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"...y la contribución esencial de muchos otros, presentan:"
BASADO EN LA NOVELA DE ALFRED DÖBLIN.
PELÍCULA EN 13 EPISODIOS Y UN EPÍLOGO.
En todo el mundo se desperdicia una cantidad enorme de capital.
En América hasta dejan que el trigo se pudra.
- Cosechas enteras. ¿Lo sabías? - Claro. Todo el mundo lo sabe.
En Australia es aún peor.
Tienen unos lagartos prehistóricos, increíblemente largos.
Viven en charcas pantanosas y turbias.
Nadie sabe de qué se alimentan. Nadie.
Mira a ése.
El gomoso. Aquí es el jefe.
- ¿Quién? - Ése que va bien vestido.
Se llama Pums. Qué nombre más raro, ¿verdad?
¿Quién es el que cuchichea a su lado?
Reinhold.
Trabaja con Pums en algo. Pero nadie sabe nada cierto.
Meck.
V. UN SEGADOR CON PODERES DE DIOS
Ven conmigo.
Quiere conocerte, saludarte.
Claro, ¿por qué no?
Otra cerveza, por favor.
Bien.
Nuestro amigo Meck me ha contado muchas cosas de ti.
¿De verdad?
Sí. Siempre está hablando de su viejo amigo Biberkopf.
Dime...
¿a qué te dedicas?
Volveré con los periódicos.
Bueno, no tengo nada contra los periódicos...
pero puede que...
puede que algún día podamos hacer negocios los dos.
Yo me dedico sobre todo a la fruta.
¿Por qué no?
- Depende de las ganancias. - Tienes razón.
Tienes mucha razón.
Depende de las ganancias.
Yo pienso igual.
Maneja a ese chico con cuidado. Y agítalo bien después de usarlo.
¿Conocéis la historia de un americano que se casa...
sin sospechar nada...
pensando que su mujer era blanca? Pero va y era negra.
"¿Qué?", dice, "¿Eres negra?" Y la echa.
¡Si digo que me bebí siete cervezas, me bebí sólo siete, no ocho!
Cállate.
Ya decía yo.
Está loco.
- No te enfades. Ponnos dos dobles. - Marchando.
Aquí tenéis.
Salud, Meck.
- ¿Tú crees que es comunista? - ¿Quién?
El alto de ahí que está con esa rubia.
Parece que ha estado bebiendo.
Deberían meterle en un manicomio...
y no dejarle suelto por ahí.
¿A qué se dedica?
A lo mismo que todos.
A la fruta.
También a la fruta...
Qué ojos más tristes tiene.
Seguro que también ha estado en la cárcel.
Ven aquí.
Vamos. No sabes lo que quiere.
Seguro que está pensando que yo también he estado en prisión.
Seguro que está pensando eso.
¿Qué?
Apuesto a que has estado en la cárcel.
Y también apuesto...
a que cuando me viste, pensaste que yo también había estado.
Y tienes razón, amigo.
Pasé cuatro años en Tegel.
Ahora ya lo sabes.
¿Qué me dices?
Lo siento...
no he estado en la cárcel...
nunca.
Antes estaba muy metido en política...
cuando era joven.
Queríamos hacer estallar una fábrica de gas...
pero alguien nos vendió.
Aún así no me cogieron.
- ¿Y ahora a qué te dedicas? - A la fruta, por ejemplo.
Ayudo con la fruta.
Y cuando no trabajo, firmo en el paro.
¿Algo más?
No, eso era todo. Gracias.
Qué raro...
casi todos los de aquí trabajan en el comercio de la fruta.
La fruta. Y parece que ganan bastante dinero.
Es fácil.
Pums es nuestro proveedor, nuestro mayorista.
No.
No, seguiré con los periódicos.
Tú sabrás.
Tú sabrás lo que haces.
Dios mío, Sr. Biberkopf. Qué alegría.
Me enteré...
Me enteré de que podía recuperar mi antigua habitación...
mi lugar de trabajo.
- Me lo dijo Meck. - Sí, es cierto. Muy cierto.
Bueno, entre.
No ha cambiado nada. No he tocado nada.
Está todo como lo dejó.
Lo único es que la Srta. Lina vino a recoger sus cosas...
pero, a parte de eso, todo está igual.
De todas formas, muchas gracias.
