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Hola a todos.
Lo que yo les quiero contar hoy es un poco el proyecto que empecé
hace cuatro meses y que, ya en ese corto tiempo,
puedo decirles que es el proyecto más emocionante que hice en toda mi vida.
Pero para que entiendan un poco cómo terminé metido en ese proyecto
tengo que empezar bien del principio.
Despacio, despacio, despacio. Ya viene eso.
De chico mi sueño, mi gran sueño, era ser inventor.
Eso es lo que yo quería ser.
Y quería ser este tipo.
Yo quería ser como el inventor, el profesor, de Volver al Futuro.
Y le puse bastante empeño de chico en lograrlo.
Tanto que casi puse en peligro mi vida.
Por empezar, desarmé todos los aparatos electrónicos que había en la casa.
Mamá, "obviamente feliz".
Después, me electrocuté unas tres o cuatro veces.
Y, hay una anécdota que cuenta mamá
--de esas que cuentan las madres-- para humillarme
que ella tenía cuatro o cinco vidrios con la forma,
con el tamaño, de mi ventana.
Porque yo en una época las detonaba por lo menos una vez por semana.
Pero, como ven, tengo todavía todos los dedos.
Y sobreviví.
Y la vida me llevó a otro lado completamente distinto.
Casi fui abogado.
Por suerte, no.
Y me dediqué a emprender.
Eso fue lo que hice, en tecnología.
Los últimos 10 años se los dediqué a otras de las pasiones
que yo tenía cuando era chico, que son los videojuegos.
Pero siempre mantuve en un rincón de mi casa,
siempre, el sueño de ser inventor.
Bajo la forma de un taller, ¿no?
Tener un taller donde realizar estos inventos.
Y le dediqué mucho tiempo.
Muchas noches.
Muchas peleas con mi mujer, obviamente,
fines de semana enteros.
Pero lamentablemente no logré sacar ningún invento genial
como los que hacía el profesor de Volver al Futuro.
Lo máximo que saqué fue esto.
Esto está puesto en mi oficina.
Yo tengo una empresa de videojuegos.
Es mi invento para controlar la eficiencia de los ingenieros.
Básicamente, yo desde mi oficina los puedo mirar
y cuando están mirando Facebook o YouTube,
¡páfate! ¡Acá, a la ceja!
(Risas) Pero…
inventos como este son los que me llevaron a mí a vincularme
con una comunidad de locos que hacen estas cosas.
Pero lo importante es lo que pasó con esta comunidad.
Y eso es lo que les vengo a contar.
Esta comunidad hace algunos años comenzó a activarse.
Y como siempre pasa con estas activaciones
es como que el mundo entra en un "sync".
Y de pronto estos locos, estos inventores,
que estaban en los garages empezaron a salir.
Y empezaron a compartir sus proyectos,
sus ideas, sus técnicas, sus herramientas.
Aparecieron sitios especializados.
Empezaron a crear su propia tecnología para desarrollar sus inventos.
Es más, tecnología para que cualquier persona
pueda inventar casi cualquier cosa.
Y así nacieron unos espacios bastante raros que tienen dos o tres nombres:
maker spaces, hacker spaces, fab labs.
Y para explicarles rápidamente qué son, voy a hacer una analogía.
Uds. cuando van a un gimnasio lo que buscan es desarrollar los músculos.
En un hacker space, la gente cuando va, va a desarrollar un invento.
En un gimnasio uno usa aparatos para desarrollar sus músculos.
Máquinas. En un hacker space uno usa máquinas para desarrollar esos inventos.
Máquinas de prototipado rápido.
Les nombro algunas, no quiero entrar en detalles.
Pero, cortadoras láser, impresoras 3D, CNC
--o sea, ruteadoras--
Una serie de máquinas que en general estaban siempre disponibles en otros lados.
Estaban en centros de I+D, en fábricas, pero que ahora
en estos lugares estos inventores empezaban a tener acceso.
Otra cosa bien curiosa que pasó es que esta comunidad,
como yo decía, empezó a salir.
Empezó a haber eventos.
Que, como en toda comunidad emergente, empieza siendo un evento
de unos cientos, de locos que se juntan.
Hace un mes, en San Francisco, la Maker Fair juntó 50 000 personas.
Esto ya nos habla de que ya no estamos hablando sólo de una comunidad.
Estamos hablando de una subcultura.
De un movimiento. Algo más grande.
Uds. se preguntarán: "¿y qué demonios importa esto?"
"¿Cómo esto puede impactarnos en nuestras vidas?"
"¿Qué puede salir de acá?"
Si uno lo mira de lejos, parece eso.
