre los dedos.
¿Molesto?
En absoluto, doctor.
He llamado varias veces, no sabía si dormía.
Siéntese.
Ha estado esta noche en París.
No he salido de Versalles.
Espero que en su 1ª salida no haya hecho ninguna imprudencia.
Quédese tranquilo, doctor.
He estado con una mujer.
- Como un muchachito. - ¡Bravo!
Muy bien, excelente.
Hay que recuperar el tiempo perdido.
- Cuando salga de aquí, podrá... - ¿Ya me echa, doctor?
En absoluto.
Estoy encantado de tenerle aquí.
Pero está totalmente curado, desde hace ya tiempo.
No puedo tenerle aquí indefinidamente, sin motivo.
Doctor, volveré a empezar.
Si salgo de aquí volveré a beber.
Tarde o temprano.
¿Qué más quiere que haga?
¿No hay noticias de América?
No habrá.
- Además, eso no tiene nada que ver. - Claro que sí.
Tenga paciencia.
Tengo paciencia.
No hago más que esperar.
Toda mi vida.
Esperar...
A que pase algo.
Aunque nunca he sabido qué.
Sabe muy bien lo que espera:
Usted ama a su esposa y ella a usted.
Eso es lo que usted cree.
Porque le conviene.
Usted insistió en que la escribiera.
Dorothy sabe muy bien que no puedo curarme.
Pues, precisamente, se está curando.
- Usted sabe que no. - Lo constato.
No durará.
Espere al menos la respuesta de su mujer.
Llegará en cualquier momento.
¡Le digo que no contestará!
No ha podido creerse la carta.
Cuando nos casamos hace 2 años, le prometí que lo dejaría,
¡como si fuera posible!
¡Sobre todo en Nueva York!
Esta vez va por buen camino.
¿Sigue teniendo esas angustias?
No son angustias, doctor,
es una angustia, continua.
Si aguanta aún algún tiempo,
poco a poco desaparecerá.
Es cuestión de voluntad.
Se contradice, doctor.
¿Cómo puede apelar a mi voluntad?
El mal está en el corazón de la voluntad,
es a ésta a la que usted cura.
Pero no siempre fue así.
¿Qué quiere decir?
Usted estuvo en el ejército, y luchó en la guerra.
- Dio órdenes. - ¡Deje eso!
No tiene nada que ver.
Mándele un telegrama.
Dígale que coja el primer avión y váyase con ella al Midi.
O más lejos.
Ante todo, no vaya a París.
Una mujer fuerte, como la americana, le hará olvidarlo todo.
No tema.
Me iré antes de que acabe la semana,
de todos modos.
Como quiera.
¿Y el proyecto de tienda del que me habló,
especializada en cosas de antes de la guerra, tipo "exposición del 37"?
Es una buena idea.
¿Me imagina de vendedor?
Estoy lleno de deudas.
Bueno, ya veo que le canso.
Me voy.
¿Y nuestra partida?
Seguiremos mañana.
Descanse.
Alain,
la vida es algo bueno.
Dígame en qué, doctor.
Mañana...
La vida...
Conmigo no transcurre lo bastante deprisa,
así que la acelero.
La corrijo.
Mañana me mato.
Buenos días, señora.
Le he traído el desayuno.
Gracias.
Páseme el albornoz.
- Parece que tiene prisa. - Tengo que vestirme, voy a salir.
- ¿Dónde va? - A París.
¡Ciudad de orgías!
Que dejé definitivamente hace 3 años.
¿Cuándo volverá?
Enseguida.
Cobrar un cheque,
ver a unos viejos amigos.
Va a volver otra vez de día.
Ah, se me olvidaba,
el doctor me ha dicho que le recuerde lo del telegrama.
El telegrama para su mujer.
Precisamente lo estaba pensando.
Telegrama:
"Espero tu carta
"con impaciencia. "
No.
"Con paciencia y esperanza. Stop. "
Más seco.
"Gracias
"por tu silencio.
"Stop. "
"Tienes un enamorado
"en Versalles.
"Stop. "
¿Por qué no tratarla bruscamente?
"Telegrafía respuesta.
"Stop.
"Te necesito. Stop.
"Los minutos cuentan. Stop. "
O, por el contrario, tranquilizarla.
