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¿Qué has dicho?
¿El honor de Dux para Lorenzino, el usurero?
¡Propón otro más digno que él !
El héroe que, de nuestros mares, expulsó al pirata africano
y devolvió a la bandera de Liguria su antiguo y noble esplendor.
Entiendo.
¿Y el premio?
Oro, poder, honor.
A tal precio, vendo el favor popular.
Aborrecibles patricios, hasta donde reina vuestro orgullo,
voy a subir yo, un despreciable plebeyo.
Un abrazo...
¿Qué ocurre? ¿Por qué me mandaste llamar a Savona?
¿Quieres ser elegido nuevo Dux al alba?
¿Yo? No.
- ¿No te tienta la corona ducal? - ¿Bromeas?
¿Y Maria?
¡Oh, inocente víctima de mi amorfunesto !
Dime, ¿qué sabes de ella? ¿Le hablaste?
Prisionera, se lamenta en ese palacio.
¡Maria!
¿Quién podría negársela al Dux?
¡Desgraciada !
¿Aceptas?
Paolo...
Todo está dispuesto.
Sólo te pido que compartas tanto los riesgos como el poder.
Está bien.
¿En la vida y en la muerte?
¡Está bien!
Alguien se acerca. Escóndete.
Por algún tiempo, guarda este secreto.
¿Vendréis todos al amanecer?
Todos.
- ¿Alguien con los patricios? - Nadie.
Todos votaremos a Lorenzino.
Se ha vendido a los Fiesco.
¿Quién es entonces el elegido?
- Un valiente. Un hombre del pueblo. - Sí. Así se habla.
- ¿Es uno de los nuestros? - Sí.
¿Quién es? ¡Dinos su nombre!
Simon Boccanegra.
¿Simon?
¿El corsario?
Sí, el corsario elevado al más alto cargo.
- ¿Está aquí? - Vendrá.
- ¿Y los Fiesco? - Callarán.
¿Veis esa sombría mansión? Es el sórdido palacio de los Fiesco.
Una triste beldad está allí secuestrada.
Sus lamentos son la única voz humana
que puede oírse en tan misteriosa tumba.
Hace ya tres lunas que su hermoso semblante
dejó de iluminar los balcones de esa solitaria habitación.
Al pasar por aquí, cada piadoso pretende ver en vano
a la bella prisionera, la pobre Maria.
Se le abren esas puertas sólo al altivo patricio,
que, con argucias, sabe moverse en la sombra del misterio.
Es verdad.
Pero en la oscura noche, por sus desiertas salas,
puede verse una siniestra luz vagar como alma infernal.
¡Parece un antro de fantasmas! ¡Qué horror!
¡Mirad! La llama fatal aparece.
- ¡Oh, Cielos! - Alejaos.
Conjuremos a los demonios con el signo de la cruz.
- Hasta el amanecer. -Aquí mismo.
- Simon. - Simon será nuestro grito.
¡Para ti, mi último adiós, orgulloso palacio,
frío sepulcro de mi ángel!
¡No fui capaz de protegerte!
¡Oh, maldito! ¡Oh, vil seductor!
Y tú, Virgen, ¿cómo dejaste que le arrebataran su virginal corona?
Ah, ¿qué digo? ¡Deliro !
¡Ah, perdóname!
Al espíritu lacerado del pobre padre,
le estaba reservado el tormento de la infamia y el dolor.
¡Está muerta!
¡Miserere!
La corona de los mártires a ella el Cielo piadoso dio.
Ante el fulgor de los ángeles,
reza, Maria, por mí.
¡Ya está ante las puertas del Cielo! ¡Miserere!
Ante el fulgor de los ángeles,
reza, Maria, por mí.
¡Nunca más la veremos! ¡Miserere!
Reza por mí.
Mi nombre está en boca de todos.
¡Oh, Maria, quizás pronto puedas llamarme esposo tuyo !
¡Veo a alguien !
¿Quién será?
¿Simon?
¡Tú !
¿Qué *** azarte ha traído aquí para ultrajarme?
Sobre tu cabeza, convoco toda la ira del Cielo.
Padre mío, imploro tu piedad
de rodillas.
Concédeme el perdón.
- Ya es tarde. - No seas cruel.
Ya es tarde.
Esperaba elevarme a ella sobre las alas de la gloria.
¡Arranqué el laurel de la victoria
para el altar del amor !
Aplaudo tu valor, pero no perdono tu ofensa.
