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¿Es el capitalismo malo para ti?
Imagínate a ti mismo como a un obrero en el campo recolectando nabos. Te sientes obligado a incrementar tu producción.
Tal vez estés preocupado por mantener tu trabajo. Quizá estés preocupado de que otras personas
trabajen más duro que tú. La cosa importante es ésta: tienes que recoger más nabos;
ya no puedes detenerte... sin importar qué. ¿De dónde podría venir esta ansiedad?
Para el sociólogo Karl Emil Maximilian "Max" Weber, el capitalismo moderno difiere de la teoría de Marx.
Los obreros no están simplemente alienados, son sujetos de un proceso que les priva de su propia humanidad.
Para Weber el capitalismo es una jaula de hierro que expone a los obreros a una ansiedad incapacitante.
Todo para la acumulación de ganancia.
Escrito en 1904, "El Ético Protestante y el Espíritu del Capitalismo", es el intento de Weber
para explicar las formas en que el capitalismo de estilo Americano surgió de un conjunto específico de creencias
a saber el Calvinismo.
Verán, la ética protestante es un llamado a trabajar, una demostración de gloria a Dios.
El Calvinista no es solo llamado a trabajar. Se siente presionado por el miedo a la condenación eterna
y esto tiene que provocar una grave angustia. Acosados por las expectativas de un jefe, trabajando para terminar un plazo,
sufriendo para ganarse la vida, luchando por el sustento de cada día.
El capitalismo crea ansiedad en su propio derecho.
Los Calvinistas creían en la predestinación, o en la idea de que muy pocas personas son elegidas por Dios para
ganar el acceso a las puertas doradas del cielo, mientras la mayoría del mundo está condenada al infierno... por siempre.
En orden de asegurar la salvación, el Calvinista trabaja sin descanso, sin fin, sin abundantes posesiones,
porque su propia salvación estaba en riesgo. Ellos mostraban a sus vecinos que eran los elegidos
a través del trabajo disciplinado y la práctica.
Viviendo con las presiones del Calvinismo en una sociedad capitalista hace difícil levantarse cada mañana y hacer la rutina de la mañana.
Con el capitalismo moderno hay un paralelo similar: trabaja duro y serás recompensado.
Es el mantra de "levantarse a sí mismo por sus propias botas".
Con el Calvinismo el capitalismo encontró el obrero perfecto. La dedicación del protestante a un llamado,
a la necesidad de trabajar por la gloria de Dios, creó un ambiente que consolidó el camino para
una fuerza de trabajo ansiosa por recompensa eterna.
Con el tiempo las costumbres sagradas del Calvinismo: trabajo duro, auto-contención, práctica de rutinas específicas,
eficiencia, falta de ociosidad... todas se convirtieron en rasgos definitivos de la ética laboral occidental.
Es la razón por la que los Americanos tienden a trabajar largas jornadas, toman pocas vacaciones,
tienen cortos descansos para comer y reservan el domingo para descansar.
Son las expectativas seculares de una fuerza de trabajo fundada en principios religiosos.
Si fantasmas son los restos de entidades pasadas, el Protestantismo acecha al capitalismo moderno,
nos quedamos con los ecos de una ansiedad religiosa por el temor a la condenación.
Bien, mi querido espectador,
si "Dios ayuda a aquéllos que se ayudan a sí mismos", ¿a quién ayuda el capitalismo moderno?