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- Has oído hablar de un tipo llamado Vicepresidente George Bush, ¿verdad? - Sí.
Hice los arreglos para que vos seas la que le haga la primera pregunta en la entrevista con los estudiantes.
- No quiero hacer eso. - ¿Por qué?
- Porque soy demócrata. - ¿Y qué?
No hubiera votado por Reagan de haber tenido la edad.
¿Para qué iba a querer hablar con su lacayo?
Bueno, no lo sé...
¿Quizá porque es el segundo hombre más poderoso del planeta?
¿Quizá porque vivimos en un país donde se puede discutir con tus líderes...
sin temor a que te despedacen con un machete?
- Señor Rosso, no quería... - ¿Sabés qué? Olvidalo.
No quiero que hables con el Vicepresidente.
Por aquí hay mucha gente que realmente se preocupa por su país.
Supongo que yo y mis amigos hippies perdimos el tiempo en Berkeley...
manifestándonos y parando una guerra injusta.
Probablemente no nos debimos haber molestado.
Esta bién, señor Rosso, pare.
Vamos, Lindsay. Me emocionaba tanto que lo hicieras tú.
Eres una persona especial, y es tu destino,
tanto te guste como si no, el interactuar con líderes mundiales.
- ¿De verdad cree eso? - Puedes estar segura.
Esta bien. Lo haré.
¡Tengo el mejor trabajo del mundo!
Doce mil al año, y me pagan de más.
Discúlpeme, señor. Voy a tener que pedirle a usted y a la señorita que salgan de la oficina.
¿Pasa algo?
No. Necesitamos acordonar toda el área hasta la visita del Vicepresidente.
- ¿Y dónde voy a trabajar? - Lo siento, señor. Eso no es problema mío.
- Muchas gracias. - ¿No es emocionante?
Hazme un barrido de la parte izquierda.
Crockpot, tienes que ver a ese tipo
Va hacia vos. 1,90 m, y aspecto de drogón.
Examinalo.