Miren un poco las cosas que hacen.
Es un grupo de locos haciendo inventos un poco intrascendentes.
Pero quizá hubiéramos dicho lo mismo de los clubes de hackers de los '70
que empezaron, que empezaron a jugar con chips y procesadores
y de ahí salió la computadora personal.
De ahí salió Apple.
Y lo mismo hubiéramos dicho de los nerds o los geeks que estaban
con los módems a finales de los '80 y principios de los '90
y de ahí salió Internet.
Yo creo que estamos frente a un caso similar.
Y ya se empieza a notar disrupción de este movimiento.
Ya se empieza a notar impacto.
Y les voy a contar un caso.
Pero para contarles un caso
tengo que contarles un poco de lo que es la impresión 3D.
Quizá muchos de Uds. ya saben lo que es la impresión 3D;
así que, rápidamente, la impresión 3D es una tecnología que me permite a mí
desarrollar virtualmente un objeto, un objeto en mi computadora,
un objeto 3D, aprieto "Print" y en vez de salir en una hoja de papel,
que es lo que uno normalmente esperaría de una impresora, sale el objeto.
Acá, como ven, lo mío es un poco morboso.
Decidí hacer una calavera.
Podría haber elegido algo más bonito.
Pero, ahí pueden ver la imagen del objeto virtual y la imagen del objeto real.
Si se fijan, son lo mismo.
Estamos transformando, de pronto, bits en átomos.
Esta tecnología está disponible hace mucho tiempo. No es nueva.
Pero el problema era que estaba muy lejos de nosotros.
Las máquinas que hacían esto costaban hasta USD 70 000, USD 100 000...
Y este grupo de locos, en un hacker space en Nueva York,
uno de los pioneros --NYC Resistor--
decidió cambiar las cosas.
Y dijeron algo que parecía absurdo:
"Vamos a hacer una impresora 3D que pueda usar cualquier persona
y que cueste menos de USD 1000".
El personaje de azul, que está acá, es Bre Pettis;
uno de los fundadores de MakerBot
--la compañía de la cual estoy hablando-- dijo:
"Si nosotros hubiéramos pensado como ingenieros,
jamás lo hubiéramos intentado".
Él es marionetista.
Y eso es lo interesante de estos lugares.
Esto es lo realmente disruptivo.
MakerBot, esta compañía, ya va por la tercera generación de impresoras 3D.
Y acaba de levantar, de capital de riesgo, 15 millones de dólares
para terminar de consolidar su compañía y para poner
una impresora 3D en la casa de cada uno de Uds.
Dentro de poco todos Uds., aunque les parezca sacado de Volver al Futuro,
van a estar haciendo eso.
Y nacen, o comienzan a nacer, estos lugares.
Y hay muchos ejemplos más pero… me pasaría del tiempo.
Así que, ¿cómo continuar?
La realidad es que nosotros estamos un poco lejos,
en general, de todas estas cosas.
Yo vivo en Santiago y, al igual que en Montevideo, nos sentimos
que siempre recibimos todo con cierto "delay".
Todo tarda un poquito más en llegar.
Y yo, como Uds. pueden ver, soy un tipo medio ansioso.
Entonces en febrero, después de cumplir 40 años, que entré en crisis, dije:
"A la mierda. Yo lo que necesito hacer es un hacker space en Santiago".
Sin mucho plan, sin mucha idea, como siempre me tiro así medio a lo loco…
lo primero que hice fue encontrarme un "partner".
Siempre uno necesita un loco al lado.
Siempre uno necesita un personaje igual que uno.
¡Gracias a Dios lo encontré!
Y es Macarena Pola que una diseñadora industrial que está totalmente loca
(Risas)
y gracias a Dios la convencí.
Y con Maca salimos a buscar un espacio.
Y, de pronto, ¡pumba!
Aparece un lugar maravilloso.
Una fábrica abandonada.
Es una ex sombrerería.
Acá se hacían sombreros, en pleno barrio de diseño de Santiago.
Completamente sucio, una porquería.
Pero con Maca nos pusimos una meta.
Dijimos: "Bueno, si vamos a hacer esto lo vamos a hacer rápido".
Y empezamos a limpiarlo.
Y armamos nosotros los muebles.
Lo decoramos un poco, junto con mi hija
que estaba ahí haciendo de crítica de arte.
Y, de pronto, un mes después de empezar ¡pumba!
Ahí estaba. ¡Estábamos listos! Todo listo.
Yo había llevado las máquinas de casa.
Uds. se pueden imaginar, mi taller había crecido bastante.
Yo ya tenía cortadoras láser, impresoras 3D, en casa.
