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A la espera de la hora,
la hora heroica del combate,
cantemos y bebamos, ¡bebamos, que la vida es corta!
Cantemos y bebamos, ¡bebamos, que la vida es corta!
¡Es el lema del soldado!
¡Cantemos, bebamos,
juguemos, bailemos!
A la espera de la hora,
la hora heroica del combate,
cantemos y bebamos, ¡bebamos, que la vida es corta!
¡Es el lema del soldado!
¡Bebamos! ¡Bailemos!
Oh, querido Fritz,
¡mira que me afliges
al decirme que te vas!
¡Bah, haré prodigios
para pronto
regresar!
Adelante, jovencitas, dad vueltas y bailad,
con vuestras familias habéis de quedar,
mas nosotros, pobrecillos, pronto partiremos,
¡por un triste sueldo el cañón afrontaremos!
Si la funesta suerte no se ha de evitar,
el tiempo que nos queda sepamos aprovechar.
Nuestras copas vaciemos
cual fieros guerreros,
¡y que sea lo que Dios quiera si la última acaso fuera!
¡Oh, bellas niñas, oh fieros chavales,
giremos y valsemos, valsemos y giremos!
¡Valsar, valsar!
¡Giremos y valsemos, valsemos y giremos,
cual peonzas, cual perinolas!
¡Giremos, valsemos,
cual peonzas, cual perinolas!
Cuando, tomando las armas, nos vayamos,
¡qué gritos, qué llantos, qué pasmos!
No temáis, bellas mías, os escribiremos,
y de nuestras nuevas cuenta os daremos.
Vuestro corazón, creemos, nos seguirá esperando,
por mucho que tardemos, mas en el entretanto,
nuestras copas vaciemos, démonos un beso,
¡y que sea lo que Dios quiera si el último acaso fuera!
¡Oh, bellas niñas, oh fieros chavales,
giremos y valsemos, valsemos y giremos!
¡Giremos y valsemos, valsemos y giremos,
cual peonzas, cual perinolas!
Giremos, valsemos, cual peonzas, cual perinolas!
¿Mujeres en los campos?
¡Qué espantosa licencia!
¡Ah! ¡Ya viene el aguafiestas!
¿Acaso habéis, soldados,
perdido toda prudencia?
¿Por ser un militar se tiene menos corazón?
Otra vez usted, usted, ¡hable usted!
Pero, general. . .
¡Silencio! ¡Silencio!
Cuando me enfado hay que callarse,
pues mi rigor bien se conoce.
Cuando se enfada hay que callarse,
pues su rigor bien se conoce.
¡Soy estricto con la disciplina,
por los valles ante mí yo voy exterminando batallones!
Ocúltase el más fiero enemigo, temblando, asustado,
cuando se percata del penacho que porto en lo alto!
¡Y pif, paf, puf, y tara papa pum! ¡Soy yo, el general Boum! ¡Boum!
¡Y pif, paf, puf, y tara papa pum! ¡Es él, el general Boum! ¡Boum!
En los salones, tras la guerra,
reaparezco,
y, por gustarme, la más bella no escatima gastos.
Acaricia mi mostacho, sonriendo. . .
En ese momento, mi penacho es muy molesto.
¡Y pif, paf, puf,
y tara papa pum!
¡Soy yo, el general Boum! ¡Boum!
¡Y pif, paf, puf, y tara papa pum!
¡Es él, el general Boum! ¡Boum!
¡Viva el general Boum!
¡Viva yo! ¡Hurra!
¡Y gloria a los soldados y a la Gran Duquesa!
- ¡Viva la Gran Duquesa! - ¡Viva!
Soldado de infantería Fritz, ¡acérquese!
¡Vaya! ¡Va por mí!
- ¡General! - ¡Es usted un mal soldado!
- Mi general. . . - ¡Cállese!
- Pero. . . - Cuando me enfado hay que callarse.
¿Le ha vuelto a hacer la corte a Wanda?
- ¡En absoluto! - ¿Y ella, Wanda, lo ha rechazado?
Las mujeres tienen mal gusto; prefieren los jóvenes soldados
- a los viejos jefes. - Te echaré al calabozo.
- Eso no cambiará nada. - ¡Oh furor!
- ¡General! - ¡El enemigo, eso es!
- ¿Dónde está? - ¡En ningún sitio, general!
Preparaos. Su Alteza, la Gran Duquesa,
viene a pasar revista a su regimiento.