- Si te viera en el trono... - Calla.
Mi odio y la maldición divina perseguirán
a quien ofendió a Fiesco.
Paz.
No, no habrá paz hasta que no muera uno de nosotros.
¿Con mi sangre descansarás?
¡Hiere aquí!
¿Asesinarte yo?
Sí, mátame, que al menos tanta ira conmigo desaparezca.
Escucha.
Si me entregas a la inocente desventurada
que nació de aquel amor culpable,
yo, que aún no la he visto,
juro hacerla feliz.
Y tendrás entonces mi perdón.
- ¡No puedo hacerlo! - ¿Por qué?
Un destino adverso me la quitó.
Habla.
Al borde del mar, entre enemigos,
creció oculta esa hermosa criatura.
Creció lejos de mi vista,
al cuidado de una anciana mu jer.
Cerca de allí, navegaba una noche,
y decidí desembarcar en solitario.
Corrí hacia la casa.
- ¡La puerta estaba cerrada y todo en silencio ! - ¿Y la mu jer?
¡Muerta!
¿Y tu hija?
Pobre, tristemente,
durante tres días, lloró, anduvo errante.
Después, desapareció, nadie volvió a verla.
En vano la he estado buscando hasta hoy.
Si no puedes cumplir mi deseo,
¡tampoco podrá haber paz entre nosotros !
Adiós, Simon.
Con mi amor, sabré apaciguarte. ¡Escúchame, ah, escúchame !
No.
¡Escúchame !
Adiós.
¡Oh, raza terrible e implacable de los Fiesco!
¿De entre tales reptiles, nació esa pura beldad?
Debo verla. ¡Coraje!
¿Tan silenciosa está la casa de los Fiesco?
¡La puerta está abierta!
¡Qué misterio!
Entremos.
Entra y abraza su gélido cuerpo.
¡Nadie !
¡Siempre silencio y tinieblas!
¡Maria!
Ha sonado la hora de tu castigo.
¡Es un sueño!
¡Sí, una atroz y espantosa pesadilla !
- ¡Boccanegra! ¡Boccanegra! - ¡Esos gritos !
¡Es un eco del infierno !
¡El pueblo te aclama como Dux !
¡Dejadme, fantasmas! ¡Dejadme!
¿Qué dices?
¡Paolo ! Una tumba...
¡Un trono !
¿El nuevo Dux, Simon? ¡El infierno arde en mi pecho!
¡Viva Simon! ¡Viva! ¡Viva Simon!
¡Viva Simon, el elegido del pueblo!
¡Cómo sonríen a esta hora
los astros y el mar !
¡Cómo se entremezclan, oh luna,
el oleaje y tu resplandor !
¡Qué amoroso abrazo de dos puros corazones !
¿Pero estas estrellas y el mar
no recuerdan algo más a la pobre huérfana?
Esa noche triste, cruel,
en que la piadosa moribunda exclamó:
«El Cielo te proteja».
Oh, altiva mansión, hogar de una estirpe aún más grande,
¡no olvidé el techo que antes me amparó !
Sólo, entre tu austera pompa, el amor me sonríe.
Amanece,
¡pero aún no se oye el amoroso canto!
Él todos los días enjuga
el llanto de mis ojos
como la aurora seca el rocío de las flores.
Como cielo sin estrellas,
como prado sin frescura
es el alma sin amor.
¡Cielos ! ¡Su voz ! ¡Es él! ¡Se acerca ! ¡Oh, qué alegría!
Sin un corazón que te ame,
no calmarán tus ansias ni oro, ni riqueza, ni honor.
¡Viene él! ¡El amor estalla en mí y desata las riendas de mi corazón !
¡Alma mía!
¿Por qué tardaste tanto?
Perdona, oh querida.
Mi demora te reportará grandeza.
- Tengo miedo. - ¿Por qué?
Conozco tu secreto.
¡Estás buscando mi muerte
y el patíbulo para ti!
¿Qué dices?
Amo como un padre a Andrea, lo sabes;
pero tengo miedo.
¿Crees que no os he visto, de noche, vagar por la calle,
- inquietos a escondidas? - ¿A quién?
Ati, a Andrea, Lorenzino y otros.
¡Calla!
El viento podría llevar tus palabras a los tiranos.
Las paredes hablan,
un delator se esconde tras cada paso.
- ¡Estás temblando! - ¡Disipa tan funestos fantasmas !
¿Fantasmas, dices?
Ven a mirar este cerúleo, palpitante mar.