Sí.
"Olvida la carta.
"Stop.
"Los problemas
"se han acabado.
"Stop.
"Sé feliz. "
Sí.
Mejor eso.
"Los problemas se han acabado,
"sé feliz.
"Mi carta
"tírala, ya no quiere decir nada. "
Sí, tengo proyectos.
Hacer un viaje.
¿Cómo?
No.
No iré a Nueva York, quédate tranquila.
¡Sí, estoy curado!
Lydia debió decírtelo.
¿Te lo ha contado todo?
Pues, muy bien.
¿Para N. Y? Entonces, ¿es urgente?
Los telegramas suelen serlo.
Por favor.
Quiero unos Sweet Afton.
¿Qué es eso?
Tabaco irlandés.
No tenemos.
Debería.
Por aquí no se venden.
Basta con una vez.
Una vez no basta, la mercancía se estropea.
Qué se le va a hacer. Déme Lucky.
Gracias.
¡Hola!
Dos blancos.
Deprisa.
¿Van a París?
Sí.
¿Pueden llevarme?
Está prohibido.
Déjenme que les invite.
Jefe, yo invito.
¡Por usted!
- ¿Le sirvo, caballero? - No, gracias.
Si invita, debe beber.
No bebo alcohol.
¿Trabaja en Versalles?
No trabajo.
Entonces, ¿vive de las rentas?
No.
- Estoy enfermo. - ¡Ah, es eso!
¿Qué quiere decir?
No tiene buena cara.
¿Y qué le pasa?
El corazón.
¿No le preocupa no tener mucho dinero?
A mí sí.
Sin embargo, aparenta usted...
Sólo aparento.
¡Oh, Florence, mira quien llega!
¡Señor Alain! ¡No ha cambiado nada!
- Ha engordado. - Tiene buena cara.
Hace ya tres años, casi nada. ¿Se quedará un tiempo?
- ¿Le gusta América? - ¿Vive en Nueva York?
¿Sigue viviendo aquí el señor Bernard?
¡Pues no, se fue!
Poco después que usted.
- ¿No se irá ya? - No, voy a llamar al bar.
- Pero volveré. - Yo le dejo el teléfono.
Tengo que hablar con Charlie.
¡Pobre, cómo ha cambiado!
- ¡Qué cara! - Y su voz.
¿Se ha fijado en su voz?
¡Señor Leroy! ¡Caramba!
- Hola, Charlie. - ¡Caramba!
Justo ayer hablé de usted con René,
aquel barman de Montecarlo. Está aquí de vacaciones.
Hicimos una apuesta, él decía que había vuelto
y yo que seguía en América.
Perdí, ¡qué le vamos a hacer! Me alegra muchísimo verle.
¿Le pongo un Scotch Sour, como siempre?
No me diga que ha cambiado, era siempre su primer trago.
"Para conectar", decía usted.
¿Sí?
Con el Sr. Lavaud.
¿De parte de?
De Alain Leroy.
Salúdele de mi parte y dígale que es un traidor.
Ya no viene por aquí, todos los casados son iguales.
Por cierto, ¿la Sra. Leroy ha venido?
No.
- ¿Se ha quedado en América? - Sí.
El Sr. Lavaud es un traidor.
El Sr. Castellotti, cuando viene por aquí,
siempre se aloja en el hotel, hablamos de los viejos tiempos.
"El bueno de Alain", dice siempre, le adora.
Ahora vive en Milán, está casado.
Tiene dos niñas,
me enseñó las fotos.
Viene a París por negocios pero aprovecha para divertirse.
El otro día vino con una rubia magnífica.
Una bailarina de striptease.
De acuerdo, esta tarde a las 8.
¿Tomamos un café?
No, llego tarde.
Llámame esta tarde a las 7.
Una cerveza, Charlie.
¿A qué hora volvió, Sr. Bostel?
Tarde, Charlie, muy tarde.
O pronto, si lo prefiere.
¿Tiene Alka Seltzer? Me duele la cabeza.
Los hermanos Minville no contestan.
- Casi seguro no están. - ¿Por qué?
¿Por qué?
Porque están en la cárcel.
¿Otra vez por lo de Argelia?
Argelia se acabó para todos salvo para ellos.
¿No me reconoce?
