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Lo que muchas veces distingue vidas realizadas de incompletas, es un ingrediente que no forma parte del currículum educativo,
y que puede sonar ambiguo, tonto y californiano, en el mal sentido.
Confianza.
Es acogedor darse cuenta de cuántos grandes logros no fueron el resultado de un talento superior o conocimientos técnicos,
sino del extraño vigor del alma que llamamos "confianza".
¿Por qué es tan común que nos falte confianza?
En parte, es un vestigio del pasado.
Por miles de años, para la mayoría de nosotros, simplemente no había oportunidad para la esperanza:
éramos sirvientes y esclavos,
y la principal habilidad de supervivencia psicológica era la de mantener nuestras cabezas agachadas y nuestras expectativas bajas.
Cada uno de nosotros acarrea un poco de ese legado del pasado,
una actitud internalizada de servidumbre que amenaza nuestro espíritu, sumergiéndolo en una era democrática, tecnológica y moderna.
La esperanza puede sentirse peligrosa.
Podría, adicionalmente, haber habido padres que nos enviaban mensajes sutiles:
"Personas como nosotros no." "¿Quién crees que eres?"
Deberíamos ser compasivos sobre la razón de esos mensajes paternales defensivos;
eran una protección, una estrategia de supervivencia, y un escape a la humillación.
La escuela no era necesariamente de gran ayuda tampoco;
querían niñas y niños buenos, y nos enseñaban a confiar en la autoridad establecida.
Pero nosotros podríamos, ingenuamente, haber puesto demasiada fe, por demasiado tiempo, en las instituciones existentes,
y ahora sufrir por hacer lo que sea que nos pidan, con demasiada obediencia.
Parte de convertirse en adulto debería ser: aceptar el doloroso descubrimiento de que
los adultos no tienen realmente las respuestas,
y por lo tanto, de que tenemos todo el derecho, es más, el deber, de romper ciertas reglas y reflexionar independientemente.
Debemos aprender una forma calculada de falta de respeto,
lo que puede ser algo sorprendente después de veinte años de obediencia forzada.
Debemos aprender a sospechar constructivamente de la autoridad:
un camino entre la complacencia total y el malhumorado escepticismo.
Adicionalmente, la confianza parece involucrar coraje para aceptar la imperfección.
Es tentador no comenzar un camino cuando todo tiene que ser perfecto,
pero eso es una receta para quedarse debajo de la cama,
y aún así, cuán frecuentemente "grandes vidas" han estado enredadas por errores, que sin embargo, no lograron hundirlas.
La confianza comienza por la capacidad de perdonarse a uno mismo los horrores del primer intento.
La muerte también es un pensamiento necesario.
Deberíamos usarla no para entristecernos aún más, sino para asustarnos, fructíferamente, para tomar acciones.
Nuestro miedo a equivocarnos debería abrirnos los ojos al único peligro real que existe: el de nunca intentarlo.