Tip:
Highlight text to annotate it
X
El 20 de noviembre de 2011 el PSOE tuvo sus peores resultados desde 1977 y perdió
4 millones votos.
Si el PSOE fuera un partido británico, aquella misma noche hubieran dimitido todos
los responsables de ese desastroso resultado, y hubieran convocado un Congreso, en el que
habrían analizado las causas de ese escandaloso fracaso, hubieran revisado todos sus programas
y hubieran elegido a unos nuevos líderes.
Pero el PSOE no es un partido británico, afortunadamente para el Partido Popular y
desgraciadamente para España y para los españoles, que necesitarían un partido socialdemócrata
serio que representara una alternativa real de gobierno.
Como no es un partido británico, dos años después ni ha dimitido nadie de los responsables
de aquella impresionante derrota, ni han analizado sus errores, ni han elaborado unas propuestas
políticas nuevas.
Por el contrario, la Conferencia Política que acaban de celebrar ha demostrado que los
socialistas son contumaces en el error.
Han vuelto a repetir el tópico de que ellos son los que defienden a los más débiles,
después de haber hundido la economía, haber endeudado a los españoles de una manera desaforada
y de haber mandado al paro a cuatro millones de trabajadores.
Resultaba patético oírles repetir recetas económicas, como las subidas de impuestos,
que ya han fracasado en la práctica de una manera absoluta.
Como resulta patético contemplar su euforia cuando sacan a pasear el anticlericalismo
más decimonónico y el republicanismo más carente de sentido crítico. Y, obre todo,
cuando se ve su incapacidad para hacer frente a las pretensiones secesionistas de los nacionalistas
catalanes.
Ante tanta propuesta rancia, antigua y fracasada, se comprende la alegría del Partido
Popular, que puede estar tranquilo porque, si la alternativa es el PSOE de esta Conferencia,
es que no hay alternativa.