Tonterías, no me lo agradezca.
Bueno, puede que no.
Dios mío.
Llevo esperando tres horas, pensaba que llegarías en cualquier momento.
¿Tres horas? Lo siento.
Olvídalo, no te disculpes. No sabías que te estaba esperando.
- Qué tonta soy. - No digas eso.
No eres ninguna tonta.
Pero el hecho de que pagues mi alquiler todos los meses...
no es necesario.
- De verdad que no es necesario. - Es tan barata que ni lo he notado.
Y he sido tan feliz en esta habitación contigo.
Claro...
pero en esta habitación...
también viví con Ida.
Y aquí fue...
donde la golpeé...
y la maté.
Y, después de eso, estuvo Lina.
También he vivido aquí con Lina.
Con Lina y...
Ven, Franz. Ven conmigo. Hagámoslo otra vez aquí.
Una vez más. Ven.
- ¡No! - Por favor.
- No. - ¿Por qué no?
No tiene que ser como era antes. Sólo para divertirnos...
porque no te puedo olvidar.
No tiene que ser como era en el pasado.
Sé desde hace mucho tiempo que ya no quieres serlo...
que ya no quieres ser un chulo. No me importa.
Esto es diferente.
Está bien.
¡Derrota del gobierno laborista de Oslo!
¡Acaba la carrera de seis días en Stuttgart!
- ¡Acaba la carrera en Stuttgart! - ¡Manos arriba!
Dios mío, me has asustado. ¿Habéis salido a dar una vuelta?
Estábamos paseando un poco.
Fränze quería ir de escaparates.
Ya la conoces.
La viste la primera noche que volviste.
- Hola. - Hola.
Si te puedes permitir algo, puedes ir de escaparates.
Es cierto.
Si vas de escaparates pero no te puedes permitir nada...
es deprimente.
- Qué frío hace hoy. - Sí, sí que hace frío.
¿Vas a venir esta noche?
- Sí. - Genial.
Así podremos tomarnos algo.
Vamos.
Hasta esta noche, entonces.
Hasta esta noche.
- Adiós. - Adiós.
¡Derrota del gobierno laborista de Oslo!
¡Derrota del gobierno laborista de Oslo!
¡Acaba la carrera de seis días en Stuttgart!
¡Derrota del gobierno laborista de Oslo!
Ah, eres tú.
¿Tienes un minuto?
No.
Tendrás que esperar, la vejiga me va a explotar.
Y cuando empiezo a mear, no puedo parar.
Tranquilo, tengo tiempo.
Mujeres.
Son unas locas, unas estúpidas.
No dan más que problemas, nada más que mierda.
Siempre la misma mierda con las mujeres.
Chico...
Sí que te tomas en serio a las mujeres.
- No me lo habría imaginado de ti. - ¿Cómo que "en serio"?
Sabes quién es Fränze, ¿no?
La que siempre está por ahí conmigo.
La has visto, ¿verdad?
- Claro. La que siempre está contigo. - Exactamente.
Está casada con un carretero que trabaja en una fábrica de cerveza.
Fränze le dejó, ¿entiendes?
Le dejó por mí.
¿Y qué más quieres?
¿Qué más puede hacer por ti una mujer?
Dios, de eso se trata.
Ya no quiero estar con ella.
- Ya no soporto ni verla. - Entonces déjala.
Eso es lo difícil.
Las mujeres no lo pillan ni aunque lo vean escrito.
¿Se lo has escrito?
Se lo he dicho cien veces.
Pero me dice que no lo entiende, que debo de estar loco. No lo entiende.
Así que me tengo que quedar con ella... yo que sé...
hasta que yo la palme.
Puede que la palmes, ¿no?
¿Ves?
Es lo que ella siempre dice.
Dios mío, no seas tan estúpido.
Espera. Esto no es asunto mío.
Eres un joven inteligente...
que planificabas hacer estallar una fábrica de gas.
Pero en algo tan personal...
te quedas sentado quejándote.
No te entiendo.
Quítamela.
¿Y qué quieres que haga con ella?
Puedes dejarla plantada.
Está bien.
Te la quitaré.
Confía en mí.
Pero la próxima vez ten más cuidado.
Gracias, Franz.
Sabía que podía contar contigo.
Tendrás que probarla antes, claro...
pero creo que es ideal para ti.