Génova se alza sobre sus espumas.
Allí están tus enemigos, en vano esperas poder vencerlos.
Deja tus pensamientos en el puerto del amor.
Ángel del Cielo, que descendiste a la tierra
y, como un faro, iluminas a los mortales:
no quieras entender los fúnebres misterios del odio.
Deja tus pensamientos en el puerto del amor.
- ¡Ah ! - ¿Qué ocurre? - ¿Ves a aquel hombre?
- Su sombra veo cada día por aquí. - ¿Quizás un rival?
- Un mensajero del Dux te reclama. - Que entre.
- Quiero ver quién es. - Espera.
El Dux, que vuelve de cacería de Savona,
solicita visitaros en vuestra mansión.
Puede hacerlo.
¿El Dux aquí?
Viene a solicitar mi mano.
- ¿Para quién? - Para su favorito.
Ve en busca de Andrea, date prisa.
Prepara el matrimonio. Llévame al altar.
Sí, sí, que el júbilo del altar se oponga a este destino adverso,
y a todo el universo, contigo, podré retar.
El ansia del amor es más fuerte que el azar.
Juntos hasta la muerte, nada nos separará.
¡Llega a tiempo !
¿Tú, aquí, tan temprano?
- Debo decirte... - Que amas a Amelia.
Tú, que la quieres como un padre,
¿accedes a nuestro matrimonio?
Un gran misterio rodea a la doncella.
¿Cuál es?
Quizás ya no la ames si lo digo.
¡No teme a las sombras del pasado mi amor!
Te escucho.
Tu Amelia nació en una familia humilde.
¿La hija de los Grimaldi?
No, la hi ja de los Grimaldi murió en un convento en Pisa.
Una huérfana llegó al convento
el día que Amelia murió
y heredó su celda.
¿Pero cómo tomó el nombre de Grimaldi?
El nuevo Dux perseguía las riquezas de los exiliados.
La impostora Amelia sirvió para ponerfreno a tal rapiña.
¡Adoro a la huérfana !
Eres digno de ella.
¿Puedo unirme a ella entonces?
¡En la Tierra y en el Cielo !
¡Me das la vida!
Ven conmigo,
te bendigo
en esta hora de paz.
Sacrosanto eco del pasado,
tus palabras son un dulce encanto.
¡Vive feliz, y, fiel, adora...
Mi fiel corazón guardará un recuerdo sagrado de esta hora.
...a ese ángel, a tu patria, al Cielo !
Viene el Dux. Marchémonos. Que no te descubra.
¡Ah ! ¡Que llegue pronto el día de la venganza !
- Paolo. - Señor.
Los acontecimientos se precipitan, debemos partir.
- ¿Cuándo? - Al oír la hora.
¡Oh, qué hermosa !
¿Habla el Dux a Amelia Grimaldi?
Así me llaman.
¿Tus hermanos en el exilio no sienten deseos de volver a la patria?
Muchos... pero...
Entiendo.
Ante mí, rechazan inclinarse los Grimaldi.
De esta forma, responde a tanto orgullo el Dux.
¿Qué veo? ¿Su perdón?
Ati, deben el don de esta clemencia.
Dime, ¿por qué ocultaste tanta belleza en esta ermita?
¿No añoras la dulzura de las fiestas mundanas?
Tu rubor me lo confirma.
Te engañas, soy feliz.
Atus años, el amor...
¡Ah, leíste en mi corazón !
Amo a un alma angelical que me corresponde ardientemente.
Pero, deseoso de mí, un malvado ansía el oro de los Grimaldi.
¡Paolo !
¡Ése es el nombre del vil!
Y puesto que tanta piedad te inspira mi destino,
revelarte quiero el secreto que me protege.
¡No soy una Grimaldi !
¡Oh, Cielos ! ¿Quién eres?
Huérfana, me acogió el humilde techo de una pobre mu jer
cerca del mar, donde se alza Pisa.
¿Tú, en Pisa?
Esa bienaventurada anciana fue mi único sostén.
Sufrí el desdén de los Cielos
cuando me la quitaron.
Con su temblorosa mano,
me entregó una efigie.
Me dijo que era el rostro
de mi desconocida madre.
Me besó, me bendi jo, elevó al Cielo, rezando, los o jos.
Cuantas veces la llamé sólo el eco me contestó.
¡Ah ! ¡Si la esperanza, oh Cielo clemente que ahora sonríe a mi alma,
fuera sólo un sueño, que yo muera al desvanecerse su ilusión !