¿Habéis oído, soldados?
Soldado de infantería Fritz, ahuecad el ala.
Montaréis la guardia.
¿Y qué hay que guardar? ¿El terreno?
¡Guardaréis el lugar sagrado que va a honrar la Gran Duquesa!
- ¿Os basta con eso? - ¡A pleno sol!
¡Soldados! ¡Presenten armas! ¡Izquierda! ¡De frente! ¡En marcha!
¡Y pif, paf, puf, y tara papa pum! ¡Es él, el general Boum! ¡Boum!
¿Y usted adónde va?
¡Eso no le incumbe!
¡Soldados! ¡Por el flanco izquierdo! ¡En marcha!
¡Ju, soldado villano!
Ah, es malicioso hacerle muecas
a un pobre soldado que no puede moverse.
Todo por un asunto de faldas. . .
¡Aquí estoy, aquí estoy!
¡Fritz! ¡He corrido tanto que, a fe mía, me he quedado sin aliento!
Mas te noto un aire huraño,
realmente no valía la pena. . .
¡Dime! ¿Por qué?
¿Por qué?
¿A qué viene esa cara?
¡Acudo y te encuentro como un pedazo de hielo!
¿Estás mudo, apuesto granadero?
¿No sabes amarme más que por señas?
Es necesario, pues la consigna,
¡sí, la consigna, ay, me prohíbe hablar!
¡Déjate de bromas!
Cuando se ve a una buena amiga,
señor, debe olvidarse todo. . .
¡Rápido, una palabra, o me pico!
No puedo, pues la consigna,
sí, la consigna, ay, me prohíbe hablar. . .
Cómo, cuando te llamo con la mirada,
diciéndote: «Junto a tu amada, ¡ven y arrodíllate un instante!».
¡Ah, tú me dices que no!
Sí, la consigna me prohíbe moverme.
- ¡Cómo, me dices que no, ay! - Pues sí, te digo que no, ¡caramba!
Y si, perdiendo la razón por ti, yo te dijera : « ¡Ven, grandullón!»,
« ¡Vente deprisa a llevarte un beso! ¡Vente deprisa a llevarte un beso!»,
- ¿me harías tamaña injuria? - Ah, a fe mía, no,
pues la consigna no me prohíbe besar.
¡Ya sabía yo que la consigna no te impedía besar!
¡Al diablo la consigna!
¡Al diablo la consigna!
¡Y viva el amor!
¡Da igual, desafiemos la consigna!
¡Obedezcamos al amor!
¡Al diablo la consigna!
¡Y viva el amor!
Mas aviso, una vez que se empieza. . .
Mas aviso, ¡hay que repetir!
Un solo beso basta, pienso,
pero no dos, ¡podría turbarme!
- Uno muy pequeñito. . . - ¡No, seamos dignos!
- Uno solo. . . - ¡No, no!
- Un beso. . . - ¿Y la consigna?
Un solo beso. . .
No, ¡la consigna me prohíbe besarte!
¡Ah, deja de rechazarme, ven y abrázame!
- ¿Y la consigna? - Wanda. . .
¿Un beso?
¡Al diablo la consigna!
¡Y viva el amor!
¡Da igual, desafiemos la consigna! ¡Obedezcamos al amor!
- ¡Ah! ¡Te pillé! - Mi Fritz. . .
Toda la maniobra se ha montado para sorprenderte.
- ¡General! - Te sorprendo. . . .
- ¿Qué es eso? - ¡Un ataque!
¡Es el enemigo! ¡Inflad los dirigibles!
- ¡Boum! - ¿Y ahora qué le ocurre?
Pidieron la clave de paso; absorbido como estoy
por las altas cosas de la política,
- no contesté y entonces. . . - Pif paf puf.
- Han disparado. . . - Era su deber. - Han fallado.
- ¡Serán castigados! - ¿Qué?
¿Habríais preferido. . .?
Como general, por supuesto. . . no como amigo.
Bien, gracias, tanto mejor.
Escuchad. . .
Quería deciros. . . Ya sabéis. . .
Justo antes de partir a la guerra
tenemos la costumbre de excitar al soldado. . .
¡Ay!
Hemos pensado en algo. . .
- breve. . . Va a venir la Gran Duquesa. . . - Lo sé.
Cuando esté entre los soldados, vos le propondréis
- entonar la canción del regimiento. - ¿Otra vez?
Su Alteza os contestará : «Pero si yo conozco esa canción»,
y ella la cantará.