Mi mujer me estaba sacando ya a patadas.
Y, por suerte, pude mover todo para ahí.
Trajimos otras máquinas.
Lo pusimos increíble.
Pero en un momento, cuando estábamos al 30 de marzo, dijimos:
"¿Y ahora quién demonios va a venir acá?"
Nos habíamos olvidado de preguntarnos si había locos en Santiago.
Lo mejor es que, sí, había un montón de locos.
Y, de pronto, ¡pumba!
Ahí están. Ahora les voy a mostrar un video de cómo es el espacio,
así se dan una idea de qué les estoy hablando y seguimos.
(Inicio de Video)
Esta toma la pedí especialmente porque a mí me encanta
verme como Ironman soldando
(Risas) (Fin de Video)
Les confieso algo: aprendí a soldar hace… 2 semanas.
Y eso es lo que tiene de maravilloso, también, este lugar.
De golpe, volví a sentir algo que no sentía en mucho tiempo.
Este es un lugar maravilloso porque
uno aprende cosas nuevas todos los días.
Y eso no lo sentía yo hace mucho, mucho tiempo.
Porque a este lugar, estos locos que llegan,
todos vienen de distintos lados.
Voy a hacer una recorrida, rápida, de ejemplos de quiénes son estos locos.
Los primeros que llegaron son Tim y Greg.
Ellos tienen una compañía que se llama Backyard Brains.
Son dos neurocientíficos, doctorados en la Universidad de Michigan,
que aterrizaron por algún milagro en Chile.
No sé por qué. En un programa Start-Up Chile,
que trae startups a Chile ellos aterrizaron.
Bueno, Greg y Tim están completamente locos.
Y lo que hacen es maravilloso.
Su proyecto es enseñar neurociencia a chicos.
Pero, lo verdaderamente maravilloso, es cómo lo hacen.
Lo hacen con cucarachas.
Y no cucarachas chiquititas.
Lo hacen con unas cucarachas de este tamaño.
Son unas cucarachas peruanas que hasta a mí me dan miedo.
Y para colmo las tenemos viviendo en el Espacio.
Ellos aparte de las cucarachas, hacen aparatos como este
que permite medir los spikes neuronales de las cucarachas.
Incluso, bueno, hacer cosas más locas.
Pero yo les vengo a mostrar quizás el elemento más loco
que ellos tienen que se llama RoboRoach.
El RoboRoach uno dice, bueno, es una cucaracha robótica.
Y uno se imagina, cuando le dicen eso,
una especie de robot con forma de cucaracha que camina.
No. Lo que ellos hacen es agarrar una de estas cucarachas,
le ponen un chip arriba y la controlan con un joystick.
(Risas)
Para qué seguir, ¡véanlo!
(Inicio de Video)
(Fin de Video)
Díganme si eso no es de Volver al Futuro.
Y, para los que sienten empatía…
porque nosotros aplastamos las cucarachas, les tiramos DDT,
las hacemos pelota en la casa… pero cuando ven esto me dicen:
"¡Ay, la pobre cucaracha!"
Bueno, para los que tienen empatía con la cucaracha,
les cuento que a la cucaracha no le pasa nada
porque ese chip se les implanta en las antenas.
Entonces, básicamente, es como una mochila.
Probablemente no esté muy feliz de que le mandes una cosa
que la haga mover… (Risas)
A ver, pero nunca escuché a una cucaracha quejarse… (Risas)
Y, después, están viviendo… las alimentamos muy bien en el lugar.
Comen bien.
¿Qué otros locos?
Bueno, ejemplos: también unas de las primeras que llegaron, Claudia y Connie.
Ellas son unas artistas increíbles.
Trabajan con electrónica.
Hacen todo tipo de arte pero con electrónica.
Son las primeras mujeres que vi llegar así, con un soldador.
La verdad es que son increíbles, maravillosas, y ahora justamente
fueron invitadas a Europa a mostrar lo que hacen.
Llegó un grupo de arquitectos que hacen arquitectura paramétrica.
Básicamente, es una nueva forma de arquitectura que es maravillosa.
No me quiero detener en cada uno
porque en cada uno tengo una historia que contar.
Y quiero ir de lleno a las que yo creo que son más representativas.
Pero, es bien interesante lo que hacen.
También llegó Daniel.
Daniel es un inventor clásico, como el de Volver al Futuro.
Él invirtió toda su plata en un objetivo.
Él lo que quería era desarrollar un auto eléctrico
que por fin limpiara el cielo asqueroso que tiene Santiago.
Vivir en Santiago es horrible, justamente en invierno, por la polución.
