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¡Abrid las puertas,
y os dejaremos mantener vuestra vida y libertad!
¿Quienes sois?
¡Los amos del mundo!
¡Lo seréis, si perecemos!
LOS DACIOS
¡Lo tengo!
- ¡No, YO le tengo! - Bueno, ¿de quién es esta flecha?
Tuya. Debe andar por aquí. No puede haber ido muy lejos.
El tío Luper nos llama. Mejor volvemos.
Mejor vuélvete, antes que veas que YO soy quien atrapará el ciervo.
¡Vamos!
¡Está tan triste! Sus ojos están llenos de lágrimas.
Estabas en lo cierto. Era tu flecha.
Tu puntería es muy buena.
¿Has olvidado que fui yo quien te enseñó a apuntar?
¿Dónde estábais? ¡Os romperé los huesos!
¡Me obligáis a rugir entre las montañas!
¡Callad! No... ¡Adivinad qué noticias traigo!
- ¿Qué es? - ¡Adivinad!
- ¿Las pruebas de la juventud? - Justo. La semana próxima en Argidava.
¡Vamos, dejad eso y seguidme! Decebal os espera.
- ¡Atrápame! - ¿Quién le cogerá primero?
- ¡Así que estás aquí! - Tu caballo era mejor.
Eso es lo que tú dices. Soy mejor jinete.
¿No vas a ayudarme?
¿Por qué no vas a coger agua del manantial?
¿Vas?
Deberías saber que un guerrero no hace tareas de mujer.
¡Vaya guerrero!
- ¡Irás a por agua! ¿Sí? - No!
Dime, ¿Quién va a traer el agua? ¿Quién?
¡Me haces daño!
Lo lamentarás... Tenía preparada una sorpresa para tí.
Eso lo dirás tú.
¡Meda!
- Meda! ¿Es mío? - ¡Sí, es tuyo!
- ¿PUedo tomarlo? - ¡Sí!
¡Vamos!
Fuscus, ¿demostrarás a estos reclutas cómo se arroja la lanza?
Son las Legiones del Rín.
Me apuesto diez jarras de vino de Falerno
¡A que esta lanza alcanzará el centro de la diana!
¿Confías en mí?
Te dí tu primera lección. ¡Múestrame que mereces mi confianza!
Llegas a tiempo, como siempre.
Cuéntame, cómo se encuentra nuestro amado Emperador Domiciano
¿No vino contigo?
Pensaba que tenía mucho interés en obtener todo el crédito de la victoria
y obtener el título de "Dacicus".
- Estará aquí en cuatro días. - Cuatro días, dices...
Si, viene justo tras de mí.
La Casa Imperial se mueve más lenta que los mozos de cuadra.
Lleva muchos esclavos, hombres y mujeres.
¡Y qué mujeres, querido Fuscus!
Lleva de todo con él: Magos, cocineros...
Incluso algunos historiadores van con él, artistas de Asia menor,
y múltiples contables para registrar el tesoro Dacio.
Para vigilar sus espaldas,
El Emperador llevó con él a la Legion V Itálica.
Mejor habría quedado en Roma, por el bien de todos..
Por el nuestro y el suyo.
¡Aprovechemos pues estos cuatro días! Y tú más que nadie.
- ¿Cómo es así? - ¡Ven!
¡Padre!
¡Hacía mucho tiempo que no te veía! ¡Ahora estás fuerte como un oso!
¡Perdonadme! Me alegra veros de nuevo. Os echaba de menos a vos y vuestro consejo.
Te las has arreglado bien solo. Atius, puedes estar orgulloso de tu hijo.
Se ha cubierto de gloria en todos los campos de batalla.
Gloria y polvo, también... Permitidme limpiar los trazos del camino.
- Tenéis mi baño a vuestra disposición. - Tengo prisa.
Atius... Domiciano estará aquí en cuatro días.
¿Cuántos soldados lleva consigo?
La V Itálica. Estuvieron bajo mi mando en Siria.
Su general es un buen soldado pero prefiere el vino y el dinero...
Obtendrá ambos.
Parece no obstante que será muy difícil convencer a Severus.
Yo soy quien le enseñó
a permanecer distante de las conspiraciones que devoran el Imperio.
Predigo que, durante nuestra primera batalla,
un terrible suceso acaecerá a nuestro "divino" Domiciano.
- No debe haber primera batalla. - Atius, sabes que puedes confiar en mí.
¿Por qué no deseas la guerra contra Dacia?
Incluso desde que nos conocimos, cuando eras un pobre oficial sin maestro,
y hasta hoy, cuando te has hecho rico y famoso,
soy YO quien hace las preguntas.
