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Puede que creas que todas las manzanas son iguales, que quizás como mucho sepas diferenciar
que hay de varios colores.
Pero hay una que es diferente al resto.
Y ser diferente no siempre significa parecer diferente.
Yo os hablo de una manzana que es y no es.
Que se ve y no se ve.
Que es insípida y dulce a la vez.
Que existe pero no se busca.
Una manzana que no se compra, ni crece en los árboles, solo se comparte, se regala.
Y es en ese momento, cuando recibes un regalo imposible en el que la manzana empieza a ser
diferente.
Las manzanas imposibles llevan existiendo desde que la tierra es tierra.
Se quedan en las cocinas, calladas, esperando que alguien las recoja.
Que alguien las recoja y decida hacer de ellas lo imposible.
Porque cuando eso ocurre, cuando una manzana se comparte, es cuando sucede el milagro.
La manzana dará buena suerte a aquél que la reciba.
En los tiempos que corren nadie regala manzanas... deberíamos regalarlas más.