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CUENTOS DE TOKIO
ONOMICHI, CIUDAD PORTUARIA CERCANA A HIROSHIMA
Llegaremos a Osaka a las 6 de la tarde.
Perfecto. Nuestro hijo Keizo ya habrá salido del trabajo.
Y si recibió el telegrama, estará en la estación.
- Mamá, tu fiambrera. - Gracias.
- Tengo que irme. - Si tienes trabajo no vengas...
... a despedirnos. - Tranquilo, podré arreglarlo.
- De acuerdo. - Hasta luego.
Mamá, te he puesto té caliente en el termo.
- Muchas gracias. - De nada, hasta luego.
- Hasta luego. - Adiós.
Adiós.
- ¿No tienes tú el cojín hinchable? - ¿No te lo he dado antes?
- ¡Qué raro! No está aquí. - Te lo he dado. Estoy seguro.
Pues no está.
- Hola, buenos días. - Buenos días.
- Así que se van hoy. - Sí. A primera hora de la tarde.
- Perfecto. - Es una oportunidad de ver a todos...
... nuestros hijos. - Es fantástico. En Tokio deben estar...
... esperándoles. - Cierto. ¿Nos vigilará la casa?
Claro. Sus hijos se han convertido en unas personas estupendas.
- Tienen Uds. mucha suerte. - Sí, estamos muy contentos.
- Y hoy hace un día muy bonito. - Sí, la suerte nos sonríe.
- Ya verán cómo tendrán buen viaje. - Gracias.
- No consigo encontrarlo. - Tiene que estar ahí. Búscalo bien.
- Aquí está. - ¿Estaba ahí?
Sí. Ya está.
ZONA INDUSTRIAL DE TOKIO
CLÍNICA DE MEDICINA INTERNA Y ENERMEDADES INALES DEL DOCTOR HIRAYAMA
No ensucies la habitación.
- Ya he vuelto. - Hola.
- ¿Han llegado los abuelos? - Llegarán pronto.
¡Mamá!
- ¡Mamá! - ¿Qué pasa?
¿Por qué me has cambiado la mesa de sitio?
- Para dejar sitio a tus abuelos. - No me gusta dónde la has puesto.
No hay más remedio. No tenemos espacio.
Yo necesito espacio para estudiar. ¿Y mis exámenes?
Estudia en otra parte.
Dime dónde puedo estudiar.
- Dime dónde puedo estudiar. - Cállate ya. Si tú no estudias.
- Sí, estudio cada día. - No es verdad. No estudias nunca.
¿No tengo que estudiar? Vaya suerte, ya no hay que estudiar...
Cállate ya.
¡Ya están aquí!
- Bienvenido. - Hola. Pasad por aquí.
- Bienvenidos. - Gracias.
Vamos, pasad.
Pasad.
- Siéntense. - Gracias.
Estaréis cansados.
- ¿Habéis dormido en el tren? - Sí, un poquito.
Y tú, ¿cómo estás?
- Bienvenidos. - Gracias.
Me alegro mucho de volver a verles.
Esperamos no causaros muchos problemas.
Madre, hacía mucho que no nos veíamos.
- Es cierto. - Me alegro de verla. ¿Está bien Kyoko?
- Sí, gracias. - Ella os cuidará la casa.
Sí.
¡Umiko, espera!
He traído una cosita. Son unas galletas saladas. Están muy ricas.
- Espero que te gusten. - Gracias.
A mamá le encantan. ¿Tienes un cuenco?
- Sí. - O una bandeja.
- Esto irá bien. - Sí, perfecto.
- ¿Nuriko ha ido también a la estación? - No, pero la he telefoneado.
- ¿Qué le habrá pasado? - Eso digo yo.
Minoru, Isamu, ¿qué hacéis? Venid.
Niños, estos son vuestros abuelos.
- ¡Qué mayores están! - Minoru ya va al instituto.
- Muy bien. - Isamu, ¿cuántos años tienes?
- Al baño. - Venga.
- ¿Quieren comer un poco? - Papá, ¿quieres bañarte?
- Mamá, ¿quieres cambiarte? - No te molestes, traigo ropa.
Está en la maleta.
Déjame a mí. Venid.
- ¿Keizo fue a veros en Osaka? - Sí, estaba en la estación.
- Le habíamos enviado un telegrama. - ¿Está bien?
- Sí. - Y nos dio una cosa para ti.
Luego me lo enseñarás. ¿Has traído toalla, papá?
- Sí. Tengo una. - Perfecto.
- ¿Qué les damos de comer? - No sé... ¡Hermano!
- Dime. - ¿Qué te parece si cenamos sukiyaki?
- Sí, está bien. - ¿Y un poco de sashimi?
- Uno de los dos, como queráis. - Creo que es mejor el sukiyaki.
- ¡Ya estoy aquí! - Es Noriko. ¡Hola!
- ¿Qué te ha pasado? - He llegado tarde a la estación.
- ¿Y nos les has visto? - No, cuando llegué ya se habían ido.
- He traído esto. - Gracias.
- Hola. - No he llegado a tiempo a la estación.
- Están arriba. - Bien, subiré a saludarles.
Buenas noches.
- Hola, ¿cómo estás, Noriko? - Muy bien, gracias.
- Debes de estar muy ocupada. - No, me entretuve en el trabajo.
- Cuando llegué ya se habían marchado. - Claro. Pero no era necesario que...
vinieras hoy. Estaremos aquí varios días.
- ¿Aún trabajas para la misma empresa? - Sí.
- Debe resultarte difícil vivir sola. - Sí.
- ¿Le ayudo, padre? - No hace falta.
Voy.
- Madre, ¿está bien? - Sí, muy bien.
Me parece un sueño estar aquí. Tokio está lejos, pero ahora las distancias...
son cortas. Ayer estábamos en Onomichi y hoy estamos con vosotros.
Me alegro de haber vivido para ver estos cambios.
- Ustedes dos no han cambiado nada. - Sí hemos cambiado. Ahora no...
somos más que un par de ancianos.
Mamá.
- ¿A que está guapa? Levanta. - Sí.
Vaya, mamá, ¿sabes que estás más alta que antes?
No digas tonterías. ¿Cómo voy a crecer?
Has crecido y has engordado.
Cuando yo era pequeña mamá siempre estaba gorda.
Incluso me daba vergüenza que la vieran mis amigas.
- Una vez rompió una silla al sentarse. - No es verdad, ya estaba rota.
- ¿Todavía quieres que me lo crea? - Es la verdad.
Da igual, anda, vamos.
- ¿Saco esto? Ya está frío. - Sí.
- ¿Seco esto? - Sí, gracias.
- Ha refrescado. - Sí.
- En Onomichi hará mucho calor. - Sí, allí hace mucho calor.
- Mamá, ¿cómo está la Sra. Ko? - La verdad es que no tiene suerte.