De acuerdo. ¡Perdóname! Lo haremos a tu manera.
Es la adecuada, Fuscus. Siempre ha sido así.
Mis decisiones siempre fueron acertadas.
¡Ahí está nuestro héroe!
Mi cena será más pobre que la de Domiciano,
pero te invito a ella de todo corazón.
¡Por la victoria ante los Dacios!
Así que...
Os estáis divirtiendo en repulsivas orgías...
Pensábais que era un viejo caracol,
que necesitaba cuatro días para llegar aquí.
¿Por qué no estás en la otra orilla del río, bravo Fuscus?
¡Mirad! ¡Ahí está Atius, el corazón y el nervio del Senado Romano!
¿Qué hacéis aquí? ¿Tenéis noticias, no lo sabéis?
Malas, por supuesto. ¿Qué si no?
Os escucho preparado para lo que sea.
¡Divertido! ¿Cómo es que los Marcómanos se han rebelado justo ahora?
Puede que quizá por el oro de los Dacios.
Estáis locos o sois traidores. ¿Queréis quitarme esta guerra
y volver a Roma sin que haya pagado a mis Legiones?
No. ¡Cruzarás el Danubio al instante!
Me gustaría contar al Senado la opinión de Fuscus, también.
Soy un soldado y obedezco la ley de Roma y las decisiones del Senado.
Te digo que necesitaría otras cinco legiones para derrotar a los Dacios.
Fuscus, me dijiste en Roma
que una única Legión aplastaría a los bárbaros
Ni el último de mis soldados diría algo asi.
Habéis estado conspirando contra mí. Os gustaría verme volver a Roma,
derrotado por los Dacios y con las legiones impagadas e insatisfechas.
¿Qué tienes que decir, Severus?
Yo estoy por la guerra.
No olvidemos que Julio César dijo que la lucha contra los Dacios
sería más difícil que la que tuvo contra los Galos.
Ahora quiero meditar más acerca de las palabras de César y su significado.
¡Domiciano, seamos francos!
Estás más interesado en el oro de Decebal, que en una victoria en el campo de batalla.
Siempre he mantenido que los ricos son también los más inteligentes.
¿No crees que unos mensajeros mandados por un hombre astuto
obtendrían de Decebal lo que tú ansías tanto, aparte de la guerra?
¿Quién puede ser ese hombre?
cuando vine de Asia menor, ya hace 10 años,
tuve fructuosas negociaciones con Duras, el anterior rey Dacio.
De acuerdo. ¡Ve pues! Pero toma uno de mis guardias contigo.
¡Mientras, construid el puente!
Expondrás un mejor argumento ante los bárbaros,
si nuestras 12 Legiones están en la orilla izquierda del Danubio.
Seré piadoso con los Bárbaros.
Después de todo, no me gustan las guerras.
Podría ser un poeta si no tuviera, en cuenta el destino de Nerón.
Fue una reunión corta.
¡Déjame ir contigo a la otra orilla!
Te quería pedir lo mismo.
¡He estado esperando por este momento tantos años!
Lo esperaba y lo temía.
Me gustaría comprenderte.
¡Hay tantas cosas que no comprendemos, hijo!
Somos como una concha anhelando la inmensidad y el aullido del mar.
A veces, la vida nos hace esconder nuestros sentimientos ante nuestros seres amados.
Hijo, ¿confías en mí?
Sabes muy bien que me importas mucho, lo que más en esta vida.
Querría estar contigo unos momentos.
Sí, padre. Avisaré al guardia que debe ir contigo.
¡Buscad por todas partes!
¡Domiciano, déjame ser quien comience esta batalla!
El Senado y el Pueblo de Roma perdieron a nuestro mejor hombre.
Estoy dolido.
Mandaré la urna con sus cenizas a Roma,
la ciudad que amó y a la que sirvió como ningún otro.
¡Y esos bárbaros conocerán lo que es la ira de Roma!
Solo quedáis cinco de vosotros para la gran prueba.
¡Luchad con valor! ¡Que gane el mejor!
- ¡Solo quedan tres! - Ya ves cómo es diestro con mis enseñanzas.
Pero, para ser honesto, ¡Yo lo habría hecho mejor!
¿Ves?
Decebal, los Romanos están cruzando el Donaris.
He matado al primer noble que puso su pie en nuestra tierra.
Él era el único romano que no debía haber muerto.
Pensé que... era una cosa buena.
¡Cotizo! ¡No ganes esta prueba!
- Estás loca. - No lo estoy.
Habrá guerra, Cotizo. ¡Por favor, no lo ganes!
- ¿Me escuchas? - Muy bien.
