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Yo tenía un perro ***. Su nombre era depresión.
Escrito e ilustrado por Matthew Johnstone.
Cada vez que el perro *** aparecía,
me sentía vacío y la vida parecía detenerse.
Sin ninguna razón y en cualquier momento, podía sorprenderme con su visita.
El perro *** me hacía parecer y sentir más viejo de lo que era.
Cuando el resto del mundo parecía estar disfrutando de la vida, yo sólo podía verla a través del perro ***.
De repente, las actividades que normalmente me provocaban placer ya no me interesaban.
Le gustaba arruinarme el apetito.
Él masticaba mi memoria y mi habilidad para concentrarme.
Si quería hacer algo o ir a algún lado con el perro *** necesitaba una fuerza sobrehumana.
En situaciones sociales, él podía olfatear y darse cuenta de mi confianza
y ahuyentarla.
Mi mayor temor era que me descubrieran.
Me preocupaba que la gente me juzgara.
Debido a la vergüenza y al estigma del perro *** yo estaba constantemente preocupado que me descubrieran.
Por lo que invertí una gran cantidad de energía en ocultarlo.
Mantener una mentira emocional es agotador.
El perro *** podía hacerme pensar y decir cosas negativas.
Podía transformarme en una persona irritable y hacer difícil el estar cerca mío.
Podía llevarse mi amor y enterrar mi intimidad.
Por sobre todas las cosas, él amaba despertarme con pensamientos sumamente repetitivos y negativos.
También le gustaba recordarme cuán agotado estaría al día siguiente.
Tener un perro *** en tu vida no se trata tanto de sentirte un poco abatido o triste...
sino de sentirte totalmente desprovisto o vacío de sentimientos.
A medida que fui creciendo el perro *** se hizo más grande
y comenzó a estar alrededor mío todo el tiempo.
Intentaba ahuyentarlo con cualquier cosa que yo pensaba lo haría irse corriendo.
Pero con mucha frecuencia él salía airoso y llegaba a la cima,
decaer se hizo más fácil que levantarse de nuevo.
Así es que me hice bastante bueno en auto-medicación…
que en realidad nunca me ayudó.
Al final me sentí totalmente aislado de todo y de todos.
El perro *** había por fin logrado secuestrar mi vida.
Cuando se pierde toda la alegría en la vida uno comienza a preguntarse qué sentido tiene.
Afortunadamente, este fue el momento en que busqué ayuda profesional.
Este fue el primer paso hacia la recuperación y un importante punto de inflexión en mi vida.
Aprendí que no importa quién seas,
el perro *** afecta a millones y millones de personas;
es una cuestión que le puede tocar a cualquiera.
También aprendí que no existe una bala de plata o una píldora mágica.
La medicación puede ayudar a algunos, mientras que otros pueden necesitar un enfoque completamente diferente.
También aprendí que el ser emocionalmente genuino y auténtico con los que están cerca de ti
puede ser un elemento de cambio absoluto.
Lo más importante es que aprendí a no tener miedo del perro *** y hasta le enseñé algunos trucos nuevos por mi cuenta.
Cuanto más cansado y estresado tu estás, más alto ladra,
por lo que es importante aprender a calmar y relajar tu mente.
Está probado clínicamente que el ejercicio regular
puede ser tan efectivo para tratar la depresión leve como los antidepresivos.
Entonces sal a pasear o a correr y deja atrás a la bestia.
Lleva un diario sobre tus estados de ánimo; el anotar tus pensamientos en un papel puede ser catártico y a menudo ayuda a ver más claro.
También mantén un registro de las cosas por las que debes estar agradecido.
Lo más importante para recordar es que no importa cuán seria se ponga la situación…
si tomas los pasos adecuados y hablas con la gente adecuada, los días del perro *** pasarán.
No voy a decir que estoy agradecido al perro ***, pero él ha sido un maestro increíble.
Me obligó a re-considerar y simplificar mi vida.
Aprendí que más que huir de los problemas es mejor abrazarlos.
El perro *** va a ser siempre parte de mi vida
pero ya no volverá a ser la bestia que era.
Tenemos un acuerdo.
A través del conocimiento, la paciencia, la disciplina y el humor aprendí
que se puede curar al peor perro ***.
Si estás en dificultad, nunca tengas miedo de pedir ayuda.
No hay absolutamente nada de que avergonzarse,
la única vergüenza es perderse en la vida.
Depresión. Pide ayuda. Acéptala.
Organización Mundial de la Salud