Está muy bien.
Mañana, a mediodía, la mandaré a tu casa.
Le daré algo para que te lo entregue.
Entonces podrás hacerlo.
Las chicas se te dan bien, te las arreglarás.
Y entonces, cuando quiera volver a casa, yo no estaré allí.
Ya no tiene llave, así que me estará buscando...
pero no me encontrará por ninguna parte.
Además, tendrá mala conciencia.
¿Qué hará entonces?
Volverá a ti.
Y yo me libro de ella. Así de fácil.
... todos los corredores de relevos están preparados...
y los árbitros en posición. La tensión está subiendo...
Pase.
Esa señorita está aquí de nuevo, la que vino a mediodía.
Dice que tiene que volver a hablar con Vd.
Está muy nerviosa. ¿Le digo que pase?
Sí, déjela entrar, Sra. Bast. Debe de ser Fränze.
Qué curioso, ¿no?
Ella se llama Fränze y yo Franz.
Seguro que le caerá bien.
- Vamos. Dile que pase. - Como quiera, Sr. Biberkopf.
Pase, señorita. El Sr. Biberkopf la recibirá.
Este hombre es demasiado bueno. Siempre lo he dicho.
Franz.
Fränze, ¿por qué lloras? ¿Qué ha pasado?
¡Sra. Bast!
Después de dejarte aquí, fui a casa...
pero recordé que no tenía llave. Llamé, pero Reinhold no me abría.
Así que pensé que estaría emborrachándose por ahí.
Fui a todos los bares donde podría haber estado...
todos los sitios donde he estado con él.
Normalmente, no bebe mucho, sólo de vez en cuando.
Pero cuando bebe...
bebe de verdad...
sabía que le encontraría pero luego supe que no le encontraría.
Volví a casa y llamé a la puerta una y otra vez. Pero no abría nadie.
Entonces vi mi maleta delante de la puerta...
- así que pensé en volver a tu casa. - Vamos, Fränze, deja de llorar.
No me gusta nada ver llorar a una chica así.
Fränze, por favor.
¿Tú... no le contaste...
i.e. que pasó a mediodía, verdad?
Por Dios, ¿me crees capaz de hacer algo así?
Deberías avergonzarte.
No he visto a Reinhold y, además, nunca hablaría de algo así.
Ni hablar.
Nunca.
Tienes razón, Franz. Debería avergonzarme.
Tú nunca harías algo así.
Perdóname, por favor.
Ya está todo olvidado.
Gracias.
Pero, ¿qué hago ahora?
¿Qué es lo que debería hacer?
Deberías hacer lo lógico, lo más sensato.
Sí, pero, ¿qué es lo más sensato? ¿Qué es, Franz?
Dios mío, lo más sensato es que te quedes aquí conmigo.
¿Cómo vas a estar por ahí, sola, por la noche?
Te resfriarás.
Dios mío, eres tan amable.
¿Ves?
Y nos llevamos tan bien...
así...
y de la otra forma.
Sí, nos llevamos bien, Franz.
Además, tú te llamas Fränze y yo Franz.
Te voy a decir que le diré a Reinhold.
"Reinhold", le diré, "no te preocupes más por mí."
"Ya no te necesito. He encontrado a otra persona...
"y no es asunto tuyo saber quién es." Eso le diré. "No es asunto tuyo."
"Me gusta mucho más que tú. Mucho, mucho más."
Se ha portado conmigo de forma muy rara.
Fränze tenía un corazón muy flexible...
aunque por ahora lo ignoraba totalmente.
Franz observó con placer cómo se instaló con él.
La rutina le era familiar.
Al principio, las mujeres siempre estaban ocupadas con ropa interior...
y calcetines zurcidos.
Pero Fränze también sacaba brillo a sus zapatos todas las mañanas.
Gracias.
Éste es Franz.
Mi mejor amigo...
del que tanto te he hablado.
¿Habéis salido de escaparates?
No, hoy no.
Sólo estamos paseando...
sin más.
Cilly...
ve a mirar el escaparate.
Tiene muebles modernos. A ti te gustan mucho.
Hoy no me apetece mucho mirar muebles, Reinhold.
Cilly, por favor.
¿Por qué quieres que vaya a mirar el escaparate si no me apetece?
