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¿Cómo era su hogar? ¿Cuáles han sido sus raíces?
Mi hogar fue un hogar culto. Había una biblioteca paterna
y eso puede decidir el destino de un hombre.
Mi padre era un médico cirujano destacado,
profesor de clínica quirúrgica. Discípulo de una gran figura
de la clínica quirúrgica que brilló aquí en Buenos Aires entre 1920 y 1937
que fue Pedro Chutro. Mi padre falleció muy joven, a los cuarenta años.
Yo tenía dieciocho meses, era muy pequeño.
Mi madre era maestra normal y mantuvo con mucho cuidado todo,
especialmente la biblioteca, todos los documentos de mi padre.
Cursé los estudios primarios y secundarios en una escuela estatal,
tuve muy buenos profesores. Y siempre tuve la certeza
de que yo iba a ser médico. Esta es una situación común,
la medicina solía ser en la antigüedad, hace dos mil años,
una profesión familiar porque se enseñaba de padres a hijos.
Por ejemplo, yo tengo un hijo que es médico, así que
con papá somos tres generaciones.
Mi madre, además de darme la vida me hizo otro regalo
que fue el idioma inglés, porque mi madre tenía
sus ancestros en Irlanda. Ella me hablaba en inglés.
En mi profesión me fue enormemente útil el idioma inglés.
Justamente, acá en la facultad estamos por colocar en el curriculum
como el idioma inglés como obligatorio. Porque un médico
que hoy en día no puede leer por lo menos inglés, es casi analfabeto.
Yo tenía que recibirme y trabajar porque no había papá
que hiciera como yo que pone la mano en el bolsillo
cuando vienen los chicos: "Papá quiero ir al cine".
Cuando yo ingresé a la facultad, tenía una visión muy parcial,
muy limitada, de la medicina, y después me di cuenta lo que era ser médico.
Porque el gran problema para seleccionar a los alumnos
en las facultades de medicina es establecer cuáles son
las mejores condiciones para ser médicos. Y, hasta ahora,
lo que hacen la mayoría de las facultades es evaluar
las condiciones intelectuales. Te toman un examen
entonces tenés que saber química, saber física, saber biología,
saber matemáticas. Pero nadie puede evaluar, porque es muy difícil,
si vos sos una buena persona, si tenés una vocación
para ayudar a una persona que te necesita, si sos capaz
de un domingo en un almuerzo levantarte de la mesa e ir a ver a un enfermo.
Esas condiciones humanas, eso es muy difícil medirlo.
Y menos medirlo en un joven de diecisiete, dieciocho, ¿no?
¿Qué recuerdos guarda de sus inicios en la carrera?
Mis inicios fueron difíciles como creo que la de todos los alumnos,
porque los primeros años de la carrera uno trabaja con objetos inertes,
con cadáveres. Uno tiene que hacerse el estómago, ¿no?
Trabaja con preparados microscópicos, con animales, con sapos.
Y uno lo hace sabiendo que es necesario para su formación.
Pero yo me di cuenta de lo que era realmente el estudio de la medicina
como un deleite, como algo que uno lo lee como una novela
que te atrapa así, cuando yo llegué a estar en contacto con el enfermo,
a entrar en el ciclo clínico, como decimos ahora.
Los domingos me faltaba algo, ¿qué era?
Me faltaba venir al hospital, era eso.
¿Quiénes considera que han sido sus maestros?
Mis maestros fueron esencialmente mis profesores de semiología,
porque fueron los que me enseñaron a acercarme al enfermo,
a entrevistarme con el enfermo, me enseñaron a examinarlo,
a palparle el hígado, a palparle el baso, a escuchar el corazón.
Dos de ellos fueron dos ilustres tucumanos:
Tiburcio Padilla y Pedro Cossio, y el tercero fue Osvaldo Fustinoni.
Esos tres hombres me enseñaron, primero la medicina clínica
que es la que yo he ejercido, pero además hicieron
otra cosa muy importante para mí por la cual yo estoy acá,
y es que me inspiraron una vocación docente.
Me mostraron qué placentero y qué grato que es
poder formar otros médicos, transmitir conocimientos.