¡Cuán triste se me figuraba, desgraciada, el porvenir!
Dime, ¿y nunca viste a nadie allí?
Un marinero nos visitaba.
¿Se llamaba Giovanna aquélla de quien el destino te separó?
Sí.
¿Tu imagen no se parece a ésta?
- ¡Son iguales! - ¡Maria !
¡Ése es mi nombre!
Eres mi hi ja.
¿Yo?
Abrázame, hi ja mía.
¡Padre! ¡Estrecha contra tu seno a Maria, que te ama!
Hi ja, hi ja, mi corazón te llama.
Estrecha contra tu seno a Maria, que te ama.
¡Hi ja ! Ante tal nombre, me estremezo como si se abriera el Cielo.
Me revelas un mundo de maravillosas alegrías.
Un paraíso tu tierno padre te descubrirá.
El esplendor de mi corona será tu gloria.
Padre, a tu amorosa hija, siempre tendrás al lado.
En los momentos de melancolía, enjugaré tu llanto.
Tendremos alegrías únicas comparables sólo a las del Cielo.
Seré la dulce paloma de tu palacio real.
Tendremos alegrías únicas, comparables sólo a las del Cielo.
¡Hija!
¡Padre!
¡Hija!
¿Qué ha dicho?
Pierde toda esperanza.
¡Dux, no puedo hacerlo!
Lo ordeno.
¡Lo ordenas !
¡Lo ordenas ! ¿Olvidas que me debes el trono?
- ¿Qué di jo? - Me la niega.
- ¿Qué piensas hacer? - Raptarla.
- ¿Cómo? - Al atardecer, estará sola en la playa.
La llevarás a mi embarcación, y luego a casa de Lorenzino.
¿Si éste se niega?
Dile que conozco sus planes, y me ayudará.
Tendrás tu recompensa.
Puedes darla por raptada.
Señores, el rey de Tartaria os envía mensajes de paz y ricos presentes,
y declara abierto el Mar *** a nuestra flota.
- ¿Dais vuestro consentimiento? - Sí.
Pero otro voto más generoso debo pediros.
Habla.
La voz que tronó sobre Rienzi, vaticinio de gloria y luego de muerte,
ahora clama sobre Génova.
He aquí un mensaje de Francesco Petrarca:
él suplica un gesto de paz en favor de Venecia.
Que atienda a sus rimas el cantor de la rubia deAvignon.
- ¡Guerra a Venecia ! - ¡Y, con ese grito atroz,
entre dos costas italianas, Caín levanta su clava cruenta !
Adria y Liguria tienen una patria común.
Nuestra patria es Génova.
¡Qué tumulto!
¿De dónde salen esos gritos?
De la plaza de los Fiesco.
¡Una rebelión !
Allí va un grupo que huye.
Escucha.
- No se entienden las palabras. - ¡Muerte! ¡Muerte!
- ¿Es él? - ¿Quién? - Mira ahí.
¡Cielos! Gabriele Adorno perseguido por la plebe.
A su lado, lucha un güelfo.
Que venga un heraldo.
Paolo, huye o estás perdido.
¡Cónsules del mar, custodiad las salidas!
¡Quien huya de aquí es un traidor !
- ¡Muerte a los patricios! - ¡A las armas!
- ¡Viva el pueblo! - ¡Viva !
¿Cómo? ¿También ustedes? ¿Provocaciones también aquí?
¡Muerte al Dux!
¿Muerte al Dux?
¡Pues bien !
Tú, heraldo, abre las puertas del palacio
y anuncia al pueblo de nobles y plebeyos
que no le temo, que he oído sus amenazas
y aquí le espero.
Envainad las espadas.
¡Armas! ¡Saqueo! ¡Quemad el palacio!
¡A muerte! ¡A la picota!
Ya resuena la trompeta del heraldo.
Habla.
Todo está en silencio.
¡Viva! ¡Viva el Dux!
¡He aquí la plebe!
¡Venganza! ¡Venganza! ¡Venganza!
¡Que corra la sangre del cruel asesino !
¡Venganza! ¡Venganza! ¡Venganza!
¿Así que ésta era la voz del pueblo?
Desde lejos, el trueno del huracán.
Desde cerca, un grito de mu jeres y niños.
Adorno, ¿por qué empuñas la espada?
He matado a Lorenzino.
¡Asesino !
- Había raptado a la Grimaldi. - ¡Horror!