- ¿Ella misma? - Para excitar al soldado. . .
Y será con vos con quien la cantará.
¿Conmigo? Qué horr. . . ¡Qué honor! ¿Se la sabe?
Hemos trabajado durante dos horas esta mañana.
- Da igual, está bien. - Bien. . .
ahora. . . nuestros asuntos.
¿Vos sabéis por qué hacemos la guerra?
- En absoluto. - ¡Pero en fin!
La Gran Duquesa, como sabéis, ya no tiene veinte años.
Hasta la fecha nos ha dejado el poder,
pero últimamente la he notado
sombría, inquieta, desagradable.
Y me he dicho: he de buscarle una distracción.
He hecho declarar la guerra. . .
¡y ya está!
¡Ah! Buena idea.
Eso me ha parecido siempre. Mas no nos anticipemos.
Cuando le ha hecho otra cosa,
- le he buscado un marido. - Sí, el Príncipe Paul.
Mas el Príncipe no ha surtido efecto.
La Gran Duquesa no lo quiere desposar. Da largas. . .
Hace siete días, el Elector padre
nos envió al Barón Grog para propiciar la decisión.
Sólo que la Princesa no quiere recibirlo,
sigue deprimida, ¡echa humo!
- Ojalá la guerra la distraiga. - Cuente conmigo.
Por desgracia, este pasatiempo no durará mucho.
Batirse, destruir, es sin duda placentero,
mas ella querrá pronto otros placeres.
Su corazón no ha hablado aún.
Mas hablará, ¡y ese día será nuestra perdición!
- Me dais miedo. - ¡Tanto mejor!
¿Lo habéis pensado? ¿Y si la Princesa, de pronto, deseara un valido?
Sería nuestro fin.
¡No debe desearlo! No puede ocurrir. ¡El enemigo!
- ¿Es el enemigo? - Tranquilo General, es su Alteza.
¡Que las tropas formen filas!
- ¡Sacad los acorazados! - ¡Que sea para ambos el poder!
¡Para ambos!
¡Llevad las armas!
¡Presentad armas!
¡Presentad armas! ¡Firmes, rectos, la vista al frente!
Amáis el peligro.
El riesgo os atrae.
Con vuestro deber cumpliréis.
¡Mañana partiréis
y yo, yo vengo a deciros,
no ya adiós, no ya adiós,
sino hasta luego!
¡Ah, cómo me complace el militar!
¡Su uniforme coqueto, su mostacho y su plumero!
¡Ah, cómo me complace el militar!
¡Su aire victorioso, su ademán, en él todo me complace!
Cuando veo a mis soldados, prontos a partir para la guerra,
firmes, rectos, la vista al frente, ¡por Dios que me siento fiera!
¿Será suya la victoria o la derrota?
Eso no lo sé, pero sé. . .
Pero sabe, pero sabe. . .
¡Ah, que me complace el militar!
¡Me gusta, sí, me complace el militar!
Sé lo que ser querría,
¡querría ser cantinera!
Siempre junto a ellos estaría,
¡y los pellizcaría!
Junto a ellos, valerosa y ligera,
¡al combate me lanzaría!
¿Mas me gustaría la guerra?
Eso no lo sé, pero sé. . .
- Pero sabe. . . - ¡Ah, que me complace el militar!
¡Su uniforme coqueto, su mostacho y su plumero!
¡Ah, cómo me complace el militar!
¡Su aire victorioso, en él, sí, todo me complace!
¡Viva la Gran Duquesa!
¡Grandioso! ¡Maravilloso!
- ¡Estoy contenta, General! - Alteza. . .
¡Viva la Gran Duquesa!
General, tened. . . haced avanzar a ese soldado.
No, ése no.
Ése no, el otro.
¡Aquél!
¡Segunda clase, Fritz, avanzad!
Repite, ¿cómo te llamas?
- Fritz. - Fritz. . . muy bonito.
¿Cuentas con batallas, con heridas?
- Cero batallas, cero heridas. - ¡Bravo!
¡Te nombro Cabo!
¡Por todos los Santos!
- ¿Adónde vas? - Voy a decirle a Wanda que soy Cabo.
Pues bien, podrás decirle que eres Sargento.
Que rompan filas, General.
Rompan filas
- y aléjense. - ¡Que se alejen! ¿Por qué?
¡Son mis hijos, mis soldados!
¿Se ha fijado en
cómo miraba su Alteza a ese hombre?