Mediante la clase teórica, mediante cinco, diez alumnos
al lado de un enfermo, mostrándoles tal cosa, tal otra.
Esto es lo que yo he hecho casi toda mi vida útil
hasta los sesenta y cinco años.
Esa forma de examinar a los pacientes, el tiempo que el médico
le dedicaba a cada uno, se fue perdiendo un poco…
Sí. Bueno, esa es la historia de los instrumentos en medicina.
Es decir, la medicina ha progresado en los últimos cincuenta años
de una manera inimaginable para nuestros padres, y paradójicamente,
nunca hubo tanto descontento entre los pacientes como ahora.
Hoy en día se cura la leucemia, los linfomas, muchas formas de cáncer,
y sin embargo los pacientes están no sólo descontentos y lo expresan,
sino que además hacen juicio. En mi época no existía esto.
Y esto se debe a que el instrumento, con toda su precisión diagnostica,
ha alejado el cuerpo del paciente del médico.
O sea, hoy en día el médico puede diagnosticar un tumor de pulmón,
un tumor de páncreas, con una precisión que hace años ni se soñaba.
Pero al mismo tiempo, cuando uno le pregunta a los pacientes:
"¿Le tomaron el pulso?", "No", "¿Le midieron la presión arterial", "No".
Entonces, este contacto que lleva implícitas varias cosas.
Lo primero, un interés del médico en el cuerpo del paciente,
en segundo lugar, ser tocado médicamente por un médico significa
que uno es apreciado. El paciente se da cuenta que el médico
está interesado en ver qué pasa en su cuerpo.
Y a veces el médico ni mira al paciente. Está mirando la radiografía:
"Bueno -dice- usted tiene un cáncer de estómago,
esto hay que operarlo, tiene 50% de posibilidades de curarse, 50% no,
hable con mi secretaria para que le de un turno para…".
O sea, la medicina se ha despersonalizado.
Y esto es algo que tenemos que tratar de corregir
porque vamos muy mal por ese camino.
¿Cómo imagina el ejercicio de la medicina en el año 2020?
Yo creo que el ejercicio de la medicina tiene que cambiar.
Porque por este camino, en el año 2020, el médico va a tener
que tener un abogado al lado de su escritorio porque va a ser tal
la desconfianza que ha perjudicado tanto la relación medico paciente,
porque ha colocado al medico en la defensiva.
O sea, muchos médicos hoy piden estudios que son innecesarios
y realmente lo son, porque si no los hace alguien puede
haberlos acusado de negligencia, ¿no?
Tendremos que buscar una fórmula de conciliación,
que el médico mantenga una relación adecuada con su paciente,
lo trate con respeto, con dignidad, que lo mire a la cara,
que le estreche la mano, que siempre le de una esperanza,
que nunca le de una condena de muerte…
Primero porque la medicina no es una ciencia exacta.
Había un gran médico argentino que está allá con una banderita
porque era el nieto de Martín Güemes que decía:
"Nunca haga un ***óstico de muerte hasta que el ataúd esté clavado".
Existen los milagros, desde luego. Entonces, la dificultad de todo esto,
por supuesto, no es por la maldad de los hombres,
es porque hay una escasez de tiempo enorme,
entonces el médico tiene que dedicarle mucho tiempo
a escribir las recetas, las compañías prepagas
que se han hecho cargo de la financiación de la medicina
exigen recibos con diagnósticos, con números.
Entonces, la disponibilidad del tiempo del médico ha disminuido
y esto también es parte del problema, ¿no?
Pero eso habrá que considerarlo en algún momento.
¿Qué nuevos problemas y enfermedades considera
que habrá que enfrentar en los próximos años?
Hay varios problemas que ya los estamos viendo y que es
el envejecimiento de la población, en donde va a ser necesario
no sólo el médico sino la enfermera, el acompañante.
Una persona de noventa años puede tener artrosis,
puede tener hipertensión, puede tener diabetes, entonces,
el consumo de medicamentos que tiene un anciano
es diez o quince veces mayor que el que tiene un adulto normal.
Esto va a ser un costo económico también muy grande.
Y, al mismo tiempo, todas esas personas dejan de ser trabajadores activos,
reciben pensiones y no contribuyen al producto bruto.