¡Prométemelo!
Te prometo que... ganaré la prueba.
¡Decebal! Nuestro mejor guerrero ganó la prueba.
¡Es tu hijo!
¡No!
Les esperaremos aquí y les aplastaremos como a hormigas.
¿Eso qué significa?
¿Quieres que yo, Luper, huya de los rostros romanos como una mujer?
Son 12 legiones, esto es, 72.354 hombres.
Les dirige el general Fuscus.
- ¿Cómo sabes eso? - Zoltes me lo contó.
Desde ahora hasta que muramos, o les venzamos,
¡Yo soy el único que da las órdenes!
Los niños, las mujeres y los ancianos irán a las montañas.
Mantendréis a los romanos aquí, hasta medianoche.
¡No se te ocurra morir como un héroe, o te romperé todos los huesos!
Padre, no nos enseñaste a huir. ¿Por qué no nos enfrentamos a los romanos?
Debemos evitar esta guerra, Cotizo.
Perdonadme, pero habláis como Meda.
Si fuera tú, no volvería mi espalda a los Romanos.
Hijo mío, ¿Es que tú y los otros ya no confiáis en mí?
No quería decir eso. Todos te aman y te seguirán.
Estoy orgulloso de ser tu hijo.
¡Ve!
¡Trae a Meda y ayuda a los otros! Te alcancaré más tarde.
Esto parece desierto.
Sí... es la primera vez que nos reciben saludando con flores.
Están retirando sus tropas. Les hemos puesto en fuga.
No, jovencito. ¡Lo peor está delante! ¡Mira!
¡Rápido! ¡Vamos!
¡Debemos sobrevivir hasta medianoche!
¿¡Me oís!? ¡Tenemos que seguir! ¡Rápido!
¡Tomaremos el fuerte! ¡Caballería... Cargad!
¡Fuscus!
Tu valor en el campo de batalla te precede.
Tu padre, el ilustre Atius, será vengado.
¡Qué hedor!
Y ahora, Fuscus, los prisoneros...
¡Marcus!
¿Qué es esto? ¿Solo tienes un prisionero?
Luchaste bien.
¡Habla, y conocerás la generosidad de Roma!
¿Dónde está Decebal?
Si tuviera también un arma, no serías tan valiente.
Puedo ver que no lavaste tu rostro.
¿Quieres un arma?
¡Tómala!
Muy brillante...
Y sin gusto.
¿Era todo esto necesario,
por una banda de bárbaros que se estaban entregando ellos mismos?
Domiciano, este es el trono de Burebista, uno de los oponentes más prominentes de César.
Si les recibes aquí, quedarán impresionados.
¡Entonces impresionémoslos, Fuscus! ¡Haz entrar a los bárbaros!
¿Quien de vosotros es Decebal?
Decebal es el gran rey de todos los Dacios libres.
Traemos un mensaje suyo para el Emperador Romano Domiciano.
¿Eres tú?
Te escucho.
Un ratón... una rana...
Un pájaro... Un carcaj con flechas...
Una reja de arar...
Tu mensaje me place. Deseo la paz.
Mis condiciones serán enviadas a Decebal por medio de mi mensajero.
¡Que estos mensajeros se paseen por nuestro campamento!
¡Deben verlo todo!
¡Transcríbeme su impresión y asombro, ante la vista de mi sabiduría!
Fuscus, ¿Tú sabes qué significa todo esto?
Es una costumbre común en los bárbaros.
Están escondiendo su orgullo a través de estúpidas fábulas.
El ratón es la tierra, la rana, las aguas.
El pájaro el cielo y su libertad. Las flechas, su fortaleza
Y la reja de arar la riqueza de su tierra.
¡Os aseguro que Decebal se somete a vos!
¡Escríbelo!
Querido Fuscus, una vez más me has sorprendido con tu ingenio.
POdéis hacer lo que os plazca con estos animales.
Me quedaré con las jaulas, como un recuerdo de vuestro discernimiento.
Severus llevará nuestra respuesta.
¡Saludos, Decebal!
¡Saludos, General Severus!
¿Cuál es el mensaje de vuetro amo?
Domiciano, Emperador de Roma,
Ha descifrado hábilmente vuestro mensaje y aquí va nuestra respuesta.
Acepta vuestra rendición.
El vendrá a Sarmizegetusa y te coronará personalmente
como rey de Dacia y súbdito de la invicta Roma.
El Senado te nombrará a tí Decebal, por tus virtudes,
Amigo del Pueblo Romano.
Esto es todo.
General Severus, de acuerdo con las costumbres de nuestros ancestros,
Sois nuestro invitados.