Michel Bostel.
Nos vimos en los San Fermines, hace 5 ó 6 años.
Estaba usted con una americana.
Yo era un crío.
Después, hice la mili y ustedes se fueron de París.
- ¿Ha bajado Francis? - Aún no.
Voy a sacarle de la cama.
- ¿Quién es? - Es buen chico.
Vive en el hotel.
¿En mi mismo cuarto?
En cierto modo, es mi sucesor.
¡Pero qué dice!
En su cuarto pusimos una placa:
"Aquí vivió varios años Alain Leroy".
Aquellos tiempos eran otra cosa.
Comparado con estos.
Gracias.
¿Ni siquiera le he preguntado qué tal está?
No tiene muy buena cara.
He estado enfermo, ya estoy mejor.
Pues no lo parece.
- ¿Ha tenido problemas? - Nada grave.
Estuve internado en Versalles.
¿Mucho?
- Cuatro meses. - ¿Y mañana se va?
Sí.
¿A Nueva York?
No.
No ha bebido nada.
No debo.
Ya no bebo nada.
Lo siento, ¡si lo hubiera sabido!
Es verdad que bebía demasiado, se lo dije muchas veces.
Usted me decía: "Curiosa opinión para un barman".
Pobre hombre.
Él que era tan alegre.
- Con algún bajón. - Sí, pero no le duraban.
Tenga.
No tengo cambio, señor.
No pasa nada.
Quédeselo.
¿Está loco?
¡Qué idiota!
¿Está el Sr. Dubourg? Querría verle.
¿A estas horas? Vamos a cenar.
¿Quién es?
- Soy Alain. - ¿Alain?
- ¿Alain? - Sí, Alain.
Camarada Dubourg.
Alain.
Esperaba tu visita.
Mentiroso.
Vamos, saluda a Alain.
¡Hola!
Ya vale.
Vete y mándame a tu madre.
¿Ahora juegas a los papás?
Ahora hago muchas cosas.
- Sigues con la egiptología. - Cada vez más.
Lo presentí desde el principio.
Recuerdo que un día te encontré en la cama con una rubia,
le dabas la espalda,
y tenías la nariz metida en un libro de esoterismo.
Es verdad.
Hace 10 años, en mi época de desenfreno,
ya estudiaba la Cábala.
¿Y te sigue divirtiendo?
Ya no me divierte,
me interesa.
***.
¿Te acuerdas de Alain, del famoso Alain,
del que me alejaste?
- Creo que Alain viene a cenar. - Quizá no sea lo correcto...
- Pon otro cubierto, ***. - Ya está, todo está servido.
Aunque intentaste ser misterioso, y no dar señales,
sabíamos dónde estabas.
Sí.
La Barbinais me avisó.
De vez en cuando le llamo,
para saber cómo vas.
Muy amable.
Pero no quería que fuera a verte.
Aislamiento completo.
Estaba cansado, eso es todo.
El tratamiento es duro.
Sobre todo viniendo de N. Y.
- No tiene nada que ver con N.Y. - Claro que sí.
Te lo dije, no es una ciudad para nosotros.
Te atrapa en un absurdo torbellino.
Me gusta Nueva York.
Es fascinante, pero se vive mal.
Es una intoxicación.
Los neoyorquinos se zambullen en la ciudad
como los drogadictos en su...
¡Por favor!
Allí me sentía bien, no estaba en casa.
Tenía la sensación de estar de visita.
- ¿Y en París? - Lo mismo.
Pero prefiero Nueva York.
Allí la gente te deja tranquilo.
- ¿Y por qué has vuelto? - Para curarme.
¿Y por qué no allí?
Dorothy ya me tenía muy visto.
¿Sabe que estás curado?
Sí, se lo han dicho.
¿Y tú?
- ¿Lo sabes? - Eso se siente.
Te sientes completamente esterilizado, en cuerpo y alma.
Ése es el resultado.
En "esterilizado" está "estéril".
Eso lo dices tú.
¿Te gusta Françoise Hardy?
Entonces, ¿quién?
Sylvie Vartan.
¿Qué es eso?
Un ídolo.
Olvidas que hay un aumento demográfico, eres un viejo.
Aumento o no, las jóvenes de hoy en día son desesperantes.
