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Buenos días.
Nos encontramos en un nuevo programa de filosofía en televisión UNED.
Estamos reunidos alrededor de un nuevo libro, muy atractivo,
del profesor José Luis Moreno Pestaña,
de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cádiz,
que se llama: "La norma de la filosofía"
y se subtitula: "La configuración
del patrón filosófico español tras la guerra civil".
¿No han leído ustedes a Ortega y Gasset todavía?
¿No han leído las "Meditaciones del Quijote",
"La España Invertebrada?, un título tristemente actual,
"La rebelión de las masas",
"La idea de principio en Leibniz",
uno de los más ontológicos de Ortega que interpretó estupendamente bien
su mejor (seguramente) discípulo Antonio Rodríguez Huéscar,
"Perspectiva y verdad"
o el de la "Meditación sobre Europa"?
Ahora tienen una ocasión espléndida para hacerlo,
cara a las elecciones europeas de mayo,
porque quién puede, en puridad,
sentirse ni concebirse español ni europeo sin haber leído a Ortega.
Este libro es espléndido, muy ameno que trata los debates,
los litigios de una recepción discutida, como no,
del pensamiento de Ortega.
Y, como les decía, se lo debemos a José Luis Moreno Pestaña
que se especializó
en el Centro de Sociología Europea Pierre Bourdieu,
y que está esta mañana con nosotros
junto con el profesor Francisco José Martínez, catedrático de Metafísica,
como Ortega, y especialista en Ontología Política,
y el profesor Jesús Díaz Álvarez, uno, a pesar de ser tan joven,
de los más reputados y reconocidos filósofos españoles
especialistas en la obra de Ortega.
- Así que, José Luis Moreno Pestaña, buenos días.
¿Qué tienes que destacar de este libro tuyo
"La norma de la filosofía"?
-Bueno, lo que yo intenté hacer, espero que con algún éxito,
es bien sencillo.
Intentar preguntarme de aquel tiempo.
Es decir, del tiempo que pasa entre la derrota de la república
tras la guerra civil y la instauración del franquismo
qué se produjo en Filosofía y qué queda entre nosotros.
Y para eso, para intentar responder a una cuestión
que se había planteado muchas veces pero que, en mi opinión,
todavía planteaba muchos enigmas,
he intentado concentrar mi atención en cuatro cuestiones.
Una primera ha sido estudiar,
a partir de un corpus de trayectorias de filósofos,
qué efecto específico tuvo la guerra civil
en las trayectorias institucionales de los filósofos.
Es decir, quiénes fueron los que perdieron su carrera
tras la guerra civil,
quiénes fueron los que recuperaron una carrera
que se había quedado estancada en los años 20 y 30
y que se disparó merced a la enorme depuración que se produjo
tras la victoria del régimen de Franco y, en último lugar,
quiénes fueron los que comenzaron una casi meteórica carrera desde cero,
gracias al contexto político.
Y una vez hecho eso, he intentado también porque es lo fundamental,
intentar introducirme en qué de ese acontecimiento socio-histórico
modificó el meollo íntimo del discurso filosófico español.
Y para eso he seleccionado tres debates
porque me parece que los debates son lugares
donde vemos a diferentes agentes en un campo de lucha,
para definir lo que es la auténtica filosofía, disputándose entre sí.
Uno primero donde se acuerdan y se rechazan dos jóvenes filósofos,
herederos de las grandes corrientes de la filosofía de la república,Laín,
de dos de las grandes corrientes de filosofía de la república,
la que arranca de Ortega, en el caso de Julián Marías,
la que arranca de su discípulo y crítico Zubiri, en el caso de Laín.
Un segundo debate, ya en los años 50,
acerca de la calidad y el alcance de la filosofía de Ortega,
donde yo creo que se produce
el verdadero arrinconamiento del modelo filosófico orteguiano.
Y un último debate, donde yo creo que resuenan
buena parte de los desafíos
que había planteado Ortega a la filosofía académica,
que es el que mantienen entre sí Manuel Sacristán y Gustavo Bueno,
al final de los años 60, principios de los 70.
Ese es el objetivo del libro.
-Profesor Díaz Álvarez, ¿cómo has leído este libro?,
¿estás de acuerdo? ¿qué opinión te merece?
Y ¿en qué, sobre todo, no estás de acuerdo?
-Bueno, voy a empezar con lo que estoy de acuerdo
que es en, prácticamente, todo.