Ese canalla antes de morir confesó que un hombre poderoso le había instigado.
¡Ah ! ¡Te han descubierto!
¿Y su nombre?
¡Tranquilízate!
El malvado murió antes de revelarlo.
¿Qué quieres decir?
¡Por el Cielo ! ¡Tú eres un hombre poderoso !
- ¡Cómo osas ! - ¡Miserable raptor de muchachas !
¡Desarmadle!
¡Vil corsario coronado! ¡Muere !
¡Hiere aquí!
¡Amelia !
¡Oh, Dux, salva a Adorno tú!
Que nadie le haga daño.
Cede mi orgullo
y, al contemplar su dolor, toda mi alma me habla de amor.
Amelia, di cómo fuiste raptada
y cómo pudiste escapar de tal peligro.
lnvitada por el éxtasis de la dulce hora,
paseaba sola por la orilla del mar.
Tres rufianes me rodean.
Me llevan a un navío. Amordazada, en vano grité.
Me desmayé. Al abrir de nuevo los ojos,
me vi en una habitación de la casa de Lorenzino.
- ¡Lorenzo ! - ¡Me vi prisionera de ese infame !
Conocía bien la vileza de su alma.
Al Dux, le di je, daré a conocertus planes
si, al instante, no me liberas.
Con fundido por el miedo, me abrió la puerta.
Mi audaz amenaza me había salvado.
Ese miserable bien merecía la muerte.
Hay otro culpable peortodavía...
Pero otro culpable peortodavía
anda suelto.
- ¿Quién es? - Él me oye, veo cómo palidecen sus labios.
- ¿Quién es? - ¿Un patricio?
- ¿Un plebeyo? - ¡Fuera las espadas!
- ¡Qué horribles gritos ! - ¡Fuera las hachas!
- ¡Piedad! - ¡Fratricidas!
¡Plebe! ¡Patricios! ¡Pueblo de feroz historia !
Herederos sólo del odio de los Spinola, de los Doria.
Mientras el amplio mar os invita a la conquista,
os matáis como hermanos en la propia casa.
Lloro porvosotros, por el sol de vuestras colinas,
donde, en vano, florece el ramo del olivo.
Lloro por la gloria falaz de vuestras flores.
¡Y voy gritando: paz !
¡Y voy gritando: amor !
Sus conmovedoras palabras aplacan nuestra ira.
¡Paz !
¡Amelia está salvada, y me ama!
¡Gracias sean dadas al Cielo !
¡Paz! ¡Por piedad, te ruego ocultes tu furor!
¡Gracias sean dadas al Cielo !
¡Paz! ¡Que la patria te inspire el amor!
¡Oh, patria!
¡Está salvada, está salvada!
¡Está salvada, y me ama !
¡La soberbia ciudad está en el puño de un corsario!
¡Y voy gritando: paz !
¡Y voy gritando: amor !
¡Paz! ¡Que la patria te inspire el amor!
Sus conmovedoras palabras aplacan nuestra ira.
He aquí mi espada.
Esta noche permanecerás arrestado
hasta que sea desentrañada la trama.
No, conserva el orgulloso acero,
sólo necesito tu palabra de honor.
¡La tienes !
¡Paolo !
¡Mi Dux!
En ti, recae la severajusticia popular.
De tu lealtad, depende el honor ciudadano.
Reclamo tu auxilio.
Entre estos muros, hay un canalla que me oye y está palideciendo.
Mi mano ya le tiene aferrado por los cabellos.
Sé su nombre.
Sé cuánto miedo tiene.
Ati, ante el Cielo,
y delante de mí, te llamo portestigo.
Que sobre ese vil mal nacido, caiga el trueno de mi voz:
¡Maldito sea !
Repite ahora tú mi juramento.
¡Maldito sea !
¡Qué horror! ¡Qué horror !
¡Maldito sea !
¡Qué horror!
- ¿Has visto a esos dos? - Sí.
Sácalos enseguida de la cárcel por el pasadizo secreto
que esta llave abrirá.
Comprendido.
¡Me maldije a mí mismo!
Ese anatema me atormenta aún.
¡Y hasta el aire tiembla todavía !
Vilipendiado, expulsado del Senado y de Génova,
preparo aquí el último dardo antes de huir.
Aquí decido tu suerte, Dux,
en esta última hora.
A ti, que me ofendiste, aunque me debes el trono,
te abandono a tu suerte
en esta hora fatal.
