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Arcade Fire demostró por qué cree que una gran canción puede salvar vidas
Arcade Fire quiere hacer historia en cada concierto.
No es de esas bandas que vienen a cumplir con un mero compromiso.
Quieren dejar algo a quienes los van a ver a sus recitales.
No un mensaje desde un púlpito -como los acusan sus detractores- sino más bien una suerte de inmanencia, dejar algo de su esencia atesorado en la gente.
Aprendieron de David Bowie: cada acto debe ser una obra de arte, aunque suene ambicioso.
El riesgo vale la pena.
Anteanoche, Arcade Fire cerró la primera jornada del festival BUE -con un cierre previsto para anoche con Gorillaz-, en el que también brilló el crédito local El Mató un Policía Motorizado.
Quienes tuvieron la posibilidad de ver a los canadienses se sintieron privilegiados.
Escuchar a una de las mejores bandas del mundo en su mejor momento no es una cosa de todos los días.
Arcada Fire es lo que se dice un animal de escenario, a pesar de toda la parafernalia conceptual y de marketing montada a su alrededor.
En vivo no hay fisuras conceptuales porque la realidad del grupo es más potente incluso que su discurso y su ironía fuera del escenario.
Todo es más real y más directo, casi como una pelea de box.
Así es como se presentan: con los acordes grandilocuentes de un Beethoven llevado al ritmo de la música disco, en una introducción donde también se cuelan los Beatles, y presentador que anuncia al grupo al estilo Las Vegas.
La canción que da nombre a su último disco -la misma que viene abriendo la gira en todas las ciudades donde tocan- es la que marca el tono bailable de la noche desde el comienzo.
Everything Now es un himno perfecto, imbatible por lo que sugiere dentro de la totalidad de su obra, la efectividad de su estribillo y ese beat irresistible para la pista de baile.
Se habló mucho de cómo la banda se alejó del rock a partir de su disco Reflektor, del que participó el fallecido Bowie y fue producido por James Murphy, de LCD Soundsystem.
Si bien en el nuevo disco profundizan la veta disco, new wave y electropop, en vivo logran que todos sus trabajos mantengan una comunión perfecta.
Temas de los orígenes como Rebellion (Lies), de su oscuro debut, Funeral, de 2014 y Neón Bible suenan en sintonía con la bailable Here Comes the Nighttime, de Reflektor, o el flamante Electric Blue, cantado por Régine Chassagne como si fuera una suerte de Blondie en Heart of Glass, pero más performática.
Hay una energía de la banda, a veces de una belleza caótica en ese permanente cambio de roles e instrumentos.
Win Butler toma el liderazgo subido al parlante, desde donde lanza proclamas en contra de la modernidad, medita sobre la vida y la muerte en una iglesia de neón y hasta puede hablar de suicidios y vidas vacías.
En cada respiración musical el grupo exhala una grandiosidad apasionada en todo lo que hace.
La banda empuja hacia arriba al público, como un río de lava musical, en canciones como No Cars Go, Tunnels, Ready to Start y Power Out, que tienen ese poder épico.
El grupo está convencido de que el pop y el ritmo disco más insustancial tocados por una verdadera banda de rock pueden salvar vidas.
En definitiva, más allá de aligerar sus pasos para entrar en la pista de baile global, Arcada Fire se define en esa energía real de la experiencia musical.
En esa sinceridad de dejarse ver a escasos metros reside su fortaleza.
Además de sus letras eufóricas, su música tiene el poder de hacer sentir a la gente que la vida puede ser de otra manera.