Guapas, elegantes, bien alimentadas, ¡todas iguales!
Parecen naranjas de California.
Pero, ¡qué sabrás! No las conoces.
¿Has podido trabajar algo?
He estado escribiendo un diario.
Nada interesante, lo he roto esta mañana.
¿En qué punto estás?
Hay muchos vacíos.
Momentos atroces.
Aguantarás el bache.
¿Qué bache?
Para mí, se ha acabado.
Me voy.
No lo has entendido.
Bueno, la vida tiene otras cosas.
Seguramente tú tienes tu propia idea.
Y esa idea no puede desaparecer.
¡Me horroriza lo que se queda atrapado!
Tenemos que sacar lo que llevamos dentro.
Las cosas bien hechas son maravillosas.
No sé lo que es eso.
Lo único que he querido es tener dinero.
Un poco.
- Como todos. - Si fuera verdad hubieras trabajado.
No.
Lo que tú llamas dinero
es una excusa para soñar.
Habla, no te voy a privar de ese placer.
Lo que me gusta de la gente no son sus pasiones,
sino lo que sale de ellas.
Las ideas,
los dioses.
¿Y dónde están aquí las pasiones?
Conmigo te equivocas,
no te fíes de las apariencias.
Crees ver a un burgués resignado,
pero vivo más intensamente que en la época de las borracheras
y de los ligues.
Acabaré escribiendo un libro
sobre las virtudes del antiguo Egipto.
Ya lo tengo en la cabeza.
Y los demás podrán disfrutarlo.
El sol
se puede tocar con la mano.
Deberías venir a Egipto.
Allí la gente tiene el sol en el vientre.
Vamos a pasear, profeta.
Lo de los Minville es otra historia.
Les enganchó la acción, como una droga.
¿Y a Eva, la has vuelto a ver?
Ni a ella ni a las demás, ¿para qué?
Para ser feliz, te veo muy agresivo.
¿Tan contento estás con la vida que llevas?
Eso no importa.
Claro que sí, te aburres.
*** y las niñas,
esa casa que huele a viejo,
todo eso forma parte de mi pasión.
Ya no tienes los ojos brillantes de antaño.
Ni tu bella energía.
He envejecido.
¡Vaya!
Sí, he envejecido. Ya no tengo esperanza, pero sí una certeza:
Salí de mi juventud para entrar en otra vida.
Tú le das la espalda.
Te niegas a ser adulto.
Te quedas hundido en tu adolescencia.
De ahí viene tu angustia.
Es difícil ser un hombre,
hay que tener ganas.
¿No estás cansado de los espejismos?
Me horroriza la mediocridad.
Llevas 10 años viviendo en una mediocridad dorada.
Precisamente, y estoy harto. Voy a parar.
No quiero envejecer.
Echas de menos tu juventud como si hubiera sido magnífica.
Era una promesa,
y también una mentira.
Yo era el mentiroso.
¿Lo ves? Vives torturado por las mujeres.
Sabes que no tengo poder sobre ellas.
¿Sí? No me digas.
Con 20 años era guapo,
y hoy aún les parezco divertido, amable.
Pero todo eso no basta.
No conecto lo suficiente.
Sin embargo,
sólo a través de ellas
tengo la impresión de conectar con las cosas.
Lo que condeno no es la vida en sí,
sino lo que tiene de despreciable.
Me gustaría saber cómo empezó todo eso.
Y por ahí podría recuperarte.
El alcohol estaba en mis venas antes de que me diera cuenta.
¿Cómo?
Empecé esperando las cosas...
bebiendo.
Y un día vi que me había pasado la vida esperando:
Mujeres,
dinero,
acción.
Y entonces, me emborraché a muerte.
Sin embargo...
tuviste a Dorothy, y a muchas otras.
No las tuve.
No las tengo.
Sí, tienes a Dorothy,
no necesitas acostarte con ella para eso.
No la tengo y es porque no la sé hacer el amor.
Si te huye es porque bebes demasiado.
¡Bebo porque hago mal el amor!
Qué vida ésta, que nos hace depender de las mujeres.
No veo en qué dependes de ***.
Me entierro en su calor como un cerdo en su pocilga.
¿Lo ves? Dan ganas tocarla.
Pues París es como ella, la vida es como ella.
