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En mi barrio había unos tíos muy rápidos
que eran por todos bien conocidos.
Te estoy hablando de John,
de Damian
y del viejo Jrue.
Algo en sus botas demostraba que la vida no es justa,
una ventaja tecnológica que les hacía más rápidos.
Rápidos como el viento.
La rapidez más vertiginosa que jamás hayas visto.
Desde la calle oías al público enloquecer.
Partidos y más partidos,
victoria tras victoria.
Recortaban y atacaban hasta que todo acababa,
el partido, claro está.
La gente se preguntaba: "¿qué llevarán esas botas?"
Los primeros en el draft, los novatos del año, jugadores all-star.
Echando la vista atrás,
tío, quién iba a haber dicho
que toda esa explosividad cabía en solo una bota.
Esas botas les hacían especiales.
Pero es que cuando llevas una bota crazyquick,
quick ain't fair.