Tras morir su marido, le surgió la oportunidad de casarse...
con un hombre de Kurashiki, y se llevó a su hijo con ella.
Pero la pobre no es muy feliz, según tengo entendido.
Papá, ¿cómo se llamaba aquel tipo tan serio del ayuntamiento?
Mishashi, ya murió, fue hace algunos meses.
- Es verdad. - ¿Te acuerdas del Sr. Hatori?
- Sí, el de Asuntos Militares. - Sí, yo también le recuerdo.
- Vive en Tokio desde algún tiempo. - ¿De veras?
- Sí, y me gustaría visitarle. - ¿Dónde vive?
En el distrito de Taito, tengo su dirección apuntada en la agenda.
- Está bien. - ¿Has terminado?
- Sí. - Gracias.
- De nada. - Noriko, coge uno. Son de Keizo.
- Gracias. - De nada.
¡Qué cabeza la mía! ¿Quieren acostarse ya?
No, Umiko, no hay prisa.
- ¿Mañana visitaréis la ciudad? - Sí. Yo les acompañaré,...
... no os preocupéis. - Bien. Noriko, ¿nos vamos?
- Sí, buenas noches. - Buenas noches.
- Adiós. - Muchas gracias por todo.
- Buenas noches. - Buenas noches y gracias.
- Papá, buenas noches. - Gracias.
Venga, Umiko, vamos.
- Muchas gracias por todo. - De nada.
- Buenas noches. - Gracias, adiós.
- Papá, estarás cansado. - Sí.
- ¿Y tú, mamá, quieres acostarte? - Sí.
- ¿Estás cansada? - Sí.
- Nos vamos a dormir. - Buenas noches.
- Buenas noches. - Buenas noches.
- Buenas noches. - Buenas noches.
Felices sueños.
- Me alegro de que estén tan bien. - Sí.
Por fin estamos aquí.
- Y todos están bien. - Sí.
- ¿Qué parte de Tokio será ésta? - Pues las afueras.
Seguro. El viaje desde la estación ha sido bastante largo.
Yo creía que vivirían en una zona mejor.
- ¿Mejor? - Sí.
Koichi me dijo un día que quería mudarse a un barrio más elegante,...
pero supongo que no es nada fácil.
SALÓN DE BELLEZA
¿Cuánto tiempo estarán tu padre y tu madre en Tokio?
Unos cuantos días. No sé cuántos.
- ¿No debería ir a visitarles? - No, ya vendrán ellos aquí.
- Podría llevarles al teatro, o algo así. - No hace falta que te molestes.
Están buenas estas judías.
¿Qué planes tienen hoy tus padres?
Oye, te las estás comiendo todas tú.
- Van a salir con mi hermano. - ¿Sí? Así estoy libre.
- Hichiro, date prisa. - Sí.
Ahora que los abuelos están aquí, tenéis que portaros muy bien.
- ¿De acuerdo? ¿Lo harás? - Claro.
Siéntate.
- Estoy harto de esperar. - Ten paciencia.
Ve a ver si están listos. Diles que nosotros ya estamos.
- ¿Estáis listos? - Casi.
- Sí, ya estamos listos. - Pues vámonos.
- Ya están. - Bien.
- ¿Dónde comeréis? - En los grandes almacenes.
- A los niños les gustará. - A Isamu le gusta el menú infantil.
Muy bien.
Con permiso.
- Hola, ¿cómo está? - No muy bien.
- ¿Sigue sin comer? - Sí, doctor. Sigue sin tomar nada.
- Sólo bebidas frías. - ¿Aún tiene fiebre?
Sí, no le ha bajado nada. Sigue igual de alta que ayer.
Entiendo. Será mejor que vaya a verla.
Gracias. Siento estropearle el domingo.
- ¿Has desinfectado las jeringuillas? - Sí.
- Tengo que salir. - ¡Vaya!
Papá, ha surgido un imprevisto. Tengo que ir a ver a un paciente.
- ¿No os importa? - No. Esperaremos.
- Es que podría llevarme mucho tiempo. - No importa. Da igual.
- Bueno, me voy. Lo siento, mamá. - Tranquilo, hijo.
- ¿Se va papá? - Sí.
- Es posible que llegue tarde. - Qué lástima.
¿Qué hacemos con tus padres? ¿Quieres que les acompañe yo?
No puedes dejar la casa sola. Iremos el domingo que viene.
Bien, de acuerdo.
- ¿Adónde va papá? - A ver a un paciente.
- Ya lo ves, no saldremos. - Lo siento mucho.
Un médico con trabajo es un buen médico.
- Tranquila, no te preocupes. - ¿Nos tenemos que quedar?
- Sí. - ¡Siempre igual!
- Era inevitable. Lo necesita un paciente. - ¡No es justo!
- Habrá otro momento. - ¿Cuándo?
- Calma, Minoru. Compórtate. - ¡Estoy harto!
¡Ya me has oído!
- Anda, ven. - No quiero.
- Son un par de gamberrillos. - Los niños deben ser traviesos.
Debería daros vergüenza. ¿Qué significa esto?
No es justo.
- Ya saldréis otro día. - Siempre lo dejamos para otro día.
- Y ese día nunca llega. - Se trata de una obligación.
- Como siempre. - Por favor, no seas caprichoso.
- No es justo. - No es justo.
No es justo.
Basta, pórtate bien o se lo diré a tu padre.
- Pues díselo. - Bien, que conste que te he avisado.
¿Y qué va a hacerme?
- ¿Qué pasa? - Nada grave.
Isamu, ¿y si vamos a dar un paseo? Minoru, ¿nos acompañas?
- ¿Minoru? - Bien, Isamu...
- Isamu, ve con la abuela. - Vamos.
Minoru, ¿no vienes? ¿No te apetece?
Muchas gracias.
- Minoru, a qué esperas. Ve con ella. - ¡No quiero!
¡Serás terco!
- ¡Ya voy yo! - Bien.
Aquí lo tiene.
Gracias.
- ¿Cómo está Minoru? - Es muy tozudo.
Sí, Koichi también era tozudo. Ya lo creo.
- Siempre tenía que salirse con la suya. - Lo siento, debe sentirse decepcionado.
- En absoluto. - Saldremos el domingo que viene.
Gracias. Cuando lleve unos días aquí, podré ir a ver a Shije yo solo.
¡Fíjate, ahí están!
Isamu, ¿qué serás cuando seas mayor?
¿Serás médico, como tu padre? Dios mío, ¿dónde estaré yo cuando lo seas?
- Buenos días. - Hola.
- Buenos días. - Han llamado preguntando por ti.
- ¿Quién era? - El Sr. Enomoto, por lo del trabajo.
Muy bien.
- ¿Dónde están los abuelos? - Arriba.