Aquí, te destilo una lenta y atroz agonía.
Allí, entrego el arma a tu asesino.
La muerte elegirá entre el veneno o el puñal.
¿A qué lugar me traes prisionero?
Estás en las habitaciones del Dux, y te habla Paolo.
Tu mirada es sombría.
Conozco el odio que albergas en ti.
Escúchame.
¿Qué tramas?
- ¿No has preparado acaso a un grupo de güelfos para la rebelión? - Sí.
¡En vano ha sido tanto ardor !
Este Dux, aborrecido por mí tanto como porti, prepara una nueva masacre.
- Me estás tendiendo una trampa. - ¿Una trampa?
¿No ha pregonado ya el tirano la cabeza de Fiesco?
Yo te indicaré el camino de la victoria.
¿Cuáles son las condiciones?
Matarle aquí, mientras duerme.
¿Osas proponer un asesinato a Fiesco?
¿Rehúsas?
- Sí. - Vuelve a tu celda entonces.
- ¿Lo escuchaste? - ¡Vaya vileza!
¿No amabas entonces a Amelia?
- ¿Qué dices? - Está aquí. - ¿Aquí, Amelia?
Ahora es ella la dulce diversión del infame viejo.
Astuto demonio, calla.
- ¿Qué haces? - No hay salida.
Atrévete a dar el golpe,
o tendrás estos muros por sepultura.
¡Oh, infierno !
¡Amelia está aquí ! ¡El viejo la ama!
¡Apenas puedo sofocar el furor que siento!
Tú asesinaste a mi padre. Y ahora me despo jas de mi tesoro.
Tiembla, canalla.
Ya era demasiada una ofensa.
Doble será la venganza que pende sobre tu cabeza.
Siento arder en mi alma el furor de los celos.
Toda mi sangre no sirve para apagar ese incendio.
Aunque mil vidas tuviese
y mi furor pudiera quitárselas todas de un solo golpe,
ni aun así quedaría saciado.
¡Qué digo! ¡Ay de mí!
¡Deliro !
¡Lloro !
¡Piedad!
¡Piedad, Dios mío, de mi martirio!
Piadoso Cielo, devuélvemela,
devuélvesela a este corazón,
tan pura como el ángel que vela por su castidad.
Pero si una nube oscura mancha su candor
y la priva de su virtud, que no la vuelva a ver más.
- ¿Tú, aquí? - ¡Amelia! - ¿Quién te sacó de la celda?
- ¿Y tú, qué haces aquí? - Yo... - ¡Desleal!
- ¡Ah, cruel ! - Ese malvado tirano...
Él te ama.
Con un amor sagrado.
- ¿Y tú? - Le amo igualmente.
¿Te oigo y no te mato?
¡Infeliz ! Créeme, soy pura.
Habla.
Permíteme que no te revele el secreto aún.
Habla, devuélveme la fe en tu corazón puro.
Tu silencio es un fatal velo que me ahoga.
Dame la vida o la tumba.
Desdeño tu piedad.
Disipa del alma esas dudas.
Tu santa imagen aún guarda mi pecho
como a Dios se venera en el templo.
No, no hay nubes
sobre el cielo de nuestro amor.
Viene el Dux. No hay salida. ¡Escóndete !
No.
Te espera el patíbulo.
No lo temo.
Entonces, a tu lado, moriré si no tienes piedad de mí.
¿Piedad de ti?
La suerte está echada. Él morirá.
- ¡Ahí viene ! ¡Escóndete! ¡Ten piedad de mí ! - El morirá.
¡Hija!
¿Tan afligido, oh padre mío?
Te equivocas.
Pero tú llorabas.
- ¿Yo? - Conozco la causa de tus lágrimas.
Ya me lo di jiste.
Amas.
Bien, si es digno de ti el elegido de tu corazón...
Oh, padre, no hay en Liguria nadie más noble y valiente.
¿Su nombre?
Adorno.
¡Mi enemigo!
¡Padre!
¿No ves escrito aquí su nombre?
Conspira al lado de los güelfos.
- ¡Cielos! ¡Perdónale ! - No puedo.
- ¡Perdónale! - No puedo.
Moriré a su lado.
¿Tanto le amas?
Con un amor ardiente e infinito.
Llévame al templo con él,
o que sobre ambos caiga el hacha del verdugo.
¡Oh, cruel destino !
¡Oh, mis esperanzas desvanecidas !
Recupero a mi hi ja, y un enemigo me la arrebata.