¡Bebed el vino de esta tierra, donde Dionysus nació!
Mañana hablaremos de señores y esclavos,
ya que mañana nos conoceremos ambos mejor.
Te toca, romanito.
Quiero preguntarte algo, Decebal.
Por donde el destino y mis Dioses me han llevado,
He tratado de entender la vida y costumbres de aquellos contra los que luché.
Cuéntame, ¿Por qué los Dacios ríen antes de morir?
¡Te estás jactando de haber visto a los Dacios morir, Romano!
¡Meda, sirve un vaso de vino a nuestro invitado!
Disculpadme, padre. Yo no soy una esclava de los romanos.
Este romano es mi invitado. ¡Sírvele vino, Meda!
¡Vamos, guerrero, come algunas moras!
Perdonad que insista, Decebal, pero es muy importante para mí.
¿Por qué los Dacios ríen antes de morir?
Zalmoxis nos ha dado muchas vidas, Severus.
¿Cómo podemos dejar esta y vivir otra,
donde los secretos de los cielos y la tierra nos son revelados?
¿Llorando y gimiendo? ¿O riendo, para que Zalmoxis pueda ver nuestra alegría?
¿Pero cómo mueren los romanos, general Severus?
Eso lo veremos pronto.
¡Perdonad a mis hijos, general! Son como lobatos.
Deben morder, para que su dentadura crezca.
¿De dónde sacaste este medallón?
Mi padre me lo regaló.
Atius era el único romano cuya muerte no deseaba.
Hay muchas cosas que no comprendemos, Severus.
Somos como una concha anhelando la inmensidad y el aullido del mar.
y sus secretos.
Me encantaría poder entenderlo, Decebal.
Ven conmigo, y lo harás.
TEnemos mucho oro, Severus.
Quizá el oro y las riquezas son nuestra maldición.
Despiertan el odio o el excesivo amor de los extranjeros.
Algunos son fuertes. No han sido derrotados.
Lo sé. Siempre los acogí como amigos,
y nunca como Señores. Esa es la ley de esta tierra
y de todo hombre.
Si los que hoy vivimos hemos de morir, la ley seguirá siendo la misma.
Aquí yacen las cenizas de aquellos que lucharon por nosotros,
para que nunca debamos sufrir los duros dominios de otros pueblos.
Aquí yacen Reyes, Sacerdotes, Líderes de los clanes...
Oroles, Burebista...
Deceneus, Scorilo...
Y esta Urna fue hecha para conservar las cenizas del gran Zoltes,
A quién tu conociste bajo el nombre de Atius, tu padre.
El fue a Roma hace 40 años
y tomó el nombre de un patricio romano que vivía en Moesia.
Cada año, debía enviarle un barco lleno de oro.
Roma abría sus puertas a ese oro. El oro es una maravillosa llave.
Atius me contó cada cospiración tramada en Roma.
Ahora entiendo porqué él no quería luchar contra tí.
Su muerte, la tierra en su puño...
¿Por qué nunca me contó esto?
Él te enseñó a ser un gran guerrero en el mejor ejército del mundo,
para que un día pudieras servir a tu pueblo
Eras demasiado jóven para que él te revelara ese secreto.
Ahora es muy tarde ya.
¿Qué quieres entonces de mí?
¿Que ha quedado en el corazón del hijo de Zoltes?
Incluso el taimado lobo retorna a sus bosques con la llamada del viento.
¿Habrá sido mi llamada suficientemente fuerte?
Ahora estás tan solo como yo en el bosque, en el mismo vientre de la tierra,
esperando los signos de Zalmoxis. ¿Serás capaz de derrotarlos?
Ellos pierden batallas, pero nunca se les derrota.
Son tozudos, fuertes, numerosos y codiciosos.
Entonces, démosles el oro que nos piden.
¡Nunca!
Mantuve mi alma en la oscuridad y en soledad.
Ella juzga el mundo por otras medidas diferentes a las de los hombres ordinarios.
Algunas veces, es más duro para nosotros someter nuestro orgullo
que vencer en la batalla.
¡Piensa, Decebal! ¿Sería mejor para tí someter tu orgullo?
Gran Sacerdote, si la gente de esta nuestra tierra
aprende que puede vivir como esclava, entonces, estaremos derrotados para siempre.
Pero si luchamos tan bravamente que, siglos más tarde,
aquellos que desearan rendirse se sientan avergonzados,
significará que ganamos la batalla y que estaremos allí,
sin importar cuántos desastres debamos afrontar.
Decebal...
Si te decides por la guerra, debes enviar un mensajero a Zalmoxis.
Conoces las leyes antiguas. El mensajero debe ser...
Lo sé.