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Con las señales que me hizo, que yo no oso decir, me hizo más gozo que si me diese Edesa;
pero no tanto como para que yo la ose descubrir,
que me ha mandado que no me vaya de la boca sino cantando
y que en esto no me exceda; que cien cantares he hecho temblando,
y otros mil motes, de los cuales no he divulgado ni uno, y no recuerdo cómo
empiezan y cómo acaban.
Y vos, Señora, que habéis hecho obedecer vuestro rico mérito a los nobles y a los viles, pensáis en
mí, y no me dejáis morir, y sostenéis una rama del haz,
porque amar sin provecho no es fruto que engorde,
que lo más cortés que hace es enmagrecer la espalda.
Y ya que os agradó atraerme a amaros,
bien me habrías de dar cerca de vos lugar y oportunidad.
Cancioncita, si os supieseis espabilar para entrar en la corte o ofreceros
en palacio, y para hablar con mi Señora, a quien deseo,
os plegaría, que es urgente y angustioso,
que a la bella, que quien soy fiel y sincero,
fueseis a decir,
ya que tanta gente la reverencia,
que es la mejor del mundo y la que más vale: Me maravilla cómo no es consciente de mi afecto.