- No se puede imaginar. . . - Todo se puede imaginar. . .
Acércate un poco, estás. . .
- Alteza. . . - Ya veis. . . - Sí ya veo. . .
Estás. . . Estáis. . .
- ¿Estáis contento? - Sabed, Alteza. . .
lo estoy y no lo estoy. . .
- ¿Te había dicho que eres Sargento? - No, Alteza.
- Te lo digo ahora. - Gracias. . .
Hace calor aquí. ¡Tengo sed!
Que traigan una granizada.
¿Eh? ¡Granizada! Quiero beber lo que beben mis soldados.
- Pero ellos beben. . . - Quiero un vaso lleno hasta el borde.
Por nuestra victoria, soldados. Brindo por vuestro regreso.
¡Viva la Gran Duquesa!
¡Ahhh!
- ¿Es el momento de la canción? - Creo que sí.
¿Deseáis, Alteza. . . os complacería, Alteza,
escuchar la canción de vuestro regimiento?
Ah, sí. . . Pero esa canción, General, ¡yo la conozco!
- ¡Alteza! - Quiero cantarla yo misma.
¡Oh, Alteza! ¡Qué alegría!
- ¡Empecemos! - Sí.
Tú, ven aquí, cantarás conmigo.
Pensadlo bien. . . un Sargento cantando. . .
Lo haré Capitán, ¿será suficiente?
Venid, Capitán, cantad.
¡Ah, famoso es el regimiento, el de la Gran Duquesa!
Si el enemigo resulta impertinente,
sobre él caemos, ¡tórnase, hay que ver, tan diligente!
Es el húsar cosa buena y lindo es su escuadrón.
Con su larga melena, pinta bien ese dragón.
Es sabido que entre los artilleros
sólo hay hombres valerosos.
¡Mas no hay nada que supere a este bello regimiento!
- ¡Ah, cáspita! - ¡Ah, caracoles!
¡Tocad pues la trompeta, redoblad los tambores,
en honor de la guerra, en honor de los amores!
¡Tocad pues la trompeta, redoblad los tambores,
en honor de la guerra, en honor de los amores!
¡Ah, famoso es el regimiento, el de la Gran Duquesa!
¡Tiene el honor por sentimiento
y la victoria tomó por dueña!
Con su estupendo estandarte, cuando llega a alguna parte,
las mujeres encantadas, en los hombres largas caras.
Mas cuando se va el regimiento, a la inversa son las cosas.
¡Los hombres se alegran y las caras de ellas se alargan!
- ¡Ah, cáspita! - ¡Ah, caracoles!
¡Tocad pues la trompeta, redoblad los tambores,
en honor de la guerra, en honor de los amores!
¡Señora!
¿Qué queréis de mí?
Esta vez va en serio, ¡es el enemigo! ¡A por él!
No, es el Príncipe Paul.
Lo han detenido, pide la clave de acceso.
¿Otra vez el Príncipe Paul?
- ¿Qué le digo? - ¡Qué lata!
En fin, id a buscarlo.
Tú ve a ponerte el uniforme.
Estoy deseando ver cómo te queda.
Me quedará muy bien.
Dejadnos, señores. Nos veremos justo antes de la batalla.
Alteza. . .
¡Tocad pues la trompeta, redoblad los tambores,
en honor de la guerra, en honor de los amores!
¡Dios mío!
¿Habéis visto? Es mi traje de boda.
Me lo puse esperando influir así en vuestra decisión.
¡Otra vez! ¡Precisamente hoy! No es posible.
Tengo demasiadas cosas que hacer, un plan de campaña,
un ejército a punto de partir. . . Imaginaos.
En fin, inténtelo. No tendré tiempo. . .
- Vos siempre tenéis excusas. . . - ¡Y qué queréis que haga!
¡Además, esta mañana el Barón Grog ha recibido un toque de papá!
¿Y qué dice papá?
Dice que dado que no me caso con vos,
me encauzará hacia otra Gran Duquesa.
Mi matrimonio ha sido anunciado a todas las cortes del universo.
- ¡Soy grotesco! - No diga eso. . .
¡Sí lo soy! Y hay algo más,
- aún peor. - ¿Qué?
- Se habla de mí. - ¿En este panfleto?
¡Sí! ¡Se atreven a hablar de mí,
osan meterse en nuestra vida privada!
A desposar a una princesa
marchó el Príncipe Paul,
¡mas no parece que haya prisa,
la boda se ha retrasado!