- He traído unas galletas para ellos. - ¿A ver?
Coge una, están muy ricas.
¿Por qué les compras unas galletas tan caras?
- Buenas, ¿no? - Son demasiado caras.
Se habrían conformado con un poco de senpei.
- ¡Pero si ya lo comieron ayer! - Lo sé, pero a ellos les gusta.
¿Les llevarás a algún sitio mañana?
No. Mañana debo ir a cobrar unas facturas.
Ya.
- Koichi debería hacer algo. - ¿Y si les llevo al teatro esta noche?
- ¿Qué hacen? - Cantan Animabushi.
Bien, eso les gustará. Seguro que lo pasarán bien.
- Sí, necesitan distraerse. - Lo sé, pero les cuesta salir de casa.
- Vaya, siempre trabajando. - Ya estás aquí.
- Tome. - Muchísimas gracias.
- Siempre encuentra algo que hacer. - Cierto.
- ¿Dónde está su marido? - Ha salido.
¿De veras? Le llamaré.
Padre, padre.
- ¿Qué? - ¿Vamos a darnos un baño?
- Hola. - ¿Vamos a un baño público?
Sí.
Venga madre, le compraremos un helado a la vuelta.
Bien, gracias.
Vamos.
- Con cuidado. - Sí.
- Hasta luego. - Hasta luego.
- Adiós. - Adiós.
Mamá. Puedes ponerte mis sandalias viejas.
Gracias.
Toma.
¿Oiga? ¿La compañía Yoneyama?
Con Noriko Hirayama. Sí, gracias.
Hola, Noriko, soy yo. Sí, eso es.
Quería pedirte un favor. ¿Tienes algún rato libre mañana?
Es que papá y mamá aún no han visto nada. Exacto.
Me preguntaba si mañana podrías llevarles a algún sitio interesante...
Sí... Me encantaría llevarles yo, pero no sabes el trabajo que tengo.
Claro que sí. ¿Qué? ¿Sí? Gracias.
De nada. Pero espera un momento. Sólo será un segundo.
- Disculpe, señor. - Dime.
- ¿Podría tener el día libre mañana? - Sí.
- Gracias. - Pero te lo descontaré.
Sí, claro, señor.
Ya estoy aquí. Arreglado. Estaré en tu casa mañana a las 9.
Tengo todo el día. Dales recuerdos a tus padres.
Hasta mañana.
Damas y caballeros, bienvenidos a la ruta turística a Tokio.
Haremos un recorrido por la historia de esta gran ciudad.
A su derecha verán el Palacio Imperial, antes llamado el Castillo Shoyoda,...
construido hace unos 500 años por el Sr. Okta Dokan, con su atmósfera...
tranquila, rodeado de verdes pinos y del foso, ofrece un contraste especial...
con el bullicio del Tokio actual.
- Miren, por allí está la casa de Koichi. - ¡Vaya!
- ¿Y la de Shije? - Pues debería estar...
¡Por allí!
- ¿Y la tuya? - Mi casa está hacia el otro lado.
- Sí, está en esa dirección. - Qué bien.
Me gustaría enseñársela. Si quieren, luego podríamos pasarnos por allí.
Claro.
Adelante.
- Hola. - Hola, Noriko.
- ¿Está dormido? - Sí, ya hace un rato.
- ¿Tienes un poco de sake? - ¿Sake?
- Tengo a mis suegros en casa. - Creo que me queda un poco.
- ¿Tendrás bastante? - Sí, gracias. Es bastante.
- Dinos, ¿cuándo se hizo esta foto? - Fue en Kamakura, se la hizo un amigo.
- ¿De cuándo es? - De un año antes de alistarse.
- Tan guapo como siempre. - ¡Con la cabeza un poco ladeada!
- Sí, siempre se ponía así. - Sí.
- Hola, ¿tienes con qué servirlo? - Sí.
Esto te irá muy bien. ¡Espera!
¿Quieres también esto? Quedará muy bien. Llévatelo.
Gracias. Muy amable. Luego te lo devuelvo.
Tranquila.
Noriko, gracias por habernos dedicado el día.
De nada. Sólo temo que estén cansados.
Siento que hayas perdido el día por nosotros.
- No, he pasado un día estupendo. - Debe ser pesado salir con dos viejos.
Qué va.
Nosotros también solíamos trabajar los domingos.
- ¿También trabajas los domingos? - Los domingos no.
Ahora, tampoco hay mucho trabajo, así que puedo tomarme un día libre.
Entonces, hemos tenido suerte.
- Tome. - Gracias.
Es un sake de primera calidad.
- La verdad es que está muy bueno. - Veo que el sake le gusta mucho.
Sí, cuando era joven se enfadaba si se acababa el sake.
Yo tenía que salir a comprar más, aunque fuera a medianoche...
... para tenerle contento. - Va.
Sí, hija. Cada vez que tenía un hijo, rezaba para que no acabase...
... convirtiéndose en un borracho. - ¿A Soji le gustaba beber?
- Sí, bastante. - ¿Sí? ¿En serio?
A veces salía, y volvía tarde con sus amigos para tomar la última copa.
- ¿De veras? - Luego, has tenido problemas como yo.
Sí. Sin embargo, ahora le echo mucho de menos.
Te comprendo. Como vivía tan lejos, tengo la impresión de que aún vive...
en alguna parte. Y él a menudo me riñe por esas tonterías.
Por fuerza debe estar muerto. Ya hace 8 años de aquello.
- Lo sé, pero aun así... - Era un chico testarudo, demasiado.
- Espero que no te hiciera sufrir. - No.
Y al final, tuvo que irse y morirse.
¿Sí?
- Su pedido. - Gracias.
De nada.
- Espero que les guste. - Sí.
- Por favor, madre. - Muchas gracias.
- Sírvase, por favor. - ¿Puedo?
- Sí. - Con permiso.
- Se retrasan. - Pronto llegarán.
¿Cuánto tiempo se van a quedar en Tokio?
- No se lo han dicho a nadie. - ¿A nadie?
Si fuera necesario, ¿tú pondrías un poco de dinero?
- ¿Dinero? - Yo estaría dispuesta.
Les iría bien. Y también a nosotros.
- ¿De qué hablas? - Papá y mamá estarían mejor...
en un sitio donde les atendieran.
Tú estás muy ocupado y yo no puedo cambiar mi ritmo de trabajo.
La mejor solución es llevarlos a una residencia, ¿no?
- No pueden estar siempre con Noriko. - Yo conozco un hotel precioso.
- Y no es muy caro. - De acuerdo. Hagámoslo.
- Estoy segura de que les gustará. - Me tenía preocupado.
Además, hagamos lo que hagamos, nos costará dinero.
Ésta es la solución más barata. Y además tiene baños termales.
¡Oye!
Dime.
Estamos considerando el llevar a padre y madre a Atami.