Escucha,
si se arrepintiera...
Lo hará.
Entonces, quizás, el perdón...
¡Padre adorado!
Retírate ahora.
Debo esperar aquí a la aurora.
Deja que permanezca a tu lado.
- No, retírate. - ¡Padre !
Es mi deseo.
¡Dios mío!
¿Cómo podré salvarle?
¡Dux! ¿Siempre encontrarán tu clemencia los traidores?
Quizás el castigo sea una señal de temor.
Me arden las sienes.
Hasta el agua fresca es amarga en los labios del hombre que reina.
¡Oh, dolor !
La cabeza me pesa...
Noto cansados los miembros...
Ay de mí...
Me vence el sueño.
Oh, Amelia...
Oh, Amelia, amas a un enemigo.
¡Duerme!
¿Por qué me detengo?
¿Es respeto o temor?
¡Mi voluntad vacila !
Tú duermes, oh viejo,
verdugo de mi padre,
¡mi rival!
¡Hi jo deAdorno! La sombra de tu padre clama venganza.
¡Insensato!
¿A un viejo indefenso, quieres matar?
Tu defensa aviva mi desdén.
Santo, lojuro, es el amor que nos une, y no se opone a nuestra esperanza.
- ¿Qué dices? - ¡Esconde el puñal!
- Ven, que él te escuche. - ¿Arrodillarme ante él?
Aquí está mi pecho. ¡Golpea, villano!
La sangre de Adorno exige sangre.
¿Conque sí?
- ¿Quién te abrió la puerta? - Yo no.
Nadie lo sabrá nunca.
Lo dirás en el tormento.
No temo la muerte, ni tus torturas.
¡Ah, piedad!
Ah, bien vengaste ya al padre
que antaño cayera por mi causa.
Un celeste tesoro me arrebatas,
mi propia hija.
¡Tú eres su padre !
Perdona, Amelia.
Un celoso e indómito amorfue el mío.
Dux, el velo ha sido rasgado.
Soy un asesino.
Dame la muerte.
Ni la mirada oso alzar ante ti.
¿Debo salvarlo?
Madre, desde el Cielo, protege a tu hija.
¿Debo tender la mano y salvar al enemigo?
Lleva el corazón de mi padre hacia la piedad.
Sí, resplandezca la paz en Liguria, aplaquemos los antiguos rencores.
Si él fue culpable, todo lo hizo por amor.
Dame la muerte. Ni la mirada oso alzar ante ti.
Que mi memoria sea altar de la unión italiana.
¡A las armas, oh Liguria, un sacro deberte llama!
- El fogonazo de la ira ha destellado. - ¿Qué son esos gritos?
- Tus enemigos. - Lo sé.
¡Guerra!
¡Exterminio!
- Cada vez hay más gente. - ¡A las armas! ¡Guerra!
Vete, únete a los tuyos.
¿Luchar contra ti? Nunca más.
Entonces llévales un mensaje de paz.
Y que el sol de la mañana no salga para alumbrar masacres entre hermanos.
Volveré para luchar a tu lado si tu clemencia no los desarma.
Ella será tu premio.
¡Oh, inesperada alegría!
- ¡Padre ! - ¡A las armas!
¡Viva el Dux! ¡Victoria! ¡Victoria!
Eres libre: toma tu espada.
- ¿Y los güelfos? - Derrotados.
¡Oh, triste libertad!
¿Cómo? ¿Paolo?
¿Dónde te llevan?
Al último suplicio.
Mi demonio me empu jó a las armas con los rebeldes,
y allí me atraparon.
Ahora, Simon me ha condenado.
Pero antes, yo mismo a Boccanegra he condenado a muerte.
¿Qué quieres decir?
Un veneno devora ya su vida.
¡lnfame !
¡Quizás ya me precede en el sepulcro!
Oh, Señor, protégelos desde las alturas.
¡Ah, horror!
¿Oyes ese canto nupcial que me persigue?
En esa iglesia, Gabriele Adorno desposa a aquélla
- que rapté. - ¿Amelia?
¿Tú fuiste quien la raptó? ¡Monstruo!
Hiéreme.
No lo esperes.
Te espera el hacha del verdugo.
¡Horror !
¡Estoy horrorizado!
No, Simon, no es ésta la venganza que quería.
Tu destino se merecía otro final.
Ahí está, el Dux.
¡Al fin llegó la hora de encontrarnos frente a frente !
¡Ciudadanos!