Me parece que el libro que ha escrito José Luis es un libro excelente,
sobre todo, porque aventura una hipótesis
sobre la recepción de la filosofía de Ortega
o más bien, podíamos decir mejor,
la no recepción de la filosofía de Ortega
en la filosofía española contemporánea,
primero después de la guerra
y después en la propia filosofía de la democracia, novedosa.
Yo creo que hay una gran explicación que es la usual
sobre por qué se interrumpe
la recepción de la filosofía de Ortega después de la guerra.
Esta explicación lo que dice, grosso modo,
es que los motivos son ideológico-políticos.
Es decir, Ortega primero,
en lo que es ya justo después de la guerra,
es visto como un republicano, agnóstico o ateo,
que contradice justamente todos los valores
que el nuevo régimen quiere entronizar, la España católica.
Y, más adelante, en los años 60 y 70,
Ortega precisamente es rechazado, según esta hipótesis,
justamente por lo contrario.
Ya no queda nada de la vitola republicana
y es el momento de las lecturas,
francamente delirantes en algunos de sus momentos,
del Ortega filofascista,
del Ortega simpatizante del régimen de Franco, etc.
Entonces, lo que al principio
era rechazo por parte del régimen por pro republicano,
después se convierte en rechazo de Ortega
y de su filosofía y de su escuela, por simpatizar con el régimen.
Esta es la gran lectura ideológico-política
de por qué no hubo una recepción
de la filosofía de Ortega y de la escuela de Ortega en España.
Y lo extremadamente interesante del libro de José Luis
es que da una hipótesis alternativa.
Y, la hipótesis alternativa, que no desmiente, ni mucho menos,
radicalmente la otra,
es que en realidad se interrumpe
la recepción de la filosofía de Ortega en España
por el tipo de filosofía, por la norma de la filosofía,
como dice el propio título del libro,
la norma de la filosofía que Ortega manejó.
Y esa norma de la filosofía es la hibridación de la filosofía
con las ciencias, básicamente con las ciencias humanas.
Eso, digamos, no es aceptado
justamente después del final de la guerra civil
porque hay una idea de filosofía de manual,
de filosofía que hay que leer completamente de modo internalista,
ajena completamente a las ciencias, una idea de philosophia perennis.
Ahí el modelo orteguiano, la norma de la filosofía orteguiana no encaja.
Pero después, digamos más adelante,
y es otro de los aspectos
que a mí me parecen interesantísimos de su libro,
es que, según él, una hipótesis muy arriesgada,
Sacristán y Bueno reactivarían a su modo la tesis orteguiana
o la norma orteguiana de la filosofía,
es decir, ese hibridamiento de la filosofía con las ciencias humanas.
Y, eso, vuelve a fracasar.
Entonces, vuelve a fracasar según yo he leído el libro de José Luis,
él lo desmentirá, en la democracia, con la filosofía de la democracia.
Entonces, esa tesis de por qué hay una no recepción,
no hay una recepción de la filosofía de Ortega no se debe, según él,
tanto a factores ideológico-políticos
como a factores que tienen que ver
con la idea de filosofía que se tiene.
Y a mí eso me parece una hipótesis completamente novedosa y,desde luego,
tremendamente interesante y que merece la pena explorarse.
Dejo si acaso para más tarde los desacuerdos que son pocos.
-Profesor Francisco José Martínez,
¿qué tiene que decir de todo esto
y qué le parece más discutible o más frágil
de lo que estamos oyendo o, al contrario,
qué subrayados sobre lo más pertinente
de lo que se está diciendo?
-Yo creo que el libro de José Luis se inscribe dentro de un proyecto
que están haciendo en la Universidad de Cádiz
de reconstrucción de la filosofía española en el siglo XX.
Y a mí me parece que la novedad fundamental es hacer una hibridación
entre un análisis interno, filosófico,
de la propia historia de la filosofía,
y un análisis sociológico.
Fundamentalmente a partir de Bourdieu y otros sociólogos de la filosofía.
Yo creo que esa es una aportación realmente esencial
porque tiene en cuenta no sólo el desarrollo de las ideas,
las conexiones internas de las ideas,
sino dos elementos fundamentales
que sólo se pueden ver desde un punto de vista externo.
Uno, la inserción institucional
que fabrica la filosofía, de los filósofos.
Si son profesores, si no son profesores,
en qué tipo de facultad están.
Ese es un punto muy importante
que normalmente en las historias de la filosofía se olvida
y el otro punto es el tipo de público al que se dirige.