Me parece una buena idea. A mí también me preocupan, pero...
tengo mucho trabajo y no puedo atenderles.
- ¿Estás de acuerdo entonces? - Sí. Será lo mejor para ellos.
Bueno, hagámoslo.
- Aquí no podemos hacer nada por ellos. - Sí, tienes razón.
Atami es lo mejor. Aquello es mejor que Tokio para dos viejos. Es algo ideal.
Allí podrán descansar y disfrutar de los baños.
Claro que sí. Se retrasan mucho.
- Quizá hayan ido a casa de Noriko. - Puede que sí.
En mi vida imaginé que vendría a un balneario.
- Sí, debe de costarles mucho dinero. - Esto es tan bonito...
Debemos levantarnos temprano para ir a pasear por la playa.
Desde luego. Se ve que esta zona es preciosa y tiene vistas muy bonitas.
- Me lo ha dicho una camarera. - ¿Sí?
- El mar está muy tranquilo. - Sí.
Empecemos.
- ¿Puedo jugar? - Has llegado tarde.
Pasas.
- Vamos, te toca. - ¡Qué suerte!
- A ver si me das buen juego. - ¡Qué porquería!
Calla. Sales tú.
Bien, abro.
- ¿Tienes otra? - ¿Eso es todo?
No te quejes.
Voy.
- Vaya suerte. - Nos va a desplumar.
Hay muchísimo ruido.
Así no hay quien duerma.
Buenas noches.
Buenas noches.
¿Tú has podido dormir?
- No, tampoco has podido dormir nada. - En cambio, tú sí que has dormido.
- Qué va, no he pegado ojo. - Sí que has dormido.
- No parabas de roncar. - ¿En serio?
- Sí. Este sitio es para jóvenes. - Tienes razón.
¿Viste anoche a los recién casados? Qué agarraditos iban...
¿Seguro que eran recién casados? Esta mañana ella fumaba en la cama...
... y él había salido. - No es muy normal.
Anoche estaba muy cariñoso. Oí que le decía: "tú me perteneces toda.
Tus ojos, tu boca, toda tú eres mía. " Qué bonito, ¿no?
- Pues ella es muy sosa. - ¿Qué sabrás tú?
Me pregunto qué hará Kyoko en casa.
- Quieres volver a casa. - Ya sé, te consume la nostalgia.
No, eres tú la que siente nostalgia.
Ya hemos visto Tokio. Ya hemos visto Atami.
- Volvamos a casa. - De acuerdo, volvamos a casa.
¿Qué te pasa?
Nada, me he mareado un poco, pero ya estoy mejor.
- Eso es por no dormir bien anoche. - Sí.
¿Quiere Ud. que probemos un recogido alto?
- Seguro que le favorecería. - ¿Usted cree?
Tiene un cuello muy bonito. Podríamos recogerlo por detrás...
... y ponerlo a un lado. - ¿Cree que me favorecería?
- Sí, realzará su personalidad. - Por favor, tráigame otra revista...
... y déme fuego. - Sí.
- Hola, buenos días. - Buenos días.
¡Vaya! ¿Por qué volvéis tan pronto?
- Buenos días. - Debisteis quedaros más tiempo.
- ¿No estabais bien? - Sí...
Con permiso.
Buenos días.
- ¿Quiénes son? - Son sólo unos amigos del campo.
- Por favor, sigue tú. - Sí.
Podríais haberos quedado más tiempo. ¿No os ha gustado Atami?
- Sí, es muy bonito. - Teníamos buena vista desde...
... la ventana del hotel. - Es un hotel muy moderno y muy bonito.
¿Había mucha gente?
- La verdad es que sí. - ¿Y la comida era buena?
- Sí, tenían un pescado muy bueno. - Claro, está junto al mar.
- También hacían tortillas muy ricas. - ¿Y por qué no os habéis quedado?
Queríamos que descansarais y allí estabais bien atendidos.
- Sí, pero queríamos volver a casa. - ¿A qué viene tanta prisa?
- Podéis quedaros más tiempo. - Sí, pero preferimos volver.
- Seguro que Kyoko se siente muy sola. - Vamos, mamá. Ya no es una niña.
- Además, quiero llevaros al Kabuki. - Ya. Gracias, pero no queremos...
... causarte tantos gastos. - Eso no debe preocuparos.
Esta noche nos reunimos aquí varias peluqueras.
- Espero no molestaros. - ¿Y vendrán muchas?
- Sí, y me toca poner la casa. - O sea, hemos vuelto en mal momento.
Por eso prefería que os quedaseis en Atami. Debí avisaros.
- Señora, ya he terminado. - Ya voy. Disculpad.
- ¿Qué hacemos? - No lo sé, la verdad.
No podemos ir a casa de Koichi y molestarles otra vez.
Tienes razón.
- ¿Y a casa de Noriko? - Sí, pero no hay sitio para los dos.
- Podrías ir tú sola. - ¿Y tú qué harás?
Aprovecharé para ir a visitar a Hatori y si puedo dormiré allí.
- Lo que está claro es que nos vamos. - Sí.
Ahora sí que somos unos "sin techo".
- Toma. - Sí.
Gracias.
- Noriko ya habrá llegado a su casa. - ¿Tú crees?
- Quizá sea un poco pronto. - Si quieres ir a visitar a Hatori,...
... deberías irte ya. - Es verdad. Pongámonos en marcha.
Mira.
Siempre te olvidas algo.
- Fíjate, qué grande es Tokio. - Sí, es verdad.
Es tan grande que si nos perdiéramos, es posible que nunca volviéramos...
a encontrarnos.
ESCRIBIENTE
- Ha pasado mucho tiempo. - Sí, creo que 17 ó 18 años.
Es verdad. Y nos has felicitado cada año nuevo.
- Claro, cómo iba a olvidarlo. - Supongo que Nomichi habrá...
... cambiado mucho. - Sí. Por fortuna la ciudad no fue...
bombardeada en la guerra y la casa donde vivíais está intacta.
Sí, era muy bonita. Recuerdo que tenía unas vistas muy bonitas del templo.
Sí, pero el precio del pescado a veces caía en picado.
En Tokio no se encuentra un pescado tan bueno.
- ¡Qué gran verdad! - Sí.
Oye.
- No tenemos nada de comer. - De acuerdo.
Señora, dígales a mis amigos que estaré jugando al millón.
- De acuerdo. - Gracias.
Le hemos alquilado el piso de arriba. Ese chico es un vividor.
Está estudiando Derecho, pero nunca estudia.
- Entiendo. - Sólo juega al millón y al maishon...
y su padre cree que está estudiando.
- Vamos, díselo. - ¿Te apetece que salgamos a comer?
- No. - Es que no tenemos nada para comer.
- Claro, como queráis. - ¿Te acuerdas del jefe de policía?