Cilly, por favor, ve a mirar el escaparate.
Mujeres.
Nunca hacen lo que les dices.
Normalmente le encantan los escaparates.
Me pone nervioso, siempre quiere mirar los escaparates.
Qué guapa es tu nueva novia...
parece actriz de cine.
¿Se llama Cilly?
Sí... o eso dice.
Pero, ¿quién querría llamarse Cilly?
Bueno, ¿qué más da? Quería pedirte algo.
Te has deshecho de Fränze, ¿verdad?
No, ¿para qué?
Es muy cariñosa...
y en la cama es una fiera.
Cocina bien y me lava la ropa.
Pero me prometiste librarte de ella pronto.
Es demasiado pronto, Reinhold.
No quería una mujer hasta la primavera.
Cuando sea época de llevar ropa de verano...
como he visto que Fränze no tiene...
y no puedo comprarle ropa...
Tendrá que irse en verano.
¿Sabes lo que te digo, Franz?
Fränze lleva ropa bastante andrajosa.
Tampoco tiene ropa de invierno de verdad...
es más bien de entretiempo.
No es nada adecuado para las temperaturas de ahora.
Nunca se puede saber qué tiempo va a hacer, Reinhold.
- Nunca sabes qué pasara. - Creo que va a helar, Franz.
Eso creo. Va a helar.
Mira...
Cilly tiene un abrigo de piel de conejo.
Mírala.
Así que eso tramabas.
Ya veo.
¿Pero qué quieres que haga con un conejo salido de un sombrero?
Ya tengo una en casa, ¿para qué quiero dos?
El negocio no anda muy bien. ¿Cómo quieres que viva sin robar?
¿Yo he dicho algo de dos chicas?
¿Querría yo que tuvieses a dos?
- No eres turco. - Es lo que te estoy diciendo.
¿Cuándo he dicho yo que te quedes con las dos? ¿Por qué no tres?
Líbrate de ella.
¿No tienes a nadie para ella?
¿No conoces a nadie que quiera quedarse con Fränze?
¿Quién?
Alguien que...
te quite a Fränze.
Dios mío.
Tienes mucha ***, chico. Tengo que reconocerlo.
Podríamos abrir un negocio. Inflacionario.
¿Por qué no?
De todas formas, hay demasiadas mujeres.
Sí. Demasiadas.
Tienes unos amigos raros. Muy raros.
- ¿Te gustaría tener una mujer? - ¿Qué?
¿Dejas la mercancía sola sólo para preguntarme si quiero una mujer?
No sé, Franz.
Lotte lleva muerta...
a ver...
seis años.
Hace seis años que murió Lotte.
Y hace seis años que vivo solo.
- ¿Y qué tal? - ¿Que qué tal?
Me las arreglo solo. Intento apañármelas.
Así que intentas apañártelas. Yo te pregunto...
- ¿cómo está tu casa? - No puedo tenerlo todo perfecto...
ni tampoco tengo ganas. Y en cuanto a la comida...
prefiero comer fuera antes que preparármela yo.
Pero eso es mucho más caro.
Claro que es más caro, pero así es la vida.
No, no tiene por qué ser así.
Si tuvieses una mujer, tendría todo limpio y ordenado.
Te lavaría la ropa. cocinaría para ti.
Es verdad que eso son ventajas...
pero cuando llegan las peleas y los problemas...
te preguntas si vale la pena.
¿Quién te dice que tiene que haber peleas y problemas?
Puede que una mujer...
después de haberse ocupado de todo lo que se tenía que ocupar...
cocine y limpie lo que hay que cocinar y limpiar...
no se pelee, y te traiga un poco de vida al hogar.
¿No podría ser? ¿No te puedes imaginar algo así?
El Bundschuh.
¿No te lo imaginas?
Si lo miras así...
y si hubiese garantías...
de que no habría peleas o disputas...
Yo he tenido todo eso, ¿sabes?
Ya me tocó vivir eso.
- ¿Por qué me lo preguntas? - Porque tengo una así para ti.
- ¿A qué te refieres? - A que tengo una así para ti.
Gracias.
De nada.
Hola, caballeros.
Gracias.
Aquí tiene.
- ¿Has hecho tú este café? - Claro que lo he hecho yo.
Esto no es café, Fränze.
Es aguachirle.