Si es un público especializado, de filosofía para filósofos
o es un público más amplio y la unión de esos dos análisis,
aparte del otro elemento al que ya han aludido
los anteriores participantes
sobre la hibridación de la filosofía con las ciencias sociales,
yo creo que es lo que constituye la especificidad del enfoque
y lo que es una perspectiva realmente novedosa
y que permite analizar los textos y las filosofías
con un enfoque más complejo, más amplio,
y ese nuevo punto de vista permite visiones
que unas concepciones puramente internalistas,
puramente internas al propio desarrollo de la filosofía
y de su historia no dejan.
En ese sentido yo creo que es un punto muy importante
y esperamos al tercer libro
que se ocupará de la filosofía de finales de siglo XX,
para hacer toda la trilogía de la filosofía después de la guerra civil
hasta el siglo XXI.
-Profesor Moreno Pestaña,
¿algo que añadir, que discutir, que corregir,
que debatir en relación a lo que acaban de decir
los restantes profesores?
-Bueno, yo cuando comencé a estudiar el pensamiento español
alrededor de la guerra civil,
hubo algo que me llamó poderosamente la atención
y es lo que une a aquel tiempo con el nuestro.
Lo que une a aquel tiempo con el nuestro, en mi caso,
me saltó a los ojos cuando me di cuenta
que buena parte de los críticos de Ortega
le acusaban de hacer una filosofía española,
cerrada, ajena a las grandes corrientes
de la metafísica internacional.
Y, por ejemplo, Gonzá*** Álvarez,
cuando hace el discurso después de la muerte de Ortega,
insiste en que son precisamente ellos,
es decir, la generación de filósofos
que ha llegado a las instituciones con el franquismo,
que yo intento tratar con sumo respeto,
porque me parece que los ajustes de cuentas ideológicos
son estúpidos e injustos, están precisamente conectados
con las corrientes esenciales del pensamiento europeo.
Eso llamó poderosamente la atención porque mi experiencia
es que somos un país que ha construido un discurso filosófico
fundamentalmente de importación.
Y si algo caracteriza o caracterizó al legado orteguiano
es el intento de ser una manifestación original
del pensamiento europeo de la época.
Y eso hace que fuera difícilmente leído.
Yo he intentado poner los textos de Ortega,
y no sólo de Ortega, también los de Zubiri
y los de otros autores a los que me he referido antes
en el campo de fuerzas político e intelectual
que representa aquel periodo
teniendo en cuenta como han dicho mis compañeros de debate,
no sólo lo que se encuentra en los textos,
sino como decía el mismo Ortega,
lo que se soto-piensa cuando se piensa, es decir,
el campo pragmático de supuestos que dan sentido a la palabra escrita.
Evidentemente quedan muchas cosas por hacer
y yo soy consciente de las enormes lagunas que tiene nuestro trabajo,
lo que sí creo es que se muestra que un trabajo como el nuestro,
que convoca la dimensión social,
institucional y política de la filosofía,
ayuda, no sustituye, ayuda a leer mejor los textos filosóficos.
-¿Qué Ortega y Gasset recomienda el profesor Díaz Álvarez
a los televidentes,
a los seguidores de esta revista de filosofía en la UNED,
cuál es el Ortega que le parece más actual,
el que tiene que ver con el tiempo,
con el problema de nuestro tiempo ahora?
-La verdad es que es una pregunta muy difícil
porque además ahí entran las preferencias de cada uno.
Ortega, precisamente una de las ventajas que tiene,
y con ello vuelvo un poco a algunos de los aspectos del debate
que trata el libro de José Luis.
Yo creo que una de las ventajas filosóficas de Ortega
es que no es un pensador cerrado.
Cuando una de las críticas que siempre se le hicieron
era si tenía o no tenía sistema,
no quiero entrar en eso porque además se puede
hablar de sistema de múltiples maneras,
pero sí, una de las ventajas de Ortega
es que es un pensador abierto, entonces hay muchos Ortegas,
creo yo, y cada uno casi puede recortar un cierto Ortega
en función de sus propios intereses que a mí eso, quizá,
es lo que me parece más fecundo de un filósofo.
No tener una interpretación cerrada,
no tenemos la interpretación canónica de Ortega,
que no se puede hacer ni de Ortega ni de ningún filósofo,
pero en Ortega, su tipo de escritura facilita el que haya muchos Ortegas
y eso a mí me parece una gran ventaja para nuestro tiempo.