- ¿Nuwata? - El mismo. Vive muy cerca de aquí.
- ¡Qué bien! ¿Qué tal le va la vida? - Bien, su hijo es jefe de departamento...
... en una empresa editorial. - Me alegro de saberlo.
- Vayamos a verle. - De acuerdo. Será un placer.
¡Desde luego!
- ¡Fue genial! - Sí.
- Venga, otro trago. - Brindemos por los viejos tiempos.
Yo no bebo más.
- Yo recuerdo que eras muy bebedor. - ¿Recuerdas cuando el Gobernador...
... fue de visita a Onomichi? - Sí, fue memorable.
Pillaste una buena borrachera. ¿Recuerdas a aquella joven geisha...
... que había en la ciudad? - Umeko, ¿no?
Te gustaba, ¿verdad?
Sí, y el Gobernador iba loco por ella. ¿Te acuerdas?
- A ti también te gustaba. - Sí, era preciosa.
- Siempre que bebo hago el ridículo. - Por eso hay que beber sake, siempre...
... sienta bien. Tómate otro. - Sí.
Has tenido suerte, todos tus hijos han salido adelante.
- No sé qué decir. - A mí me gustaría que, al menos,...
... uno de mis dos hijos estuviera vivo. - Siento que los mataran en la guerra.
- ¿Tú no perdiste uno? - El segundo.
¡Aquella maldita guerra!
Perder a los hijos debe ser terrible, pero vivir con ellos no es fácil.
Casi nunca sabes si haces bien o mal. Es un complicado dilema.
¿Otro trago?
¿Y si cambiamos de tema?
- Sí, alegrémonos. - Eso es. Si tuviera una habitación...
para ti, beberíamos hasta el amanecer.
¡Por favor, más sake!
Quiero un sake más para beber.
- ¡Qué alegría verte de nuevo! - Jamás imaginé verte en Tokio.
RESTAURANTE
- Ha sido una velada agradable. - Cierto.
Vamos.
Bien caliente.
- Sírveme uno a mí. - Creo que ha bebido demasiado.
- Hirayama, ¿no se parece a alguien? - No empiece.
- ¿Tengo o no tengo razón? - ¿A quién?
- Sí se parece. - Pero, ¿a quién?
- A aquella geisha. - ¡Qué dices! Aquélla estaba más...
... rellenita. Se parece a mi mujer. - Tienes razón.
- Sobre todo, en esta parte. - ¿Por qué no se van a casa? Es tarde.
- Y tiene su mismo mal genio. - Es Ud. un pesado.
Mi mujer también me lo dice. ¡Ven aquí y sírveme otro!
- ¡Venga! - Hatori, ¿estás bien?
Sí...
- Tú eres el más afortunado de los tres. - ¿Por qué?
Porque tienes unos hijos de los que puedes sentirte orgulloso.
- Tú también tienes un hijo estupendo. - Sí, pero su mujer lo tiene dominado.
No me hace caso, es un calzonazos.
Pero es jefe de departamento, es un buen cargo.
Qué va a ser, ése ni en sueños. Nunca pasó de ayudante.
Me ha decepcionado tanto que le miento a la gente. Es un fracasado.
- No digas eso. - Era hijo único y fui blando con él.
Le malcrié, en cambio tú le educaste tan bien, que es médico.
- Hoy día muchos chicos son médicos. - Creo que esperamos mucho de ellos.
Les falta carácter, tener verdadera ambición. Un día se lo dije...
y me dijo "en Tokio hay demasiada gente, es difícil triunfar. "
¡Qué te parece! Los hombres de hoy están desprovistos de carácter.
- ¿No estás de acuerdo conmigo? - ¿Tú estás satisfecho con tu vida?
- Claro que no, pero al menos lucho. - ¿Ves? Ni siquiera tú estás satisfecho.
Claro que no, me siento decepcionado.
- No estoy satisfecho. - Y yo estoy triste.
Hasta que llegué a Tokio pensé que a mi hijo le iba mejor, pero...
he descubierto que sólo es médico en un barrio humilde.
De modo que te comprendo perfectamente.
Estoy tan decepcionado como tú. Les exigimos demasiado.
Ésa es la verdad. Lo tiempos han cambiado. Es complicado triunfar.
Y aunque no nos guste, debemos aceptarlo.
- Ésa es i opinión. - ¿De veras?
- Claro. - Entiendo, tú también...
Mi hijo ha cambiado mucho, pero no puedo evitarlo. Al fin y al cabo...
es cierto: en Tokio hay demasiada gente.
- Tienes razón. - Supongo que debería alegrarme.
Es verdad. Hoy hay jóvenes a los que no les importaría matar a sus padres.
No puedo quejarme, al menos, el mío no es de esos.
Caballeros, ya son las 12.
- ¿Y qué pasa? - Que es hora de cerrar, amigos.
Cuanto más te miro, más te pareces a mi mujer.
Ya basta.
Venga, echemos otro trago. Hay que aprovechar la noche.
- ¿A que es una noche maravillosa? - Sí. Maravillosa.
Maravillosa.
- Gracias, ya es suficiente. - Tranquila.
Hoy ha sido un día duro de veras. El viaje desde Atami, luego a casa...
... de Shije, y luego al parque Weno. - Debe estar cansada.
No. Y ahora aquí, ***ándote a ti. Lo siento muchísimo.
No, yo me alegro de que haya venido. Estoy muy contenta.
No quiero molestarte. Ya es suficiente.
- ¿Seguro? - Sí, muchas gracias.
Será mejor que te acuestes. Mañana tienes que trabajar.
Ud. también necesita dormir. Acostémonos las dos.
- Sí, claro, acostémonos. - Muy bien.
Es extraño dormir en la cama que perteneció a mi difunto hijo.
- Noriko. - ¿Sí?
Perdona mi brusquedad al decirte esto.
- Dígame. - Mi hijo ya hace 8 años que murió...
y tú aún tienes su fotografía expuesta ahí. Y eso me entristece.
- ¿Por qué? - Porque eres muy joven.
- No, yo ya no soy joven. - Sí lo eres.
Y creo que no somos justos contigo. Lo he hablado con mi marido.
¿No te das cuenta? Te mereces otra oportunidad. Vuelve a casarte.
Los tiempos han cambiado. Hoy las viudas pueden volver a casarse.
- De acuerdo, lo haré si surge la ocasión. - Surgirá, segurísimo.
- Alguien como tú es un buen partido. - ¿Usted cree?
Creo que tu matrimonio te causó más problemas que felicidad.
Y nosotros debimos haberte ayudado más.
- Le aseguro que soy feliz. - Merecías haber tenido una vida mejor.
Soy feliz, no deseo nada que no tenga.
Es posible que tu juventud te haga pensar que eres feliz hoy, pero...