Su sueño era crear un auto eléctrico, reutilizable.
Como las bicicletas públicas… uno toma una bicicleta, va a un lugar,
deja la bicicleta… es lo mismo, pero con un auto eléctrico.
Invirtió todo. Compró los motores.
Y así llegó al Espacio, un poco desesperado, obviamente.
Y este es otro grupo del cual les quiero hablar.
No se ven mucho los chicos ahí pero todos esos son chicos de colegio.
Son chicos que participan en una competencia robótica que se llama FIRST.
Fundada por el inventor del segway, Dean Kamen.
FIRST tiene como objetivo traer a chicos de colegio
más cerca de la ingeniería y la tecnología.
Lo más temprano posible.
Para eso arma una competencia de robots impresionante
donde participan equipos de todo el mundo.
Estos chicos llegaron al Espacio y me mostraron su robot y yo…
Miren. Miren lo que hace… (Inicio Video)
(Fin Video) (Aplausos)
Les recuerdo: son chicos de colegio.
Sin asistencia, sin ayuda. Maravilloso.
Yo, les juro que para mí es muy difícil no emocionarme.
¿Con qué sigo?
Este es un caso, también, muy interesante.
Andrés.
Andrés llegó después de un momento bastante malo para él.
Tuvo un accidente en enero. Volcó con el auto.
Iba manejando su hermana, pero él salió ileso.
Pero su hermana tuvo una lesión muy importante en la médula
y perdió la motricidad en las piernas. Quedó parapléjica.
Está en pleno proceso de rehabilitación.
Andrés llegó al Espacio con el rumbo perdido.
Había abandonado la carrera.
Quedó bastante mal después de eso.
Había abandonado la carrera y así llegó.
Dijo: "no tengo proyecto pero me gustaría participar".
Le dijimos: "Sumate, pensá qué querés hacer
y cuando tengas una idea nos contás".
Justo antes de venir para acá
--me sonó Andrés porque ahora tuve que meterlo en la presentación--
vino y me dijo: "Tengo el proyecto".
Y el proyecto que tiene Andrés es maravilloso.
La hermana tiene que usar un aparato de rehabilitación
que es como una especie de arnés que tiene un exoesqueleto robótico
que simula el movimiento de las piernas.
O sea, hace mover las piernas sobre una cinta, como esas de caminar,
y eso lo que hace es le dice… engaña al cerebro, le dice: mirá,
las piernas están todavía ahí y trata de reconectar de nuevo con las piernas,
la parte de la médula que está sana.
Ese aparato cuesta carísimo.
Es horriblemente caro. Y hay muy pocos en Chile.
Creo que hay uno.
Y el vino con el proyecto y dijo: "Yo lo quiero hacer.
Quiero que mi hermana lo pueda tener en la casa
y quiero que pueda haber uno en cada centro de rehabilitación de Chile".
Pero Andrés está solo.
Uno se pregunta, ¿cómo demonios vas a hacer eso?
Y el secreto está, de nuevo, en estos espacios.
¿Por qué? Porque, si bien Andrés está solo,
está también Tim y Greg.
Y resulta que Greg, su especialidad como neurocientífico, es la regeneración
de células en el caso de accidentes de médula.
Y el equipo de robótica se comprometió a comenzar a construir,
a diseñar ya ese arnés robótico que es el que va en las piernas.
Y nuestro inventor de autos es el que está haciendo
la estructura sobre la cual la persona se cuelga.
Y, si Dios quiere, y si todo sale bien,
en un par de meses tenemos un prototipo.
Si hubiéramos sido ingenieros, jamás lo hubiéramos intentado.
Y esa creo que es, para mí, la razón por la cual me metí en esto.
Si bien soy emprendedor, este es el primer proyecto que no hago for profit.
Este lugar es non for profit.
Pero lo que tratamos es que sea sustentable.
Ahora quiero, de alguna manera, dar un cierre.
Y ojalá les haya podido transmitir por qué estoy tan emocionado,
por qué me gusta tanto esto que está pasando
y por qué realmente me cuesta no sentirme absolutamente feliz.
Yo creo que esto es recién el comienzo.
Yo creo que estamos hoy frente a una nueva era dorada de los inventores.
Finalmente. Estamos volviendo a tomar el control.
No ya el de las compañías, pero el control nosotros
de crear las cosas que necesitamos.
Creo que estamos frente a una nueva Revolución Industrial.
Pero una muchísimo más consciente, más generosa y más sustentable.
Pero, por sobre todas las cosas, una que apunta
a hacer de nuestro mundo un mundo mucho mejor.
Y eso es todo. Gracias.
(Aplausos)