Me desquicias con tus mediocres certezas.
¡Alain!
Conténtate con esa mediocridad,
y quizá vuelvas a encontrar la fantasía que has perdido.
Eres cobarde,
y débil,
y perezoso.
Niegas las certezas porque te asustan.
Haces apología de la sombra porque el sol te hace daño.
¿Eres mi amigo?
Si eres mi amigo, me quieres como soy,
y no de otro modo.
Déjame mirarte.
Quiero que me ayudes a morir.
Nada más.
Prométeme que vendrás pronto por casa.
Llevamos una vida ordenada.
Podrás escribir.
Ven a instalarte mañana.
Dubourg,
¿qué vas a hacer esta tarde?
¿Esta tarde?
Escribiré unas páginas sobre mis egipcios,
y luego haré el amor con ***.
Me meto en su silencio como en un pozo,
en cuyo fondo hay un enorme sol que calienta la tierra.
Alain, yo trabajo.
Soy paciente.
Ven a vivir conmigo, verás lo que es la paciencia.
Alain, amo la vida.
Lo que me gusta de ti es ese algo irremplazable,
la vida que hay en ti.
Pareces un cadáver.
Tú tampoco eres una jovencita.
Tienes unos bonitos ojos.
Eliges tus relaciones,
estás entre la gente sana.
Ves a Dubourg.
- Ese hipócrita. - Sé más educada.
¿Y tu pesadilla de americana?
¿En Nueva York?
Sí,
nuestros amigos son increíbles.
Se imaginan que el tiempo les cambia.
Entonces, se ponen nerviosos, y hacen tonterías:
Niños, negocios, libros...
O se matan.
O se vuelven místicos, como Dubourg.
La fiesta se ha acabado.
Los cabrones hablan de sinceridad,
y se lanzan a sus inmundos trabajos.
¿Y tú?
¿Yo?
Abandonada,
arruinada.
Completamente destrozada, inalterable.
No me muevo.
Sigo sin intentar comprenderlo.
El sueño.
- Sólo creo en el sueño. - Has cambiado, trabajas.
¿La pintura?
- Es mi única debilidad. - ¿La única?
¿Y Carla, dónde está?
Se mató.
El año pasado, en coche.
Con un imbécil.
¡Qué absurdo!
Sí.
Si quieres puedes quedarte aquí.
Gracias,
pero me voy.
He venido a despedirme.
¿Tú también?
¡Qué catástrofe, cariño, la estufa se ha roto!
Es Urcel.
Te lo advierto, cada vez es más parlanchín.
La desintoxicación...
¡Qué cosa más curiosa!
¿Por qué fingir desintoxicarse, Dios mío?
Por amabilidad.
Para agradar a algunos amigos preocupados.
Para no dejar a toda esa pobre humanidad sola,
en su desgracia.
¿Y tú, Urcel?
Te desintoxicaste porque te entró miedo.
Miedo a palmarla.
Error.
Nosotros los poetas,
no necesitamos drogas
para lanzarnos al límite entre la vida y la muerte.
Lo que precisamente me condujo a la droga,
es el gusto por el riesgo que llevamos en la sangre.
¿Y dónde está la muerte?
¿Dónde está la locura en todo esto?
La droga, sigue siendo la vida, es molesta como ella.
Ha encontrado un bonito método para calmar la conciencia.
Hay drogadictos que viven hasta los 70 años.
El único riesgo es atontarse.
Hablas sin saber.
Es un gran riesgo para Urcel, debe escribir su obra.
Por favor, querida...
Su obra, ¡una obra!
¡Todo excusas!
Mi pobre amigo,
no tiene ni idea
de esas cosas.
¡Usted no es más que formas vacías!
¡Qué grosero!
¡Se ha vuelto insoportable!
En el fondo,
es un fracasado y un envidioso.
No digas tonterías.
Es un chico muy bueno,
y es muy desgraciado.
No he debido dejarle irse.
No temas.
Es muy desgraciado, pero no se matará.
¡Y tú qué sabes!
Y además, ¡cállate!
Sé que no le gusto.
Sólo vengo a preguntar por Jérôme Minville y su hermano.
Están en el Flore.
Gracias.
Me dijeron que estabais en la cárcel.