... cuando seas vieja te sentirás sola. - No creo que llegue a ser muy vieja.
- Eres un cielo, hija mía. - Gracias. Ahora acuéstese.
Buenas noches.
Buenas noches.
- Oiga, ¿hay alguien? - Sí. ¿Quién es?
¿Quién puede ser?
- ¿Quién es? - Soy agente de policía.
Bien.
Buenas noches, vengo a traerle a estos caballeros.
- Están bastante borrachos. - Dios mío, papá.
- Muchas gracias. Adiós. - Buenas noches.
Sí, ya voy.
Papá, ¿quién es ése?
Papá, ¿qué significa esto?
Papá.
- ¿Qué pasa? - Que encima no está solo.
- ¿Quién es ése? - Ni idea.
Quiero una explicación, papá. ¡Papá, papá! ¡Contéstame!
- No pasa nada. Tranquila. - Habías dejado de beber y...
ahora vuelves a emborracharte.
¡Oiga! ¡Señor!
- Sí, ¿qué pasa? Ya voy... - Papá, papá.
Estás borracho.
¿Qué habrá pasado? ¿Por qué está tan borracho?
Yo qué sé. Antes mi padre bebía mucho. Llegaba a casa borracho,...
y mi madre siempre sufriendo, y nosotros también.
Cuando nació Kyoko dejó de beber, y ahora ha vuelto a empezar.
Lo que faltaba. No le esperaba esta noche. Y menos, con otro.
¡Salud! Otra copa.
- ¿Qué hacemos? - No podemos dejarle dormir ahí.
Le diré a Akiyo que baje, y que duerman arriba.
- No creo que puedan subir. - ¡Qué desastre!
Y no quiero despertar a Akiyo y que les vea en ese estado.
Pues ve a dormir tú arriba. Les acostaré aquí.
- ¿Estás segura? - No hay derecho.
- Vete arriba y prepararé esto. - De acuerdo.
Será estúpido. ¡Cómo demonios se le ocurre!
¡Volver de madrugada y borracho! No soporto a los borrachos.
Encima, con un desconocido. ¡Será posible!
¡Qué paciencia hay que tener!
- Gracias por dejarme dormir aquí. - De nada.
Espero que haya dormido bien.
¿Llegas tarde a la oficina? ¿Tienes tiempo?
Sí, no se preocupe.
- Madre. - Dime.
- Quiero que acepte esto. - No puedo.
- Acéptelo, por favor. - No puedo aceptarlo.
- Hágalo por mí. - Soy yo quien debería darte algo.
- Acéptelo, por favor. - No puedo.
- Por favor... - Es que no me parece bien.
- Por favor... - ¿Y qué puedo darte a cambio?
No necesito nada. Por favor, madre.
Bueno, si insistes tanto, de acuerdo. Gracias, hija.
De nada.
Seguro que necesitas el dinero más que yo y haces esto...
No sé cómo agradecértelo.
- Muchas gracias, Noriko. - Basta, madre, por favor.
Sí.
Madre, venga a verme si vuelve a Tokio.
Sí, pero creo que no volveré.
Sé que estás muy ocupada, pero ven...
... a verme a Onomichi cuando quieras. - Me gustaría, pero está muy lejos.
Tienes razón, es un viaje muy largo.
- Madre, ¿esto es suyo? - Sí, gracias.
Últimamente se me olvida todo.
Bien, vámonos.
- ¿Podrán ir sentados? - Sí, han llegado de los primeros.
El tren debería llegar a Nagoya por la mañana.
- Bien. - ¿A qué hora llegará a Onomichi?
- Hacia la una y media de la tarde. - ¿Habéis telegrafiado a Kyoko?
Sí, está avisada. Y Keizo irá a saludaros en Osaka.
- Bien. - Espero que pueda dormir en el tren.
Ella duerme bien en cualquier parte.
Y si no, ya dormiré mañana cuando lleguemos.
- Papá, no bebas demasiado. - Lo de anoche fue una excepción.
- Una especie de reencuentro. - ¿Y la resaca?
- ¿Mejor? - Sí, estoy bien.
- Espero que te sirva de aviso. - Sí.
- Seguro que ha aprendido la lección. - Habéis sido todos muy amables.
- Ha sido un viaje precioso. - Habéis demostrado ser buenos hijos.
Me alegro mucho de haberos visto, así que no hace falta que viajéis en caso...
de que nos pasase algo a alguno de los dos.
Vamos, mamá. No hables así. No es un adiós definitivo.
Hablo en serio, vivimos demasiado lejos.
Atención, próxima salida por vía 2 del rápido de las 20.. 30, dirección sur.
Parada en todas las estaciones. Se ruega a los pasajeros que se sitúen...
en el andén para subir a bordo. Asegúrense de llevar todo su equipaje.
espeten el orden de llegada para ocupar los asientos.
- Hola. - Hola.
- Buenos días. - Hola.
Siento mucho lo de ayer.
- Eran tus padres, ¿no? - Sí. No tenían que venir aquí, pero...
... mi madre no se encontraba muy bien. - ¿No?
Se ve que la pobre notaba mucha acidez.
- ¿Se mareó? - Seguro, no está acostumbrada...
a los viajes largos. Menudo contratiempo.
Tuve que pedir mantas prestadas y llamar al médico dos veces.
- Un desastre. - Y, ¿cómo está?
- Esta mañana está mejor. - ¿Qué edad tiene?
No estoy seguro, pero más de 60. 67 ó 68.
Es muy mayor. Cuídala bien. Sé un buen hijo mientras tus padres vivan.
Sí, después de muertos, ya poco podemos hacer por ellos.
Seguro que lo que te pasó fue por el viaje.
- Sí, seguro. - ¿Estás mejor?
Sí, mucho mejor.
- Si te parece nos iremos esta noche. - No, quedémonos otra noche.
- El tren de la mañana irá menos lleno. - Bien.
Kyoko estará preocupada por nosotros.
Lo bueno es que hemos podido estar en Osaka con nuestro hijo Keizo.
En 10 días hemos visto a todos nuestros hijos.
También hemos visto a nuestros nietos.
A algunos padres les gustan más sus nietos que sus hijos.
- ¿Cuál es tu caso? - ¿Qué quieres decir?
- Si te gustan más tus hijos o tus nietos. - Mis hijos, claro.
Aunque sorprende cómo pueden cambiar. Recuerdo que Shije antes...
... era una chica más dulce. - Sí, es verdad.
Una hija casada es casi una desconocida.
Koichi también ha cambiado. Era más simpático de joven.
Los hijos nunca satisfacen a los padres.
Sin embargo, está claro que son mejores que la mayoría.
Sí, no podemos quejarnos. Somos unos padres afortunados.
Creo que podemos considerarnos afortunados.
Desde luego, somos muy afortunados.
