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Platero y Juan Ramón Moger es un pueblo de casas blancas y cielo
azul. Tiene uvas y naranjas, huertos de granados
y allá arriba los pinos. Moger esta cerca del mar. Sus calles a medio
día huelen a pan recién salido del horno. Moger es un pueblo de Juan Ramón Jiménez
el poeta que escribió Platero y yo. Platero era un burro pequeño de pelo gris,
suave y blando como el algodón. Tenía unos ojos negros como el carbón y redondos y grandes
como un pozo. Era tierno y mimoso pero fuerte.
Platero comía de todo naranjas, mandarinas, uvas, higos morados y sabrosas granadas.
Platero vivía en una cuadra con una cabra gris que cuando jugaba le topaba suavemente
con sus cuernos. Y con Diana una perra blanca que tenía una
campanilla en el cuello y le lamía el hocico con su larga lengua rosa.
Cuando Juan Ramón entraba en la cuadra Platero le saludaba con un rebuzno y parecía que
quería romper la cuerda que le ataba deseoso de salir al campo para revolcarse entre malvas
y margaritas. Algunos días al atravesar las ultimas calles
del pueblo los niños al ver el poeta con su barba su traje y su gorro negros al lomos
de Platero les perseguían y gritaban: -¡El loco, el loco!
Platero tenía un médico se llamaba Darbón y era grande como un buey y rojo como una
sandía le faltaban los dientes y cuando hablaba se le salía el aire entre los labios como
si fuera un globo. A pesar de ser tan grande Darbón tenía un
blando corazón de niño. Si veía una flor, una mariposa o un pájaro
se enternecía y reía y lloraba al mismo tiempo.
Juan Ramón trataba a Platero como si fuera un niño.
Entre bromas y veras le decía que no podía llevarle a la escuela porque...
¿En que silla se sentaría y con que escribiría? Pero no le importaba que no supiera leer o
escribir porque comprendía mejor que muchos hombres y por eso mientras el burro mordisqueaba
las pocas hierbas del verano, Juan Ramón le cantaba o le decía versos.
En silencio veían caer el sol y como el cielo se vestía de mil colores.
Y en la noche contemplaban la luna y las estrellas. Y escuchaban el llanto de los grillos.
A platero lo quería todo el mundo tenía muchos amigos
Anilla la manteca, la china, RocIillo, Adela, Darbón, y jugaba con muchos niños.
En primavera iban al arroyo, de los chopos, y volvían al trote de Platero cargados de
flores amarillas mojados por la lluvia de una nube pasajera.
Otras veces se echaban carreras y si ganaba Platero Juan ramón le ponía una corona de
perejil. Los niños aplaudían y Platero movía su
cola y orejas. En Septiembre desde el prado de detrás de
la casa del huerto, veían lo fuegos artificiales. Platero al oír el estampido de los cohetes
se asustaba y corrí, rebuznaba entre las uvas.
Y cuantas veces escucharon desde la calle de la fuente el voltear de las campanas de
la torre. Durante mucho tiempo Platero y Juan Ramón
pasearon felices por las calles de Moger. Pero Platero se puso enfermo. Darbón su médico
nada podía hacer por él. El pobre Platero al sol del mediodía murió.
Le enterraron al pie del pino que estaba en el huerto de la piña.
Allí iban Juan Ramón y los niños a visitar su tumba.
El poeta pensaba que si había un cielo para los burros platero estaría en el. Llevaría
en sus lomos ángeles de alas blancas y suaves. Y tal vez allí comería deliciosas tartas
de nube. Si algún día vas a Moger y paseas de noche por sus calles cierra los ojos quizás
puedas oír el alegre rebuzno de un burro y la voz de Juan Ramón diciendo:
- Arre , Platero!!