Tip:
Highlight text to annotate it
X
Nos sentimos cómodos
con nuestra imperfección.
Nos juzgamos a nosotros mismos según los demás.
No importa
lo avergonzado que pueda estar por la debilidad en mi vida, y a veces al mirar mi interior
me molesto conmigo mismo. ¿No les ha pasado?
¿Se han disgustado con ustedes mismos? Uno dice, "¿cómo fui capaz de algo así?"
"No puedo creer lo egoísta que soy", o "no puedo creer
que sea
tan codicioso.”
o lujurioso, o lo que sea.
Pero estamos listos para excusarnos,
porque miramos alrededor y siempre podemos encontrar a alguien
que es más depravado que nosotros,
al menos en la superficie.
Así que podemos ser como el publicano, o el fariseo del que habló Jesús,
quien subió al templo a orar, y dijo, "Oh, Dios, te doy gracias por no ser como ese miserable
tipo que está allí.”
Y así encontramos la forma
de excusarnos,
y de adularnos,
hasta que
vemos el estándar.
Y cuando eso ocurre,
quedamos deshechos,
como Isaías quedó deshecho
cuando vio la santidad pura
y comprendió qué era lo que él no era.
Él no pudo soportarla, está frente a él
y él grita de dolor
y dice, "Ay de mí, que soy muerto. Porque siendo hombre inmundo de labios, y vivo
en medio de un pueblo de labios inmundos y mis ojos han visto al Rey, al Señor
Todopoderoso." Yo me pregunto, ¿por qué dijo lo que dijo?
Cuando grita ahora en su terror, dijo "Soy muerto, porque tengo una
boca impura.”
Me pregunto, ¿por qué
fue a su boca?
Si uno lee la enseñanza de Jesús,
algo que aparece en su enseñanza una y otra vez
es una lección que en el siglo XX ya casi nadie cree.
Si hay algo que enseñó Jesús de Nazaret,
él enseñó reiteradamente
que algún día
todo ser humano
sería llamado ante
el tribunal de Dios,
que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas
ante el santo creador del cielo y la tierra.
Y Jesús dice que en aquel día
cada palabra ociosa que hayamos dicho
será sometida a juicio;
que todo lo que hayamos hecho,
todo lo que hayamos dicho,
cada promesa hecha que hayamos roto,
cada declaración blasfema que haya salido de nuestra boca, cada calumnia que
hayamos dicho contra nuestro prójimo,
será puesta sobre la mesa.
Jesús dijo,
no es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale.
Dios nos ha dado la boca como instrumento para alabarlo,
para expresar su verdad,
pero nosotros usamos la boca para mentir,
para herir a otras personas,
para blasfemar contra Dios.
Tenemos bocas impuras.
Cuando Isaías vio la santidad de Dios,
su mano por instinto fue a su boca.