Papá y mamá bajaron del tren en Osaka.
Eso está bien.
Mi madre se sintió mal durante el viaje. Llegaron a casa el día 10.
- Y, ¿ya se encuentra bien? - Supongo. Aquí no dice nada.
- La pobre estaba cansada. - Es un viaje muy largo.
- Cuando se fue, ¿estaba contenta? - ¿Por qué no iba a estarlo?
- Pudo ver incluso Atami. - Es verdad.
Se pasará el día hablando de Tokio.
Sí, dígame.
Bien.
¿Qué? ¿Un telegrama?
- No, aún no. ¿Por qué? - Es de Onomichi. No lo entiendo.
Dice que mamá se está muriendo. ¿Qué? Sí.
- Es muy raro. - Sí. Hoy he recibido carta de papá.
Dice que se bajaron del tren en Osaka porque mamá no se encontraba bien.
Llegaron a casa el 10.
- Eso es. - ¡Telegrama!
Espera un momento.
- Tenga. - Gracias.
- Es de Onomichi. - Vamos, léelo.
- "Mamá muy grave. Kyoko. " - ¿Oye? Acaba de llegar un telegrama.
¿Sí? ¿Qué dice?
Entiendo. ¿Tú crees que será tan grave?
- Sí. De acuerdo. - Bien. Hasta luego.
¡Qué repentino!
- ¿Se está muriendo? - Sí.
- ¿Debo llamar a Noriko? - Sí, llámala.
¿Diga? Sí, es aquí. Sí, un momento.
- Noriko, te llaman. - ¿A mí?
¿Diga? ¡Eres tú! Dime.
¿Qué? ¿En serio?
Sí.
Entiendo. Sí.
Gracias.
No lo entiendo. Papá es quien ha hecho excesos.
Y en cambio es mamá quien enferma.
- ¿De veras crees que es grave? - A juzgar por el telegrama debe serlo.
Sentí algo extraño en la estación.
Ahora comprendo aquella frase:"Si nos pasase algo a alguno de los dos. "
Supongo que de algún modo tuvo un mal presentimiento.
- Tendremos que ir a verles. - Claro, ya que está grave.
Y ya que debemos ir, cuanto antes mejor.
- Sí, aunque yo tengo mucho trabajo. - Yo también. Estoy ocupadísima.
Adelante.
¡Prepara el equipaje! Me voy.
- Saldremos esta noche. - De acuerdo. Nos vemos luego.
Sí.
¿Llevamos ropa de luto?
- ¿Por qué? - Por si acaso, ¿no crees?
- Esperemos no necesitarla. - Claro, esperemos no tener que usarla.
- De acuerdo. - Te esperaré en la estación.
Voy a preparar mis cosas.
- Voy a la estación a buscarles. - Gracias, hija. Eres un cielo.
Hasta luego.
¿Cómo estás?
¿Tienes calor?
Nuestros hijos vienen a verte desde Tokio. Kyoko ha ido a buscarles...
a la estación. Pronto llegarán y te pondrás bien.
Naoru, Naoru...
No quiero ser pesimista, pero me temo que no va a mejorar.
Comprendo.
- No reacciona. - No.
- Bien, gracias. - Ya saben dónde estoy.
- Muchas gracias. - De nada.
Hasta luego.
¿Dónde estará Keizo? ¿Tú sabes algo?
- ¿Ha contestado al telegrama? - Aún no.
Y es el que vive más cerca de todos.
Papá, ven. Tú también.
- Papá, no me gusta su estado. - ¿Por qué?
- ¿Qué quieres decir? - Que es muy grave.
Y que en cualquier momento puede ocurrir lo peor.
- ¿Crees que el viaje pudo causarlo? - Seguro que no.
En Tokio se la veía muy animada.
- Podría haber contribuido. - Y, ¿cuánto le queda?
- Puede que no viva hasta mañana. - ¿Tan grave está?
Quizá no llegue ni al amanecer.
Entiendo, se va a morir.
- Mamá tiene 68 años, ¿no? - Sí. O sea que no hay esperanza.
- Me temo que no. - A todos nos llega el final.
Sí.
Keizo no llegará a tiempo.
Hay que ver lo corta que es la vida.
Debió de presentir que ocurriría. Me alegra que viniera a vernos a Tokio.
Yo también.
Así pudimos verla por última vez. ¡Con lo animada que estaba!
¡Quién iba a decirlo! Noriko, ¿has traído ropa de luto?
- No. - Pues deberías haberla traído.
- ¿Tú tienes, Kyoko? - No.
Tendremos que pedir algo prestado para ti y para Noriko.
Ha muerto en paz, sin sufrir, y cuando el cuerpo aún le respondía.
Debe ser Keizo.
¿Cómo está?
Entiendo. No he llegado a tiempo. Lo siento mucho.
Hola.
Hola.
Estaba fuera de la ciudad por trabajo. Siento mucho llegar tarde.
- El telegrama llegó estando yo fuera. - Claro.
No puedo creer que haya muerto. ¿Cuándo ha sido?
- De madrugada. Hacia las 3. - Ya.
Si hubiera cogido el tren de las 8 habría llegado a tiempo.
Keizo, mírala. Ya descansa.
Perdona mi retraso.
¿Y papá?
Ha salido.
- Papá... - Sí.
- Acaba de llegar Keizo. - Bien. Qué amanecer tan bonito.
Me temo que hoy volverá a hacer calor.
- ¿Qué te pasa? - No puedo soportar esos cánticos.
- ¿Por qué? - Porque al oírlos, creo que mi madre...
va desapareciendo. No he sido muy buen hijo.
- Es hora de ofrecerle incienso. - La he perdido para siempre y ya no...
podré demostrarle hasta qué punto la quería.
Un día vimos los fuegos artificiales desde aquí, ¿no?
- Me parece que sí. - Fue la noche de la fiesta del pueblo.
- ¿Te acuerdas, Keizo? - No.
Estabas muy emocionado, pero en cuanto se puso el sol, te dormiste.
- Se durmió en el regazo de mamá. - Seguro que se estaba bien.
En aquella época, ¿qué hacías tú, papá?
Creo que era jefe de la Junta Educativa.
Es verdad, ha llovido mucho.
Una vez fuimos de vacaciones a Umoshima.
¡De eso sí me acuerdo! Recuerdo que mamá se mareó.
- Sí, estaba tan llena de vida. - ¿Qué edad tenía mamá entonces?
- Unos 40, ¿no? - Sí...
... 42 ó 43. - Papá, ahora debes cuidarte mucho.
- Sí. - Y vivir muchos años.
Sí, gracias.
- Keizo, toma. - Gracias.
- ¿Tú no quieres? - No.
Os parecerá cruel, pero hubiera preferido que muriera él antes.
- Si Kyoko se casa, él se quedará solo. - Es verdad.