Entonces, este es un problema. El segundo problema es la polución,
o sea, cada vez va a haber más riesgos con la polución del agua,
de los alimentos y va a haber que extremar las precauciones
porque ya estamos viendo efectos del etéreos
con la polución de los ríos, de los alimentos, de los herbicidas, etc., etc..
Y, eventualmente, como pareciera que ya en este año
estamos viendo faltan alimentos. Esta es la ley de Malthus.
Malthus era un economista inglés de hace dos o tres siglos
que dijo que la población crecía en progresión geométrica
y los alimentos en progresión aritmética. Entonces, que en el mundo,
si no se limitaba la natalidad iba a haber hambre.
Y parece que ahora le están dando la razón.
Este es otro problema que va a haber que considerar.
¿Qué ideas o conceptos básicos considera
que los médicos jóvenes deberían saber?
Lo más importante de conocer sería que todos los médicos
supieran hacer bien algo que ustedes como periodistas saben,
que es la entrevista con el paciente.
Mediante la entrevista y el examen físico se puede diagnosticar
el 90% de las enfermedades. Pero, ¿qué ocurre?
Que para hacer una buena entrevista el médico necesita tiempo
-además de saber hacerla- y como decíamos antes,
eso es lo que al médico le falta.
¿Qué significa para usted el hospital público?
Para mí significa que es el centro, o debería serlo,
de la atención médica. El hospital público tendría que ser
un lugar bien organizado, bien dotado,
que cumpliera un horario prolongado desde
las 8 hasta las 20 horas; en donde el paciente pudiera
pedir un turno por teléfono y no tener que hacer una cola
desde las 4 de la mañana; donde los médicos tuvieran un sueldo
que les permitiera vivir dignamente y no tuvieran que estar
dos horas en un hospital y después ir a otro;
y que tuviera el instrumental mínimo acorde
con la medicina del año 2008 como para diagnosticar y tratar
casi todas las enfermedades. Hay hospitales en Buenos Aires
que son muy buenos, por ejemplo, el Hospital Garrahan,
pero claro, tiene tres presupuestos o dos presupuestos por lo menos.
Entonces, eso le permite que los médicos cumplan
un horario prolongado y que esté dotado adecuadamente
como para asistir a todos nuestros niños.
De modo que el hospital público para mí es la clave,
no sólo de la atención, sino de la formación de los futuros médicos.
Y la formación del médico se decide entre los veinte y los treinta años,
con una residencia. El médico durante tres o cuatro años
está prácticamente viviendo en el hospital,
en contacto cercano con el paciente y guiado por sus superiores.
Lamentablemente, en nuestro país sólo el 30% de los médicos
alcanzan a llegar a una residencia. ¿Por qué?
Porque hay solamente plazas limitadas.
Y está demostrado que el sistema de residencias médicas
es el mejor sistema para formar cualquier médico.
¿A qué le teme respecto del futuro?
Le temo por mis hijos y por mis nietos, por mí no
porque creo que esta vida no termina acá.
Esta vida es un trayecto para otra. Pero temo que la raza humana
pierda la razón como la ha perdido en las dos guerras mundiales
o no llegue a percibir o a darse cuenta que está contaminando el planeta,
que está promoviendo conductas muy peligrosas
para los seres humanos como la drogadicción.
Y temo también por enfermedades virales, que eventualmente
las que existen hasta ahora han sido controladas como el sida,
la gripe aviar, pero que pueden aparecer enfermedades o epidemias
que pueden realmente ser tan graves como las de la edad media.
En la peste bubónica Europa perdió la cuarta parte de la población,
25%. Entonces mis temores son de que nuestro planeta,
nuestra casa, termine siendo inhabitable para el hombre.
En algunos casos es difícil detener todos los automóviles,
pero tampoco uno ve un animo decisivo para buscar sucedáneos
de energía que no sean contaminantes, ¿no?
¿Cree que el contacto permanente con el dolor desde una
perspectiva científica obtura la sensibilidad de los profesionales?
No. Yo le diría que esta es una carga que tenemos
que llevar los médicos. Nuestro contacto permanente con el dolor,
con el sufrimiento y con la muerte. Y que si bien
lo metabolizamos siempre termina afectándonos.