Que por orden del Dux se apaguen las antorchas
y concluya el clamor de un triunfo
que ofende a los caídos.
Me arden las sienes.
Noto serpentear por mis venas un fuego atroz.
¡Ah! ¡Quiero respirar aire libre a cielo abierto!
¡Oh, qué frescor!
¡La brisa marina!
¡El mar !
¡Cuántos momentos gloriosos y sublimes
trae a mi recuerdo su vista!
¡El mar! ¡El mar ! ¡Ah !
¿Por qué no encontré la muerte en su seno?
¡Mejor hubiera sido para ti!
¿Quién ha osado entrar aquí?
Quien no te teme.
¿Las guardias?
En vano las llamas, no tienes a tus esbirros aquí.
Aunque me mataras, antes me escucharás.
¿Qué quieres?
Con el destello de las antorchas,
verás presagios fúnebres.
Tu sentencia ha firmado la mano de Dios
sobre estos muros.
Tu estrella se eclipsa.
Tu púrpura cae a pedazos.
Tú, vencedor, morirás entre los espíritus
de aquellos a los que negaste el descanso.
¿De quién es esa voz?
- Ya la oíste antes. - ¿Es posible?
¿Se alzan los muertos de sus tumbas?
¿No me reconoces?
¡Fiesco !
¡Simon !
Los muertos te saludan.
¡Dios mío!
¡Al fin se cumple el deseo de mi alma !
Como un fantasma, surge Fiesco
para vengar antiguos ultrajes.
Fiesco me anuncia la paz.
Como un fantasma, surge Fiesco
para vengar antiguos ultrajes.
- Un ángel sellará nuestra amistad. - ¿Qué dices?
- Hace tiempo, me ofreciste el perdón. - ¿Yo?
Si te entregaba a la huérfana que lloré como perdida para siempre.
Como Amelia Grimaldi, volvió a mí,
y ahora lleva el nombre de la desventurada madre.
¡Cielos! ¿Por qué me revelas tan tarde la verdad?
¡Lloras!
¡Ah! ¿Por qué apartas de mí tu mirada?
¡Lloras!
Lloro porque oigo en ti
la voz del Cielo.
Siento que incluso tu piedad me hace reproches.
Déjame apretarte contra el pecho, oh, padre de Maria.
Tu perdón será un bálsamo para mi alma.
¡Ay de mí !
La muerte te cerca.
Un traidorte ha envenenado.
Todo habla en mí, lo noto, de eternidad.
¡Cruel destino !
- Ella viene hacia aquí. - ¡Maria !
Calla. No le digas...
Quiero bendecirla por última vez.
¡Qué veo !
- Ven. - ¡Fiesco! - ¡Tú, aquí !
Ahórrate la sorpresa.
En Fiesco, tienes al padre de la desconocida Maria,
la que te dio la vida.
¿Él? ¿Es posible?
¡Maria!
¡Oh, alegría ! ¡Ya acabaron tantos funestos rencores !
Todo acaba, oh hi ja mía.
¿Qué triste pensamiento enturbia la serenidad de este momento?
Maria, ten coraje.
Prepárate para un gran dolor.
¡Qué palabras! ¡Oh, terror !
¡Ha llegado mi última hora !
¿Qué dices?
Pero Dios me concede, oh Maria,
expirar en tus brazos.
¿Es posible?
Piadoso Dios, bendíceles desde el Cielo.
Que, para ellos, las espinas de mi martirio
sean flores.
No, no morirás,
el amorvencerá al frío de la muerte.
Oh, padre, oh, padre, una atroz furia desgarra mi pecho.
El Cielo responderá piadosamente a mi dolor.
¡Qué rápida pasó la hora feliz del amor!
Piadoso Dios, bendíceles desde el Cielo.
Toda delicia en la Tierra es engañoso encanto.
No morirás.
El corazón sólo es fuente de inacabable llanto.
No morirás.
Prepárate, oh hija mía, muero.
¡Abraza al moribundo contra tu corazón !
¡No morirás, no, no morirás !
Senadores, sancionad mi última voluntad.
Que mi abrigo ducal orne los hombros de GabrieleAdorno.
Tú, Fiesco, haz cumplir mi deseo.
¡Maria!
¡Padre! ¡Padre!
¡Genoveses! Aclamad como vuestro Dux
a Gabriele Adorno.
No, ¡Boccanegra!
Ha muerto.
¡Rogad por la paz de su alma!
¡Paz para su alma ! �