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La luz es una onda y mientras viaja ondula en una cierta dirección: su
polarización. La polarización, entre otras cosas, influye el modo en que la luz rebota
y se propaga. Por eso la luz polarizada horizontal que refleja un lago o parabrisas
puede ser bloqueada por gafas de sol con un filtro polarizador vertical.
Y en el plasma caliente del universo recién nacido, la luz rebotaba en los electrones
hasta que el plasma se enfrió lo bastante para volverse transparente y la luz pudo
viajar por el espacio. Pero antes de empezar su viaje de más de 13.000 millones de años, la
luz rebotó una última vez en el plasma y la dirección de cada fotón se vió influenciada
por cómo su polarización interactuó con la temperatura, desidad y movimiento concretos
del plasma.
Si medimos la polarización de la luz que llega de la radiación del fondo cósmico,
nos habla del Big ***. Los detalles son complicados pero, a grandes rasgos, grumos
en el plasma del universo primitivo crearon polarización paralela o perpendicular a los
puntos calientes del plasma, pero la de las sacudidas eran de 45º respecto a esa
dirección. Las sacudidas son la expansión y contracción del espacio debido a las ondas
gravitacionales que lo recorren.
Si miramos los resultados de del telescopio BICEP en el Polo Sur, vemos que aunque la
de la polarización llegó de las` irregularidades del universo primitivo,
parece que un 15% proviene de las sacudidas.
Y estas sacudidas son muy importantes. Se crearon sólo fracciones segundo tras el
comienzo del universo por fluctuaciones cuánticas en el campo gravitacional, lo que
no sólo supone la primera confirmación de que la gravedad es un fenómeno de mecánica
cuántica, sino que también nos permite observar 380.000 años más de lo que antes
era posible, hacia mismo nacimiento de nuestro universo.
¡Felicidades a la colaboración del BICEP! Si, por supuesto, sus resultados los
confirman otros experimentos.