- ¿Cómo? - He dicho que esto no es café.
Es aguachirle.
No. No es aguachirle. Es café.
Si yo digo que es aguachirle, Fränze...
es aguachirle, y no café.
¿Entendido?
Y yo digo que es café, no aguachirle.
Por una vez que tenemos un invitado, Fränze...
¡sirves este aguachirle!
Ya te lo he dicho, Franz, no es aguachirle.
Es un café muy bueno, especialmente fuerte.
Es verdad, Franz. No creo que esté tan malo.
Al revés... es un café muy bueno.
Ya lo has oído: es café.
Un café muy bueno, nada de aguachirle.
Está bien, como quieras. Si él cree que tu café es café...
y no lo que es de verdad, puro aguachirle...
entonces hazle café a él.
Si él cree que tu aguachirle es café, házselo a él.
Vamos. ¿Cómo te puedes enfadar tanto por el café?
No se trata de si es café o no.
Pero nunca tenemos invitados...
y hoy, cuando por fin tenemos un invitado...
pone eso en la mesa.
- ¡Se atreve a servir algo así! - Vamos, Franz.
A mí el café me está muy bueno. De verdad, Franz.
Pues adelante, llévatela contigo.
Yo no tengo por qué soportar esto.
Pues lárgate si no quieres soportarlo.
Coge tus cosas y lárgate.
Muy bien, Sr. Biberkopf.
No hace falta que me lo repita.
¿Está claro?
A mí sólo se me dice algo así una vez.
Eso espero.
Espero no tener que repetirlo.
Coge toda tu basura y lárgate.
Vamos, recoge todo y vete.
Como si te quieres ir con Eddie, me da igual.
Ve a hacerle café o lo que quieras.
Me alegraré de no tener que volver a probar lo que preparas.
Franz, ¡por favor!
Vete a la mierda.
Señorita, sea razonable.
¿Cómo puede alguien ponerse así por el café?
Ya ha oído lo que me ha dicho.
Me ha dicho que me largue.
Pues si eso es lo que quieres, lo haré con mucho gusto.
De todas formas, es un cabrón. Un cabrón asqueroso y desgraciado.
Esas tazas son mías. Estás destrozando mis tazas.
Sabes que no tengo demasiadas tazas.
Te compraré tazas y te las mandaré.
Sí, por favor. Cómprame tazas y mándamelas.
- Señorita, ¿por qué hace eso? - No lo aguanto más.
No aguanto que me traten así.
Tiene razón, Srta. Fränze.
Tiene mucha razón, pero...
una persona puede perder los nervios.
Las cosas pueden ir demasiado lejos...
y esta vez han ido demasiado lejos.
- Toma. Esto también es tuyo, ¿no? - Gracias.
Toma, esta fotografía también es tuya. Y esto también.
Vamos, llévate tu basura.
No lo aguanto más, ni a ti ni a tu basura.
Franz, no te entiendo, de verdad.
Me importa una mierda que me entiendas o no.
Espere, Srta. Fränze.
- Yo le llevaré la maleta. - Gracias.
Eres un cerdo asqueroso...
y un desgraciado...
Aprende a hablar bien antes de decirme nada.
Aprende a hablar, burra.
Ya basta. Nos vamos.
Cerdo asqueroso.
Puede entrar, Sra. Bast.
¡Sr. Biberkopf! ¿Qué ha hecho? Una chica tan amable y trabajadora.
Le zurcía los calcetines, le cosía los botones...
remendaba su ropa interior. Sufrió mucho por usted.
Tiene razón, Sra. Bast. Fränze es muy buena chica...
una muy buena chica.
Me gustaba mucho.
Siéntese, Sra. Bast. Tómese una taza de café conmigo.
Me encantaría.
Gracias.
Qué bueno está el café, ¿verdad?
Claro que está bueno. Lo he hecho yo.
¿Cree que no lo había notado? Sé cómo es su café, Sra. Bast.
No entiendo nada. Toda esa pelea ha sido por el café.
Pero yo pensaba: "¿Qué le pasa?" "Es el mismo café desde hace años."
Ha debido de pasar algo.
Sí...
a mí también me lo parece.
Ha debido de pasar algo.
Y era tan simpática... Una chica muy simpática...
y muy trabajadora.
Creo que han llamado a la puerta.