Es verdad, la semana pasada.
Me alegra verte.
Tienes mala cara.
¡El bueno de Alain!
Jérôme...
Cree que deberíamos ir a la montaña.
No cambia.
¿Qué has hecho donde los Kennedy?
Siempre de fiesta.
Hubiera preferido estar con vosotros.
Te lo propusimos.
Vuestro plan no se tenía en pie.
- Estaba perdido de antemano. - Sí...
El sentido de la historia... Ya hablaremos de ello.
¿Sabes? Somos cabezotas.
¿Seguís?
¡Pero, estáis locos!
No, nos vamos a esquiar a España.
¡Alain Leroy!
Un camarada del djebel.
Y de los tugurios de la Rive Gauche.
En su época, un buen oficial.
Maravilloso amigo.
Un poco borrachuzo.
Un poco mucho, siempre con mujeres.
Y sin conciencia política.
No se puede contar con él.
¡Qué pena!
Seguir ahora con vuestra acción es grotesco, estúpido,
no tenéis ninguna posibilidad.
Sois unos boy scouts.
No sabes de qué hablas,
ya te lo he dicho, somos cabezotas.
Cuando todo acabe
nos iremos de juerga, como en los viejos tiempos.
Los viejos tiempos.
¿Ya no estás allí?
- Creía que seguías allí. - No, ya no estoy allí.
Qué ignominia es todo...
¡Cómo sabe humillarnos la vida!
¡En Saint-Tropez, todo junio!
¡Menuda juerga!
Pero hace ya 10 años de eso.
Estaban todos, ¿lo recuerdas?
Fue formidable.
Hicimos creer a Toppi, el italiano, que su amante
- se había suicidado. - No fue gracioso.
Un día robó un autobús con todos los turistas,
y les hizo visitar el Ritz entero hablándoles
de Scott Fitzgerald.
¿Has visto qué cara?
Es el alcohol.
Está acabado.
Es una pena, era muy agradable.
Richard estaba enamorado de él.
¡Adiós!
Una carrera de karts por las calles de París, sí, sí,
la organizó él, los polis estaban como locos.
¡Cuidado!
¿Está bien?
Sí.
Estoy bien.
¡Señor Leroy!
- Ven a secarte. - No vale la pena.
Estás empapado.
No me encuentro muy bien.
Me he adelantado.
Me ha dado un mareo en la calle.
Descansa hasta la cena.
Hay tiempo.
Branción llegará a las 10.
Como siempre.
¿Le conoces?
No.
Bueno, como todo el mundo.
Últimamente es alguien importante.
Ha dado mucho que hablar.
Me divierte, es un seudo intelectual,
con su numerito para llamar la atención.
Yo no sé nada de eso.
Luego vengo.
Si te encuentras mal, llama.
Sobre todo, déjele dormir.
Sé qué ha pasado:
Tras una desintoxicación el primer trago te pone malísimo.
¿Y después?
Después, por desgracia, la cosa va mejor.
¡Pobre Alain!
Me alegró volver a verle.
Qué fea estás, madre Ubu.
La seguridad...
La tranquilidad de esta gente...
Aquí nadie quería.
Por suerte, la prensa anglosajona es más valiente que la nuestra.
Perdón, Solange.
Díganme lo que me decía antaño mi madre cuando llegaba tarde:
"Alain,
"comerás el plato en el que nosotros estemos".
Siéntese, Alain.
Creo que conoce a todos.
Es verdad, no conoce a Branción.
Marc,
le presento a un resucitado, Alain Leroy.
Es un viejo amigo de Cyrille, y un viejo ligue mío.
Hong Kong está muy sobrestimado.
El erotismo en Oriente,
por mi pequeña experiencia personal,
no es lo que nos imaginamos.
Sin embargo, los eróticos chinos...
Precisamente, no tienen nada de erótico.
El erotismo es un producto occidental,
es un concepto cristiano
basado en las nociones del bien y del mal,
de falta, de pecado original.
En Oriente esas nociones no existen.
No tengo hambre.
Tráigame un poco de queso.
Sigues igual de joven.
Ya nos conocemos.
En Long Island, en casa de los Fairman.
¿Cómo está Dorothy?
No lo sé muy bien.
Dicen que es feliz.
Espero no haber metido la pata.