A mamá podríamos haberla cuidado en Tokio.
Kyoko, ¿aún guardaba el chal? El gris, el de las flores.
- Sí. - Quiero quedármelo como recuerdo.
- ¿Os parece bien? - Claro, quédatelo.
Luego me lo das. ¿Y el kimono de lino, el de verano?
- Guardado. - También lo quiero.
- ¿Sabes dónde está? - Sí.
- Ya me lo darás. - Sí.
Ya pasó todo y la vida debe seguir. Habéis sido muy amables viniendo...
y velándola. Gracias.
Koichi la ha atendido muy bien. A ella le hubiera gustado.
- Sí, le habría complacido. - Cuando estábamos en Atami...
se sintió indispuesta. Me dijo que sólo era un mareo.
- ¿Sí? - Imagino que sería un aviso.
Vaya. ¿Por qué no dijiste nada? Debiste decírselo a Koichi.
Tienes razón.
Da igual. No habría cambiado nada. Mamá estaba un poco gruesa y...
... el cuerpo le ha fallado. - Sí.
No acabo de creérmelo. ¿Te irás pronto?
- No puedo quedarme mucho tiempo. - Yo tampoco.
- ¿Cogemos un tren hoy? - Sí. ¿Tú qué harás, Keizo?
- Yo podría quedarme. - Bien. Saldremos esta noche.
Bien. Quédate tú, Noriko. Así papá no se sentirá solo.
- No, es mejor que te vayas con ellos. - Creo que también me iré.
Debo redactar unos informes, y hay un partido de béisbol.
- ¿Estarás solo? - Tranquilo, me acostumbraré...
- a la soledad. - Papá, no bebas demasiado.
- No os preocupéis. - Kyoko, ¿me sirves más?
Sí.
Keizo, visítanos cuando tengas vacaciones.
- Sí. Sírveme a mí. - Sí.
Ha quedado muy rico.
- Papá, ¿seguro que estás bien? - Sí, claro... seguro.
Os tengo aquí, ¿cómo quieres que no esté bien? Sí...
- Toma, la comida. - Muchas gracias.
Ya he hecho el equipaje. Vendrás a verme a Tokio, ¿verdad, Kyoko?
- ¿Por fuerza debes irte hoy? - Sí, no puedo quedarme más.
Lástima. Siento no poder acompañarte a la estación.
Tranquila.
Vendrás a verme, ¿verdad? Dime que sí.
Me alegra que te hayas quedado unos días.
No como mis hermanos. Deberían haberse quedado más tiempo.
- Tienen trabajo. - Son unos egoístas.
Sólo saben pedir y luego se van a toda prisa.
Tienen asuntos que atender, como tú tienes los tuyos.
¿Cómo pudo Shije pedirme aquella ropa? Es una egoísta.
- No te enfades con ella. - Me da pena por mi madre.
No se lo merecía. Un desconocido le habría mostrado más respeto.
Sólo piensan en ellos mismos. No les importa nada más.
Kyoko, yo a tu edad pensaba como tú. Pero es algo natural. Con el tiempo,...
los hijos y los padres se alejan. A la edad de Shije, una mujer tiene...
su propia vida y su familia está por delante de sus padres.
Tu hermana no actúa con mala intención.
Es normal que ponga por delante su propia felicidad.
¿Tú crees? Yo no pienso ser así. Me parece una conducta muy cruel.
Y lo es. Pero todos los hijos actúan igual.
- Es cuestión de tiempo. - ¿Tú también serás así?
Sí. Imagino que sí, aunque no me guste admitirlo.
- La vida es decepcionante. - Sí, con frecuencia.
- Bueno, debo irme. - Sí.
- No llegues tarde. - ¡Padre, me voy a trabajar!
- Por favor, cuídate mucho - Gracias. Tú también.
Ya sabes, ven a verme.
- Bueno, adiós. - Adiós.
Hasta pronto.
- Adiós. - Adiós.
- ¿Kyoko se ha ido ya? - Sí.
Padre, debo irme hoy en el tren de la tarde.
- ¿Ya te vas? - Sí.
- Muchas gracias por todo. - Pero si no he hecho nada.
- Sí, nos has ayudado muchísimo. - No.
Mi difunta esposa me contó lo buena que fuiste con ella la noche que...
... se quedó a dormir en tu casa. - Sólo cumplí con mi obligación.
Estaba muy contenta. Dijo que aquella fue la mejor noche de todas...
... las que pasó en Tokio. Gracias. - De nada.
A ella le preocupaba tu futuro. No puedes seguir sola toda la vida.
Aprovecha tu juventud. Debes casarte, y cuanto antes, mejor para ti.
Olvídate de Soji, ya hace tiempo que murió. Me da lástima verte tan sola.
Debes intentar reconstruir tu vida. Ser feliz.
- No me diga esas cosas. - Es la verdad. Eres una jovencita...
maravillosa. Mi esposa siempre lo decía.
- Creo que ella me sobrevaloraba. - Te equivocas.
En el fondo, no soy tan buena. No soy tan buena como ella pensaba.
Y si sigue hablando de ese modo me sonrojaré. Se lo digo en serio.
- Soy muy vergonzosa. - Eres encantadora.
No, soy muy egoísta, y aunque les pareciera lo contrario, en muchas...
... ocasiones no pienso en su hijo. - Debes olvidarle del todo.
A veces, paso días enteros sin pensar en él. Cada vez le recuerdo menos.
A veces pienso que no puedo seguir sola eternamente.
En otras ocasiones, me paso la noche despierta pensando en qué será...
de mí si sigo así. Cada noche que pasa, siento mayor impaciencia.
Mi corazón parece estar esperando algo.
- Soy egoísta. - No lo eres.
Sí lo soy, pero no podía decírselo a su esposa.
No te preocupes. Eres una buena mujer, y honesta.
¡No lo soy!
Este reloj era suyo. Sé que está anticuado, pero ella lo llevó desde...
que tenía más o menos tu edad. Quédatelo como recuerdo.
- No puedo aceptarlo. - Por favor, quédatelo.
Estoy seguro de que a ella le encantaría que lo llevases tú.
- Venga, hazlo por ella. - Gracias.
Vamos, eres joven y ya has sufrido mucho. Deseo que halles la felicidad.
De veras.
Es extraño. Tengo varios hijos en el mundo y tú, sin ser...
de nuestra sangre, has hecho más por nosotros que ellos.
Muchas gracias.
- Hola. - Hola.
Imagino que sin su difunta esposa debe sentirse muy solo.
- Sí. - Ha sido muy repentino.
Sí, de saber que su final estaba tan cerca habría intentado ser...
... más bueno con ella estos meses. - Claro.
Los días se hacen muy largos viviendo solo.
- Es verdad, debe de sentirse muy solo. - Sí.
FIN