A diario, al despuntar el día,
el Príncipe se enfunda el guante blanco.
¿Podría ser hoy? Aún no,
y el Príncipe se quita el guante. . .
Grande es el alma del Príncipe Paul :
sufre si decir esta boca es mía. . .
Hay tenéis la habladuría.
¡Ya veis cómo se despacha, sí, la Gaceta de Holanda!
Siempre hay que dar crédito.
¡Hay que dar crédito a la Gaceta de Holanda!
Bien, si os causa hilaridad.
El Príncipe era todo fuego, todo llama,
cuando a la corte llegó.
El Príncipe ardía de amor al acercarse a su dama.
Tanto ardió que se supone, al cabo de seis meses,
que no quedará gran cosa
de tanto ardoroso fuego.
Guarda, Príncipe, la petición,
yo que tú regresaría.
Hay tenéis la habladuría.
¡Ya veis cómo se despacha, la Gaceta de Holanda!
Siempre hay que dar crédito.
¡Hay que dar crédito a la Gaceta de Holanda!
Me voy a suscribir.
¡Malvada!
¡Aquí me tenéis!
¡Es él! ¡Habrá que verse!
- Decidme qué os parece. . . - Es un joven apuesto.
¿Verdad?
Capitán, avisad al Barón y al General de que los esperamos.
Eh. . . Señora. . .
- ¡Es él! - No me habéis contestado.
Escuchad, en cuanto los asuntos de gobierno
me dejen un minuto para ocuparme de mi felicidad,
aprovecharé ese minuto para casarme con vos. ¿De acuerdo?
Hasta entonces, habrá que esperar.
Por fin vamos a analizar el plan de campaña del General Boum.
Señores. . .
Capitán, vos velaréis por nosotros.
¡No tema!
Adelante, General,
- ¿En su presencia? - Adelante, os lo ruego.
Es muy sencillo. Divido mi ejército en tres cuerpos.
Uno irá hacia la derecha, otra hacia la izquierda,
- uno irá hacia el centro. - ¡Soberbio!
Mi ejército se dirigirá así, por tres caminos diferentes,
hacia un único punto, en el que he decidido concentrarme.
Ahí es donde los derrotaré. ¡Es ahí! ¡Es. . . !
- Conteneos. - Os digo que es ahí. . .
Vais a lastimaros.
¡Es por mi país! ¡Al enemigo! ¡Que se me conduzca al enemigo!
Iréis por vuestros tres caminos.
Vos, callaos.
Más lo de los tres caminos es grotesco.
- ¡Cierra el pico! - ¡Barón, estáis perdiendo los estribos!
¿Y por qué son, Señor Capitán,
«grotescos» los tres caminos del General Boum?
Ese hombre no tiene derecho a pronunciarse.
Hay que ser un oficial superior.
- Hay que ser noble. - No tiene derecho. . .
Silencio, señores, o los mando decapitar.
¡Muy bien, de acuerdo!
Lo nombro General, como vos, y además,
lo nombro Barón de
Conde de Avall-vitt-Katt-Schopp- Nomeolvides. ¿Será suficiente?
Su turno, General.
Señora. . . En lugar de ir al enemigo por tres caminos. . .
Es justo el cuello, un poco alto. . .
Diez centímetros habría que bajarlo, para despejar el cuello.
Continuad.
Se va directamente al enemigo. Sólo hay un camino.
Y por lo demás nos zurramos. . . mientras nos podamos zurrar.
Nos zurramos, es todo.
Está bien, hay tenéis vuestro plan, Boum.
- ¡Yo no lo seguiré! - ¿Ah no? ¿Y por qué?
Mi plan no incluía batallas. . .
con el suyo. . . ¡Yo no lo seguiría!
¿Barón de Vermut-de-Cerveza-Bock? ¡Que el cielo esté con vos!
A partir de ahora, vos sois el General en Jefe de mis ejércitos.
- ¡Por todos los Santos! - Calmaos, nos vengaremos.
¡Todos partirán a la guerra, delante el tambor, tocando el tambor!
Una mirada más hacia atrás, ¡después adelante!
Todos partirán, partirán a la guerra,
¡partirán tocando el tambor!
Escuchad todos
la voz de vuestra soberana.
¡He aquí el nuevo General!
¡Él, nuestro General!
Sí, soldados, y tengo la certeza
de que no lo hará mal.
¡Unámonos en la venganza, diestros seamos!