Será Fränze. Habrá entrado en razón y viene a arreglarlo todo.
Puede que sí...
o puede que no.
No sea malo.
Hay una señorita que le quiere entregar algo.
¿Una señorita que quiere entregarme algo?
Sí, una señorita que quiere entregarle algo.
Pues déjele pasar.
Como quiera, Sr. Biberkopf.
Entre, señorita.
Hola, Sr. Biberkopf.
Me manda Reinhold.
¿Me trae algo de Reinhold?
Qué amable.
¿Nos deja solos un momento, Sra. Bast?
Sólo un momentito.
Claro, Sr. Biberkopf. Claro que les dejo solos.
Bueno...
¿Qué ocurre, querida?
¿Le ocurre algo?
¿Pasa algo?
No, no me pasa nada, Sr. Biberkopf.
Tengo que darle este cuello de piel. Mire.
Qué elegante.
¿Dónde encontrará ese chico todas esas cosas?
La última vez me trajo unas botas.
Antes fueron unas botas y ahora este cuello de piel.
Reinhold debe de ser muy amigo suyo, ¿no?
Dios mío.
De vez en cuando me manda comida, ropa...
lo que ya no necesita.
Como ya le he dicho, la última vez me mandó un par de botas.
Espere, tiene que verlas.
Mire, Srta. Cilly.
Esto es lo que me mandó.
¿Qué le parece?
Son unas botas magníficas, ¿no?
Podrían meterse tres hombres dentro.
Como se lo digo.
Venga aquí un momento.
Venga.
Meta el pie dentro.
¿Lo ve, Srta. Cilly?
Es muy fácil.
Sólo mete el pie en botas así...
y ya está.
No, quédese así. Le quedan tan bien... No se dé la vuelta.
Es como el suelo resbaladizo de un lavadero.
Deslícese, Cilly. Creo que yo también lo haré.
Como le he dicho, caben tres.
¡Sí!
¡Tú!
Reinhold me está esperando, pero...
No le cuentes nada, por favor.
¿Cómo se lo iba a contar, preciosa?
Yo no haría una cosa así.
Tú no lo harías. No lo harías.
Hay un segador cuyo nombre es Muerte...
con poderes de Dios.
¿Hola?
¿Quién es?
Hoy afila su cuchillo, listo para el ataque.
Pronto se abrirá camino y deberemos aguantar su cólera.
Hola, Reinhold.
No esperaba verte hoy.
- ¿Qué tal te va? - ¿Cómo debería irme?
¿Haces algo esta noche?
Hace menos de un mes. ¿Quieres cambiar otra vez?
No, no se trata de eso.
Pues es que me está esperando Cilly en casa, pero...
- sabe que siempre llego tarde. - Entonces ven conmigo.
¿Dónde vamos?
- ¿AI bar de Walter? - No, no nos vamos de juerga.
¿Qué? ¿No nos vamos de juerga?
Deja que te sorprenda.
Nadie negaría que la leche es un valioso nutriente...
sobre todo para los niños y los bebés.
También está recomendada para fortalecer a los enfermos...
sobre todo combinada con otros nutrientes.
Otra forma de alimentación recomendada por los médicos...
pero, por desgracia, no muy apreciada, es la carne ovina.
No tenemos nada contra la leche...
pero la propaganda no tiene que ser ordinaria y engañosa.
Yo seguiré con la cerveza.
No puedes decir nada en contra de una buena cerveza.
¿Quieres saber a dónde vamos?
No especialmente, pero si me lo quieres decir...
Al Ejército de Salvación.
¿Qué?
Sí, al que está en la calle Dresdner.
Dios mío, Te agradecemos el habernos reunido en Tu nombre...
En Landsbergerstrasse, en Friedrich Hahn...
en los antiguos almacenes, había liquidación.
Pasó a mejor vida.
Ahí paraban el tranvía y el autobús 19: Turmstrasse.
El edificio que albergaba la papelería de Jürgen...
fue demolido y construyeron un muro.
Ahí se sienta un hombre mayor con una pesa.
"Conozca su peso por 5 pfennigs.
Hermanos y hermanas que pululáis Alexanderplatz...
permitíos entrever este vertedero a través de la obertura...
donde Jürgens prosperaba y donde están los almacenes Hahn...
vacíos, limpios, despejados...
donde sólo quedan tiras rojas en las ventanas.