No, realmente no.
Los libertinos chinos
sólo buscan el disfrute,
y para ellos el amor es un placer y sólo eso,
que conviene refinar al máximo.
Es el arte del agrado,
mientras que para nosotros sólo es una idea.
¡Branción!
Mi amigo Alain le devora con los ojos.
Voy a contarles una historia.
Es muy conocida.
Un día, a las 7 de la mañana
un agente descubre
durmiendo el sueño de los borrachos,
a un joven sobre la tumba del soldado desconocido.
Dicho joven,
creyendo estar en su cama,
había dejado su reloj, su cartera y su pañuelo
junto a la llama,
como si fuera la palmatoria de su mesilla.
¿Quién es el héroe de esta historia?
Alain Leroy, aquí presente.
A Branción no le gustan los borrachos.
Tiene un hígado muy delicado.
En Nueva York me han dicho que te has divorciado.
¿Crueldad mental?
¿Quién es?
François Mignac, ejemplo de los parisinos,
se acuesta a las 3 de la mañana, de 9 a 11 equitación,
¡ah, hora de la bolsa!
Unos millones ganados o perdidos rápidamente,
comida de negocios,
un poco de despacho,
una mujer, algunos tragos,
cena en la ciudad, discoteca y, ¡vuelta a empezar!
Hace eso desde hace 20 años y la vida le parece bárbara.
No, gracias.
Me alegra mucho verte.
Te echábamos de menos.
Eres muy amable.
En cuanto él consiga el divorcio.
¡Bravo!
El gran amor.
Es algo totalmente nuevo.
Creo que nunca sentí algo así.
Y tú ya me conoces.
Estás enamorada.
¿Le conozco?
No, nunca sale.
Pero le verás.
Luego vendrá a buscarme.
Así que ése es el fabuloso, el legendario,
el irresistible Alain Leroy.
Arlequín,
Watteau, fiestas galantes...
No sea malo,
hoy no se encuentra muy bien.
Dígale algo amable.
Le heriré aún más.
Podemos ayudarnos.
Llámeme uno de estos días.
¿Tiene mi número?
Corrupción de menores.
Tu marido está loco, ha dado una copa a Alain.
Me parece deplorable el malentendido entre Branción y tú.
Es una persona irritante.
- Pero es alguien... - ¿Ah, sí?
Adelante,
fusílale.
Es todo un hombre.
Buen jugador,
lleva la dentadura con seguridad.
Ha conseguido a todas las mujeres que están aquí.
Salvo a Solange.
Salvo a Solange.
Ese hombre es un marciano.
Envidio su tranquilidad.
¡Me pones nervioso!
Hago lo que quiero, ¿me oyes?
- Hago lo que... - ¡Cyrille!
Sus Piranesi son magníficos.
Son las mejores reproducciones que he visto.
Admiro lo que hace,
porque no cree en ello.
Se equivoca, creo y mucho.
Tengo que decirle, señor,
que tampoco creo que sea divertido echarse encima de una tumba,
cuando es tan fácil abrirla y acostarse dentro.
Eso es todo.
Le pido perdón pero yo nunca me emborracho,
y tengo prejuicios
contra los borrachos.
¡Yo soy un pobre borracho!
El alcohol es una tontería.
Nosotros, los borrachos, somos los parientes pobres,
y lo sabemos.
De todas formas,
desaparecemos rápidamente.
Alain...
Ya empiezas.
No he empezado pero me marcho.
Me voy, ya llego tarde.
Figúrese que soy un hombre,
pero nunca pude tener ni dinero, ni mujeres,
sin embargo, soy muy activo,
sólo que...
no puedo extender mis manos,
no puedo tocar las cosas,
además,
cuando las toco,
no siento nada.
¡Cyrille!
Ven a saludar a los Filolie.
Alain...
Te presento a Frédéric.
¿Y usted, caballero?
¿Cree en sus actos?
No me gusta mucho hablar de mí.
Entonces, no le gusta nada hablar.
Me gusta mucho escucharle.
Pero, ¿cree en María, verdad?
Caballero,
le felicito por haber encontrado a María.
Al menos tiene una mujer,
yo no tengo nada.
¡Pero hombre!
Tú no sabes lo que es...
no poder tocar nada.