Él está solo, mas, qué chanza, ¡tres nosotros sumamos!
Él está solo. ¡Tres nosotros sumamos!
- ¡Tú, General en Jefe! - ¡Eh! ¡Dios mío, ya lo ves!
- ¡Ah! Me olvidarás. - Preciosa, no temas.
- ¿Me amarás siempre? - Siempre, no lo has de dudar.
- ¡Dilo otra vez! - ¡Tantas como quieras!
Cuando hayáis terminado de hablar, allá,
recordaréis que os estoy esperando, ¿verdad?
¡Furiosas miradas ella les lanza!
¿Qué le pasa?
Viéndolos,
mi corazón se altera.
¿Por qué late pues
a contratiempo?
¿Y por qué será
que esa pequeña
me ataca los nervios?
¡Ah, mis nervios se alteran!
¡La Gran Duquesa palpita, sus nervios se alteran!
¡Unámonos en la venganza, diestros seamos!
¡Él está solo, mas, qué chanza, tres nosotros sumamos!
Ella me ataca los nervios. ¡Ah, mis nervios se alteran!
- Viéndolos - ¡Unámonos
- su corazón se altera, - en la venganza,
- con su mirada, - diestros seamos!
sí, ¡fulmina!
- Viéndonos - ¡Sí, él está solo,
- su corazón se altera, - tres nosotros sumamos!
y le ataco los nervios,
sus nervios se alteran.
Mas yo soy reina y mi deber,
para salvar mi prestigio, mi prestigio me obliga,
mi prestigio me obliga a no dejar ver nada.
Adelante, señor, y deme
al instante lo que usted sabe.
¿Qué puede ser?
¡El sable!
¡He aquí el sable de mi padre!
¡Lo llevarás en tu costado!
¡Tu brazo es fuerte, tu alma fiera,
esa espada bien la portarás!
Cuando papá se fue a la guerra,
al menos así me lo han contado,
de manos de mi augusta madre
recibió este temido hierro.
¡He aquí el sable,
he aquí el sable de mi padre!
¡He aquí el sable,
lo llevarás en tu costado!
¡He aquí el sable de mi padre!
¡Lo llevarás en tu costado!
Tras la victoria, espero
volver a verte sano y salvo.
Pues si murieras en la guerra,
yo no sé, en verdad,
si yo. . .
¡Por el nombre de mi madre!
¡Iba a decir una barbaridad!
¡He aquí el sable,
he aquí el sable de papá!
¡He aquí el sable,
lo llevarás en tu costado!
Podéis sin temor a mi brazo confiar,
el sable venerado de vuestro señor padre.
¡Victorioso volveré, o no regresaré!
- ¡Victorioso volverás! - ¡Él no regresará!
- ¡Victorioso volveré! - ¡Él no regresará!
¡Victorioso volverá!
¡Él no regresará!
¡No, no, no!
¡Gracias a mi valor, mi artillería, mi caballería venceré,
triunfante al enemigo aplastaré, destrozaré, dispersaré!
¡Partamos, avancemos con la música a la cabeza!
¡Cantando cual si fueseis a una fiesta!
¡Partid, avanzad con la música a la cabeza!
¡Cantando cual si fueseis a una fiesta!
¡Invadiremos, el enemigo huirá!
¡El enemigo huirá, lo acorralaremos,
lo dispersaremos y lo hundiremos!
¡Alegres iremos, nos abalanzaremos,
lo quemaremos todo, todo lo machacaremos!
- ¡Vencedor yo seré! - ¡Vencedor él será!
Lo quemarán todo, todo lo machacarán.
¡Vencedor él será!
¡Él será vencido!
¡Gracias a mi valor, mi artillería mi caballería venceré!
¡Gracias a su valor, su artillería, su caballería vencerá,
y con su infantería, todo ello era un triunfo!
¡Vayamos a caballo, su artillería, su caballería será un triunfo!
¡Serán dispersados!
¡Adelante, adelante,
cantando!
¡Partid, partid,
con la música a la cabeza, adelante!
¡Sí, partid, partid, como si fueseis a una fiesta,
cantando, partid cantando!
¡Olvidáis el sable de mi padre!
¡Olvidáis el sable de su padre!
¡El sable, el sable!
¡He aquí el sable,
he aquí el sable de su padre!
¡He aquí el sable,
lo llevarás en tu costado!
¡Cargaos al enemigo!
¡Id, salvad nuestro país!