Desde el punto de vista, en relación con la pregunta que me hace,
en el tiempo en que estamos de pre elecciones europeas,
Ortega es, yo creo, el gran meditador,
o uno de los grandes meditadores españoles
y en lengua hispana sobre Europa.
Baste recordar libros que usted ya mencionó en la introducción,
"La rebelión de las masas",
donde habla de los estados unidos de Europa,
"La meditación de Europa", por señalar sólo dos.
Y yo quizá, con el Ortega que a mí me resulta más interesante,
es el Ortega de lo que se llama de la segunda navegación,
a partir de los años 30 en adelante.
Esto suena a confesión personal, por utilizar la palabra,
la expresión de José Gaos, uno de sus discípulos más queridos.
Es el Ortega que califico, y no sólo yo,
del Ortega más historicista.
El Ortega de la metafísica en el sentido tradicional de la palabra
como filosofía del fundamento, como algo ya imposible,
habla incluso de una superación de la propia filosofía,
el Ortega de la razón histórica
en el sentido más potente de ese concepto.
Yo creo que ese Ortega final, a partir de mitad de los años 30,
me parece fascinante, tanto en el ámbito filosófico estricto
como en al ámbito filosófico político.
-Profesor Francisco José Martínez,
¿qué aporta este libro, "La norma de la filosofía",
desde el punto de vista estrictamente ontológico político?
-Yo creo que es importante, y además para mí
que soy uno de los pocos orteguianos o filo orteguianos de mi generación,
porque en mi generación Ortega era despreciado,
primero por derechista y segundo por no filósofo, por periodista.
Yo creo que lo que importa es retomar la obra de Ortega
como el elemento central respecto al cual
se tienen que definir todos los filósofos.
Destacar esa centralidad del pensamiento de Ortega
institucionalmente a contrario,
porque fue expulsado el orteguismo y ahí se ve la persecución de Marías,
el mantener fuera siempre a Zubiri, aparte de los exiliados como Gaos.
A mí me parece muy importante destacar la centralidad de Ortega,
yo estoy complemente de acuerdo
era uno de los grandes pensadores europeístas,
uno de los grandes filósofos
que captando lo más vivo de la filosofía europea en aquel momento,
el neo kantismo, la fenomenología,
la discusión siempre paralela con Heidegger,
se obstinó en dos cosas que a mí me parecen esenciales,
en construir una filosofía propia,
dándole un uso filosófico al castellano que no se le había dado,
y segundo, un elemento muy importante que quizá ahora,
en esta etapa de postrimerías, sería muy importante recuperar,
pensando que la filosofía no es sólo una cosa para filósofos,
sino que tiene una dimensión política,
una dimensión pública y que el pensamiento, la filosofía,
tiene que estar en la plaza pública como estaba con Ortega, es decir,
en los periódicos, en la televisión, en la discusión,
para elevar el nivel de la discusión política
y de la discusión en general cultural en el país.
Yo creo que esos dos elementos,
el esforzarse en pensar en castellano de forma original
y el buscar un público amplio,
un público que no sea estríctamente filosófico.
Para la filosofía yo creo que son dos legados imprescindibles de Ortega
y que deberíamos intentar retomar en esta etapa.
-Una última pregunta, José Luis Moreno Pestaña.
¿Qué no hemos recibido todavía de Ortega
y es urgente y acuciante que recibamos y tengamos en cuenta?
-Otra manera de hacer historia de la filosofía.
Yo creo que Ortega plantea el desafío
de hacer una historia de la filosofía no escolástica
en la cual esté tejida íntimamente la vinculación de los filósofos
con los espacios sociales y políticos de su tiempo.
Y yo creo que hemos llegado a niveles de sofisticación enorme
en el análisis filosófico de los autores,
pero que esa parte del legado orteguiano,
que fue el legado que más despreció
la filosofía institucionalizada tras la guerra civil,
que consideraba al modelo orteguiano historicista, sociologista, etc,
sigue planteándonos un rendez-vous,
sigue planteándonos un desafío para las generaciones
que creemos que la historia de la filosofía
sigue teniendo sentido para comprender el presente,
pero quizá haya que hacerla de otra manera.
Yo creo que a los lectores de la idea de principio en Leibniz,
encontrarán indicaciones de trabajo maravillosas.
-Muchas gracias profesores, queridos amigos,
muchas gracias a ustedes por su atención.