No...
No puedo querer.
Ni siquiera puedo desear.
Las mujeres que están aquí esta noche
no puedo desearlas.
Me dan miedo.
Miedo.
¡Miedo!
Solange, por ejemplo...
Solange...
Si estuviese 5 minutos con ella me convertiría en rata.
¡Desaparecería por la pared!
¿Qué pasa, mi querido Alain?
Está un poco chispa y muy triste, ¿qué pasa?
Solange...
Solange...
Eres la vida.
Escucha la vida.
No te puedo tocar, es horrible.
Estás aquí, delante de mí,
y no hay modo...
No hay modo...
Así que voy a intentarlo con la muerte.
Creo que ella se dejará.
Qué curiosa es la vida.
Eres una mujer guapa,
buena,
y te gusta el amor,
sin embargo,
nosotros
no tenemos nada que hacer.
Irse sin haber tocado nada:
Belleza,
bondad,
y todas sus mentiras.
Pero tú conoces los milagros.
Toca al leproso.
Es cosa de momentos, Alain,
entre un hombre y una mujer.
¿Y todas sus guapas Dorothys, Lydias y las demás?
Son encantadoras y le adoran.
No son lo bastante guapas,
ni lo bastante buenas, se fueron.
No, le esperan.
Aman el amor tanto como yo.
Y las cosas bien hechas.
Ya está,
eso es.
Las cosas bien hechas.
Me voy.
Quédate, tenemos que hablar.
Volveré.
Ahora es necesario que me vaya...
sin decir nada.
Basta de humillaciones.
Pero, ¿volverás?
- ¿Tienes dinero? - Tengo muchísimo.
Ven mañana a comer, hablaremos.
¡Adiós, Alain! Le queremos mucho.
Adiós, Solange, adiós, Cyrille.
¡No lo olvides Alain!
¡Ven mañana a comer!
Cyrille tiene a Solange.
Hace bien el amor y está forrado.
Branción no tiene posibilidades.
Con 18 años era bastante guapo, y mi primera amante me engañó.
Me parece normal ser cornudo a los 18.
Alos 18 y a los 30.
Ellas siempre son muy buenas, pero se van.
O me dejan irme.
Me sorprendes mucho,
llámalo como quieras
pero, gustas.
Soy torpe,
pesado.
Tenía delicadeza en el corazón,
pero no en las manos.
Sabes, cuando te gusta la gente son muy amables.
Te lo dan todo:
Amor,
dinero.
Hay que hacer creer a la gente que la quieres atrapar,
y que cuando la atrapes, no la dejarás.
Eres sensible, pero no tienes ganas de atrapar.
Yo no les quiero,
nunca he podido quererlos.
No puedo tocar, no puedo atrapar.
En el fondo, viene del corazón.
Pero, ¿qué te hubiera gustado hacer?
Me hubiera gustado cautivar a la gente,
retenerles,
ligarme a ellos.
Que nada se moviese a mi alrededor.
Pero siempre ha salido todo corriendo.
¿Tanto quieres a la gente?
Me hubiera gustado tanto ser amado,
que creo que amo.
¿Quiere desayunar?
No, gracias.
Françoise...
Que no me molesten hasta las 12.
¿Diga?
¿Es usted, Alain?
¿Le he despertado?
Solange...
Sí, querido Alain, le llamo para recordarle la comida.
Le esperamos sin falta,
no llegue muy tarde,
así podremos charlar.
¿Qué tal está esta mañana?
- No muy mal. - ¿No muy mal?
Pues lo dice con una voz...
- Venga, ¿eh? - Claro que sí.
Es usted muy amable.
Le quiero mucho.
Me quiere mucho...
¿Y Branción?
Es distinto, es su contrario.
Es como las fuerzas de la naturaleza.
¿Y a usted le gustan las fuerzas de la naturaleza?
Sí... Me gusta todo.
Yo no soy una fuerza de la naturaleza.
Tiene corazón.
No entiendo nada de esto.
- Adiós, Solange. - ¡Alain!
Solange me contesta por Dorothy.
Me suicido porque no me quisisteis,
porque no os quise.
Me suicido porque nuestras relaciones fueron cobardes,
para estrecharlas.
Dejaré sobre vosotros una mancha indeleble.