Es por eso que muchos médicos tienen cierto aspecto melancólico
porque esto no es gratuito. Hay situaciones que llevan
el sufrimiento humano a un límite en que el médico a veces
siente una gran impotencia, especialmente
cuando está asociado a problemas sociales, ¿no?
Sobre los cuales él no puede actuar.
Y el médico como todo ser humano ante el dolor, ¿qué hace?
Adopta mecanismos de defensa, que los describió muy bien Freud.
El primer mecanismo de defensa y el más efectivo es la negación.
Otros médicos tratan de superar eso con el humor. Por ejemplo,
un gran médico canadiense que era Osler, salía de la casa
de un enfermo muy grave y lo encontraron silbando, y la gente:
"Cómo usted está silbando?", "Sabe lo que pasa -dice-
yo silbo para no llorar". Y entonces el médico acepta el dolor,
trata de metabolizarlo y trata de defenderse de él,
pero no es posible ignorar lo que uno ve.
Con tantos años de ejercicio de la medicina
¿Qué aprendió del ser humano?
Aprendí muchas cosas. Aprendí que el ser humano
una vez que deposita confianza en el médico
ya de por sí eso es el primer factor de la curación.
En segundo lugar, que hay una cierta mitificación del temor a la muerte,
de que mucha gente le teme tanto a la muerte, y la muerte en sí,
en general, es bastante pacifica y a veces puede ser benéfica
cuando un paciente incurable está sufriendo dolores, molestias.
Y la muerte, alguien dijo con un poco de cinismo, es el mejor médico,
porque termina con todo el sufrimiento.
Pero la muerte no es tan terrible como la pintan.
En tercer lugar que el humano es muy sugestionable,
se deja engañar fácilmente, por eso alguien también dijo
"nadie como las mujeres y los médicos saben cuán benéfica
es la mentira para el ser humano". No sé por qué
al sexo bello le atribuyen esta...
He aprendido tantas cosas… La importancia de tratar con respeto
a todos los seres humanos. Ya fuera de la medicina digamos,
que todo ser humano merece respeto por el solo hecho
de ser un ser humano. Esto al ser humano le hace muy bien,
cuando ve que es tratado con respeto, como a una persona.
Eso ha cambiado, en mi generación los médicos
eran bastante impersonales, estaban un poquito engreídos
de su posición, ¿no? Es un cambio benéfico que yo he visto.
¿Qué cosa hubiese querido hacer y no hizo aún?
Imagínese que a mi edad yo ya hice casi todo lo que quería hacer.
Me gustaría tener un poco más de tiempo para mí,
porque estos años de decanato yo estoy acá muchas horas.
Es mi obligación, por supuesto. Tengo muchas entrevistas.
En este momento me gustaría tener más tiempo para mí,
pero al mimos tiempo disfruto de esto así que si tuviera más tiempo
para mí no estaría acá. De modo que yo le podría decir
que he sido un hombre muy afortunado, porque tengo seis hijos,
dos médicos de ellos, tengo una mujer como esposa
que es muy buena, que me acompaña mucho,
y tengo seis nietos y uno por venir.
¿Se considera un maestro?
No sé si yo soy el que debe contestarla porque maestro es un título
que lo dan los otros, no se puede dar uno mismo.
Un maestro es más que un profesor. Es un hombre que inspira vocaciones,
es un hombre que en primer lugar es generoso con sus conocimientos.
Segundo lugar, es una figura que un discípulo tiene
un cierto sentimiento de admiración hacia él. Y además,
es un hombre que establece vínculos afectivos con sus discípulos,
los ayuda, los invita a ir a su casa a tomar el té,
hablan de medicina y temas relacionados.
¿Cree en Dios?
Sí, creo en Jesús como Dios hecho hombre.
Creo en la otra vida, creo que esta vida es un trayecto.
Creo en los milagros. Porque Jesús es tan distinto lo que él era
y lo que él decía y hacía, como poner la otra mejilla,
como querer a tu prójimo como a ti mismo. Esto no es humano.
Ningún hombre dijo hay que querer al prójimo como a sí mismo.
Y bueno, después tenemos el Manto Sagrado,
tenemos tantos indicios de que Jesús es un personaje real que vivió...