Ante nosotros se encuentra un montón de basura.
Polvo sois, y en polvo os convertiréis.
Hemos construido una magnífica casa...
pero ya no entra ni sale nadie.
Roma, Babilona, Nínive, Aníbal, César:
todos han caído. No lo olvidéis.
¿Qué van a hacer ahora?
Los han llamado para que vayan al banco de los pecadores.
El banco de los pecadores...
¿entiendes?
En primer lugar, puedo observar...
que esas ciudades vuelven a ser excavadas.
En segundo lugar, las ciudades han cumplido su propósito...
y se pueden construir nuevas ciudades.
No se malgastan lágrimas cuando unos pantalones viejos se rompen.
Se compra unos nuevos. Es lo que hace que el mundo gire.
Dios mío.
¿Qué te ocurre?
¿Por qué has salido corriendo así?
Hay que tener cuidado con esa gente.
No te dejan en paz hasta que...
acaban con tu resistencia y les dices que sí a todo.
Espera un minuto.
Conmigo no. Tendrán que esforzarse más para eso.
Quiero dejar lo de las mujeres.
- Ya estoy harto. - Qué pena.
Ya tenía ganas de conocer a la próxima.
¿Crees que me gusta tener que acudir a ti...
para que me quites de encima a esa rubia, a Trude?
No, así no.
A mí no me importa, Reinhold. ¿Qué más da?
Puedes confiar en mí.
Mándame a 10 mujeres más, me da igual.
Encontraremos un sitio para todas.
Déjame en paz con las mujeres, Franz.
No quiero tener nada que ver con ellas.
Entonces es muy fácil:
Aléjate de ellas. Nosotros nos encargaremos.
Yo me quedaré con la de ahora.
Pero luego, te alejas de las mujeres.
Dos por dos son cuatro. ¿Lo entiendes?
No es nada asombroso.
Tú si que sabes quedarte boquiabierto.
Si quieres, te puedes quedar con la última.
¿Qué me dices?
He estado dos veces en el Ejército de Salvación.
Incluso hablé con uno...
y le prometí...
que cumpliría el trato.
Pero luego vuelvo a las andadas.
¿Y qué?
Ya sabes lo rápido que me harto de las mujeres.
Tú lo sabes.
Después de cuatro semanas, se acaba.
Dejan de gustarme.
Pero, al principio, me vuelven loco.
Me tendrías que ver, completamente loco.
Como para encerrarme en una celda acolchada.
Y luego...
nada.
Ella tiene que irse.
No soporto ni mirarla.
Daría dinero por no tener que verla.
Vaya...
Puede que sí que estés loco.
Así que fui al Ejército de Salvación...
y hablé con uno. Se lo conté todo...
y...
y recé con uno de ellos.
¿Qué?
¿Rezaste?
Si tú te sintieses así y no supieses qué hacer... Me ayudó.
Durante seis semanas... puede que ocho.
Piensas en otras cosas...
y te centras.
Ayuda. Ayuda.
Reinhold, quizá...
quizá deberías ir al hospital de la Caridad.
O quizá no te tendrías que haber ido de misa.
Podrías haberte sentado en el banco de delante.
- No te avergüences por mi culpa. - Ya estoy harto.
No sirve de nada.
Es una tontería.
¿Dé qué iba a servirme arrastrarme hasta allí y rezar?
No me lo creo.
Lo entiendo. Si no te lo crees, no sirve de nada.
Yo tampoco sé cómo ayudarte, Reinhold.
Tendré que pensar en ello.
Quizá necesites algo que te aleje de las mujeres de una vez por todas.
Algo así.
Sólo de pensar en esa rubia, Trude, me dan ganas de vomitar.
Pero mañana...
o pasado mañana, tendrías que verme...
cuando Guste o...
Nelly o cómo se llame...
cuando las veo.
Tendrías que ver al viejo Reinhold con sus orejas rojas...
cuando quiere tenerla.
Aunque eso signifique gastarse todo su dinero en ella, tiene que tenerla.
Hay un segador cuyo nombre es Muerte...
con poderes de Dios.
Pronto recogerá la cosecha.
Adivina a quién me he encontrado.
No me importa.
Con Reinhold.
Vaya... ¿Con Reinhold?
¿Y qué te ha contado?
Muchas cosas.
Muchas, muchas.
¿No me digas?
¿Y escuchaste lo que tenía que contarte...
y te lo creíste todo?
- No seas así, Cilly. - ¡Entonces me voy, ahora mismo!
Te espero durante tres horas y ahora me vienes con tus tonterías.
Sólo quería que me dijeras algo.
¿Qué pasa?
No entiendo nada.
Es muy fácil.
Sólo quiero que me cuentes algo de Reinhold.
Está bien...
si es lo que quieres...
te lo contaré.
Ese Reinhold...
no es ni un amante ni un chulo.
No es ni un hombre.
Es sólo un vago.
En la calle es como un gorrión...
picoteando aquí y allá en busca de chicas.
Hay decenas de chicas que pueden contarte algo de él.
No creo que yo fuese la primera, ni siquiera la octava.
Quizá la número cien.
Ni él mismo sabe con cuántas ha estado.
Ni cómo las ha conseguido.
Nadie lo diría viéndole...
cuando se sienta, meditabundo...
sin tocar una gota de alcohol.
Y, de repente, se acerca.
Sí, me ha contado eso.
Al principio te preguntas qué es lo que quiere.
Entonces, de repente, empieza a hablar...
y habla, y habla...
Y sabe bailar.
¿Qué? ¿Sabe bailar?
¿Por qué no?
¿Dónde crees que le conocí? En la sala de baile de Chausseestrasse.
Bueno, nunca habría dicho que supiese bailar...
que Reinhold supiese bailar.
Te consigue, Franz, no importa dónde estés.
Incluso si una chica está casada...
no se rinde. La consigue.
No me jures lealtad, no me prometas ser fiel.
A todos nos gusta la novedad, encontrar algo nuevo.
Pues los corazones ardientes no encuentran reposo.
Buscar un estímulo, de eso se trata.
No me prometas fidelidad, pues sólo quiero distraerme, como tú.
Te lo tomas a broma.
- Así que eres igual que él, ¿no? - No, Cilly, no.
Es que es tan raro...
y luego se queja de que no puede renunciar a las mujeres.
Ahora tiene una rubia que se llama Trude.
Quizá... ¿Tú qué crees?
¿Debería quitársela?
¡Silencio!
¿Por qué gritas?
Te debieron de cubrir de chocolate.
¿A qué viene esto de Trude?
Vuelve a repetirlo. ¿Qué pasa con esa Trude?
Ya te he dicho que no grites así.
Ni siquiera te he mordido.
No, Franz... no me has mordido...
pero, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? ¡Tan ingenuo!
Está bien, soy un ingenuo.
Pero si Reinhold es mi amigo...
y él está en un aprieto...
y hasta va al Ejército de Salvación de la calle Dresdener a rezar...
tengo que estar a su lado, como buen amigo...
¿no?
¿Crees que no debería...
quitarle a Trude?
- ¿Y yo? - Contigo, contigo...
contigo me gustaría ir a pescar.
Contigo, contigo, contigo me gustaría ir a pescar.
Por Dios, Cilly...
tendremos que hablar de ello.
Podríamos tomarnos algo y ver cómo resolver eso.
Déjame en paz.
Mira las botas...
las de goma.
También eran de él.
Tú me trajiste el cuello de piel, ¿recuerdas?
La que estaba antes de ti...
me trajo las botas de goma. Es así.
ÉI es así. Pero es mi amigo y quería ayudarle.
No quiero engañarte.
Eres un cabrón.
Eres un cabrón asqueroso.
Si Reinhold es escoria...
tú eres aún peor.
Eres peor que el peor de los chulos.
No, Cilly.
No lo soy.
- Si fuese un hombre... - No lo eres, te lo aseguro.
No te enfades por esa tontería, Cilly.
Te he contado todo lo que tenías que saber.
Y cuando te miro...
mientras tanto...
he estado pensando.
No le quitaré a Trude...
y tú...
Tú te quedas aquí.
Ya no lo voy a tolerar más.
Destroza a la gente.
Voy a dejar de seguirle el juego.
Tiene que pasar algo.
¿Sabes qué?
Mañana por la mañana, después de que Reinhold haya salido...
iremos a hablar con Trude.
Hablaremos con ella y yo me pondré de su parte.
Podrá contar conmigo.